Partida Rol por web

Tenía buen humor, y una risa encantadora, Alyra sonrío más ampliamente pues se había tomado lo de la carne como una broma, y en parte si lo había hecho, y bien logrado, pues había sido retribuida con aquella sonrisa, la que hizo olvidarle por un instante de sus ganas de revancha, lo que era gracioso, ella era solo una jovencita de 16 años, frente a un caballero, que podría enseñarle mucho, si sólo pudiera confesar aquello.

- Jevic hace un exquisito crudo, debería probarlo, desearía poder cocinar como él - se acercó a él y de su morral sacó una roja manzana, casi tan roja como sus labios, la joven también sacó un cuchillo y partió la manzana por la mitad, dándole una al noble, extendiéndosela -  creo que con lo demás que he traído, podremos sobrevivir - deja a un lado su postura distante para volverse más amable y cordial con Tyler.

- ha pasado mucho tiempo desde la última vez en que nos vimos,y como verá no soy ya una niña -  debía ser directa, estaba en su naturaleza. Alma en eso vuelve a ella, Alyra extiende su brazo para que el halcón se aferre, apretando el cuero del guante con sus poderosas garras, la chica  sacó un poco más de carne y se la dio como premio - se llama Alma - los presenta - me ha acompañado desde hace algunos años - su mas grande amiga y confidente, junto con Indómito. 

Al ver los vendajes de la dama, Marvin pensó en como Alyra le recordaba a lord Rhys, a su estoicismo y su voluntad de imponerse ante cualquier complicación. La joven mostraba claros signos de haber sufrido algún percance, pero prefería mantener su rutina y no doblegarse por las causas que fueran. El primer impulso de preguntar por su estado quedó subyugado al percibir como la muchacha, de una manera notable, hacía caso omiso a cualquier dolor, si es que sentía alguno. El hombre refrenó una creciente curiosidad para preguntar acerca de la salud de la noble.

Cuando la noble expuso el tema de la fiesta, el castellano permaneció unos instantes en silencio, meditando sobre sus palabras, y buscando también pronunciar su opinión de la manera más adecuada. Tenía gran complicidad con la joven, una amistad que rozaba un pequeño grado de familiaridad, pero tampoco quería excederse ante ella. Tras tomar un pequeño sorbo de té, Marvin quedó mirando a su pupila y amiga durante un corto periodo de tiempo, aunque para él se hizo mucho más largo.

- No es aconsejable temer los tiempos venideros que aún se hallan lejos de llegar, lady Alyra. No todo cambio es a peor. - Sus palabras, cargadas con un poco de pena, eran medidas con tacto. Buscaba ser diplomático.  - Lo realmente importante es que vos y vuestras hermanas disfrutéis de la futura fiesta que la Señora, vuestra madre, ha convocado. No albergo duda de que tendremos un gran festín en la cena, un esplendido baile y a muy importantes invitados. - Mantuvo su mirada en los ojos de la muchacha al continuar hablando. - Mentiría si os dijese que no siento cierto resquemor por el evento, mas creo que se debe por el pensar en lo que sucederá en él. Maestre Caellus, ciertamente sabio él, comentó una vez que no existe el miedo como tal, sólo es una pequeña impotencia por no saber qué nos alberga lo que no conocemos todavía. - Marvin sonrió suavemente, mostrando una pequeña mueca de alegría en su rostro, buscando lograr algo similar en su alumna de leyes económicas, quien mostraba signos de cansancio y preocupación. - Vos sois una dama que ha demostrado que podéis desenvolveros ante cualquier adversidad, no cabe duda. Estos momentos pueden quedar en el pasado, es posible. Desconozco lo que nos espera, pero lo que es seguro, un hecho certero, es que podéis contar conmigo en cualquier momento, para lo que queráis, lady Alyra. No os preocupéis.

De nuevo, la atención se centró en la muñeca derecha de Alyra, la que estaba vendada. Dudaba entre preguntar, siendo un poco indiscreto, o no decir nada, pareciendo ajeno. Se decidió por permitir saciar su curiosidad.

- ¿ Os encontráis bien, milady? No he podido evitar ver vuestra muñeca. Espero que no halláis tenido un contratiempo grave. - Mencionó con tono de preocupación por la salud de la muchacha. 

