Partida Rol por web

-Rrrrrrrrrrrrrrr...eh?-Caelus alza momentáneamente la cabeza y mira a los lados. La conversación acerca de los caballos no es muy de su interés, así que en vista de que todavía no va a empezar la reunión del consejo, opta por seguir "descansando la vista".-Rrrrrrrrrrrrrrrrrrrr.

Kyle volvió a relajarse después de que hablaran Evan y Marvin A ver si empieza esto pronto o nos quedaremos sin temas aburridos de los que hablar y esto parecerá un entierro.

Cuando Marvin mencionó a Los Siete, Kyle pensó en Los Antiguos Dioses, su religión. Hacía años que había aprendido a callar ante las creencias de las otras personas, y más en el Sur, dónde casi nadie compartía su misma Fe No sería una buena idea comenzar ahora un debate sobre religión.

Astrid siguió a su padre por el pasillo mientras pensaba en sus palabras anteriores. El corazón le dio un pequeño vuelco al corazón al empezar a pensar en Edric como un dependiente. Jamás se había fijado en él de esa forma, pues era un inferior, y ellos debían estar con los de su clase. Por un momento se permitió pensar en él como alguien legítimo y... no, no podía. Estaba por debajo de ella y no sería capaz.

Respiró hondo antes de entrar en la Sala del Consejo. Comprobó que su peinado estaba colocado a su gusto y que sus ropajes no se habían descolocado. Fijó de nuevo el medallón y, a grandes zancadas, entró.

Ya habían llegado algunos miembros. Aún no entendía la decisión de su padre de nombrar consejeros a ciertas personas, pero sabía que no podía discutírselo. Fue la última miembro del consejo tras una dura charla con él, y ahora que cualquiera de sus hermanas podía heredarlo todo, era mejor que tuviera cuidado con lo que decía.

Como siempre, se sentó en su asiento, frente a su madre, al otro lado de su padre. Guardó silencio, mirando como el maestre dormía tranquilamente.

Evan sonrió cuando vio aparecer a John. 

-Hola!- le sonrió sinceramente agradecido por su llegada. 

Enarcó una ceja mirando a John y a Kyle cuándo el maestre medio despertó de su sueño para volver a caer al cabo de muy poco en su siesta. 

A las palabras de Marvin asintió.

- Es cierto, otras veces ya hemos estado en situaciones similares y todo ha salido bien. Los chicos de los establos conocen su trabajo, confío en que harán lo necesario.- Todo eso era cierto, seguramente la inquietud de Evan estaba más relacionada con el hecho de que se avecinaba un evento muy importante y con que él no estaría disponible para controlar los establos como había hecho siempre. Confiaba en sus muchachos, pero le inquietaba no estar allí supervisando, era algo distinto a su rutina pero su lugar aquella noche estaría con los invitados y la familia de Lord Rhys.

Cuándo entró su Lord Rhys, Lady Myriah y Astrid su semblante se tornó más serio y ceremonioso. Les dedicó una reverencia a modo de saludo y dio un toquecito con el codo a Kyle, creía que había llegado el momento de ir a tomar asiento.

La sala rectangular contenía dos hileras de impresionantes columnas a los lados. Se trataba de enormes pilares cuadrados hechos de roca maciza y con la peculiar arquitectura del castillo, elaborados con formas angulosas como si hubiesen sido tallados por los hachazos de un gigante. En las paredes había pinturas murales que, incluso descoloridas y envejecidas, recordaban los hechos históricos de la Casa Rhys. El suelo de La Sala del Consejo estaba recubierto de mosaicos muy caros, no como otras estancias que se recubrían de baldosas. La puerta de entrada era de roble y consistente. La estancia poseía techos altos con una gran lámpara y dibujos de un cielo estrellado. La gran mesa tenía sus asientos reservados para cada miembro del Consejo, frente a una serie de bancos para los invitados a las reuniones. Las ventanas al exterior tenían pesados cortinajes de terciopelo.

El señor de la casa entró en la estancia percatándose de la presencia de todos los miembros y con pasos señoriales se dirigió hacia su asiento. Era una silla enorme que estaba al fondo de la gran mesa ovalada, los primeros asientos del círculo eran para su señora y al frente de ella para su heredera. Seguían dos asientos enfrentados el del Septón y el Maestre, a continuación a ambos lados el del Castellano y el Maestro de armas, y terminaba en dos últimos asientos para el Jefe de Caballos y el Jefe de Cazadores.

