Partida Rol por web

Siguiendo las instrucciones de Sebastian, el cocinero se puso a preparar la cena. No hay problema, yo me encargo de la comida. Y será un banquete impresionante. Intento animar a su compañero, muy afectado por la muerte de fiona.

Por suerte, él y Sebastian habían trabajado en ello prácticamente todo el día y los platos estaban casi listos. Así que el cocinero sentía que tenía todo bajo control y aunque, estaba afectado por la noticia, y mientras faenaba los fogones recordaba a Fiona en silencio.

Sebastian tenía en la mano unas cazuelas y revisaba la comida, en teoría para calculcar que todo estaba organizado para estar a tiempo. Pero la verdad es que su mente estaba en otro lugar. 

¿Qué sentido tiene seguir con esta fiesta? ¿Qué sentido tiene seguir con esta familia? La petición de su madre, que había ignorado antes porque tenía un objetivo, ahora parecía más interesante. Huir de aquí. Dejar mi trabajo, mi gente, mi vida, mi ¿familia?  Las intrigas de esta gente no le interesaban, él no se iba a casar con Fiona, ni para presionar a los Vaelys ni para gozar del amor de sus sueños. 

Hacia unas horas había proclamado con sinceridad que él era fiel a esta casa, en la que había vivido siempre y de la que, de alguna manera, pertenecía. Pero mira ahora. Su amada muerta y la señora de la casa tratándole con desprecio. ¿Qué quedaba para él aquí?, se preguntaba mientras su cuerpo seguía trabajando en una fiesta. Su capacidad de ser servil incluso ahora que el dolor de su alma cubría todo su cuerpo le sorprendió. Llegó a sonreir en privado, para sorpresa del cocinero que lo observaba.

Tenía que hacer algo, pero no podía hacerlo sin comprobar por si mismo que su vida había dejado de tener sentido. Sabía que eso podía causarle problemas, pero salió de la cocina sin decir nada a nadie. 

La cocina se encuentra justamente debajo del Gran Comedor, bajando por unas escaleras. Tiene mesas idénticas a las que hay en el Gran Comedor justo debajo de ellas; la comida se pone en las mesas de la cocina y luego las suben al Gran Comedor. Tiene techos altos y una chimenea en un extremo de la cocina, hay montones de ollas y cacerolas que se apilan en las paredes.

En una de las paredes hay tres botellas pegadas a modo de decoración, están a la altura del pecho dos y la tercera a la altura de la cabeza formando una especie de triángulo.

La mayoría de repisas están repletas de jarrones llenos de agua fresca con hermosas flores que visten de gala la cocina. La verdad que todos los detalles están cuidados al máximo y luce muy hermosa.

Mordred bajó despacio las escaleras que llevaban a los sótanos. Nunca había estado en aquella parte de la casa, así que iba aminorando la velocidad inconscientemente para no perder detalle del entorno. Una vez en la cocina, sus ojos recorrieron las paredes y enseres de la estancia. Se sorprendió al ver una mesa tan grande solo para el servicio, si bien la idea de todos los sirvientes de la Casa Vaelys juntos para comer dió cierto sentido al tamaño del mueble. Centró su atención entonces en las tres botellas sobre la pared. Fue a alargar la mano hacia una de ellas, cuando se percató de que no estaba solo. Reconoció la enorme figura de John Kalhan enseguida.

- Vaya, ya decía yo que reconocía ese apestoso olor. Alguien ha debido de comer judias, recientemente*. -se acercó sonriente al gran hombre y posó una mano amigable sobre su hombro.- John, amigo. Cuanto tiempo sin saber de tí. ¿Qué tal te ha tratato la vida durante este tiempo? -miró a su alrededor, dándose cuenta de pronto de dónde estaban.- Discúlpame, ¿te he interrumpido en alguna de tus labores? -su expresión cambió entonces y se volvió amarga, melancólica, al recordar el poderío de John en el pasado. Habló con un tono más bajo.- ¿Tendrías un momento para hablar con tu viejo comandante?

