Partida Rol por web

Las palabras de Alyra, que estaba siendo atrapada por el sueño, calaban en Marvin. Aún sintió más cariño por la joven cuando ella apoyó la cabeza en su hombro. El castellano, impulsado por una confianza creciente hacía la doncella, acarició su cabello de forma amistosa, señalando que podía relajarse. Se la percibía fatigada, exhausta incluso, pero ella aún hacía gala de fuerzas para no sucumbir al cansancio. Era admirable que, con todo lo que hacía, aún buscase mantener la compostura.

- Os he dicho que me mantendré a vuestro lado, Alyra - la voz de Marvin era firme y decidida, pero suave. No quería perturbar el pequeño descanso de la dama -, y eso será hasta que vos me digáis que ya no requerís de mí. Los dos alcanzaremos nuestros deseos y sueños. No me cabe duda de que vos lograréis hacerlos realidad.

El castellano, que seguía acariciando el sedoso cabello de la noble para transmitirle paz y armonía, le susurró a su amiga.

- Ahora os hablo de amigo a amiga, de uno bueno a una maravillosa. Debéis relajaros y permitir a vuestro cuerpo algo de descanso. No podéis desfallecer en vuestro cometido, pero tampoco puedo permitir que os excedáis y abandonéis tiempo de sueño, Alyra. 

El sueño la estaba apartando de ese momento y hubiera agradecido poder recordar aquellas dulces palabras, tan cargadas de amor y sinceridad, su cabeza se inclinó un poco hacia delante,  y el castellano debió sujetarla para que no se fuera para delante, la joven tenía los labios ligeramente entreabiertos, para respirar.

De pronto se sobre saltó, despertándose de golpe y apartándose del hombre, mirándolo extremadamente avergonzada, pero en vez de consternarse, se largó a reír, pasando su mano por su ojo derecho, restregándolo un poco, claro que sentía pudor por haberse dormido mientras conversaban, y eso había hecho que sus mejillas se encendieran, igual como antes, pero manteniendo la frescura de su personalidad, aquella reservada solo para las personas que realmente apreciaba.

— vaya compañera que soy... que me duermo, pero no es porque piense que es aburrido, no vaya a pensar eso — se encoge de hombros — de seguro eso pensó —entornó un poco los ojos mirándolo de forma acusadora, ya lo estaba imaginando, pero realmente se sintió abochornada por su propia acción, no podía creer que simplemente se había dormido mientras hablaban — lo... lo siento — se mordió el labio inferior, y bajó su mentón mientras lo miraba con los ojos largos.

— Marvin... gracias — cuando ya pudo dejar de estar tan roja, sus rasgos se suavisaron y le volvió a sonreír, guardando silencio, disfrutando del momento.

Ver a lady Alyra preocupada por mostrar cansancio, incendió una pequeña chispa en los sentimientos de Marvin. No quería que creyese haber molestado a su compañero de paseo y amigo. El abatimiento de la noble afectaba a su vez al castellano, quien deseaba poder demostrarle que no tenía nada que reprochar.

- Alyra, no hay nada que sentir o que agradecer - expuso mientras se fijaba en como ella sonreía de nuevo -. No debéis sentir preocupación ante mí, y no me agradezcáis algo que he realizado de buen gusto. No como trabajador, sino como amigo vuestro - El castellano le devolvió una nueva sonrisa.

Se apreciaba que la muchacha estaba vencida por el sueño, pero que seguía adelante, sin querer descansar o dejarse vencer por él. Marvin sentía la necesidad de obligarla a tomar reposo, a que dejase de hacer tantas cosas sin atender las necesidades básicas como era la de dormir.

- No soy maestre, Alyra, ni tampoco un sabio o un doctor, pero creo que os convendría tomar descanso - su tono era casi de suplica, de ruego, como quien pedía una concesión.