Hizo una reverencia a Alma como si saludase a otra dama.
-Es un ejemplar magnífico, y, si se me permite, muy bien adiestrada-

Tomó la media manzana que le ofreció Alyra y le dió un buen bocado. El jugo de la fruta deleitó sus sentidos.

Observó a la joven, que cumpliría 16 días del nombre.
-Ciertamente, ahora sois una mujer. Y yo que os había traído un regalo... Pero no creo que os interesen ya las muñecas- dijo balanceando la cabeza sin perder la sonrisa.

Le dejo aquí señorita, si me disculpa ahora debo ir a cerrar un trato

Se despidió de Fiona guiñándole un ojo y ella sonrió mostrándole una carita dulce que, esperó que no se hubiera sonrojado por el gesto pícaro del muchacho. Lo siguió con la mirada sin saber muy bien que iba a pasar con los caballos y si más adelante tendría ocasión de volver a verlo… Se encogió de hombros y volvió a sus tareas no sin antes replicar gentilmente. - Que tengáis buena suerte. - no pudo despedirse de él por su nombre porque desconocía cual era.

***

A mediodía, después de una mañana atareada lavando y tendiendo ropa, aprovechando el sol fuerte de esas horas, Fiona llegó a la cocina. Al entrar, el olor del estofado con patatas de Jevic abrió su apetito, pero lo que se encontró allí de bruces fue del todo inesperado tanto que sus ojos reflejaron desconcierto, inicialmente.

¿Quién lo había invitado a comer con el personal de servicio?

- El vendedor de caballos... - saludó con una media sonrisa. Después miró a Thiago quien con su desparpajo habitual invitó a sentarse a la mesa al chico. Ella fue a lavarse las manos antes de tomar asiento pero estaba pendiente de las reacciones que tuvieran ambos y el resto de sirvientes.

No eran amigos, pero era lo más parecido que tenía en ese momento. Por este motivo al ver a Fiona le sonrió muy levemente y la siguió tomándola de guía y ejemplo.

-Finalmente probaré esas patatas, me temo- le dijo algo tímido. Se sentía fuera de lugar, pues todo aquello le había pillado por sorpresa y no sabía que pensar. Adnan era un buen hombre, una gran persona, o eso se repetía sin cesar, pues en esos momentos sentía dudas, parecía que le hubiese abandonado cansado de él, por más que le hubiese explicado una historia que hacía parecer todo aquello como una gran oportunidad y un regalo. Miró a Fiona, esperaba que tuviese a bien que se sentase a su lado para comer. Ella pudo ver en los ojos claros de Evan que lo que el chico deseaba realmente era desaparecer.

Fiona se sentó en la mesa y observó con timidez al muchacho sentarse también a su lado. Parecía descolocado, como si no supiera que hacer y esa sensación de ser nuevo en un lugar desconocido rápidamente hizo que la joven se solidarizarse con él.

- Y verás lo buenas que están. - dijo mirándolo con una sonrisa amable, intentando animarle. - No me has dicho cómo te llamas… - bajó su voz hablándole en tono confidente, por si le daba apuro que los demás los escucharan.

Quería preguntarle también como es que estaba en la cocina, después de todo él no le había dicho que se fuera a quedar a comer ni ella habia hablado con Anna Arryn para comentárselo. El asunto es que no deseaba agobiarlo, leía en sus ojos un malestar que no sabia bien a que se debía, así que le preguntó por otra cosa. - ¿Y los caballos, los habéis vendido todos?

Agradeció que ella aceptase su compañía y le hablase. Cuando le dijo que veria lo buenas que estaban las patas tomó una cucharada y asintió sonriente con la boca cerrada mientras masticaba. Ella tenía razón, y aunque en ese momento el chico no tenía hambre sabía que debía comer y que el plato estuviese tan rico era de gran ayuda.

- Me llamo Evan- le dijo cuando tragó.

- En cuanto a los caballos han comprado algunos, pero no todos. Es difícil vender un lote completo. Pero seguro que tendrán comprador en otra parte. La yegua sí se ha quedado.-le dijo feliz creyendo, por alguna extraña razón, que aquello sería una buena noticia para la chica.

- ¿y tú? ¿Cuál es tu nombre?-<)b> quiso saber.