Se sentó y se levantó como requería los formalismos esperando que todos los miembros del Consejo se levantarán al unísono imitando el ejemplo del señor de la Casa. A continuación pronunció unas frases que hacían referencia al emblema de la Casa y que Lord Rhys utilizaba con bastante frecuencia para abrir el debate del Consejo.

​​                                                     "Cuando el viento sopla del este,

                                                      Cuando la tempestad se alza en la mar,

                                                      Cuando el relámpago rasga los cielos

                                                      Y la tormenta retumba la llamada,

​                                                      Cuando las lágrimas de los débiles

                                                      Se vierten en la lluvia,

                                                      Cuando los seres serviles lamen el suelo,

​                                                      A pesar de la oscuridad que nos rodea,

                                                      ¡Estamos listos para la llegada del día!

​                                                       ¡Contra viento y marea

​                                                        Siempre estamos allí!"

​Después el señor de la Casa se sentó esperando que los demás siguieran su ejemplo. - ​Empezamos con los temas que nos toca debatir. En primer lugar invitados a la fiesta si hay inconvenientes o problemas al respecto es hora de expresarlos. Sobres los posibles invitados si alguien tiene información es hora de comunicarlo en la Sala.​ Miró a los demás antes de bajar la cabeza y esperó un tiempo prudencial por si algún miembro del Consejo se quería pronunciar al respecto.

Kyle, que estaba mirando por la ventana cómo caía la lluvia, se giró cuando Evan le dio un toquecito con el codo para avisarle que estaba entrando Lord Vaelys en la sala. Enseguida se irguió, hizo una liguera reverencia a modo de saludo y acudió a colocarse en su silla del consejo, justo en frente de su amigo Evan Ross. Imitó a su Señor cuando este se sentó y se levantó para pronunciar las frases con las que abría los debates del consejo. Cuando acabó de pronunciarlas, volvió a imitar a su señor y se sentó.

Lord Vaelys comenzó preguntando si alguien tenia algo que decir acerca de los invitados y si tenían información acerca de los mismos, y Kyle dudó si hablar o no. Por una parte, a Kyle le preocupaba la presencia de Viserys Targaryen en la fiesta, puesto que tenía miedo a que alguien le reconociera y avisara a Desembarco del Rey. Robert Baratheon había jurado que mataría a todos los Targaryen que pudiera, y si se enteraba de que el hijo del Rey Loco se escondía en la Fortaleza de Sangre, sería el fin de la casa Vaelys. Pero también era verdad que Viserys era invitado de Lord Vaelys, y seguro que su señor tenía motivos de sobra para esconderlo en su casa.

​Al final, Kyle recordó que si le habían nombrado miembro del consejo era para opinar cuando debía hacerlo. Así que respiró hondo y tomó la palabra - ¡Mi señor! Debo admitir que tengo una pequeña preocupación con respecto a uno de sus invitados ​ya había comenzado a hablar y no había vuelta atrás. Aunque notaba el sudor en la palma de sus manos, intentó que en su voz no se notara duda alguna - Me preocupa que alguno de los invitados reconozca a Viserys Targaryen y notifique de su presencia a los oídos del Rey Robert Baratheon ¿Había hecho bien? ¿Castigarían su osadía? ¿Se reirían de él? Pronto lo sabría, pero por lo menos había sido sincero consigo mismo.

Tienes razón Kyle por si fuera poco los problemas no surgen solos. Todo empezó un día mientras paseaba sobre Venganza cerca de la costa. Fui atacado por sorpresa al sentir un puñal pincharme en la espalda mientras que la persona que estaba detrás mía con un acento extranjero pedía mi rendición. Las opciones eran pocas morir apuñalado o estar en deuda con él pero seguiría vivo. Y así lo convencí de un trato peligroso a la par que favorable para los dos. Yo le protegería y le escondería a cambio de mi vida. El desconocido se presentó como Viserys Targaryen.

