Partida Rol por web

Se hizo a un lado, dejándole pasar y sorprendida por la súbita carrera. Le miró, sorprendida. Se giró a la sala, buscando la causa de tamaña urgencia, y lo que los oídos le indicaron los ojos lo confirmaron al ver al lord toser con violencia, apenas contenido por un pañuelo.

Su usual presteza se vio afectada por la dramática escena. Como pudo él dio por terminada la asamblea. Se había turbado al ver al lord así, pero en un pestañeo rápido de ojos salió de ello y se adentró a la sala.

- Con permiso... - dio una rápida mirada a los que estaban allí, reconociendo a Astrid, el castellano, su señora tía... bajó la mirada al suelo.

- Pido una disculpa por interrumpir, mi señor, mi señora. - hizo una inclinación de cabeza - Sloth se encuentra gravemente indispuesto y buscaba al maestre. - miró al maestre Caelus y luego al lord, pensando que sería mejor y alerta a los movimientos de ambos.

Se quedó por unos segundos inmóvil, temblando imperceptiblemente al verlo toser de tal forma. En los días pasados lo había visto cansado, pero nunca, ni en lo más inquieto de su imaginación, había pensado que pudiera estar tan mal. La furia que había venido acumulando toda la tarde se evaporó de golpe, concentrándose en la preocupación. No hubo nadie más que él en ese momento, en el mundo. 

Pestañeó, saliendo de su turbación, antes de que la traicionaran los sentimientos. No más, se había jurado fervientemente. Apretó los dientes, obligándose a caminar y enfrentarlos a todos. Tuvo que contenerse para no correr a su lado y sujetarlo de los hombros. Al ver al maestre tan cerca de él sintió frío.

Caminaba con la espalda erguida, pero un imperceptible temblor la embargaba.

Con toda la fuerza de autodominio que se había visto obligada a aprender, se acercó a ambos. Sus ojos vigilaban atentamente a lord y maestre, buscando cualquier indicio sospechoso de este.

¿Dónde está Sloth? - le preguntó a lady Ginevra - quédese vos aquí e indíquele al maestre donde está e irá con él Kyle. Después miró al maestre- cuídelo bien y si tiene que dormir en otro lugar que así sea. Todo sea por recuperar al bueno de Sloth.

Marvin acompañe a Lady Myriah y a mi hija Astrid a sus aposentos después diríjase aquí. - El señor se sentó estaba cansado. 

Era evidente que Lady Vaelys, preocupada por la salud de su esposo, no estaba satisfecha con la escueta información compartida por Caelus, pero la inesperada aparición de Ginevra Blackwood reclamando los servicios del anciano maestre dieron por acabada la reunión. -Tal vez se podría haber hablado primero del asunto de la epidemia.-Pensó el maestre, sin entender la asignación de prioridades que había dado Lord Rhys.

-Enseguida Señor.-El maestre se puso en pie y aguardó que el ama de llaves le indicara dónde se encontraba el criado jorobado. Seguramente se tratase de un nuevo caso de la enfermedad que estaba afectando a los varones del castillo.

Inspiré por aire al escuchar que debería de quedarme. Debería ir, estar junto a Sloth.

- En la Torre del Fénix, estábamos buscando al maestre Caelus - aclaré, molesta por mi falta de prevención de mi parte.

Me despedí de mi señora tía, primas, castellano y restantes con una inclinación, agradecida en mi fuero interno de que se comprendiera la urgencia y falta protocolaria. 

Lady Myriah no insistió sobre el tema, sabía cuando se había perdido una batalla y había que concentrarse en la siguiente, pese a que nunca había estado en una guerra. Aunque, desde luego, para ella era un asunto que no estaba ni remotamente zanjado.

Se levantó cuando comenzó la tos del señor y se colocó a su lado, agachándose para que su cabeza mirase desde abajo a su esposo, comprobando los rastros de cansancio con gesto preocupado, si se recomponía con el agua que le tendía Evan.

¿Estáis mejor? - Al colocar suavemente su mano sobre la de él, comprobó que estaba helada, lo que no ayudó a que se relajase su expresión.