Campoestrella, Dorne, hace tres años

Ser Lance Dayne, 19 años

La mirada compungida no había abandonado el rostro de lady Allyria Dayne desde que, en poco tiempo, perdiera a su hermano mayor Arthur y, luego, a su hermana Ashara cuando se lanzó desde lo alto de la torre Espada de Piedrablanca ante la incapacidad de superar la aflicción de la muerte del primero. Pero Allyria afrontaba las cosas de otro modo, no era más fuerte, ni siquiera tenía la capacidad de su hermana mayor para dirigir a los criados en la Casa o su belleza que dicen que cautivó al propio lord Eddard Stark. Allyria era la menor de los cuatro hermanos Dayne, la prometida de lord Beric Dondarrion cuyo matrimonio aun no se había formalizado, educada para callar y obedecer.

Pero el destino tenía formas retorcidas de presentarse, pues con todos sus hermanos muertos y su sobrino aun demasiado joven para asumir el liderazgo de los Dayne, el futuro de su familia recaía sobre sus hombros inexpertos. Sobre los de una muchacha de apenas dieciocho años. Las palabras del mensajero real la arrebataron de sus pensamientos.

En nombre de Robert de la Casa Baratheon, el primero de su nombre, rey de los ándalos y los rhoynar y los primeros hombres, señor de los Siete Reinos y Protector del Reino; a partir de este momento ser Lance Colina, hijo de ser Arthur de la Casa Dayne y Mariabelle de la Casa Lannister, será reconocido como Lance de la Casa Dayne, de acuerdo con la legitimidad otorgada por su padre. hizo una breve pausa para tomar aire. Así también, por voluntad real, ser Lance de la Casa Dayne será nombrado Lord Protector de la Casa Dayne mientras el legítimo heredero de la misma, lord Edric, no adquiera la mayoría de edad.

Los ojos de Allyria se abrieron de par en par, y esos ojos se posaron en su sobrino, un año mayor que ella, que también estaba presente en la proclama. La joven escrutó el rostro emocionado de Lance, pero este también pasó al desconcierto al escuchar la segunda parte de la proclama real. No pudo evitarse que la mirada de ambos se encontraran, compartiendo ese desconcierto mutuo. El mensajero se retiró del salón del trono del castillo, y ambos jóvenes se acercaron para compartir la nueva, torpemente Allyria recordó que a partir de ese momento debía inclinarse ante su nuevo señor, aun no sabía cómo reaccionar.

Mi señor. dijo mientras se recobraba de la genuflexión. Os felicito por vuestro reconocimiento, no se diga que nuestro rey no tiene un corazón generoso. el comentario esgrimido por puro compromiso, Allyria tenía unas ideas muy concretas acerca del Usurpador y artífice de la muerte de sus hermanos. Lance, plantado ante ella, procuró sonreír agradecido, respiró profundamente.

Te lo agradezco, tía. hubo un breve silencio, la miró a los ojos. No esperaba ese nombramiento. admitió a continuación, Lance procuraba mantener un semblante sereno, pero su juventud no engañaba a los ojos eruditos del veterano maestre. Lance estaba nervioso, casi asustado a la par que orgulloso.

Tía. la miró de nuevo, era consciente que lo apropiado fuera que ambos contrajeran matrimonio, pero el compromiso de su Allyria con el Señor del Refugio Negro impedía ese enlace. No quiero que me veáis como un intruso, y sé que es difícil, espero ser digno de la Casa Dayne a partir de este momento. A partir de ahora, como Lord Protector, actuaré siempre velando por los intereses de nuestra familia. Así hago ahora, ante ti, ante el Trono del Torrentino y ante la espada Albor, mi juramento de mi lealtad y servicio a la Casa Dayne, así como nuestros señores de la Casa Martell.

No sabía si eso tranquilizaría a su tía, no sabía si eso aplacaría los miedos de los cortesanos, no sabía si todo eso iba a ser suficiente. Era demasiado Lannister y eso era Dorne, tenía diecinueve años y una responsabilidad que jamás se hubiera imaginado tener hacia apenas un año. Pero ya no era un Colina aspirando a apellidarse Lannister, era el Colina que ahora era Dayne, el hijo bastardo de ser Arthur Dayne, Espada del Alba, cuyas últimas palabras pesaban sobre él como una losa de piedra: Sé mejor que yo, hijo mío.