John seguía aturdido por lo que acababa de escuchar, no podría quedarse sentado esperando que la situación se aclarase sola.

Cuando vio a Ser Mordred en la cocina, le recordó a su antiguo "yo", cuando aún estaba entero y era capaz de derribar un toro con las manos, y aquello le dio ánimos.

—Por supuesto ser, siempre tengo tiempo para quien estuvo conmigo en la guerra.

Mordred sonrió, contento de haberse reencontrado con otro compañero de batalla. Palmeó amistosamente el hombro de John y le hizo un gesto para que lo acompañara en un pequeño paseo por la cocina, donde pudieran hablar con tranquilidad y privacidad.

Cuando se hubieron alejado del cocinero, Mordred habló en voz baja. Fue directo, como era costumbre en él, y más aun ahora que trataba con alguien que había compartido con él tiempos difíciles.

- Me alegro de verte, John. Ver caras amigas es todo un consuelo, pues esta fiesta se está convirtiendo en un circo extraño, y empiezo a dudar de mi propia sombra. Alguien está urdiendo planes oscuros, y ni siquiera la Señora de la Casa hace el más mínimo gesto de pretender estar preocupada por ello. ¿Conoces la situación de las Damas? ¿Has visto algo que te haya puesto sobre aviso? -el gesto de Mordred cambió entonces, volviendo a mostrarse algo triste.- ¿Y tú, John? Cómo...- dudó unos instantes.- ¿Cómo es posible que hayas quedado relegado a simple mayordomo? Yo mismo daría mi propio brazo por tener a alguien como tú entre mis soldados, jamás se me ocurriría deshonrarte de esta forma.

La cocina se encuentra justamente debajo del Gran Comedor, bajando por unas escaleras. Tiene mesas idénticas a las que hay en el Gran Comedor justo debajo de ellas; la comida se pone en las mesas de la cocina y luego las suben al Gran Comedor. Tiene techos altos y una chimenea en un extremo de la cocina, hay montones de ollas y cacerolas que se apilan en las paredes.

En una de las paredes hay tres botellas pegadas a modo de decoración, están a la altura del pecho dos y la tercera a la altura de la cabeza formando una especie de triángulo.

La mayoría de repisas están repletas de jarrones llenos de agua fresca con hermosas flores que visten de gala la cocina. La verdad que todos los detalles están cuidados al máximo y luce muy hermosa.

Unos minutos después el caballero llegaba hasta la bien surtida cocina. Paraíso terrenal donde los hubiera si uno tenía tiempo para deleitarse en los olores, tiempo del que él carecía en estos momentos.

En el lugar se encontraban al menos tres personas que se pudieron percatar de la llegada del guerrero.

- Buenas tardes, amigos míos.

Era muy pronto para decir nada, pues posiblemente habría entrado a mitad de alguna conversación así que había que esperar un poco hasta captar si sucedía allí algo relevante o tan solo una charla casual. Aprovechó para hacer una señal de saludo también al cocinero, un simple asentimiento de cabeza para que viera que se le tenía en cuenta.

—Tal vez, ser, pero fue mi brazo el que se perdió por estar entre sus soldados, y un soldado sin brazo para matar no sirve como soldado. Además, desde que Baratheon ganó la guerra hay más necesidad de mayordomos que de soldados, así que aquí estoy, sirviendo platos y atendiendo los deseos de los nobles, en lugar de atravesándolos con mi filo. ¿Quién lo hubiera dicho, las vueltas que puede dar la vida?

John se encoge de hombros, tal vez está siendo rudo, pero la verdad es la verdad.

—¿Pero, ser, no vino hasta las cocinas para hablar de mi brazo, desea algo para comer? —le pregunta, conduciendolo sutilmente hacia el fogón, lejos del cocinero.