Mi señor, tengo mucho que supervisar con Ginevra todavía: los dormitorios de los invitados, la comida, y varias cosas más -Lo miraba seriamente, preocupada por el evidente avance de la enfermedad – ella vendrá conmigo, y Astrid, si así lo desea. -Cogió aire un momento, sin perder la templanza -¿Qué os parece ir con Evan y Marvin a nuestra alcoba?, hay una chimenea encendida desde hace rato, tratad el resto de temas allí, al calor del hogar.

Sonrió un poco, conciliadora y con un tono de voz más distendido -Mañana es un día muy importante y será largo, es mejor que descanséis todo lo posible.- Acariciaba, distraída y lentamente, con su mano la de su marido.

Era muy mala señal que justo el día antes de la celebración se hubiese puesto malo Sloth, pero hasta el día siguiente por la mañana dudaba que pudiera ir a comprobar como se encontraba, su lista de tareas no dejaba de aumentar.... Suerte que era una mujer con las prioridades clarísimas.

- No mi señora, os debéis de preparar para ir a la cripta y a nuestras hijas, os mandaré a Ginevra en cuanto estén todos los criados. Ningún hombre debe de ingresar en la torre aunque sea para comunicaros mis noticias. Ginevra es la portadora de mis noticias se quedará, id ahora y preparad a nuestras hijas para la visita en la cripta. Os avisaré en cuanto los criados me comuniquen que está todo dispuesto. - Le costaba tener que hablar con el gaznate seco y empezó otra vez a toser. - Marchad ahora y mañana podréis seguir con vuestros quehaceres. Es de noche y con lluvia y no es hora de tener a los criados de un sitio para otro.

Os agradezco vuestras atenciones pero mejor sería para mí no tener que dar más explicaciones mi señora. Tengo el gaznate seco. – Dijo entre tos. 

La sala rectangular contenía dos hileras de impresionantes columnas a los lados. Se trataba de enormes pilares cuadrados hechos de roca maciza y con la peculiar arquitectura del castillo, elaborados con formas angulosas como si hubiesen sido tallados por los hachazos de un gigante. En las paredes había pinturas murales que, incluso descoloridas y envejecidas, recordaban los hechos históricos de la Casa Rhys. El suelo de La Sala del Consejo estaba recubierto de mosaicos muy caros, no como otras estancias que se recubrían de baldosas. La puerta de entrada era de roble y consistente. La estancia poseía techos altos con una gran lámpara y dibujos de un cielo estrellado. La gran mesa tenía sus asientos reservados para cada miembro del Consejo, frente a una serie de bancos para los invitados a las reuniones. Las ventanas al exterior tenían pesados cortinajes de terciopelo.

Alguien llama a la puerta. Se trata de Sloth, el jorobado de Vaelys.

Astrid tenía sus propias teorías sobre la enfermedad que planeaba sobre su familia cual ave de rapiña hambrienta. Miró a su madre y al maestre, que parecía tan perdido como todos los demás. Esta enfermedad parecía tener una duración increíble y saltaba de persona en persona sin ningún tipo de relación, sólo por ser miembros de la casa Vaelys. ¿Por qué su hermano había muerto y ella no se había sentido afectada? ¿Quizá era por sus ambiciones? ¿Que ella era mujer? ¿O tenía que ver con que no compartía la fe de su padre en Los Siete? Sea como fuere, ella no había sufrido, y lo había tenido bien cerca.

Se levantó como un resorte cuando su padre se puso a toser. Se fue a acercar a él, pero en el último momento se mantuvo en su sitio. Estaba completamente convencida de que si se aproximaba, se sentiría como si le quitásemos autoridad, así que se mantuvo de pie en su sitio.

La presencia de Ginevra hizo que la muchacha alzara la cabeza, muy erguida. A pesar de ser de la misma edad y que eso supusiera compartir intereses, ambas mujeres no se llevaban precisamente bien. Ambas parecían más inclinarse por lo que les separaba que por lo que les unía. Aunque la mayor diferencia para Astrid era evidente. Ella siempre sería alguien de la nobleza, una señora, mientras Ginevra sólo sería una criada. De mayor o menor categoría, pero sólo eso.

