Partida Rol por web

Quizás había sido el insufrible repetir de saludos protocolarios, que obraron una suerte de efecto hipnótico. Quizás fueron los continuos ires y venires de gentes bien vestidas. O quizás sería porque se le estaba pasando la resaca, pero Mordred pareció de pronto despertar de un sueño lúcido. Tomó aire sonoramente, como si necesitara unos segundos para terminar de ubicarse. Había estado perdiendo el tiempo, ya fuese callando o hablando más de la cuenta, y comprendió al fin que aquel no era un día para pasárselo en un rincón, perdiendo el tiempo. Viendo que la sala se quedaba casi vacía, se tomó la licencia de hacerse crugir el cuello en ambas direcciones, cerrando los ojos de satisfacción. Una vez recompuesto, se dirigió hacia la puerta.

- Principe Oberyn, si me disculpa la intromisión.- hizo un ligero cabeceo hacia el hombre elegantemente vestido y se giró hacia Gwen.- Yo también busco a un sirviente, al joven Sebastian. ¿Sabeis dónde está? De verle, decidle que me busque cuando tenga un momento. No les molesto más. Con su permiso...

Sonrió a ambos mientras se despedía de Oberyn con un cabeceo. No sabía si Sebastian le recordaría, pues hacia ya un tiempo, quizás demasiado, que Mordred no pisaba la Fortaleza de Sangre. Caminó a grandes trancos hacia la puerta, deteniéndose solo al percibir a Ser Cedric.

- Ah, Ser Cedric. Me gustaría aclarar con vos un malentendido. Estoy seguro de que sabrá a qué me refiero, y que tendrá a bien escuchar lo que tengo que decir, pues son palabras de disculpa. Búsqueme cuando tenga un momento. Estaré en los jardines... -una sonrisa burlona se dibujó en su cara.- ...si no siguen cambiando el vino de lugar, claro está.

Prosiguió la marcha. Fue a colocar su mano izquierda sobre el pomo de la espada, como solía hacer, solo para encontrar un vacío y recordar que no podía llevarla dentro de aquellos muros. Suspiró sonoramente y prosiguió su marcha.

-Disculpadme, Ser Mordred, pero creo que no conozco al joven Sebastian -aclaró el dorniense, dedicando al vasallo de Lord Rhys una amable sonrisa-. Aunque si buscáis a Evan Ross o John Kalhan, es probable que sepan indicaros dónde se encuentra. -Al ver que se disponía a abandonar la estancia, se despidió de manera cordial-: ¡Pasad un buen día, Ser Mordred!

Luego, aguardó a que Gwen le respondiera a la pregunta que había hecho sobre la espada de acero valyrio de Lord Rhys. Para muchos, podía parecer una trivialidad, pero el hecho de que la espada que se exhibía en el Gran Comedor fuese falsa solo evidenciaba la posibilidad de que se hubiera producido un robo en la Fortaleza de Sangre.

-milord, me intriga mucho su pregunta, pero lamento informarle que no se mucho de espadas y no sabria decirle si es o no es la original, pero por usted estoy dispuesta a investigarlo, en cuanto a Evan Ross, no se donde se encuentra igualmente lo busco para comentarle que lo necesita.

Gwen no podiaq dejar de ver los ojos del dorniense mientras sonreia y le comentaba a Oberyn que estaba dispuesta a ayudarle en las cuestiones y busqueda de Evan.

despues de esto se giro para salir hacia la cocina.

Tras asentir, complacido, ante la respuesta que le había proporcionado Gwen, el dorniense decidió abandonar el Gran Comedor, con intención de dirigirse de nuevo a los Jardines de la Fortaleza de Sangre.

Despues de comentarle a Oberyn sobre Sebastian, Ser Mordred le comenta a la criada que el tambien esta buscando a sebastian por lo que Gwen aparata su vista de los ojos del dorniense.

-no se preocupe milord, tambien le comentare que usted lo necesita, con su permiso ahora mismo lo busco.

Sebastian entró al gran comedor caminando rápido, pero con la mirada perdida. Tenía tantas cosas en las que pensar. Por fín había conseguido el valor para hablar a solas con Fiona y no ha podido ser. ¡Maldita sea! ¿Por qué no fui suficientemente rápido para ver que su propuesta de lugar no era adecuada? La había dejado marchar y ahora ella lo estaría esperando, quizás enfadada, quizás preocupada. Ella también parecía ansiosa por hablar con él, temo que ella también tenga problemas. Algo, o alguien, la ha herido esta mañana y el día está siendo complicado para todos.  Bueno, ahora tengo que esperar un poco y tengo muchas otras cosas que hacer.