Torre de la Alegría, Dorne, hace cuatro años

Ser Lance Dayne, 18 años

El sol no llegaba al suelo por la sombra que proyectaba la Torre de la Alegría sobre los contendientes, un silencio tenso se había estrechado entre ambos bandos tras la breve conversación de Lord Stark con los tres Guardias Reales. Desde la entrada de la torre, Lance Colina observaba nervioso la escena, Arthur Dayne le había ordenado que guardara el portón y no interviniera, pero los números no estaban a favor de los Guardias Reales. Tres contra siete, si bien Lance sabía que esos tres eran habilidosos espadachines, los números les doblaban.

Esto empieza ahora. anunció ser Arthur Dayne con gravedad, a lo que Lord Stark repuso con cierta tristeza.

No. Esto acaba ahora. casi de inmediato una cacofonía de espadas silbaron saliendo de sus vainas, el fulgor de Albor cegó por un instante la escena y, de inmediato, la confrontación empezó.

Lance contemplaba el combate desde arriba con los ojos muy abiertos, pero los Guardias Reales habían tomado una intensa iniciativa. En el primer envite dos de los caballeros que acompañaban a Stark murieron bajo las espadas de ser Gerold y ser Oswell, ser Arthur danzaba rodeado por tres luchadores deteniendo todos los ataques con maestría. La ventaja moral que habían adquirido los Guardias Reales había noqueado a los atacantes, peor poco a poco a se fue imponiendo la ventaja numérica y, también, la edad de ser Gerold Hightower que fue atravesado por la espada de ser Richard Risefeller. La caída del Lord Comandante hizo que ser Oswell Whent avanzara rajando a dos caballeros de Stark más, pero la pérdida de control del Guardia Real fue aprovechada por el propio Eddard para darle final.

El joven escudero Colina estaba tenso, la muerte de ser Gerold y ser Oswell dejaba a su padre ante tres adversarios. Un agónico murmuro surgió de los labios de Lance para dar ánimos a ser Arthur, temía verle morir sin que supiera quien era. Pero en ese instante se descubrió porque al caballero de la Casa Dayne se le llamaba la Espada del Alba, con una cadena de movimientos perfectamente fluidos para alguien que llevaba armadura, ser Arthur fue devolviendo un golpe tras otro haciendo que el reflejo níveo de Albor centelleara en cada choque de espadas. Un movimiento de muñeca le bastó para matar a otro hombre de Stark reduciendo la desventaja, Arthur jadeaba sintiéndose cada vez más cansado, pero sus rivales no estaban mejor.

El nuevo intento de los atacantes terminó con otro quiebro de ser Arthur, en esta ocasión la víctima fue ser Richard Risefeller. El Dayne abrió la guardia de su rival mientras pivotaba lejos del arma de Stark, con ese mismo movimiento de esquiva rajó por el estómago al Risefeller que cayó al suelo fulminado de un golpe. Ahora solo quedaban Stark y Dayne, frente a frente, pero pronto quedó demostrado que a pesar de la valía de Eddard, la Espada del Alba era mucho mejor. Golpe a golpe fue haciendo retroceder a Stark, pero Lance se percató de algo que estaba sucediendo detrás de su padre. Uno de los hombres de Stark, Howland Reed, seguía vivo y se había puesto en pie cercando la espalda de su padre sin que se diera cuenta.

¡PADRE! gritó Lance desde lo alto, su voz se perdió bajo la cacofonía del combate y empezó a bajar precipitadamente hacia abajo para evitar el golpe.

Para cuando llegó, ser Arthur estaba en el suelo arrodillado. Howland Reed lo había apuñalado por la espalda justo cuando Lord Stark había sido desarmado por la Espada del Alba. Una ahogada desesperación lo llevó a correr junto a su padre ignorando el peligro, Stark contempló atónito la escena junto a Reed. Lance se arrodilló junto a Arthur, el cual peleaba contra una herida mortal y jadeaba de dolor.

Ser Arthur.. pudo recomponer el tratamiento adecuado. Ni siquiera supo porqué lo hizo, porque ese temor a decir la verdad cuando hacia unos segundos estaba dispuesto a revelarla. Pero la Espada del Alba hizo callar cualquier otra palabra de Lance.