Me encuentro bajo mi promesa obligado a prestarle asilo y protección, querer ocultarlo en el castillo mientras pasa la fiesta es algo arduo y peligroso. Viserys se considera un Rey y yo soy un señor de un pequeño feudo, no puedo obligarle a nada ni tampoco tratar de esconderlo. Está por encima de esta casa y si bien puede llevarnos a todos a la ruina no hay forma de obligarle a hacer algo que no quiera. No sé de sus intenciones y tampoco lo que quiere de esta casa. Creo que lo mejor es dejar que sea él el que decida ya que se considera un Rey y se presentará o hará lo que más le convenga. 

Mientras no utilice su poder en contra mía ni de mi casa no tengo potestad sobre él. Quizás la fiesta sea un medio para que alguien vea algo distinto en él, y quiera ofertarle algún tipo de acuerdo que nos desvincule de su presencia. Prohibirle asistir a la fiesta significaría tenerlo más tiempo en nuestra fortaleza y creo que para bien o para mal debería de ver la reacción de sus adversarios.

Me gustaría saber la opinión de los demás pero aludiendo a mi persona, quiero ejercer como mediador en esta asamblea y ver como discutís entre vosotros los problemas propuestos. Podéis hablar como si tuvierais la potestad de resolver el problema y darles las soluciones que veáis pertinentes.

-Un asunto escabroso, no hay duda.-Interviene el Maestre ante la revelación de Lord Vaelys.-Ya me figuraba que la presencia de tal invitado solo podía deberse a algún tipo de coacción por su parte.

-Comparto vuestro desasosiego, señor. Viserys Targaryen puede traer la ruina a nuestra Casa si alguien decide hablar un poco más de la cuenta. Ahora bien, no hay duda de que habéis decidido mantener vuestra palabra por el honor, pero ¿no sería nuestro deber entregarlo al Rey Robert? El honor también es importante, pero acaso el bienestar de la familia no lo es más aún? Os recuerdo que el lema de los Tully es "Familia, deber, honor" en ese orden, y son una de las siete Casas principales de poniente. Nadie os lo podría reprochar.-El anciano se pregunta cuál podría ser la recompensa otorgada por el Rey si le fuera entregado el último de los varones Targaryen, sin duda la influencia de la Casa Vaelys se vería ampliamente reforzada.

John siguió el protocolo colocándose en su lugar, sentándose y levantándose en ese ritual que no entendía pero respetaba. No abrió la boca cuando se le pidió que diera voz a sus pensamientos sobre los invitados, incluso se mantuvo callado cuando el señor de la casa que tanto significaba para él confesaba estar siendo utilizado por esa serpiente albina.
Entendía que su señor había dado su palabra pero la presencia de ese sujeto era la sombra de la ruina planeando sobre sus cabezas. Su gesto mostró que la situación no le gustaba lo mas mínimo. De ser por John, y cualquiera que lo conociera mínimamente podía apreciar por su gesto, ofrecería a indeseado invitado una patada en sus blancas posaderas que lo enviara de cabeza al centro del mar, donde con suerte serviría de comida para las alimañas acuáticas.
Miro a su señor, sabia que su honor le impedía hacer algo así pero un simple gesto suyo y el problema terminaría rápidamente.

No hubo señal de su señor y John negó con la cabeza mostrando que la situación le desagradaba, mientras, resoplando recolocaba sus posaderas en el asiento.
En parte estaba de acuerdo con el anciano Maestre pero jamas cuestionaría una decisión tomado por Lord Rhys, de modo que propuso una alternativa.
Era posible que aquella fuera una de esas situaciones que necesitaban mano izquierda... por suerte o desgracia era la única que le quedaba.
- Yo no soy un hombre dado a la diplomacia, todos lo saben, mas sí nuestro invitado se considera un rey tal vez podríamos tratarle como tal. Agasajarle con vino suficiente para embriagar a seis hombres, servido por muchachas de moral cuestionable, mantenerle distraído en una fiesta privada y segura para él mientras transcurre la principal.

John miro a su alrededor. Podía haber dicho una tontería o una genialidad. En cualquier caso sentía que aquella serpiente no se conformaría con enrollarse en un rincón oscuro, seguramente tenia planes para aquella fiesta y esperaba que estos no fueran desposarse con alguna de hijas de Lord Rhys. Había oído que la serpiente albina estaba casado pero nunca se sabia por donde podía saltar semejante bicho.