—Entró hablando de intrigas urdidas y oscuridad en torno a las damas. No es conveniente que tales cosas se escuchen. Yo no he visto nada, se que las damas están recluidas en sus aposentos, pero no he visto a ninguna de las pequeñas señoras. ¿Qué has escuchado? Mierda de banquete, solo está trayendo desgracias. —le susurró a Mordred aparte, mientras cortaba jamón con fuerza sobre una tabla para disimular el ruido.

Mordred se alejaba y conversaba con John de forma queda cuando la voz de Bernard llamó su atención. Saludó al caballero con un cabeceo y le hizo un gesto con la mano, haciéndole entender que podría estar por él en un momento.

- Discúlpenos unos instantes, Ser Bernard. Mientras tanto, quizás el bueno de Jevic pueda hacer algo por vos. -cambió ligeramente el tono, esperando que Bernard entendiera sus intenciones.- Siendo el cocinero, seguro que tiene cosas interesantes que contar.

Volvió a girarse hacia John y prosiguió la conversación que mantenían.

- ¿Escuchado? -dijo con cierta ironía.- He visto, John. Y desearía no haberlo hecho. Lady Lenia llegó al recibidor casi desfallecida, con las fuerzas justas para pedirnos que fuéramos al Septo, donde una más que sorprendida Lady Myriah apareció de pronto, sin mostrar el más mínimo interés por el estado de su hija. Por el de ninguna de ellas, a decir verdad, pues parece ser que todas excepto Lady Tabitha han sufrido algún tipo de infortunio. Sloth parecía conocer el plan de Lady Myriah, sea cual sea, pero lo cierto es que la Señora no tardó mucho en echarnos del Septo con muy malas formas. -lanzó entonces una mirada hacia Bernard, que acababa de llegar.- Ser Bernard me ha hablado de una celebración privada o alguna reunión similar por parte de la familia, previa a nuestra llegada esta tarde. Sospecha que alguien del servicio aprovechó para envenenar a las Damas. ¿Sabes tú algo de esa celebración? Has tenido que ver u oir algo, por mínimo que sea. No me creo que no haya ni una sola rata que maldiga entre dientes en esta Casa.

No le gustó demasiado que fueran a mantener una conversación a espaldas de él estando justo delante y acabando de llegar. Le concedería el beneficio de la duda a Ser Modred pero había sido desagradable. El caso es que estos días este tipo de situaciones parecían darse a menudo e incluso él lo había practicado.

Sin decir nada se acercó al cocinero y le sonrió. Las sonrisas de Bernard parecían siempre en exceso predatorias.

- Buenas tardes. Amigo, como sabe soy Ser Bernard Risefeller y sirvo a su señor y señora como caballero. Suceden cosas extrañas a las hijas de Lady Myriah y si ha visto algo extraño, algún movimiento raro o cualquier cosa que le haya llamado la atención, le pediría que lo compartiera conmigo para que pueda tomar cartas en el asunto. No quiero que las muchachas sufran. Como sabe, yo las tengo en alta estima. Si ha visto cualquier otra cosa, hábleme de ella que veré lo que se puede hacer.

Era cuestión de ir por las buenas y usar un tono confidencial. Posiblemente el cocinero no tuviera nada que ver pero podría haber estado presente.

- Antes o durante la última cena antes de que tuvieran todos estos síntomas, o durante el día en el que llegaron los visitantes al castillo ¿pudo ver algo fuera de lugar? Cualquier cosa que recuerde.

Inquirió al hombre esperando tener suerte. A la vez, le miraba fijamente a los ojos para notar cualquier atisbo de duda u emoción que arrojara alguna pista.
 

El cocinero miró extrañado al caballero que le hablaba. Se acercó a él y le dijo firmemente. No sé exactamente que insinúa, pero en esta cocina yo no he visto nada raro. Somos muchos los que entramos y salimos cargando víveres y platos para nuestras señoras y todos intentamos que la comida no sea solo sabrosa (que lo es) sino buena para su salud y su espíritu. Siento no tener para usted pistas o sospechas. 

Se giró con gesto ofendido y siguió a sus tareas, acabando de preparar la cena.