Se da cuenta de que está solo en el gran comedor y respira aliviado. Quizás un poco de tranquilidad me irá bien. Ahora que está aquí, su primer objetivo es preocuparse por el tema del olor, que había dejado pasar está mañana. ¿Huele aún tan mal el comedor, se pregunta? Y si es así se asegura de que las ventanas esten abiertas.

Mientras trabaja por el comedor, se acordó del comentario de Ginevra esta mañana sobre la existencia de pasadizo secretos. Al principio le pareció una ocurrencia graciosa pero ahora le hacía pensar que debía haber alguno. Se reía solo, por un momento, pensando en algunos de los libros que el Maestre le había prestado cuando le enseñó a leer, en los que se hablaba de los encuentros secretos por los pasadizos entre los caballeros y sus damas. Por curiosidad, mientras comprobaba si en la sala aún olía mal, se acercó a las paredes mirando a ver si encontraba alguna entrada secreta, escondida tras un tapiz o algun trozo de pared falso.

Tras un rato trajinando Sebastian se había asegurado de que las ventanas estaban abiertas y el olor se había disipado. No había encontrado tampoco nada interesante en su fantasia de buscar caminos escondidos. Así, pues, debía volver a intentar hablar con Fiona. Estaba muy nervioso y se movía continuamente de un lado al otro, pensando en como hablaría con ella. ¿Me atreveré a decirle que la amo?¿A confesarle mis nuevos secretos?¿Le pediré que se case conmigo? Si por ella debo enfrentarme a esta familia que ahora resulta que es la mía... supongo que tendré que hacerlo. Pero confío que encontraré una manera de combinarlo todo. A ver, a ver. Y pensativo salió del comedor en dirección a la despensa, donde iba a encontrarla, esperaba.

Tenía sumo interés en acudir al gran comedor por ver cómo se estaban desenvolviendo su hermano y alguna de las hijas del Lord a las que apreciaba. No había previsto sin embargo que serían los primeros en llegar. Bien visto podría ser interesante para comprender un poco la situación social, los grupos que se podian haber formado mientras él había estado divagando, pues irían llegando progresivamente ante su atenta mirada. Bernard tenía la sensación de que no había hecho gran cosa en este tiempo y eso debía de cambiar.

Andaba preocupado por la situación del castillo. Alguien pretendía sembrar una corrupta semilla entre ellos, que germinara para llevarles hacia el odio. Creía que había algún plan cuyo propósito era causar el mayor mal posible. La otra opción era que la dama del lugar no quisiera ver a ninguna de sus hijas casadas, pero era un pensamiento inhumano. Además, de no casarse ninguna de ellas heredaría Ser Edric, y eso venía a semejar una conspiración Lannister para integrar este señorío a su casa. Mas él de intrigas poco sabía y aunque estaba seguro de que en estos días aprendería como nunca antes, no iba a apresurarse en sacar conclusiones.

- Bellas flores.

Eso le recordó la pueril broma sufrida por su barba hacía poco tiempo, y elevó un poco los ojos esperando no tener que volver a pasar por algo semejante.

Fue a sentarse en el lugar que pensó le correspondía. Observó a Ser Mordred con una sonrisa algo socarrona mientras se echaba hacia atrás.

- Para ésto nos partimos el cuerpo en el campo de batalla, para que luego otros practiquen las artes del subterfugio en palacio.

Le disgustaba aquello, pero habían nuevas reglas y las tenía que respetar, o al menos comprender. Quizá Mordred sentía algo similar a ese hastío. Cierto era que Bernard no sabía cómo de bien se desenvolvían los otros caballeros entre los muros de la sociedad. El caso es que vendría a ser divertido todo ésto si no estuvieran en juego las vidas de muchos de los Vaelys, incluso las suyas propias.

Mordred entró en el gran comedor en silencio. Varias ideas giraban en su cabeza, y ninguna parecía ganar la batalla. Y lo que le parecía peor, se veía con las manos atadas para conseguir respuestas. Por ahora, parte de sus esperanzas recaían en que Marvin consiguiera satisfacer su petición. Hasta que eso ocurriera, tendría que esperar. Dió varios pasos de aquí a allá, perdido aun en sus propias ideas, cuando oyó a Bernard hablarle.