Alyra arqueó su ceja, no entendía porqué le regalaban muñecas, desde pequeña incluso, pero estaba bien, podría dársela a la hija de John que era pequeña y gustaba de ellas, y meditó sí ser descortés o no con el hombre, pero también se daba cuenta que su comentario había dado paso a un trato algo condescendientemente, algo así como si la siguiera viendo como una niña pero no lo dice para no ofenderla. 

- la verdad es que creo que nunca jugué con una - Indómito comenzaba a alejarse, pero para Alyra no era una preocupación - no me gustaban mucho - se muerde el labio inferior, no sabia si había sido muy dura con él hombre y esperaba que no le hubiera regalado en algún momento una muñeca - pero a mis hermanas les gustan, y está la pequeña Mira - acota algo apresurada, sabiendo que había hablando de más  - lamento si fui muy franca, y si realmente me trajo una muñeca - Alma volvió a emprender el vuelo, Alyra suspiró ligeramente - para mi, su presencia es sufiente, ama a mi padre y le es leal, por eso es uno de los invitados más queridos, y con eso me basta, el regalo de la amistad y la lealtad son más valiosos que las joyas - reflexiona, era la celebración del Día del nombre  de su padre y prefería quedarse apartada, pues era su padre él importante.

- ¿usted tiene halcones? Yo domestiqué a Alma, tardó tiempo en que confiara en mí y me aceptara como una igual, que se acostumbrara a mi presencia, la cetreria me llamó la atención desde pequeña - le dio una mascada a la otra mitad, ella había compartido su comida con Tyler.  Se sentó en un tronco hueco e invitó a Tyler a sentarse a su lado. Ap

había despertado la curiosidad de Marvin, pero le gustaba hablar con él, aunque se preguntaba cuándo dejaría de lado sus modales y la tratará con cierta normalidad, como si fueran iguales, por lo menos en esos momentos de tranquilidad, pero eso no pasaría, Marvin había sido educado para servir a su casa, a cada uno de sus miembros, por eso no hacía comentarios ni gestos, quizás con el tiempo podría ganarse su confianza. Por otro lado, él se preocupó por su estado, Alyra miró su muñeca, la venda que se asomaba dándose cuenta de la tontería que pensó, como pedirle confianza a Marvin, si ella misma no era del todo sincera con él en cuanto a la razón de esa venda y las otras lesiones con las que debía lidiar a veces.

- no es nada grave, estaba con Indómito y tropecé en las caballerizas - responde, le daba pudor tener que decir que era torpe, siendo que esas lesiones no se debía a una simple caída, sino por su gran pasión y que cultivaba desde pequeña, las personas que la ayudaban en su cometido, la trataban como ella deseaba, como alguien normal, sin títulos ni nada.

- y sobre la fiesta - su tono de voz se vuelve sombrío - no necesita suavizar mis opciones y mi destino, ese baile no es más que un espectáculo en donde veremos cuál es el mejor postor para suceder al señor de la fortaleza de Sangre, no hay amor, ni nada que celebrar, no puedo dejar de sentirme como un pedazo de carne, y lo peor es que podría dejar que alguna de mis hermanas se casara y ya... pero, - sus mejillas se pusieron rojas, aquello era su mayor carga - si Astrid se casa primero, de seguro me mandará lejos apenas pueda, por otro lado ¿que valdrá aprender todo esto si no podré ejercerlo? Es triste ser mujer y noble, comprendí hace años que no somos más que monedas de cambio, sujetas al destino de nuestras familia y luego de nuestros maridos, no hay espacio para tomar decisiones - se puso de pie, apretando los dientes, evidenciando emociones poderosas que se guardaba generalmente - me rebelo, me rebelo a todo eso, y he conseguido que me dejen hacerlo, padre, John, Evan, usted, me han permitido desarrollarme más allá de mi lugar, de lo que se espera de mí, pero no soy ilusa, sé que aún así, el poder seguir cultivándome, y no sólo eso, sino que me tomen en cuenta no está en mis manos, no del todo por lo menos ni ahora,  - se giró hacia él, sus ojos brillaban con una fuerza y fiereza tan atemorizante como admirable.

- ese baile decidirá mi destino y mi vida, obviamente no estoy para disfrutar nada - soltó un suspiro sonoro - y temo, mejor dicho, me impacienta no tener control sobre lo que pasará, y ver que para mí, todo se pone cuesta arriba, no sé qué piensan mis hermanas mayores, pero yo puedo perder mucho en esto, y debo luchar contra eso, - su mirada bajó, sus párpados quedaron a media asta, sus labios quedaron apretados, había dicho mucho, pero no todo, aunque eso la hacía sentir más aliviada, confiar así en Marvin.