No prestó mucha atención a las peticiones de la muchacha, sólo a la orden de su padre. Tenia que volver a sus aposentos a prepararse para bajar a la cripta. Aunque la situación no le era muy agradable asintió. Se apartó de la mesa y esperó a su madre para seguirla. Como desee, padre.

Como muchas veces pasaba cuando uno se encontraba peor es cuando más gente había solicitando la atención del Señor. Ya dudaba de si los soldados estaban haciendo su función de no permitir el acceso hasta las horas solicitadas, pero podía ser que estuvieran confusos por la asamblea familiar.

La aparición de Sloth no le asombró ese Jorobado tenía más vidas que un gato. Le extrañaba que a su edad se mantuviera en tan buena forma. Los siete le habían bendecido de otra forma y era una de las personalidades más antiguas del castillo. Todavía se preguntaba si los muros se habían creado a la misma par que Sloth. 

El hecho que estuviera tan solicitada la asamblea no sabía a lo que se debía pero estaba contento que todo empezara a funcionar. Aunque ahora necesitaba ese trago de agua. ¡Diablos si no venía pronto iría el mismo a las cocinas! Se mentalizó que se debía de relajar la última conversación de la enfermedad le había puesto demasiado nervioso. Intentó tragar con su propia saliva para calmar la irritación de garganta.

Sloth pasa - tos - ya se ha terminado la asamblea. - tos - ¿En qué puedo ayudarte?

Evan miró a Ginevra con preocupación cuándo dijo que Sloth había caído enfermo. Realmente le resultaba muy sospechoso, hacía poco tiempo, de hecho había sido en esa misma mañana que Lord Rhys había anunciado que Sloth sería su copero en la fiesta. 

Cuándo Sloth entró por la puerta Evan lo miró muy serio, no enfadado con él, al contrario, estaba turbado y trató de adivinar en el aspecto, voz y movimientos del jorobado hasta dónde llegaban los síntomas. Quizás fuese tan solo un resfriado, pero era posible que se tratase de esa misma enfermedad que ya se había cobrado varios hombres, todos varones.... 

Miró a Lady Myriah a los ojos, casi parecía que Evan desease confesarle algo, pero no lo hizo. Su señora era la mujer más fuerte que había conocido, pero eso no significaba que las cosas no le afectasen. Estaba seguro de que ella se guardaba todo para si, quizás lo compartiese con Lord Rhys para compartir la carga, pero también era muy posible que ella compartiese la carga del señor y además cargase con la suya ella sola. Era admirable, pero casi imposible que eso no le pasase factura a la larga en un sentido u otro. Quizás lo mejor era no preocuparle más, no había que soltar fantasmas. 

Asintió cuando Lady Myriah propuso que Evan y Marvin acompañasen al señor a su alcoba. No había pasado desapercibido para él el gesto cariñoso de las caricias que propinaba a su amado esposo. En cierto modo lo envidió, deseaba en un futuro poder tener lo mismo y poder expresarlo abiertamente sin temor. 

- Por supuesto mis señores. Gustosamente os acompañaremos a vuestros aposentos. Podéis estar tranquila mi señora, cuidaré de él con mi vida si es necesario - 

Esta promesa de proteger a Lord Rhys con su vida podía parecer exagerada. Seguramente a más de uno le costaría contener una risita burlona. Era fácil prometer eso cuando no habían espadas ni una amenaza clara e inminente que pudiese llevarte a tener que cumplirla. Sin embargo en la cabeza de Evan ese peligro era más real de lo que pudiese parecer.

- Muchacho tráeme agua de la cocina, esta agua no está fresca en la jarra sin copa. - Le dijo a Evan pues él ya tenía su copa. - Ah y deja esta jarra de agua aquí por si alguien quiere beber. 

Evan asintió a Lord Rhys sintiéndose algo avergonzado.

-Enseguida mi señor-

Dijo mientras empezaba a dirigirse a la puerta.

Lady Myriah miraba detenidamente a su marido mientras se negaba a lo que le pedía, comprobando que la corazonada que había sentido era más que probable, pues hasta se contradecía. Le sonrió pese a su brusquedad, pues se sentía enormemente satisfecha consigo misma.

