Partida Rol por web

Al verlo, ahora con todo lo que sabía, y con lo que había dicho aquella serpiente, se le erizó la piel. Pudo ver su esfuerzo por mantenerse, su lucha por el autodominio. Y ella misma volvió a sentir que se le obstruía la garganta mientras se le congelaba el corazón.

Malditos, malditos sean...

Trató de hablar. Fue más difícil de lo que pensó que sería. Años de práctica era lo único que le impedía alterar el rostro, pero donde la cara se mostraba serena los ojos mostraban su preocupación y tristeza.

- Me he tomado la libertad de entregarle el diario de Anna Arryn. - adelantó, sin reservas. No era tiempo de protocolos inútiles en ese momento. Pero debía saber el lord, solo con sus palabras, que Sebastian ya estaba enterado de su origen. - Te explicaré mis motivos, pero él tiene algo muy importante que decirte. - Y yo también.

Podían verlo en ella. Algo cambió en esas horas, o minutos. Y cuando tuvo que poner en una balanza la confianza del lord o la vida de Sebastiano no dudó, más cuando podía sanar una herida vieja del lord y hacerle abandonar la culpa por lo ocurrido a Andriu Vaelys. Pero de la misma forma las palabras de la serpiente rondaban.

Y es que había soportado muchas cosas en su vida. Pero al verlo allí, tras años de negación y resentimiento, ahora que sabía más, ahora que estaba consciente de lo que podía pasar...

Miró a Sebastian, para que hablara. Para que pudiera acabar él. Para poder hablar ella después.

Porque necesitaba tanto hablar con él.

Sebastian miró a Ginevra y luego a Lord Rhys. Era obvio que el criado estaba nervioso.

-Ginevra me ha explicado varias cosas. También he ojeado el diario. Pero me gustaría que me lo confirmaseis, por favor. ¿Soy hijo de Andiu Vaelys?- Necesitaba la confirmación de Lord Rhys para acabar de confirmarlo. -Sabed que, por supuesto, estoy de vuestro lado. He oído que hay alguien con malas intenciones para con vos y otra gente de la Fortaleza. Contad conmigo para descubrirlo.-

Al señor le sorprende la franqueza y la rapidez de los dos en afrontar el tema, en un primer momento, ocupado como estaba en acostumbrarse al clima de la cripta sin que le diera un ataque de tos. Pero se repone rápidamente y adopta un aire solemne, de gravedad. Asiente a lo que le pregunta Sebastian. "Sí, querido Sebastian, él era tu padre, y por eso te hemos acogido aquí, en la Fortaleza de Sangre." Deja una pausa y continua: "Si tu destino está en permanecer como mayordomo, o hacerte caballero, solo los Siete lo saben; de momento, es mejor que nada se sepa, y menos hoy, pues nuestra atención debe concentrarse en la fiesta."

Por último, tras una intensa mirada a Ginevra, añade: "Cuento con ambos para esa protección que mencionas. Es importante para mí."

- Podéis contar con ella. - dijo, sinceramente.

Tuvo el impulso de ayudarlo a apoyarse o sobar su espalda, pero se contuvo. En su lugar mantuvo las manos entrelazadas.

No sabía si Sebastian desearía ser caballero. Le sorprendió la distancia que tuvo que haber tomado de él para no saberlo.

Será diferente ahora. - le miró con el afecto de aquella amistad infantil. - Seré diferente.

Aguardó a que respondiera al lord. Tenían poco tiempo, y había mucho de que hablar y alertar, pero antes podría el tener algo que decir.

Sebastian asintió ligeramente a Lord Rhys. -¿Hay sospechas de alguien concreto? Quizá pueda averiguar algo.- Miró también a Ginevra -¿Sospecháis de Viserys? No lo vi hoy en el desayuno y su ausencia es poco común.- Permaneció en silencio unos instantes pensativo mirando al frente, luego miró de nuevo a Rhys. -Podéis confiarme alguna misión extra para investigar a algún sospechoso, las cocinas no serán un problema y es difícil quedarse sin hacer nada cuando uno sabe que hay amenazas en la fortaleza.-

Ante la pregunta por Viserys, el Lord torció un poco el gesto, pero solo dijo: "Estar atentos y comunicadme lo que sea, ahora tengo que ver al Septón." Sin embargo no se va todavía, sino que espera a ver la respuesta y si tienen algo que añadir.