Escuchó  todo lo que Alyra explicó sin perder la sonrisa. Tyler tenía fama de ser siempre muy correcto, cercano y afable. 

-No hay nada de malo en que a una le gusten las muñecas, tampoco en que no le gusten. Es muy posible que en alguna ocasión os regalase alguna, seguramente jugasteis a rescatarla de algún dragón,  o quizás el dragón fuese mi muñeca y terminase decapitada- Hizo una mueca de dolor para acompañar esa frase. Pronto recuperó su sonrisa.

Observó como Alma volvió a elevarse, siempre era fascinante ver a un ave rapaz emprender el vuelo.

A la pregunta de Alyra a cerca de la cetrería respondió asintiendo.

-Pues ciertamente he tenido alguno, pero ahora mismo tengo un águila de cola roja estupenda. Mis aves son siempre hembras, tienden a pensar que son mis novias- rió un poco -Debo decir que son unas novias muy fieles y complacientes. La cetrería siempre requiere de invertir mucho tiempo en adiestrar al ave, el secreto radica en el saber hacer, pero también en gran medida de la paciencia. En mi opinión, el que alguien disfrute de la cetrería dice mucho de su persona- 

Miró a Alyra pensativo mientras tomaba asiento en aquel tronco junto a ella. Era cierto que muchos caballeros olvidaban que en aquellas fechas no solo era el día del nombre de Lord Rhys, pero Tyler era de los que se acordaban del de ella cada año. Era un tipo meticulosos en su agenda y en muchas otros quehaceres.

-m... no se si será muy correcto, pero ya sabéis que os he traído un presente, así que... ¿preferís que os lo de en la fiesta o ahora?- 

Había vuelto a ella arrepentido, con los ojos cargados de dolor, en un primer momento le pareció un sueño que el hombre fuerte y fiero que había conocido le pidiese perdón con tanto sentimiento. Verlo sufrir así no le gustó, su corazón se encogió dentro del pecho sintiéndose mal por él.

Era una niña que acababa de descubrir lo que era un beso y eran sus labios los que la habían besado por primera vez pero también su falta de tacto la que la había herido profundamente hasta el punto de sentirse utilizada, engañada y arrepentirse de haberse entregado a él de aquella forma tan pura y genuina.

- No pensé que volvería a verte… - su rostro se ensombreció por un instante y durante esos segundos que él permaneció de pie ella bajó la mirada sintiéndose apenada. Gal se acercó con cuidado para no incomodarla, se sentó al lado de su cama y atrapó suavemente su pequeña manita entre las suyas. Fiona contuvo su respiración observando las fuertes y masculinas manos del norteño rodeando la suya, ofreciéndole calor y una disculpa sentida.

Su voz sonaba sincera, todo él la hacía vibrar con cada palabra que salía de sus labios. - ¿Has venido de tan lejos para pedirme perdón? - lo miró a los ojos quedándose prendada del verde claro y fresco que habitaba dentro de él. - Gal… - sonaba dulce mientras le sonreía y su mano se movía ligeramente dentro de las suyas. - Verte me hace feliz. - su corazón se aceleró. Era hermoso y Fiona no podía sentirse más dichosa teniéndolo a su lado. - No te vayas de mi lado otra vez… no me dejes. - se inclinó hacia delante aún sujetando con una mano las pieles que cubrían su bonito y joven cuerpo desnudo.

- No pensé que volvería a verte… -el rostro dolido de Fiona terminó por confirmar las terribles sospechas de Gal, la habia dado esperanzas, la había ofrecido consuelo en su mar de pena, la habia robado un beso y luego la abandonó sin pensar en cuán terrible y desdichado estado había dejado a la muchacha-Tenía que volver Fiona, necesitaba que me perdonases, yo..yo no soy así, pero la guerra, cambia a los hombres y nunca es para bien, los hace fríos e insensibles, crueles..-dijo con voz queda y con la mirada ligeramente perdida.

