Partida Rol por web

AL entrar al gran comedor, Gwen noto inmediatamente que casi todos se habian dirijido a los Jardines, por mas que trato de ver a Lord Vaelys no tuvo exito, pero sintio gran alegria al poder encontras a Lady Tabitha y se dirijio a ella.

-Lady Tabitha, los invitados la esperan en el Jardin, su hermana Lady Alyra la busca, de casualidad ha visto a Lord Vaelys?

al ver tambien a los dos invitados, les comento nuevamente a ellos que los esperaban para el desayuno en los Jardines.

Ser Cedrix, Ser Mordred, la vista les va a encantar asi como el desayuno que prepararon nuestros chefs, los invito a pasar al Jardin.

Con la prisa que entro a chica y despues de hablar con quienes se encontraban en el comedor, rapidamente salio de este rumbo a la sala del consejo de Lord Vaelys.
 

Los invitados fueron saliendo uno a uno hacia el jardin. Cedric se proponía a hacer lo mismo pero antes de comenzar a caminar hacia la salida echó un último vistazo a la gente de la sala, aún se encontraban en ella Mordred, Tabitha y ... esa chica, la criada. El rostro de aquella criatura llamó rápidamente su atención, por un momento se sintió muy incómodo y quiso escapar rápidamente hacia el jardín. 

Escuchó como Gwen lo invitaba a retirarse y aprovecho el momento. Se dirigió hacia el jardín, pero no antes de tropezar con los muebles que encontró a su paso.

- Lo siento, el olor me ha provocado nauseas. – Salió de la habitación echándole una última mirada a la criada, como disculpándose por su torpeza.

Oberyn Martell irrumpió en el Gran Comedor, siguiendo los pasos de Ser Cedric Trindell, quien llevaba los ropajes manchados con el vino que la sirvienta Gwen había derramado sobre él. Los ojos de la Víbora Roja de Dorne se posaron de inmediato en las otras dos personas que se encontraban en la estancia.

-No deberíais preocuparos, Ser Cedric -le aseguró el dorniense, en tono cordial, mientras escrutaba a Ser Mordred y Lady Tabitha con la mirada-. Dicen que no es muy complejo hacer desaparecer las manchas de vino de una camisa. Tenéis suerte de que la vuestra no sea blanca.

Oberyn se fijó entonces en Lady Tabitha, la única de las hijas Vaelys con la que no había conversado por el momento. Haciendo su mejor esfuerzo por ignorar el maloliente olor que impregnaba todo el Gran Comedor y del que ya intuía de dónde provenía, el dorniense se acercó a la muchacha e hizo una reverencia frente a ella mientras se apresuraba a besar su mano derecha.

-Lady Tabitha, había escuchado muchos rumores acerca de vuestra singular belleza, aunque creo que ninguno de ellos os hace justicia -declaró el príncipe, con una sincera sonrisa-. ¿Puedo saber por qué os halláis aquí y no con vuestra familia?

Cedric entró al Comedor y vio que aún seguían en la sala Ser Mordred y Lady Tabitha, como los había dejado hace unas horas antes. Se detuvo e inmediatamente detrás de él ingresó Oberyn. 

El príncipe Martell trató de tranquilizarlo sobre el tema de las manchas en su camisa, pero esa no era exactamente la preocupación de Ser Cedric. 

Maldita sea! Esperaba ver a algún criado aquí que me ayudase a asearme un poco. Tal vez haya alguien en el recibidor. Puedes ayudarme a llegar hasta allí? Dudo mucho que pueda hacerlo yo solo en este estado. - Inmediatamente después de decir esto comenzó a dirigirse hacia el Recibidor, pero con mucho esfuerzo, esperando que Oberyn lo ayude. - Siento mucho interrumpir tu charla con milady... Te agradezco la ayuda. 

Mi señor, dijo una criada entrando por la puerta justo en el momento en que Cedric parecía dispuesto a salir. Me han enviado para atenderle. ¿En qué puedo ayudarle?