A Sebastian le habría gustado discutir más asuntos, pero era obvio que este día el Lord estaría muy ocupado y prefería dejarlo para después de la fiesta. Esperaba que para entonces no fuera demasiado tarde. Se limitó a asentir y aguardó por si Ginevra le quería decir algo o aclarar sus dudas.

Notando a Sebastian un poco inquieto, el señor le miró fijamente. Quizá había hecho bien en no irse tan precipitadamente. "¿Algo más que quieras decir, muchacho?"

Esperó a que terminaran de hablar, manteniéndose en un segundo plano. Quería decirle muchas cosas, pero parecía decidido a irse pronto. Aquello la confundió.

Tenía cosas que decirle, sobre la casa, algo que él mismo le pidió, y otra cosa que había descubierto en las mazmorras. Pero tenía que hablarlo con él a solas... y muchas otras cosas más.

Negó con la cabeza, -solamente pediros que me aviséis si en algún momento sospecháis de alguien. Al ser el responsable de las cocinas puedo evitar que manipulen la comida. No he compartido con nadie cual será el menú por si acaso.- Miró a ambos. Los demás asuntos podían esperar. Hizo una leve reverencia listo para marcharse en cuanto se le diera permiso.

"De acuerdo, muchacho, puedes irte." Como notaba a Ginevra un poco rara, Rhys decidió que el chico marchara para ver si, a solas, la mujer tenía algo que añadir.

Sebastian asintió y salió por la puerta

Los años de separación y dolor, de amor y pasión, de secretos y palabras no dichas, volvieron a apretar su corazón. Solo había visto cansancio, y se había reprochado que aun siguiera importándole. Ahora que temía que aquello fuera más grave aquella coraza se había agrietado. Y aquí estaban, de nueva cuenta. Y de nueva cuenta volvían a estar así, a solas, ella acariciando la crin de un caballo de madera y él apoyado en la ventana.

Su voz sonó tan rota cuando ella habló.

- ¿Qué nos pasó?

Suspiró. La conversación de la noche pasada y lo escuchado en las mazmorras volvía a su mente, con una fuerza taladrante. Esperó un tiempo breve pero prudente a que Sebastian estuviera tan lejos como para escucharlos. Le costaba contenerse, obra de todas las emociones vividas. Era como un dique que contuvo sus sentimientos por tanto tiempo, que cuando los truenos de la tormenta lo agrietaron batalla cada vez más para seguir apresando el agua. Podía aun repararse, pero era una grieta tan dolorosa que necesitaba saber, con urgencia.

- Hablé con Viserys Targaryen. La maldita sierpe sabe mucho más de lo que nosotros creíamos, acerca de todos. Sabe que si mueres y ninguna de mis primas se ha casado, Edric Colina heredará todo. Sabe que la "enfermedad" solo ataca varones. Y sabe del testamento. El desgraciado incluso tuvo el atrevimiento de pedirme que me casara con él. Le hice creer que mordí el anzuelo, pero quiere meternos en una trampa.

Deseó tener donde sentarse. Estaba agotada por toda la actividad física y el dolor constante en su pierna, pero no tenía mejor apoyo que la pared. Y aun a fuerza de voluntad y urgencia podía permanecer presta a la acción que parecía necesaria, ya que todo se precipitaba demasiado aprisa.

- Sabe también de los rumores del cuerpo de tu hermano. Me fingí de su lado para tratar de sacarle si él tuvo que ver en la desaparición del cuerpo y la espada, y aunque aun no me lo ha dicho definitivamente sabe algo. Probablemente por la gente del servicio: dijo haber prestado oídos a todos los rumores, pero alguien debe estar coludido con él. Y sabe tanto de la "maldición" de los Vaelys que conoce casi todo sobre el predicamento de la herencia. Y está convencido de que hoy vas a morir.