- ¿Has venido de tan lejos para pedirme perdón? -Gal miró a Fiona con sus cálidos ojos, no sabía cómo más pedir perdón ¿en cuántas formas podía hacerse? Él no sabía si existirían las suficientes para enmendar ese ultraje-Si Fiona, he vuelto, porque fuí cruel contigo, me confesaste tus pesares, tu dolor, tu sufrimiento, te consolé, te dí esperanzas y luego te..besé..fuí un maldito egoista, no tenía que haberlo hecho y no es justo que te haya hecho esto, tú no te lo mereces-siguió hablando en el mismo tono íntimo, como si tuviese la sospecha de que alguien pudiera estar escuchando.

- Gal… -su fina voz atrapó toda su atención cuando dijo su nombre-¿Si, Fiona?-la miró y ella estaba sonriendo, fué como ver el sol en la noche, su pequeña mano se movía levemente y él la atrapó un poco más como si hubiese atrapado a un pajarillo que no quisiera que se escapase- Verte me hace feliz. -Gal, no llegaba a comprenderlo-¿Cómo puedes decir eso? te he tratado horriblemente, he abusado de tu bondad ¿y aún así me perdonas?-preguntó incredulo pero así era, la muchacha le perdonaba y un peso tan grande como un castillo se convirtió en humo y desapareció-Fiona, ahora tú eres la que me hace muy feliz a mí-respondió con una amplia y descansada sonrisa.

- No te vayas de mi lado otra vez… no me dejes. -tales palabras llegaron al corazón del norteño que entornó sus ojos con gran ternura y a la vez que ella se inclinaba, Gal extendió una de sus grandes manos para acariciar suavemente la mejilla de la muchacha, era suave como la seda y blanca como la porcelana, ahora ligeramente ruborizada-Fiona..mi dulce Fiona, jamás te dejaré, te lo prometo-dijo suavemente y siguió deslizando su gran pulgar por el pómulo de Fiona, tranquilizándola y dándole la seguridad de que siempre estaría con ella, de una u otra forma, jamás la dejaria.

Marvin sintió alivio, permitiéndose respirar profundamente, cuando lady Alyra confesó que sus vendajes eran producto de un percance menor. Temía alguna herida peor, una fractura, un corte hondo o algo similar que provocasen un dolor molesto y continuo a la muchacha. La conocía bien, ninguna herida, por incapacitante que fuese, evitaría apartarla de su tiempo de estudio.

- Sentí la necesidad de preguntar, milady. De haber sido algo grave, hubiese sido imperdonable que no velase por vuestro bienestar. Podría haberos acompañado al maestre si lo consideraseis adecuado, o hacerlo llamar. Vuestra salud es importante. Excusad mi curiosidad - se disculpó compungido, casi avergonzado, por haber preguntado por ese dato, no quería evocar malos momentos en la mente de su amiga.

La sinceridad de la joven dama conmovió a su confidente, quien se puso en pie segundos después de la incorporación de la noble. Oyendo los argumentos, Marvin cada vez empatizaba más y más con ella. También a él le habían surgido unas grandes dudas sobre cómo repercutiría esa fiesta en sus vidas. En el caso probable de que el evento terminase con un nuevo señor, con un esposo y heredero ¿Existiría cabida para un castellano no noble en la Fortaleza de Sangre? ¿Cómo sería él con los miembros de la familia Vaelys y con sus sirvientes?

- Milady, no deseo excederme en mi cometido - mencionó el castellano -. Debéis comprender que todos en el mundo hacemos muchas cosas que no deseamos, muchas de las cuales son por obligación, por oficio o sencillamente por ser una salida fácil. Nunca he visto que vos tomaseis ese camino, el de hacer las cosas que no queremos pero que aportan sencillez a nuestras vidas - un pequeño momento pasó, en el que se permitió una mirada a los ojos de la dama -. Sois luchadora, está en vuestra naturaleza. Sé, con toda la certidumbre de los Siete, que encontraréis una forma de proseguir vuestros estudios y ejercitaros en cualquier faceta. No os preocupéis por ese motivo. Sois muy joven y, aún así, destacáis en múltiples facetas - una sonrisa cálida apareció en su rostro, que buscaba alegrar el momento -. Pena me dará aquel que no os tenga en cuenta, lady Alyra. Pena y compasión por el que se atreva a menospreciaros por el hecho de ser mujer.

La imagen del muchacho sonriendo con la boca llena le hizo esbozar una tierna sonrisa. Parecía después de todo que el hambre en su estómago no se había esfumado, fuese cual fuese el disgusto que tuviera encima.