Hijo, Lance, perdóname. Siempre lo supe.. siempre lo supe.. esgrimió con dificultad, Lance quiso evitar que hablara, pero Arthur se impuso. No es tu culpa, no, ni de tu madre.. mi juramento.. apretó los dientes, tragó saliva, pero esputó sangre. La mirada se dirigió al Señor de Invernalia. Lord Stark, él es mi hijo, Lance Colina. Mi última voluntad, lo reconozco, lo reconozco como mío. Por favor, lo reconozco.

La mirada solemne de Eddard Stark se cruzó con la de su rival moribundo, no respondió con palabras, solo con un sentido asentimiento. Lance hundió el rostro sobre el pecho de su padre, no podía contener las lágrimas que se escapaban de sus ojos.

Sé mejor que yo, hijo mío. las últimas palabras de ser Arthur Dayne, Espada del Alba, brotaron de sus labios antes de que el brillo de la vida abandonara su cuerpo para siempre.

Comprendió el ruego de su amigo, la veía cansada, lastimada y ella, irracionalmente seguía delante. Alyra inspiró profundamente, y torció un poco el gesto, moviendo los labios de lado a lado, pero luego sonrió de nuevo, poniéndose de pie, y colocando sus manos delante de ella, sujetándoselas entre sí.

—  está bien, iré a descansar, pero significará poner fin a este momento, mi querido amigo... —  debía reconocer que estaba bastante cansada ya, y que reposar un poco le haría bien, no se había dado cuenta de eso si no fuera por su amigo — otro día saldremos a cabalgar, ¿le parece? —  era una invitación sincera, deseaba pasar más tiempo con su amigo.

— nos vemos a la cena, entonces, Marvin —  inclinó su cabeza ante Marvin luego de escuchar la respuesta a su invitación, se retiraría hacia la torre donde estaban sus aposentos, esta vez si le haría caso a Marvín. 

Marvin le sonrió. Tampoco él estaba del todo entusiasmado por perder la compañía de lady Alyra, aunque comprendía que era lo mejor. La noble luchaba contra su cansancio, había trabajado mucho y , además, realizado entrenamiento físico, el cual había aportado algunas heridas a la joven dama.

- No es un fin, Alyra, sólo un ligero momento de reposo de mi compañía - respondió sin perder la sonrisa -. Creedme, soy yo el que sufre al no poder estar más tiempo con vos, mas vuestro descanso y, por ende, vuestra salud es primordial. Y, por supuesto,  acepto gustosamente ir a cabalgar con vos. Será un gran honor.

Ante la despedida de la muchacha, el castellano realizó una reverencia a modo de contestación. La joven, aún derrotada por el cansancio, persistía en demostrar que podía imponer su voluntad sobre él.

- Os veré esta misma noche - mencionó al ver como se iba alejando Alyra -. Tened agradables sueños.

Había algo en la expresión de la niña que le hacía sentir tranquilo, podría parecer una tontería, pero sentía que era una de las pocas personas que comprendía por lo que estaba pasando. El abrazo de la chica le sorprendió en un primer momento, pero respondió a él colocando su única mano sobre la cabeza de Alyra de manera cariñosa.

- Siempre estaré orgulloso de ti, me has demostrado mucho estos años.- Y era cierto, no era solo la mejoría que había mostrado en el manejo de la espada, había mostrado una increíble fuerza de voluntad y una férrea convicción dignas de admiración. Entonces comenzó a llorar, John sabía muy bien que a la chica no le gustaba que le vieran llorar, por lo que hizo como que no se diera cuenta.

- Solo intentan superar los horrores de la guerra, simplemente eso no es para mí.- Dijo sin sonar muy convincente, en realidad estaba muy de acuerdo con Alyra, era una celebración frívola donde celebraban una victoria olvidando todo el sufrimiento que ha hecho falta para conseguirla, pero no quería sonar demasiado pesimista delante de la niña.

John mostró una levísima sonrisa cuando Alyra empezó a hablar torpemente, a veces era fácil olvidar lo joven que era por la gran madurez que mostraba. - No te preocupes, sé que es una situación difícil, ni siquiera sé cual será mi situación en la casa a partir de ahora. Simplemente trátame como hasta ahora.- Obviamente las cosas habían cambiado, pero le gustaba mantener la máxima normalidad posible.

