Partida Rol por web

John llego a la biblioteca pero solo vi en ella a Slot. El resto se habían retrasado o decidido no aparecer en el ultimo momento.
- Le doy las gracias por venir.- dijo a Slot.- He llamado a reunión a una serie de hombres que estimo leales y de mi entera confianza. Imagino que el resto de ellos no habrán podido venir todavía. No me andaré por las ramas, hay demasiado que hacer y poco tiempo para ello. Señor Slot, necesito vuestra ayuda mas que la de ningun otro hombre ya que permaneceréis cerca de Lord Rhys en todo momento. Durante la fiesta no serán pocos los nobles que pretendan a las jóvenes hijas de nuestro señor, no todos seran sinceros en sus intenciones. Proceso un sincero afecto por ellas y no pienso tolerar que terminen esposadas con hombres que no las merezcan. ¿Puedo contar con vos para asegurarme de que caeran en buenas manos?

Rara vez le sucedía a Sloth que le daban las gracias por hacer algo que le habían pedido. El jorobado comprendía aquella entrevista como algo clandestino, fuera de la normativa de la fortaleza. Algo personal. Asintió ante las primeras palabras de John Kalhan y sonrió, aflorando en su deforme rostro una gratitud que era mutua.
—Sloth ha visto cuatro generaciones en la casa Vaelys. Sloth no quiere que la sangre se ague, ni que la alegría de las flores quede mustia. Sloth ayudará. Pero antes Sloth debe saber. ¿Qué son para vos buenas manos?

John asintió. Era una buena pregunta y resoplo.
- Hombres de honor, leales y nobles.- resumió.- Se que sus matrimonios son una cuestión política y las alianzas necesarias pero he visto hombres llegar, he oído hablar de otros... hombres que vendrán vestidos de bondad pero una vez desposados, cuando ya nada pueda hacerse, se mostraran como tiranos. Malos hombres para ser esposos y peores para ser amos.- aviso convencido de ello.
- Me preocupa en que manos caiga el reino pero también las manos en las que doncellas de esta casa paren.

- Quería hablar con Evan y Kyle, que no son nobles de cuna pero si de corazón. Dormiría tranquilo si alguno de ellos garantizara al menos la seguridad de una de esas muchachas. También quería hablar con Sir Tyler y Bernard, que son valientes y dignos de confianza. Serian buenos esposos, mejores gobernantes para estas tierras. ¿Que os parece, señor Slot?

Honor, lealtad, nobleza. Cualidades fabulosas que a Sloth le parecían como oro de mentira, como el oro de juguete con el que la pequeña Tabitha jugaba a ser reina de las hadas. ¿Y qué había del amor? Sloth era un soñador. ¡Soñar estaba bien! John Kalham no podía evitar ser un soldado. Pese a su mutilación, a su rango actual, buscaba lo mejor para la casa Vaelys. Y lo mejor, según su opinión, era un mando justo, noble, honorable. Un soldado. Ah, no estaba mal, pero Sloth creía otra cosa. Y así lo dijo, porque con John Kalhan podía hablar como con uno más a pesar de que le había llamado señor. A él. Señor Sloth, ja, ja.
—Las tierras necesitan un señor. Las hijas necesitan otro. ¿Qué hay de lo que opinan ellas? ¿Qué hay de lo que quieren ellas? Sloth solo quiere que ellas sean felices, ya sea con un caballero, un labriego... o un soldado. Sloth sabe que las tierran susurran el nombre de Vaelys, y un Vaelys debe gobernar. Unas no querrán hacerlo, una si querrá. Esa debe gobernar, y esa debe elegir su esposo. Pero ella debe mandar. Ella no será...—no sabía como decirlo, demasiadas palabras seguidas —.La elegida no será un florero que adorne la sala, junto al trono. Ella será quien gobierne. Desde mi baja posición mi deber es asegurar que quien se despose para gobernar no sea una marioneta. Y que desee hacerlo, pues del deseo nace la fuerza, el honor y la lealtad que predicaís. O eso cree Sloth. Sloth ya es viejo. Puede confundir términos, pero no un corazón—el jorobado alzó su vista torcida desde su posición encorvada, mantener aquel ángulo resultaba incómodo pero aún así lo hizo para mirar a los ojos a aquel hombre —. ¿Y qué desea John Kalhan en su corazón?