Finalmente le dijo su nombre, se llamaba Evan. También le explicó que no habían vendido todos los caballos, pero si una parte importante y que la yegua que Fiona había acariciado antes con tanto cariño se quedaba en la fortaleza. - Me alegro de que se asiente en esta casa. La tratarán muy bien, y si es una de las hijas de Lord Rhys su futura dueña tendrá una princesa a la que proteger. - se le escapó una sonrisa soñadora. Sería bonito ver montada a una de las señoritas sobre la yegua, la más pequeña, Mira tenía apenas cinco años pero las más mayor, Astrid estaba cerca de convertirse en una mujercita.

- ¿Mi nombre? - preguntó sorprendida. Creía que lo había dicho cuando se presentó a la yegua, puede que Evan no lo escuchase o es que no tuviese el más mínimo interés en lo que ella decía*. Como fuese, Fiona bajó la mirada, se fijó en las patatas humeantes, jugueteó con ellas con la cuchara y se puso un poco roja. Ya más calmada respondió. - Soy Fiona… - pero no volvió a alzar la mirada para mirar a Evan. Se sentía tímida. ¿Y si lo estaba molestando?

Para Fiona era claro el interés y la preocupación que su amiga mostraba por ella, la observó en silencio hablar y comer el bizcocho sin que ella probase bocado, pendiente de lo que Fiona le contaba. El afecto de la sirvienta hacia su amiga era mutuo y ésta tenía desde hacía unos días la sensación de que algo malo le había ocurrído a Alyra, a la que había visto llorar sin saber por que.

Fiona queria ser su apoyo, pero la joven sabía por otro lado que, los secretos que se guarda el corazón, a veces no son fáciles de confesar por mucho cariño y confianza que tengas con otra persona*

Su amiga habló con rencor sobre el orgullo de la familia, Lady Astrid, a lo que la criada se apresuró en contestar expresando su disconformidad con lo hicho. - Todas sois un orgullo para vuestros queridos padres, pero ella al ser la heredera y la mayor, soporta la carga de cuidar que su imagen sea ejemplarizante en todo momento para las demás. - dijo para apaciguar las aguas pues no le gustaba que hubiese tensión entre las hermanas.

Respecto a los pretendientes de la fiesta, Fiona no tuvo nada que objetar a Alyra, ella pensaba exactamente lo mismo. Las iban a subastar como ganado. - Será un milagro si alguno de esos caballeros demuestra un interés sincero por vosotras, no solo por vuestra belleza o vuestras dotes, lo importante es que tengan un buen corazón, será vuestro cometido cercioraros de elegir al más adecuado para compartir un futuro juntos. Quizás el tiempo no asegure que florezca un amor apasionado y desmedido, pero si un afecto sincero y estable. - eso si cumplian su palabra y hacian honor a sus votos comportándose como caballeros.

Alyra la animó entonces a abrir su corazón y Fiona sonrió con ternura, iluminada por las palabras de su querida amiga. - No deseo eso. - bajó la mirada avergonzada. Quería contarle quien le quitaba el sueño. A ella no le interesaban los caballeros pomposos que acudieran a la fiesta, tenía que declinar su ofrecimiento por otra vía. - Además tu señor padre ordenó claro que mi deber estaba con los invitados. ¿Quién lo haría por mi, tu prima? - se echó a reir divertida pensando en la idea de verla trabajar, ella ensuciandose las manos y venida a menos sirviendo la bebida a los invitados. - Te lo agradezco tanto… sin embargo ese día solo quiero que te preocupes por ti y estés atenta a quien te ofrezca sus atenciones.

-Fiona- Repitió para que no se le olvidase.

-Si se la queda alguna de las hijas del Lord debería estar contenta, es una buena yegua.- removió un poco las patatas y observó alrededor. Algunos le miraban de vez en cuando, suponía que preguntándose qué hacía allí, aunque la mayoría no le prestaban ni la más mínima atención. Él tampoco tenía estos planes, pero visto que no tenía otra opción, al menos por el momento, lo mejor era aceptarlo. 