Cuando ambos terminaron de comerse el pastel se concentraron en un nuevo plato. Las empanadas. Fiona asintió levemente, dispuesta a enseñar a Evan. -Primero tendrías que pensar en el relleno y luego en la masa que sería como una sábana donde esconder el alimento que será la base de la empanada. - sonrió ampliamente. -El relleno puede ser de verduras,
o de carne, cualquier cosa combinada. - sería mejor verlo en la cocina un día que pudieran jugar con la harina y la masa sin que Jevic o Anna Arryn les riñesen por ello.

-Esta vista es muy bonita y el agua parece como cristal azul. - sus ojos observaban el agua. Se levantó y se acercó a la orilla del lago. -Nunca he sabido como será la vida más allá de esta casa. No he conocido otros lugares pero me reconforta pensar que el agua si. - se quitó los zapatos y dio unos pasos hacia dentro, sumergiendolos en el agua. Miró a Evan con una sonrisa. -En qué dioses crees tu?. - aquella pregunta surgió de su cabeza sin saber muy bien por qué. Quizás el contacto con la naturaleza, la tranquilidad del lugar propició que la joven se interesase por la fe de Evan.

Fiona sonrió mirando a un lado y a otro, parecía que todos se iban a llevar bien y eso la alegraba. El trabajo era duro y estar rodeados de buenas personas facilitaba la labor de que los días transcurriesen en paz y armonía.

Cuando Evan le preguntó si sabia montar a caballo ella respondió un poco triste. -Si, tuvimos ocasión de aprender cuando nuestro padre aún vivía. Yo era pequeña y tenia una yegua de color blanco. Era muy buena,pero... - la sonrisa que antes se reflejaba en sus labios se apagó. -Murió en uno de los inviernos más fríos y no quise volver a montar. Hace años que no lo hago. - no sabia si recordaría como hacerlo. Ver a los caballos en la fortaleza le causaba alegría pero tambien despertaba en Fiona un sentimiento de nostalgia. -Me encantaría ver a Flecha otra vez - sonrió.

Después de eso llegaron los postres. A Fiona le alegró que Evan no dejase ni rastro del estofado, Kyle en cambio comió solo lo justo. -Este postre sacia bastante. - cortó tres pedacitos de la torta y le dio uno a cada uno. La miel se mezclaba con el tono oscuro de los higos y por encima con el contraste de las nueces.

-Qué os parece? - preguntó nerviosa.

Escuchaba atentamente lo que Fiona le explicaba. Lo decía de un modo que hizo que Evan se sintiese capaz de hacerlo. Se imaginaba en la cocina elaborando unas empanadas perfectas y a Fiona felicitándole. Sin embargo la realidad sería muy distinta.

-Haremos una de verduras y una de carne- dijo envalentonado con una sonrisa y la mirada llena de ilusión.

Evan no había tenido una madre que se preocupase de enseñarle a cocinar, ni de otras cosas. Le faltaba un referente femenino en su vida, por esta razón le hacía tanta ilusión lo que Fiona le había propuesto.

Cuando ella se mojó los pies en el agua sonrió. Se sentía feliz. Aprovechó que ella le daba la espalda para quitarse la camisa, las botas y quedarse en calzones. No le pareció indecoroso, llevaba muchos años conviviendo con hombres, además le movían las ganas de darse un chapuzón y de hacerle una travesura a Fiona. Por eso cuándo ella preguntó a cerca de su fe él empezó a correr hacia el agua exclamando

-¡Por los siete!-

Entró al agua a plena carrera, salpicando mucho y con la intención de remojar un poco a Fiona. Cuando el agua le llegó por encima de la cintura se sumergió y volvió a ponerse de pie.

-Hay que bañarse una vez al año para no ser un cerdo-
Le dijo bromeando.

Contempló el trozo de torta con curiosidad, lo olió y volvió a mirarlo. Era para él algo extraño, acostumbrado a tomar fruta de postre, o en muchas ocasiones nada. Por lo que había explicado Fiona era además poco o nada usual por allí, así que deseaba retener el máximo de detalles en su memoria.