¿A donde va John Kalhan? quiso decir, pero el hombre ya se había marchado. Le había dejado con la miel en los labios. Sloth estaba acostumbrado. De vez en cuando uno de los criados creía ver en él algo más de lo que aparentaba ser. Urgaba en su mente, usaban palabras más complicadas, y cuando su máscarada respondía con eficacia a tales artes...se apartaban de él, asustados o decepcionados. No querían a Sloth para nada. Le consideraban menos que aire, un susurro que se perdía cojeando por los pasillos, una maldición pronunciada durante la misa y que debe de ser ignorada. Eso era él, la maldición de la casa Vaelys.
O su salvación.
Molesto por la actuación de John Kalhan aunque sin culparle, ¿Cómo hacerlo cuando el papel que interpretaba era tan perfecto?, supo que no podría ayudar a las señoritas del castillo por intervención ajena. Nadie le haría partícipe de sus intrigas, de sus preocupaciones. No los necesitaba, podía conseguir información de muchas formas.
Renqueando, se acercó a unos de los pasajes secretos que poblaban el castillo. Se aseguró de que nadie le estaba mirando cuado presionó la piedra falsa. Un pedazo de pared se descorrió. Saltó a la negra oscuridad que había aparecido ante él y cerró el acceso.
Los viejos túneles del castillo. Una reliquia, como él. Compartían el secreto. Él sabía donde se encontraban, como utilizarlos para llegar de un sitio a otro de palacio sin perder el tiempo en largos corredores o molestas escaleras de caracol. Los pasajes ocultos, por ende, conocían su secreto. Que el jorobado era algo más que un hombre tonto y demente que cumplía sus labores con diligencia.
Se movió por los corredores, en silencio, escuchando la piedra. Si se prestaba atención, uno podía pir conversaciones de habitaciones contiguas; la cocina, la sala de reuniones, dormitorios, corredores. Jamás había utilizado tal ventaja para indigar en la vida de sus señores. Pero sus criados e invitados eran otra historia. Se había propuesto proteger a las cuatro hijas de lord Ryss y eso haría.
Empezó a bajar por la penumbra, en busca de algo jugoso que puduiera utilizar.

Tyler entró en la biblioteca admirándola. Le gustaba pasar tiempo en estos lugares dedicados al saber. Tantos libros, cada uno con su historia, cada uno con conocimientos que transmitir.
Tyler era amante de la lectura y la cultura, no era ningún secreto.
Miró alrededor, parecía vacía.
¿Qué hacer? ¿Debían esperar por si John aparecía? ¿o debían marchar dando por hecho que John se había cansado de esperarles?

Miró a su hermano.
-demosle cinco minutos-

-Hemos tardado. Si yo hubiese sido John me habría ido hace rato.- Bernard miró a su hermano. -Seguro que encontramos un buen momento para hablar con él mañana, a no ser que quieras ir a su habitación.-

-Seguramente ya esté durmiendo.-
-Vayamos a descansar nosotros también. Mañana le explicaremos porque no pudimos estar a la hora. Trataremos entonces lo que quería tratar-

Tyler entró en la biblioteca y empezó a pasear mirando los lomos de los distintos libros. No buscaba nada en particular, pero si alguno llamaba su atención quizás le echas una ojeada.

-Démosle un poco de tiempo. A ver si tenemos suerte y viene pronto.- Bernard se sentó en una silla, observando la sala. -¿Qué crees que querrá decirnos?-

-Parecía algo importante, pero la verdad es que parecía importante- Dijo mientras hojeaba un libro -Esperemos que se le ocurra venir aquí, si en un rato no aparece creo que deberemos salir, quizás demos con el por la fortaleza.-

Miró a su hermano cerrando el libro.

- ¿Sabes a que hora empezarán a llegar los invitados? -

Tyler sentía un gran agujero en su estómago. Siendo disciplinado como era, solía seguir una rutina cada mañana. Se levantaba de la cama, se aseaba, desayunaba y se dedicaba un par de horas a tareas burocráticas de su casa. Después, cada día sin excepción, practicaba algún ejercicio físico. Solía comenzar saliendo a correr, para después realizar ejercicios de fuerza (abdominales, sentadillas...) o cabalgar. Normalmente terminaba con entrenamiento de combate, en la mayoría de ocasiones practicando con su hermano Bernard. Después tocaba un buen baño y la merecida comida.
Por las tardes el plan no era tan estricto, adaptándolas a lo que la jornada precisarse.

Miró a su hermano.

- Creo que John no acudirá hoy a la biblioteca, a no ser que venga en busca de algún libro. No se tu, pero yo estoy hambriento. Propongo que vayamos a desayunar.-

Bernard llevaba un rato dando golpecitos con el pie en el suelo. No le gustaba estar sin hacer nada por mucho tiempo. No cabía duda de que estaba impaciente, pero confiaba en su hermano y si él quería esperar, esperaría. Cuando Tyler ofreció ir a desayunar Bernard se levantó casi al instante. -Me parece bien. Vamos.

Tyler asintió a su hermano menor. Se notaba que estaba deseando salir de allí. Esto le provocó una sonrisa.

-Vayamos a las cocinas, a ver que nos pueden ofrecer. Quizás tengan queso, o una buena tarta. ¡Comámonos la tarta de la fiesta de bodas!- Bromeó 

Después, junto con su hermano, salió de la biblioteca imaginando qué podrían comer. Esto producía sonidos en su barriga.