-¿Llevas mucho tiempo trabajando aquí?- Se interesó -Espero que los Vaelys sean buena gente. ¿Y los demás sirvientes? ¿Cómo son?- No hizo estas preguntas muy en alto, y de hecho no hizo mucho caso al hecho de que ella se sonrojase, pensó que hacer incapié en aquel detalle le incomodaría más a  ella, pues no había tanta confianza entre ambos,  se acababan de conocer. Esperaba que tanto los jefes como los compañeros fuesen buena gente y amable, aunque sabía que eso eran cuentos de hadas, seguramente acababa de aterrizar en una especie de infierno comparado con el lugar donde estaba antes.

Si aquello no era un sueño daba lo mismo, para ella lo era en el sentido literal de la palabra. Gal le pedía disculpas una y otra vez y la pequeña Fiona temblaba de emoción al escucharlo, oculta bajo las pieles. Su corazón ya lo había perdonado. No podía guardarle rencor, no.

Él aseguraba que no era un mal hombre, a pesar de su acto cruel hacia ella. Fiona le creyó, era cierto que la guerra cambiaba a las personas. Luego estaba el hecho de que lo que sentía por él, fuese irracional, una fantasía o una idealización de una niña joven e inexperta, era tan fuerte que, la joven empezaba a considerarlo seriamente algo más que una atracción pasajera, a pesar de lo poco que se conocían.

Recordaba sus labios besándola, sus brazos rodeándola, todo su ser colmándola de cariño, tan necesitado para ella. Por algún misterio incomprensible, ahora lo tenía justo frente a ella y no podía evitar querer que volviera a abrazarla, sentirlo otra vez. - No hay crueldad en ti. - dijo repentinamente, le dedicó esas palabras bonitas con una sonrisa dulce. Sentía como su corazón latía con fuerza mirándolo a los ojos, era hermoso incluso así, con su rostro reflejando un dolor hondo de arrepentimiento.

Su mirada verde la tenía sumida en un hechizo, la joven sentía sensaciones inexplicables correteando libremente por su cuerpo, de un rincón a otro, todo observando al fiero norteño, ahora compungido, los nervios que él le despertaban le hacían cosquillas, haciéndole sentir cosas intensas que desconocía por su edad e inocencia y deseando que él se acercase.

- Yo...solo quería volver a verte, y estás aquí... - le sonrió dulce. - Para mi es un sueño que hayas vuelto... por supuesto que te perdono. - movió la mano y él no la soltó. Ese gesto la hizo sonreir sonrojándose observando sus manos unidas, las de él varoniles y fuertes y la de ella entre las suyas. Alzó la vista y lo miró con una ingenuidad y dulzura que, por su naturaleza derretería hasta el corazón del hombre más frío.

Gal le dijo que le hacía feliz y una intensa e inesperada emoción la envolvió por completo, dejando escapar de sus bonitos labios un largo suspiro. Fiona le pidió que no se alejase otra vez y él respondió acariciando la mejilla de la joven, que no tardó en adquirir un tono rosado por la caricia del norteño, aumentando su inocente rubor de forma progresiva, esa caricia la hizo estremecer, temblando ligeramente aún rodeada por las pieles que envolvían su cuerpo.

Entrecerró los ojos y escuchó sus palabras prometiéndole que no la dejaría jamás. Y al abrirlos lo sentimientos que guardaba en su corazón fluyeron con naturalidad y pureza. - Te... quiero... - su dulce voz femenina casi pareció susurrar aquello con miedo, no obstante estaba convencida de lo que decía, su corazón lo clamaba a gritos y el eco retumbaba por todo su cuerpo. Quería a Gal y quería estar con él para siempre. - Abrázame... - llevó su mano a donde descansaba la del norteño, en su mejilla y acarició su dorso con cariño y suavidad deslizando sus trémulos y cálidos dedos por su antebrazo.

El calor seguía tiñendo sus mejillas de rubor pero ella no prestó atención a eso, sonreía feliz mirando los preciosos ojos verdes de Gal.

- No hay crueldad en ti. -las palabras de Fiona le dejaron perplejo, si, le había perdonado pero ¿que no había crueldad en él?¿cómo podía decir eso? Seguía sin comprenderlo, quizás su obtuso y frío cerebro norteño no concebía que se podía perdonar con tanta facilidad el daño que él le había causado, por su maldito egoísmo. Aún así sus palabras le arrasaban de felicidad, por cómo esa joven muchacha había conseguido tocar el frío corazón de un hombre herido por la guerra, era un completo enigma para él pero era feliz.