Por cierto, Lady Tabitha, su madre y sus hermanas la esperan en la habitación de Lady Alyra. Dado que no ha comido nada, si lo desea puedo enviar a alguien, o yo misma para llevarle algo a la habitación.

Oh si, claro. He tenido un accidente con el vino y necesito secarme y cambiarme la túnica, no es propio de un caballero presentar tan mala imagen en la casa de su señor y menos cuando hay visitas de la naturaleza del Príncipe Martell. - le dijo a la criada, luego se giró hacia Oberyn y se le acercó para decirle algo en voz baja. - Parece que no tendremos muchas oportunidades para mantener una platicar en privado. 

Podía sentir los ojos de los presentes en la sala observándolos. No estaba a gusto con esa sensación, hubiese sido mejor quedarse paseando en compañía de Oberyn por los jardines a la vista de todos, pero lo suficientemente lejos para poder intercambiar unas palabras sin que nadie los escuche, así tampoco tendrían que soportar el olor que había en el Gran Comedor.

Se inclinó sobre Oberyn para evitar caerse por el efecto del alcohol.

Disimulando apoyarse sobre el hombro de Oberyn, le susurró lo siguiente:

No puedo hablar francamente porque significaría una falta de lealtad, ya que soy un pequeño señor de una casa vasalla. Pero también comprendo que lo que le hicieron a su hermana está mal, y como yo he formado pasivamente parte de eso, siento que se lo debo, aunque no reparará nada de lo que le hicieron a su familia. - Se alejo un poco del oído de Oberyn, y unos segundos después volvió a tomar una posición parecida a la anterior, para terminar de decir lo que necesitaba. - Así que lo que le puedo decir por ahora es lo siguiente, Lord Rhys entiendo que lo citó aquí para decirle algo. Hay alguien que quiere evitar dicha confesión, y amenaza con la vida de Lora Rhys, por eso prohibieron la portación de armas. Creo que los criados fueron advertidos, y tal vez le pueden dar más información. 

Cedric miraba a Oberyn para ver si había entendido la intención del mensaje. Lo cierto es que por ahora no podía permitirse ser más claro.

Oberyn quedó sorprendido ante la hermosura de la criada de tez morena que había acudido para atender a Ser Cedric. Parecía que las hijas de Lord Rhys no eran las únicas bellezas en esa fortaleza. A simple vista, le resultaba evidente que aquella joven procedía de alguna de las Ciudades Libres, tal vez de Lys, Qarth, Astapor o Mereen.

Aún no había obtenido el dorniense respuesta a las palabras que había dirigido a Lady Tabitha cuando un aparentemente muy beodo Ser Cedric se apoyó sobre su hombro para no desplomarse por los efectos del alcohol. La Víbora Roja de Dorne se apresuró a agarrarlo para evitar su caída.
 

El príncipe dorniense escuchó las palabras de Ser Cedric, atónito. ¿Quién podría ser lo suficientemente poderoso como para pretender amenazar la vida de Lord Rhys en caso de que el Señor de la Casa Vaelys realizara esa confesión? ¿Tal vez Alester Marbrand? ¿Swann Grizzly? ¿O uno de los Risefeller?

-Habéis obrado bien -susurró Oberyn, en un tono casi inaudible-. Si lo que he descubierto hasta ahora es cierto, la persona a la que os referís podría ser el causante de las desdichas que están acaeciendo a las hijas de Lord Rhys o, como mínimo, ha hecho todo lo posible para que el señor de la Casa Vaelys no se haya reunido conmigo esta mañana.

El dorniense se apartó entonces de Ser Cedric al advertir que el caballero parecía haber recuperado el equilibrio. Ante el absoluto silencio que mostraban tanto Ser Mordred como Lady Tabitha, decidió acercarse a la segunda criada que había entrado en el Gran Comedor.

-¡Dichosos los ojos que os ven! -saludó el príncipe a la joven Gwen, pronunciando una amplia sonrisa-. Pensé que os encontrabais sirviendo al resto de los invitados en los jardines. ¿Qué os ha hecho venir hasta aquí? ¿Acaso os encontráis preocupada por la camisa de Ser Cedric?