Dejó que lo digiriera. Miró al suelo, inspirando lentamente, para seguir hablando. Al levantar la vista, no pudo ocultar todas las emociones impresas en sus ojos, y el leve temblor de su cuerpo.

- No más secretos. No más palabras no dichas. ¿Te estás muriendo?

Siento no haberla hecho partícipe del Consejo, tengo pensado que vos tome parte como capataz de los cultivos, ocupándose de que estas tierras vuelvan otra vez a ser productivas y a contratar campesinos para dicho fin. Pero antes debemos de desmantelar el cruel designio que rodea a esta casa de estar bajo un maleficio. Para que otra vez puedan venir los campesinos sin miedo a estos engaños que solo provocará la ruina del servicio y del mantenimiento de estas tierras si no descubrimos a qué es debido esta extraña enfermedad.

El tiempo apremiaba. Al no escuchar respuesta, decidió irse. Dominó sus emociones, o mejor dicho, lo que se reflejaba de estas en su rostro. Tenía aun las mejillas pálidas, los ojos brillantes, pero su expresión era más neutra.

- Espero os acordais de vuestra oferta de hacerme Capataz de los Cultivos. Si es así, la acepto. Si no, hacedmelo saber.

Y con mucha fuerza de voluntad, fue que se separó de él.

Cuando por fin salí del campo de visión de ambos, pasó de un caminar medido a un correr accidentado por la cojera. Demasiados pasillos y escaleras, que hasta hoy se sentían como un laberinto. ¡Pero debía de llegar! Deprisa, más deprisa. Poco importaba el punzar de su pierna. Solo tenía que llegar. Que por algún afortunado milagro aun siguiera allí. ¿Pero qué le diría?

¿Y si no estaba ya allí? ¿Y si lo encontraba, como le explicaría el cambio tan grande que hubo en menos de una hora? ¿Y si...? ¿Y si...?

Su mente era un hervidero que atenuaba el camino, haciéndole crecer alas en los pies mientras su falda hondeaba con violencia, figurándose que recorría todo de un tirón aun cuando iba a tropezones. ¡Después pensaría sus palabras! ¡Debía encontrarlo! ¡Los dioses permitieran verlo, que los dioses hubieran evitado que se encontrara en el Gran Comedor desde donde no podría hablarle! ¡Que los dioses tuvieran piedad por una vez!

Llegó a la cripta casi con violencia de tromba. El abrir de la puerta fue más como el empujar un muro de piedra, ante la adrenalina de su loca carrera y el temblor de sus manos. Sus perturbados nervios, que usualmente le daban la máscara de la impasibilidad, ahora no atinaron siquiera a recordar que debía anunciarse.

Había sido tanto el miedo inconsciente de que no estuviera allí, que al verlo quedó atónita, incapaz de reaccionar pese a que hubiera contado con ello. 

- Mi... - trató de hablar, pero la impresión y la falta de aliento la hicieron perder las palabras, y el esfuerzo la hizo perder el equilibrio, derrumbándose y apenas logrando apoyarse a tiempo en la pared para no terminar de resbalar al suelo. Trató de recuperar la respiración, dándose cuenta de lo impestuoso de su entrada.

Me había quedado anonadado cuando Ginevra salió de las criptas. Todo aquello que me había dicho, mi promesa de darle un cargo en mi corte... Y sobre todo el que ella supiera de mi enfermedad... ¡Ja! ¿Qué si me estaba muriendo? Si realmente lo estaba haciendo, no caería como una frágil mujerzuela, si no con los pies bien plantados en el suelo y la espada en ristre.

...Aunque la próxima batalla, no se disputaría a base de bravura y acero, si no a base de astucia y diplomacia. Y para ello tenía que contar con el corazón de mis hijas... ¿Cuáles de ellas elegirían qué paladines para hacerse con mis posesiones? ¡Maldita sea! ¿Por qué un guerrero tenía que verse mezclado en asuntos del corazón? ¿Acaso algún Stark había tenido que vérselas con un problema así? ¿Y un Lannister?