- No sabéis cuánta razón tenéis. -respondió, mostrándose de pronto animado por el comentario del caballero.- Que me perdone el castellano, pero esta fiesta ha sido como lanzar una moneda a un grupo de mendigos ansiosos, dispuestos a arrancarse la piel a tiras los unos a los otros. Hay al menos una rata entre estas paredes, aunque me sorprende que haya actuado contra las jóvenes damas. Hay que mantener los ojos bien abiertos. -miró a William, el sirviente, y le hizo un gesto hacia Bernard.- Mi compañero tiene la copa vacía. ¿Queda aun en esta casa algo de vino que ayude a digerir las malas noticias?

Se sentó junto a Bernard para poder conversar con él de un modo más privado. La sala estaba aun prácticamente vacía, pero sabía que otros caballeros estarían apunto de llegar desde el Septo, y no quería ser interrumpido en mal momento.

- Ya habéis visto que esta fiesta es más animada de lo que muchos esperábamos. -dijo con cierta sorna.- Desconozco porqué Lady Myriah se ha mostrado tan hosca, pero viendo lo que está ocurriendo con sus hijas y su actitud sospechosa, no puedo hacer más que dudar de sus intenciones. Vos estábais delante cuando Lady Lenia llegó a duras penas y nos instó a esperar en el Septo, y si lo que quería era que viéramos a su madre haciendo algo que no debía... Entonces, misión cumplida. Pero seguimos sin saber qué significado tiene todo esto. -su tono se volvió algo más cercano, menos mordaz.- Vuestro hermano estaba muy afectado. Había oido rumores sobre sus sentimientos hacia Lady Lenia, y creo que sus actos lo confirmaron. ¿Sabéis cómo está? Iba detrás mio cuando nos encaminábamos hacia el Septo, pero  cuando llegamos él ya no estaba con nosotros. Le aconsejé que fuera con ella, pues me parecía mala idea dejar al norteño campando sin alguien que lo vigilara, pero me temo que Ser Tyler no pudo ver la advertencia en mis palabras.

El caballero había perdido de vista a su hermano. Las palabras de Mordred le hicieron pensar, llevose uno de los dedos hacia la barba para acariciarla.

- Espero que Ser Tyler esté bien ahora mismo. Él es un hombre que adora a esta familia y no le gustaría que pasara tragedia alguna a ninguno de sus integrantes. Pienso que tanto vos como yo tenemos una percepción similar a la suya. Vos os habéis criado en éste lugar. Yo sólo lo he visitado en algunas ocasiones, pero siempre me he llevado conmigo agradables experiencias.

Pensaba en qué podía significar el mensaje de Lady Lania y no era capaz de interpretarlo.

- Un gran peligro se cierne sobre nosotros pero principalmente sobre esta familia. Haremos bien en tener los ojos bien abiertos pues quizá han pecado de confiados.

Se irguió, echando en ese momento de menos la espada. Arrugó un poco los labios, no le agradaba tener que estar esperando existiendo tantas incertidumbres alrededor.

- Si no acuden al comedor no tardaré en ir a buscarlos.

Marvin se había adelantado ligeramente a algunos de los caballeros, a los cuales había perdido de vista. Había errado en hacer tal cosa, ya que pocos de los nobles estaban presentes en el emplazamiento al que lady Myriah le había pedido que los llevase. Para mayor de los males, al castellano le tocaba partir en busca de más gentes, muchas de ellas por encargo de la Señora de la fortaleza. Pese a todo, esperó un ligero tiempo, el adecuado para no ofender a los presentes.

-Señores, si no necesitan nada más -señaló tanto a Ser Bernard como a Ser Mordred -, con su venia, me retiraré. He de cumplir con ordenes.

Al no creer que necesitasen más de él, apuró el paso. Pero antes de dirigirse a la salida, Marvin se giró hacía William. No le comunicó nada de forma oral, pero bastó solo su mirada para hacer hincapié en la premura del servicio a ambos señores que, con suerte, pasarían a ser más en breve.

Escuchando que Marvin se dirigía a ellos, Mordred alzó la cabeza hacia el castellano.

- Por supuesto.- respondió.- Que tengáis suerte.

Sabía que la casa se convertiría en un ir y venir y que Marvin estaría en el centro del caos. Tansolo esperaba que tuviera la oportunidad de llevar a cabo su petición y que esta llegara a buen puerto. Cuando el castellano se marchó, volvió a girarse hacia Ser Bernard.