Oberym observó a la sirvienta con curiosidad, queriendo indagar acerca de los motivos que la habían conducido hasta el Gran Comedor.

La criada ayudó a Ser Cedric a asearse y a secarse. Había escuchado atentamente a Oberyn y se quedó pensativo. Repasó todo lo sucedido desde el día anterior. Algo no iba bien, es verdad que lo de las señoritas parecía no ser coincidencia, pero él habría estado pendiente de los movimientos de Ser Mordred todo el día, y no se había movido del Gran Comedor.

Algo parece no estar bien, es cierto, pero la persona que yo os digo no creo que sea la que está causando tanto alboroto. Por lo qué hay alguien más con intereses oscuros aquí, y puede que esté trabajando en conjunto con mi sospechoso, o puede que no. Por el bien de los Señores de mi Casa, he de averiguar que está pasando.

Cedric terminó de asearse, tomó aire y emprendió su camino hacia los jardines nuevamente. No podría aguantar mucho tiempo más el olor nauseabundo que había allí. Se detuvo en la entrada.

Gracias por su ayuda Príncipe. - se dirigió por última vez hacia Oberyn antes de salir. - Por favor hágame saber si se entera de algo más.

Algo andaba mal aquí, eso era seguro. Pero quien de los invitados podría estar interesado en arruinar aquella velada? Cedric no podría confiar en nadie, pero tampoco podría solucionar esto solo. Por ahora confiaría en el Príncipe de Dorne.

Gwen se sorprendio al notar las palabras del dorniense, había diversos motivos que la habían llevado al gran comedor, aunque no pudo evitar sonrojarse un poco al notar la sonrisa que Oberyn le regalaba.

Mi príncipe, he venido para empezar a organizar la limpieza del comedor pero también quería aprovechar para preguntarle si esta todo en orden o necesita algo, ya que vi que se retiró de la mesa muy pronto.

La sirvienta no podía de dejar de ver a los ojos al dorniense, pues se sentía complacida con hablar con el que incluso olvidaba el mal olor que había en la sala.

Tabitha levantó la mirada hacia Oberyn, la mantuvo fijamente y cuando fue a abrir la boca para responderle y no muy gratamente, Lydia recordó a Tabitha su ida a la habitación de Alyra. Se levantó de la silla y se dirigió hacia Lydia, ignorando totalmente su contestación hacia Oberyn.

- Por favor, encárgate de subir algo si no lo han hecho ya...- se giró hacia el resto de personas de la sala y dijo.- con permiso...- y salió de la habitación de camino a la habitación de Alyra.

-Descuidad, Ser Cedric -dijo Oberyn, en tono amable-. Si me entero de algo más, se lo haré saber.

El dorniense esbozó una sonrisa pícara al advertir el modo rebelde, e incluso altanero, con el que Tabitha le había observado. Se preguntó qué pensarían Lord Rhys y Lady Myriah al respecto. No había duda de que aquella era la más salvaje de entre las Vaelys, aunque, por otra parte, Oberyn no podía echarle en cara su actitud a la muchacha, teniendo en cuenta el desagradable olor que parecía estar acompañándola allá donde iba.

La Víbora Roja se acercó entonces a Gwen, la sirvienta, quien parecía complacida por la sonrisa que el príncipe le había dirigido.

-En realidad, solo había venido al Gran Comedor para ayudar a Ser Cedric con su camisa -indicó, restándole importancia a la situación-. Aunque a todo esto, Gwen, ¿sabéis por casualidad dónde se encuentra Evan Ross, el mayordomo de Lord Rhys? Me gustaría tener la ocasión de conversar con él. -El dorniense se fijó entonces en la espada bastarda que se hallaba expuesta en la pared del Gran Comedor-. Por cierto, ¿sabéis si esa espada es la de Lord Rhys? Incluso desde esta distancia, juraría que no es la espada de acero valyrio que solía portar en batalla.

En vista de que Gwen ya se encontraba allí, la criada Lydia se marchó sin mediar palabra.