—Nada sé, ser. Sin embargo, la Señora, Lady Myriah, acababa de irse de las cocinas cuando tu entraste. Anunció que Fiona Ironsmith estaba muerta, y acusó a Lady Blackwood del asesinato. Ahora Lady Ginevra se encuentra en las mazmorras, y el cadáver está en el septo. La Señora ordenó que ningún preparativo se detuviera, ya que la fiesta debe continuar a toda costa, pero esto es llevar las cosas demasiado lejos. Necesito saber que mierda está pasando, ser, y disculpe mi lenguaje, pero creo que usted también quiere saberlo. Yo tengo permiso para entrar en las mazmorras, por órdenes del señor, por un pequeño asuntillo que allí se guarda, pero si hay guardias en la puerta, tal vez me venga bien algo de apoyo.

¿Puedo contar con usted, ser, por los viejos tiempos, las viejas glorias?

Mordred no pudo evitar que la sorpresa se mostrara en su expresión. Se quedó unos segundos en silencio, pensando sobre lo que acababa de escuchar.

- Creía que la situación era mala -dijo finalmente-, pero lo que me cuentas supera mis peores sospechas. Cuando llegué al Septo no había nadie, pero lo que me cuentas explica la abrupta llegada de Lady Myriah junto a Kyle. Aunque... -se perdió unos instantes en sus propios pensamientos, recordando lo sucedido.- El propio Kyle nos dijo que su hermana estaba herida, no muerta. Y no te disculpes, yo también estoy oliendo la misma mierda que tú. Me temo que Lady Myriah tiene unos planes muy concretos para esta noche, y hay que ponerle freno.

Escuchó la última propuesta de John con una mezcla de nostalgia y orgullo. La paz parecía empezar a dejar a gente como Mordred en un segundo plano, como un recuerdo obsoleto de lo que fue la Guerra. Volver la vista a los tiempos en el campo de batalla le hinchó el pecho, y colocó una mano amiga sobre el hombro de John.

- Cuenta conmigo, para esta o cualquier otra batalla que el destino tenga la mala idea de lanzar frente a tus piés. -cuando se disponía a girarse para salir, cayó en un detalle que había pasado por alto.- Yo también debo pedirte algo, si está en tu mano. ¿Tendrías también acceso a la torre de los aposentos de la familia? Como ya te he dicho las Damas han sido víctimas de un complot, y se ven afectadas por varios males. Me preocupa el estado en que pueda verse Lady Alyra. ¿Crees que habría alguna forma de llegar hasta ella?

Esperó con anticipación la respuesta, pues no saber si Alyra estaba bien comenzaba a preocuparle más de loq ue podía ocultar. Se giró, asegurándose de que Bernard estaba aun allí, y después volvió a centrarse en John.

- Deja que comente un último asunto con Ser Bernard y nos vamos.

Mordred se giró, dejando de dar la espalda a la mesa de la cocina, y se dirigió a Bernard. No quiso acercarse, a fin de no interrumpir una posible conversación.

- Disculpad, Ser Bernard. Debo acompañar a John un momento, pero quizás podamos hablar más tarde. ¿En el comedor, quizás? Por cierto, ¿el castellano Marvin ha aparecido con algún mensaje?

Ser Bernard trataba de hablar con el cocinero y lo hacía discretamente, de modo que no aparentara avasallarlo. Cuando el comandante le indicó que iba a marcharse le sorprendió un poco aunque apenas mostró emoción, pues ya estaba acostumbrado a que en el castillo la gente actuara de maneras extrañas.

- No sé nada del castellano. Nos vemos más adelante, Ser Mordred.

Sonrió escuetamente a modo de despedida. Y resultó curioso pues las sonrisas del caballero parecían ir siempre cargadas de ironía aunque él no lo pretendiera. No añadió nada más, imaginando que en algún otro momento volverían a cruzarse.

- Nos vemos. Tengan suerte.

Indicó también al otro hombre a quien sólo conocía de vista.