- Decir que me he criado aquí sería decir más de lo debido, pero he visitado esta Casa en tiempos de paz y de guerra más veces de las que puedo recordar. Y no tengo motivo para ocultar mi desagrado hacia Lord Rhys, pues es sabido por muchos. No solo fue un cobarde por no comandar sus tropas durante la Guerra, sino que a nuestra vuelta ni siquiera nos trató con el respeto que nos merecemos. Vos mismo sabéis a qué me refiero. -su tono se fue caldeando a medida que hablaba.- ¿Qué respeto mostró por John Kallan, quien perdió un brazo en su nombre, al rebajarle a un simple ayudante de mayordomo? ¿Qué respeto mostró por vuestra familia tras la muerte de tantos Risefeller? Posiblemente el mismo que ha mostrado Lady Myriah al invitar al nuevo Espada del Alba, como si ese título no fuera a levantar ampollas. ¿Qué respsto mostro cuan... -se frenó entonces, pasándose la mano por los ojos, dándose cuenta de que se estaba dejando llevar por un tema que no terminaba de venir a cuento. Habló entonces de forma más calmada- Puedo tener malas palabras para Lord Rhys, pero no para sus hijas. Quien haya estado atentando contra ellas quiere ver esta casa reducida a escombros, sin preocuparse de quién más pueda quedar sepultado en ellos. Y lo que es peor, cuanto más tiempo paso bajo este techo, más argucias percibo por el rabillo del ojo. El traidor bien podría tener a alguien del servicio de su parte, pues eso explicaría su facilidad para actuar con tanta impunidad; Lady Myriah no se ha mostrado precisamente sutil en el Septo; ni siquiera el castellano Marvin merece plena confianza, si todo lo que he oido de él es cierto. -hizo una pausa y se acercó aun más a Bernard, como si oidos invisibles pudiesen oirles si no iban con cuidado.- Esta familia hace tiempo que no sabe protegerse a sí misma. Ni siquiera sus caballeros vasallos tienen permitido llevar su espada dentro de la Fortaleza, ¿quién esperan que los proteja?. No podemos fiarnos de quien tan claramente ha perdido el norte, Ser Bernard. Personalmente, mi confianza es ciega hacia aquellos que lucharon conmigo durante la guerra, y espero que vos compartáis conmigo esta forma de pensar. Pero antes de decir más, necesito preguntaros algo. Vuestra participación en este evento, ¿es solo como representación de vuestra Casa, o profesáis sentimientos hacia alguna de las hijas de Vaelys? Perdonad mi indiscreción, pero viendo todo lo sucedido, necesito saber hasta qué punto se está hiriendo a gente que puedo considerar amiga.

El caballero escuchó las palabras del general Mordred, sonrió sarcásticamente cuando atacó embravecido al Lord del castillo.

- Ser Mordred, conocéis de sobra que comprendo vuestros pensamientos hacia Rhys. Pero el destino ha querido que su vida llegue a su fin. Él ya es cosa del pasado y creo como vos que es mejor así.

Bernard asintió despacio.

- Hemos de preocuparnos por el futuro, el cual se manifiesta en la forma de sus hijas y su legado. Vos y yo hemos combatido en el campo de batalla y sabemos lo que es el honor. Mi hermano y yo, en parte venimos en representación de nuestra casa. Queremos un líder tanto honorable como fuerte al frente de ésta, y con eso me refiero a alguien digno, leal y que cumpla sus compromisos. Mi hermano bien podría ser esa persona y le apoyaré en ese sentido. Pero si no lo llegara a ser, yo al menos aceptaría a un hombre honorable. No hay mayor virtud que esa, como bien sabéis. 

Ladeó un poco la cabeza.

- Soy un hombre sencillo en el fondo. Así que seguiré fiel a mis principios, aunque... quizá no encajen demasiado en estas circunstancias, pero asumiré el riesgo.

Ser Bernard miró fijamente al general en ese momento.

- Y ahora, queréis profundizar en mis sentimientos, y en ellos en efecto hay una mujer. He podido hablar con ella en este tiempo y después para mi pesar he perdido el contacto. No sé lo que sucederá, pero eso también se supedita a que esta casa encuentre un líder digno. Aún así, el corazón me impulsa a buscarla y eso arde con fuerza dentro de mi, causando un dolor que he de soportar. Así que si queríais ser mi confidente, ahí lo tenéis.

El caballero decía aquellas palabras dibujando su sempiterna sonrisa, aunque arrastrando cierta tristeza en esta ocasión.

- Quiero que seáis consciente de que los Risefeller actuaremos para beneficio de las señoritas y de los caballeros que demuestren honor. Siempre hemos cumplido nuestros compromisos y apoyado a los nuestros. Ser Modred, en el pasado hemos podido tener cruces de palabras pero hay que encarar el futuro y a mi me gusta beber, pero no para lamentarme de lo que quedó atrás. Creo que me entendéis.

Bernard esperaba que él compartiera al menos parte de sus creencias y después de sus palabras quedó atento a su respuesta.