Vamos pues... – Giró su hermoso rostro al joven Evan, al que su señor echaba de malas maneras, igual que a ella, y le sonrió sinceramente, mitad enternecida y mitad infundiéndole ánimos.

No es necesario que nos acompañe Marvin -se incorporó e hizo una pequeña reverencia a modo de despedida, correcta y rápida – Sabemos el camino.

Y se giró dispuesta a marcharse con su hija y a hacer lo que consideraba prioritario su marido para luego hacer lo que ella quería. La verdad es que era mucho más sencillo y práctico resolver los asuntos cuando su marido no estaba delante, porque entonces era ella la que ordenaba prioridades, mandaba y sin que nadie se atreviese a cuestionarla, y por supuesto sin necesitar ayuda. Ese era el injusto yugo que tenían que soportar las mujeres y al que se sometían desde el surgimiento del mundo, pero que una vez que lo aceptabas todo se empezaba a resolver de manera eficiente.

Sloth luego iré a ver como te encuentras, discúlpame, ahora tengo prisa.

El señor de la Casa se acercó a la jarra sobre la mesa y se llenó el vaso después bebió. - Ah... ahora sí que estoy mejor. - Miró a los que allí quedaban... algunos se habían ido otros no. - Sloth creo que no te he mandado una tarea que te distraiga pasas mucho tiempo solo y ha podido llevarte a sentir que tienes esa molestia. Te voy a encomendar una tarea serás el nuevo aprendiz del Maestre y él te enseñará a mandar y recibir cuervos.

Ahora debo de hablar algo con lady Gnievra iremos a la sala de reuniones. Que tengáis buena noche descansad mañana será un trabajoso día.

—Sloth no quiere interrumpir —farfulló Sloth cuando vio a todas aquellas personas allí reunidas, todos esos ojos, mirándole, esperando a que dijera algo. En lugar de ello, y tras cerrar la puerta con diligente silencio, se acercó a los presentes con su habitual cojera. Sloth era una sombra. No era la primera vez que Sloth se encontraba en una reunión, unas veces escuchaba voces serias, otras risas. Sloth siempre pasaba de largo. Porque Sloth tenía un Deber. No hubiera molestado a su señor, ni a la señora, por algo que no fuera su deber.
Renqueante, y jadeando ligeramente, el viejo jorobado se detuvo delante de Astrid Vaelys tendiéndole un mensaje enrrollado el cual estaba cerrado por un sello de cera que no tenía ningún emblema.
—Un mensaje para vos, mi señora —dijo en voz baja, haciendo una reverencia torpe y tosca, físicamente no podía hacer más.
Entregado, se hizo a un lado. De seguro que a Evan Ross el mayordomo o a la ama de llaves Blackwood no les agradaba verle ahí. Sloth tenía mucho trabajo. Sloth trabajaba duro. La señora de la casa pasó por delante de él y le dedicó unas palabras. Aquel gesto le conmovió, en lo profundo. Cada vez que recibía una palabra de atención de cualquiera de sus señoras es como si el día le hubiera sonreído.
—Mi señora—fue todo lo que alcanzó a decir, tan emocionado que se olvidó de marcar una reverencia tal y como indicaba el protocolo.
Estaba dispuesto a irse cuando las palabras del señor le interceptaron. ¿Un nuevo cargo? ¿A él? Muchas emociones para un solo día, pensó Sloth. Le gustaban los cuervos. En general, le gustaban los animales. Los animales no juzgaban a Sloth. Si te portabas bien con ellos, ellos se portaban bien contigo. Era una verdad natural. No ocurría así con los hombres. Al menos no con la mayoría que había conocido Sloth.
—Para Sloth será un honor, señor—dijo, marcando una torpe reverencia.
Renqueando, se situó detrás del Maestre Caelus. Esperaba que para él fuera tan grata la noticia como lo había sido para Sloth. Si, Sloth estaba contento.

Estaba a medio camino de la puerta cuando escuchó las siguientes órdenes del lord. Frunció levemente el ceño. Su señora tía habló, pero volvió a hablar. Se giró lentamente, observando a ambos, y luego al esposo de su tía con una expresión difícil de descifrar.