Astrid imitó a su padre en sus gestos, incluso sin pronunciar palabra, repitió las frases de Lord Rhys mientras miraba al frente. Volvió a tomar asiento y esperó a que su padre tomara la palabra.

Apretó con fuerza los puños, pues la presencia de Viserys no le era nada agradable, pero aún estaba en duda si responder a la petición de su padre o guardar silencio. No le gustaba desafiar a su padre ni llevarle la contraria, pero para ella había cometido un gran error dejando que volviera a sus tierras. Sabía que ese hombre era oscuro y su presencia no auguraba nada bueno. Así que, con un gesto de cabeza, agradeció a Kyle Ironsmith que rompiera ese muro que la impedía hablar.

Escuchó nuevamente en silencio las explicaciones de tu padre, pero en su interior, desató su furia. ¿Había acuchillado a su padre? ¿Su padre les había mentido deliberadamente? Podía haber convocado al consejo, contarles la verdad y entre todos tomar una decisión. ¿Cómo había decidido actuar así? ¿Y por qué, un hombre de valor, había decidido suplicar por su vida? Ella tenía otra idea sobre su padre, un hombre que hubiese preferido morir antes que suplicar. No entendía nada, absolutamente nada.

Padre, a mi no me gusta su presencia en absoluto tampoco. Creo que no nos deparará nada bueno que esté entre nosotros. Por muy rey que se crea, nosotros servimos a otro Rey. Su presencia aquí nos perjudica, y más sabiendo que vienen invitados que pueden irse de la lengua. ¿Qué pasará cuando den aviso de que Viserys está entre nosotros y se le ha dejado acudir a la fiesta? ¿No deberíamos temer más las represalias del Rey que de ese dragón caído en desgracia?

Evan siguió la ceremonia de inicio de reunión como siempre hacían.
Escuchó a los demás con calma, estaba claro que ese era un tema a solucionar.

- Creo que estamos dando por hecho que los invitados reconocerán a Viserys, pero es muy probable que ninguno conozca su aspecto.
- Por otro lado, puede ser un presuntuoso que se haga tratar de rey, pero no creo que sea tan estúpido como para revelar su identidad rodeado de hombres que no dudarán en matarle.

Miró a Rhys mientras apretaba los lábios para reforzar la preocupación e importancia sobre sus siguientes palabras.

- A no ser que quiera poner a prueba vuestra palabra, la cual todos interpretarían como lealtad hacia su causa. Seguramente Viserys creerá que los Vaelys podrían sofocar la rebelión de los invitados la noche de la fiesta. Y para cuando lleguen las represalias el podría haber huido y vos perderlo todo.
- Por mi parte no veo tan mal la idea de John. Tan solo cambiaría una cosa, en vez de confiar la suerte al alcohol y las mujeres, que no sabemos cuánto tiempo podrían tenerle fuera de escena... - dedicó una mirada y media sonrisa al maestre - podemos controlar la fiera con armas más efectivas, seguras y controladas. Seguro que el maestre Caelus dispone de algo que pudiese mezclarse con el vino de la comida, por ejemplo, y provocase una siesta más profunda y larga de lo habitual en nuestro "amigo". Sin causarle daño, sin faltar a vuestra palabra y sin quedar a capricho de un falso rey engreído i excéntrico.

Alguien llama a la puerta. Se trata de Merol Ríos.

La sala rectangular contenía dos hileras de impresionantes columnas a los lados. Se trataba de enormes pilares cuadrados hechos de roca maciza y con la peculiar arquitectura del castillo, elaborados con formas angulosas como si hubiesen sido tallados por los hachazos de un gigante. En las paredes había pinturas murales que, incluso descoloridas y envejecidas, recordaban los hechos históricos de la Casa Rhys. El suelo de La Sala del Consejo estaba recubierto de mosaicos muy caros, no como otras estancias que se recubrían de baldosas. La puerta de entrada era de roble y consistente. La estancia poseía techos altos con una gran lámpara y dibujos de un cielo estrellado. La gran mesa tenía sus asientos reservados para cada miembro del Consejo, frente a una serie de bancos para los invitados a las reuniones. Las ventanas al exterior tenían pesados cortinajes de terciopelo.

Entro a la sala a la ves que disfruto de la arquitectura. Y espero en la entreda a la espera del Septon si necesita algo.