Casi había perdido la esperanza de volver a tener ese sentimiento, pero Fiona lo conseguía, consiguió calmar su dolor por su dulce comprensión, consiguió mostrarle que aún quedaba gente benévola en el mundo y ahora gracias a su perdón Gal era feliz.

- Yo...solo quería volver a verte, y estás aquí... - Para mi es un sueño que hayas vuelto... por supuesto que te perdono. - Gal la miró-mi dulce Fiona, no podía abandonarte, tenía que volver y verte de nuevo, quería asegurarme de que estabas bien, necesitaba de tu perdón y ahora que lo tengo soy muy feliz-dijo casi susurrando ¿realmente era sólo esa la causa de su regreso? Confirmar que estaba bien y rogar su perdón? ¿o había algo más en su corazón?. Apenas habían hablado unos minutos, pero fueron intensos e importantes, hubo confesiones mutuas, consuelo compartido, un profundo, sentido y sincero beso...

El rubor de Fiona aumentaba con el contacto de Gal, ella era joven y era muy probable que no hubiese compartido un momento tan íntimo y privado con un hombre en su habitación todavía. Suspiraba y temblaba junto a él y Gal no podía apartar su mirada de ella, su pura inocencia le conmovía, no conocía apenas el mundo que la rodeaba y durante su aún joven existencia, estaba repleta de sufrimientos y abusos, era imposible no desear protegerla-jamás volveré a hacerte daño Fiona, yo te protegeré- prometió con total seguridad, al igual que un juramento de sangre.

Pero no estaba preparado para las siguientes palabras de la muchachaTe... quiero... -¿quererle? No podía ser, era la ilusión de una muchacha por un apuesto caballero, había quedado encandilada por su imponente presencia, debía ser eso. En respuesta Gal le ofreció una sonrisa amplia y amorosa-mi dulce y preciosa Fiona-dijo sin dejar de acariciar su suave mejilla- Abrázame... - susurró casi suplicando. Gal se acercó más a ella-ven, acércate-dijo con dulzura y la estrechó entre sus poderosos brazos, dejando que se acomodase sobre su pecho apoyando su cabeza en él, notaba su acompasada respiración sobre su pecho y un calor inexplicable envolvió su corazón ¿qué le estaba haciendo ésta muchacha? Desde que la había conocido todo había cambiado, él mismo había cambiado.

Gal la miró desde su posición superior, su cara relajada y feliz era todo cuanto necesitaba ahora mismo, una de sus manos la sujetaba por su delgada cintura, notándola aún a través del grueso manto de pieles y con la otra empezó a acariciar su pelo suave como la seda, aún estaba ligeramente húmedo por la lluvia y lo besó con cuidado-mi dulce y preciosa Fiona, no tienes que temer nada, estoy aquí, contigo y no te voy a dejar- susurró a su oído y empezó a sonreir, como hacía años que no lo hacía y todo era gracias a ella, a la dulce y preciosa Fiona.

Evan repitió su nombre, y ella apretó ligeramente los labios abriendo un poco los ojos por la sorpresa que le causó escucharlo. - Supongo que así será, Evan. - respondió a su comentario en referencia a la yegua.

Su hermano Kyle no había llegado todavía. ¿Qué pasaría cuando viese sentado a Evan en su lugar, al lado de Fiona? el resto de sirvientes comían tranquilos ignorando a aquel chico, pero a él, seguro que no le haría gracia.

Al preguntarle sobre el tiempo que llevaba trabajando para los Vaelys, Fiona negó con la cabeza. - Apenas un año, mi hermano y yo nos fuimos de nuestro antiguo hogar, y vinimos a parar aquí por pura casualidad. ¿Has oído hablar del torneo de tiro con arco que organizó la familia el año pasado? Kyle, mi hermano, lo ganó y ahora es cazador en esta fortaleza. - dijo con una sonrisa orgullosa. Cogió una patata pequeña con la cuchara y se la llevó a la boca. Después de masticarla prosiguió hablando con normalidad, su timidez se había escondido.

- Los Vaelys son una buena familia, y los sirvientes también, trabajadores como debe ser, aquí nadie holgazanea y no es lo habitual que otros se metan en asuntos ajenos. ¿Por qué lo preguntas? - lo miró con un gesto curioso, sus ojos intentaba adivinar el motivo. Era extraño que Evan de repente, quisiera conocer como era el entorno de la fortaleza. ¿Por qué?