Comprendía lo que Fiona sentía por la perdida de su yegua.

- Recuerdo cuando murió el primer caballo que cuidaba, era anciano y trabajaba como diez, un luchador. Pasé mucho tiempo sin querer comer,se me cerró el estómago. Creí que no volvería a relacionarme con más caballos, me recordaban todo ese dolor, y sin embargo ya me veis.- sonrió levemente a Fiona.

- Cada uno es distinto, y hacer un nuevo amigo no significa traicionar la memoria de los anteriores. La vida es incierta, hay dolor, y sin embargo es un regalo. Estoy seguro de que Flecha y tú os entenderíais muy bien, y de que podéis compartir muy buenos momentos, si tú quieres, claro -

Dió al fin un bocado al postre y la sinfonía de sabores llenó su paladar. Su rostro brilló ante aquel descubrimiento.

-¡ está delicioso! ¿De qué es?-

Le agradó mucho que Evan se mostrase tan determinado a experimentar en la cocina. Fiona sonrió al joven mozo de cuadras asintiendo contenta. -Empanadas al estilo Evan. Espero que me invites a probarlas. - una risita tonta acompañó su comentario.

Era un día perfecto, el sol brillaba con fuerza. Se sentía a gusto en el lago al lado de Evan. Poco a poco la confianza entre ellos era mayor. Pasar tiempo a solas con él le generaba menos inseguridad. El resto de veces que coincidían su hermano estaba presente en la conversación.

Distraída observando el horizonte y el cielo azul de verano jugando con sus pies dentro del agua se sobresaltó al escuchar el grito de Evan: ¡Por los siete!

Una ola de agua se alzó de repente salpicando a Fiona. Su delantal adquirió un tono oscuro. Estaba mojada pero sonreía divertida.

Las pequeñas gotas de agua fresca mojaron su rostro coloreado de vergüenza al ver correr a Evan hacia el lago semidesnudo. Se sumergió repetidas veces en el agua y Fiona también sintió el deseo de unirse. -Has elegido un buen día para bañarte. - rió.

Contempló sus pies bajo el agua brillante y limpia con un gesto contrariado. -Date la vuelta Evan. - dijo finalmente. ¿Se atrevería a entrar en el agua?

Observó con curiosidad a Evan manipulando el trocito de tarta. Todavía no lo había probado cuando le explicó la historia del primer caballo que estuvo a su cargo.

-La pérdida de un animal querido te recuerda el amor que sientes hacia ellos. No todo es triste, hay más caballos que necesitan ser cuidados. - sonrió con tenura.

Evan tenía razón. Querer a un nuevo amigo no significaba sustituirlo por otro, olvidar su recuerdo y las vivencias felices disfrutadas con el anterior. En ese sentido Fiona creía que el amor de un matrimonio o una pareja no consumada era muy parecido.
Muchos hombres y mujeres enviudaban y se volvían a casar, y aquello no significaba que olvidasen a su viejo amor.

Sonrió ilusionada cuando Evan dijo que creia que ella y Flecha se llevarían bien. -Me gustaría mucho ir a visitarla, cepillarla y estar con ella. - no se atrevió a decir que también le gustaría montarla.

Sabía que los caballos de la familia Vaelys no estaban dispuestos para la distracción de los sirvientes. Su hermano Kyle era diferente, estaba autorizado a montar, su trabajo como cazador lo ameritaba.

Frunció los labios un poco triste pero rápidamente se le pasó cuando escuchó a Evan felicitarle por el postre. Miel, nueces, almendras, higos... - enumeró los ingredientes uno por uno contandolos con los dedos. -Y la base que es la torta. - sonrió.

Sentía que su amiga estuviese tan desencantada con el amor, era demasiado joven y bella para sentirse así. - El amor es hermoso cuando es correspondido, pero para saber si lo es hay que ser valiente y abrir el corazón. - dijo con la decisión de una joven que a pesar de haber perdido a un antiguo amor fallecido en combate, aún seguía creyendo en el matrimonio y la familia.