Nada más pensar en esa familia, se cruzó por su mente la imagen de Cersei... ¡Aquella si que era una mujer astuta y pérfida! Y deseó saber lo que haría ella en su lugar... ¡Qué tontería! -y tosió  mínimamente- ¡Seguro que haría rodar unas cuantas cabezas! Lo difícil era saber cuáles tenían que ser para producir el efecto adecuado.

Aquellos oscuros pensamientos, fueron interrumpidos por unos pasos que se dirigían a la cripta. Se sorprendió al comprobar que era de nuevo su deseada Ginevra que volvía dios sabía por qué.

Ella iba a comenzar a hablarle cuando se desplomó en la entrada.

-¡Dioses! ¡Ginevra!

Se acercó a ella rápidamente y la cogió en sus brazos:

-¡Ginevra! ¡Respóndeme!

La acercó a su pecho en la esperanza que su calor la reconfortara y la hiciera volver en si mientras acariciaba su ensortijado pelo:

-Ginevra... -añadió en un susurro- ...Vuelve a mí... -dijo suponiendo que ella no le oía y que en aquellas criptas podía liberar el anhelo que aprisionaba en su pecho.

Demasiados esfuerzos, impresiones fuertes, la falta de desayuno, la falta de sueño y descanso habían culminado en un desvanecimiento. ¡Y estaba tan cansada! Escuchó una vaga voz lejana. Sintió que la alzaban, y quiso revivir. Era un limbo oscuro donde no se podía mover, y sin embargo estaba allí.

¡Se sentía tan cómodo estar en la sombra! Sin sentir ni pensar. Sin los problemas del mundo exterior. Sin sentir que todos estaban en contra y que los que quería estaban en peligro inminente. Solo una paz sin sentimientos.

La voz ahora la llamaba. Pudo sentir en la bruma de la inconsciencia que debía volver, pese a que la oscuridad fueran tan reconfortante. Intentó negarse, pero volvió a escuchar su nombre y una voz ordenándole volver. Sintió un suave calor, reconfortante, más que la oscuridad. Se aferró más a ese calor, dándose cuenta de eran un pecho y unos brazos.

Había sido arisca en días pasados. Se sorprendió de lo íntimo de la cercanía. El corazón le latió con fuerza.

- Rhys... - por primera vez en mucho tiempo lo llamó por su nombre.

Sintió en sus ojos lágrimas de cansancio y alivio. Lo abrazó de vuelta, con fuerza, dándose cuenta que era la primera vez que lo hacía en mucho tiempo. Se aferró más a él, a ese calor que tanta falta le había hecho.

- Lo siento. - debía de decirlo, a eso había venido. - Lo siento por todo. Quería odiarte, alejarme. Pero ya no puedo.

Y buscó sus labios.

Ginevra abrió los ojos y Rhys suspiró aliviado. No parecía nada grave. Sus ojos le miraron con aquella mirada que le hechizaba y sus carnosos labios entreabiertos, buscaron su boca después de decir su nombre.

Sencillamente, era imposible resistirse ante aquel cúmulo de encantos reunidos en una sola mujer ¿A quién le importaba todo lo demás en el mundo cuando su boca le buscaba anhelante?

- ...Ginevra...

Fue lo único que pudo decirle antes de juntar sus labios con los de ella en un largo y profundo beso cargado de deseo.

Degustó con ansia su sabor y disfrutó del jugueteo de su lengua con la de ella recorriendo cada rincón hasta saciarse, para luego besar su delicado cuello perfumado de esencias que le embriagaban y que nunca había percibido en ninguna otra mujer: Quizás fuera su blanca piel la que obraba el milagro al mezclarse de una manera única con aquellas esencias. Sólo sabía que se volvía loco de deseo cada vez que ella estaba a su lado solazándose en su belleza juvenil besándola y acariciándola aquí y allá.

- Os quiero para mí, Ginevra. No dejaré que volváis a alejaros de mi lado -le dije en la penumbra de aquella cripta ante la muda presencia de mis antepasados- Seréis quien rija los destinos de la casa Vaelys junto a mí.