Sintió las miradas de todos. La molesta sensación de que se había dejado embargar por las emociones le hizo sentir enojo contra sí misma. ¡Que no había formado una coraza!

Alzó la barbilla, al mismo tiempo que Astrid. Casi en desafío. En privado le había hablado muchas veces de lo que realmente eran los Lannister, pero eso terminó de separarlas. La convivencia no ayudó, sino que incrementó ese abismo afilado entre las dos. La madre de Ginevra la había educado en la humildad, la autoridad, el sacrificio por los demás... mientras que a Astrid se le enseñó como dominar y conspirar, sobrevivir entre intrigas y mostrar señorío. Eran mundos opuestos. Y se resentía entre ambas.

Cuando llegó Sloth volvió a sentir la angustia, pero no hizo preguntas. No allí. En su lugar, hizo algo que no hacía con ningún miembro del servicio. Ni con Fionna, que era una amiga, ni con Sebastian a quien quería como a un hermano, algo que no hacía desde hace años: abrazó a Sloth. Levemente, con contención, pero con verdadero cariño y agradecimiento.

Un rincón del corazón siempre tiene dieciséis años.

Cuando Lord Vaelys le dijo a Kyle que debía delegar el liderazgo de la patrulla a uno de sus hombres para que él acudiera a la fiesta, este se quedó gratamente complacido, ya que tenía ganas de ir a la fiesta. Sería un buen momento para relajarse y, ¿quién sabe?, quizá cortejar a una de las hijas de Lord Vaelys.

Aún estaba fantaseando con la fiesta cuando su Señor comenzó a toser gravemente y solicitó agua a su amigo Evan. Kyle nunca le había visto teniendo un ataque tan fuerte, y a parte de preocuparse por su Señor, también se preocupó por si su enfermedad pudiera ser contagiosa ¿Fue esta la enfermedad que acabó con mi antiguo jefe y el de Evan? Espero que no corramos riesgo por estar aquí. Ojalá el Maestre Caelus encuentre una cura pronto.

Acto seguido, Ginevra entró en la sala anunciando que Sloth se encontraba enfermo y que buscaba al Maestre Caelus ¿La misma enfermedad? Ante esta noticia, Lord Valeys ordenó a Caelus y al propio Kyle que fueran en busca de Sloth; pero antes de que pudiera ponerse en marcha, el propio Sloth entró en la sala portando un mensaje para Lady Vaelys. 

Poco a poco, los miembros del consejo fueron abandonando la Sala, y cómo al final Kyle se había quedado sin nada que hacer, abandonó la sala en dirección a las cocinas para hablar con Evan

Cuando Lord Vaelys le dijo a Kyle que debía delegar el liderazgo de la patrulla a uno de sus hombres para que él acudiera a la fiesta, este se quedó gratamente complacido, ya que tenía ganas de ir a la fiesta. Sería un buen momento para relajarse y, ¿quién sabe?, quizá cortejar a una de las hijas de Lord Vaelys.

Aún estaba fantaseando con la fiesta cuando su Señor comenzó a toser gravemente y solicitó agua a su amigo Evan. Kyle nunca le había visto teniendo un ataque tan fuerte, y a parte de preocuparse por su Señor, también se preocupó por si su enfermedad pudiera ser contagiosa ¿Fue esta la enfermedad que acabó con mi antiguo jefe y el de Evan? Espero que no corramos riesgo por estar aquí. Ojalá el Maestre Caelus encuentre una cura pronto.

Acto seguido, Ginevra entró en la sala anunciando que Sloth se encontraba enfermo y que buscaba al Maestre Caelus ¿La misma enfermedad? Ante esta noticia, Lord Valeys ordenó a Caelus y al propio Kyle que fueran en busca de Sloth; pero antes de que pudiera ponerse en marcha, el propio Sloth entró en la sala portando un mensaje para Lady Vaelys. 

Poco a poco, los miembros del consejo fueron abandonando la Sala, y cómo al final Kyle se había quedado sin nada que hacer, abandonó la sala en dirección a las cocinas para hablar con Evan