Oyó las palabras de todos los miembros del Consejo. Lord Rhys se mostraba meditabundo y cabizbajo mientras escuchaba los diferentes argumentos u opiniones. Aquel semblante oculto por la inclinación de su rostro se debía a su imparcialidad, no quería menoscabar con su mirada, asentimientos ni palabras a unos por encima de otros. Todos debían de ser imparciales y expresar sus opiniones para ello debían de sentirse libres de hacerlo.

El silencio se adueñó de la Sala parecía que ninguno más quería hablar o expresar su opinión. Pero unos golpes en la puerta de entrada interrumpieron el acto solemne del Consejo. Se abrió la puerta y apareció el ayudante del Septón que se paseaba por la entrada.

Lord Rhys se pasó una mano por el tabique de la nariz presionándolo, aquel gesto le relajaba y le hacía pensar cuando algo interrumpía el acto de sus decisiones. Después miró con aquellos ojos que expresaban el furor del guerrero, el arrebato de la fuerza que un día tuvo, el desafío del hombre de armas. Esa mirada nunca desapareció de Lord Rhys que se podía decir que consumía su fuego interior y habló después a todos los miembros. - Gracias a todos por vuestro consejo. - Se levantó como gesto de que iba a pronunciar una orden o mandato los demás debían de permanecer sentados hasta que el tema propuesto fuera finalizado por el señor de la casa. La mirada esta vez se detuvo en John Kalhan.

- John Kalhan diríjase al patio de armas, escoja a cuatro soldados y arreste a Viserys Targaryen. Enciérrelo en los calabozos y dígale que es por su seguridad. Deje a tres de los cuatro soldados custodiando la puerta de las mazmorras y el cuarto que permanezca en el interior. Asegúrese antes de que no lleve armas, ni ningún objeto por el cual pudiera escapar o suicidarse. A continuación registre su habitación y apodérese de todo aquello que pudiera suponer un atentado.

Después miró a todos, - todavía no sé el mal que se extiende en este reino pero pienso investigarlo, y empezaremos por el primer hombre cuyas intenciones ha mantenido en silencio desde su llegada. - Se sentó dando así por terminado el primer tema propuesto, y esperó a que su hombre de armas saliese del Consejo para proseguir.

De tener alguna pega ante las ordenes de su señor se la guardo para si mismo.
Se puso en pie y saludo a su señor con el respeto debido .
- Así se hará, mi lord.- dijo decidido a cumplir cada palabra dictada por su señor.
- Damas, caballeros.- dijo acompañado sus palabras a un leve gesto de despedida mientras se encaminaba a la puerta, con paso firme.
Se cruzo con el muchacho de redondeada figura y se permitió regalarle una ligera sonrisa como despedida pensando que un gesto amable le seria agradable en una reunión con tantas caras serias.
Mientras caminaba pensaba bien en quienes serian los soldados que le acompañarían, no tomaría a los cuatro primeros que encontrara para algo así.

Vio como su hombre de armas salía con las reverencias y saludos.- John era un soldado pero ante todo un hombre de honor y nunca perdía la compostura en cualquier ambiente y eso le agradaba a Lord Rhys.- Después miró al Septón, - seguiremos con temas de menor interés y después de los rezos por el difunto convocaré un Consejo exterior en el cual se trataran otros temas que interesan al reino en general. Vaya pues a su Septo y escuche la confesión de mis caballeros vasallos para que estén limpias sus almas para la oración de su hermano difunto. Vaya pues con mi aprobación Septón Tiziano. - Después de las palabras pronunciadas esperó a que el Septón Tiziano abandonara la estancia para cumplir sus órdenes.

El septón Tiziano asintió ante las palabras de su lord. Así se hará. Dijo haciéndole un gesto con la mano a su ayudante para que le ayudara a levantarse y le acompañara hasta el lugar donde estuvieran los caballeros. Acompáñame, hijo. Le dijo al muchacho.

Cuando éste le ayudó a ponerse en pie, miró a los presentes. No hablen demasiado, y no tarden mucho. Mañana será un día largo, y debéis dejar que los Siete les acojan en sus sueños para poder entregarles un placentero sueño. Dijo como últimas palabras antes de retirarse.

Merol sigue instintivamente la ordenes del Septon Tizyano sin preguntar.