Esa ilusión la mantuvo fuerte entre tantos años de soledad, hasta que algún día abriera su corazón. El mismo día que las hijas de sus señores eligieran un esposo. Ese día estaba a punto de llegar, y la confesión de Fiona hacia el que durante años había sido su amor secreto determinaría su futuro, haciéndola feliz, o convirtiéndola en una desdichada incapaz de vivir en la fortaleza de sangre.

- Nunca es tarde para ilusionarse. - sonrió acariciándole el pelo a su amiga. Era testaruda y orgullosa, sin embargo la criada no creía que su discurso fuese realmente en serio. Creía que la fortaleza de Alyra la ayudaría a renacer de sus propias cenizas.

- Los dioses nos observan, velan por nosotros, no los subestimes. - esperaba encender en ella una pequeña llama de esperanza, tenía fé por las dos. - Los hombres moldean su propio destino, solo hasta cierto punto. Te educaron para ser una dama y cumplir tu deber como hija. Espera a ver los pretendientes que acuden a la fiesta.

Cuando su amiga le preguntó si podían verse antes del almuerzo asintió con una sonrisa cómplice. - Por supuesto. Te ayudaré en lo que necesites. Estarás muy bella. - siguió acariciando su cabello. Para Fiona la más bonita de las hermanas Vaelys era Alyra, la pequeña Mira la seguía de cerca pero aún tenía que crecer.

Era una romántica, rogaba a la doncella que protegiera su corazón, que le encontrara un amor dulce con el cual compartir ese corazón hermoso que tenía, sin embargo, no podía estar de acuerdo con sus palabras.

— Mi querida amiga, no es suficiente con el ser… correspondido, para mí no por lo menos, el ser correspondido por quien no se debe es aún más terrible que no serlo — y eso dolía profundamente, por eso estaba así, sabía que su deber era superior.

— me sentiré mucho más tranquila si te quedas conmigo — se giró hacia ella y la abrazo — es mejor que vuelvas Fiona, no quiero quitarte más tiempo — si fuera por ella, desearía quedarse más tiempo para ser acariciada, pero nuevamente el deber, siempre el deber — buenas noches querida amiga mía — se le acercó y besó su mejilla yendo a la cama para acostarse.

Si a alguien apreciaba como a un padre era a John, de ahí su cariño por él fuera tan sincero, por eso su caricia en la cabeza le había gustado tanto, que estuvo a punto de abrazarlo de nuevo, pero se contuvo.

— entonces, todo será como antes o encontraremos la forma en que sea, además, deberá aprender a usar su mano izquierda, y lo ayudaré con eso, maestro, si me lo permite — le habla con total control y serenidad, era obvio que le seguía imitando a su padre, pero esa solemnidad era más propia de su madre.

— y sobre los demás, supongo que cada cual busca la forma de encontrar la normalidad, aunque esta no exista — se encogió de hombros, y se giró hacia dentro, nunca comprendió porqué su padre no había ido.

— señor Kalhan… ¿por qué padre no fue a la guerra? — preguntó ladeando un poco su cabeza, gesto que hacia cuando algo no lo sabía.

Fiona escuchaba con curiosidad las historias que le contaba su abuela Freya sobre el muro y el bosque de lobos que separaba Invernalia de Bosquespeso. Cuando la nieve cubría de un frío blanco los pueblos - decía- señores y plebeyos morían congelados. - Este lugar me recuerda a mi casa. Todos los dioses antiguos son como hermanos, los arcianos sangran y nos vigilan con sus ojos y bocas abiertas. - dijo observando detenidamente el rostro del árbol blanco y milenario.

Las condolencias de Galbart por su madre la aliviaron,  aunque había pasado mucho tiempo desde su muerte, no haberla conocido era una herida que nunca sanaría. - Los antiguos dioses deben saber porque algunos de nosotros tenemos un destino más doloroso que otros. Me pregunté durante mucho tiempo por qué permitieron que mi madre muriese. Mi hermano regresó sano de la guerra, quizás los dioses se apiadaron de él y de mi. - continuó observando los ojos llorosos del arciano. - No conocerla fue demasiado triste. - a Fiona le daba miedo tener hijos y padecer el mismo final que su madre.

Gal le habló de sus padres y Fiona escuchó mirando el interior de sus ojos. - Confio en que nuestros padres estén protegidos en un lugar seguro. En el sur ya no quedan bosques de dioses. Los hombres acabaron con ellos. - bajó la mirada un tanto triste. Galbart sostenía su mano, ella lo acariciaba con suavidad.

Se sonrojó dulcemente cuando escuchó el cumplido de Gal hacia ella y su madre. Después aceptó su ofrecimiento. - Si, me gustaría ver más. Este bosque es más grande que ningún otro que haya visto. Supongo que hará honor a su nombre, y estará lleno de lobos. No porto espada para defenderme señor. - sonrió.

Juntos emprendieron un camino dando un largo paseo bajo la mirada atenta de los árboles centinela.

Los largos y pesados pasos de Gal sobre el mullido terreno contrastaban con la suavidad y ligereza de los de Fiona, así que ralentizó su ritmo adaptándose al de la muchacha y seguir hablando pausadamente mientras caminaban uno al lado del otro-Así es, ellos nos vigilan y nos protegen, los bosques arcianos pueden estar separados por inmensas distancias, pero todos poseen su propia historia, pues contienen las vivenvias de las gentes que viven en sus lindes, sus almas, sus vidas y sus muertes, como éste en el que nos encontramos-dijo mirando a su alrededor.

Cita:

-Fiona, yo también me pregunté eso mismo cuando estuve en la guerra, vi morir a muchos hombres buenos y pensaba que qué tenía yo de diferente para seguir con vida y no ellos ¿suerte, quizás destino? en esos momentos era dificil vislumbrar la luz entre tanta oscuridad Fiona y más de una vez pensé que los Dioses eran crueles y que nos habían abandonado a nuestra suerte y quizás es lo que merecíamos-ensombreció la mirada durante un momento mirando a la muchacha-tú no te merecías vivir tal sufrimiento, dicen que es mejor haber amado y haber perdido que no haber amado nunca. Ojalá hubieras podido conocer a tu madre Fiona y no haberla perdido-dijo con tristeza para luego cambiar el gesto a uno más animado-Pero que vuestro hermano volviese sano y salvo es una gran noticia de esperanza y felicidad sin duda, ¡os dije que regresaría!-dijo mirándola y apretando su mano ligeramente.

Cita:

-Eso no lo dudes jamás Fiona, aunque en el sur no queden bosques de dioses no significa que nuestros padres no estén protegidos, de hecho los dioses son omnipresentes y las almas que les acompañan también, así que debes estar tranquila y feliz porque aquí están tus padres y puedes hablar con ellos si lo deseas, ellos te escuchan y te protegen-miró fíjamente a la joven, cerrando sus párpados ligeramente al sonreir, remarcando sus arrugas y correspondió acariciando con su pulgar libre el dorso de la mano de Fiona cálida y suave.

Cita:

-Desde luego, existen muchos lugares ocultos y sorprendentes y no temáis por los lobos, este bosque está libre de ellos y los que tiene el valor de entrar en él, no salen con vida, sí son peligrosos, pero no temas, yo te defenderé si es necesario-dijo apoyando la palma de su mano libre sobre el pomo de su espada-vamos, venid por aquí-tiró con suavidad de su mano para guiarla entre los árboles.

Caminaron durante un corto trecho hasta que llegaron a su destino-Mira y escucha ¿no te recuerda a algo?-preguntó sonriendo complacido.

Kyle, pese a ser cazador, sentía mucha empatía con los animales. Los cazaba para alimentar a la familia Vaelys, pero nunca haría daño a ningún animal de forma cruel. Por eso, el recuerdo de la yegua fallecida de su hermana también hizo que se sintiera triste Pobre Fiona, espero que algún día vuelva a montar y sea feliz.

Cuando escuchó a Evan catalogar el postre como delicioso, Kyle se lanzó a probarlo. Poco a poco fue notando los ingredientes que enumeraba su hermana y cerró los ojos disfrutando del dulce sabor ​- Que delicioso...