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Castroviejo: El origen

Los enamorados

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22/01/2016, 15:42
Director

¿Por qué era tan dura y cruel Beatriz con su lazarillo? ¿Por qué aún con todo Pablo consentía que aquella mujer le tratara así? 

Porque su condición de maltrato y gritos solo era una fachada de cara al pueblo. En las noches, en la soledad de su hogar, aquella anciana ciega profesaba un amor a aquel chaval que jamás tuvo por su difunto marido. Y al abrigo de sus arrugas aquel chico sentía una fuerza inexplicable pulsar dentro de él. 

Notas de juego

Enhorabuena: Sois los ENAMORADOS. Aún no podéis hablar pero tenéis que saber que vuestro destino estará ligado para siempre. Jamás podéis votaros el uno contra el otro. Y si uno muere... el otro también lo hará. A cambio todas las noches se abrirá esta escena para que podáis hablar y debatir y tener una estrategia conjunta que puede incluir, si lo considerais, revelar al otro vuestras verdaderas identidades. 

Sobre la naturaleza de vuestra relación: Si es amor puro maternal o sexual o algo morboso y oscuro entre medias, ya lo vais configurando vosotros como queráis. Jajajaja. 

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29/01/2016, 11:56
Director

Ya en la oscuridad del refugio y al calor de la lumbre, Beatriz y Pablo, pudieron tener la conversación y el afecto necesario. 

Notas de juego

Ya podéis hablar durante toda la fase de Noche. Os podéis contar todo lo que queráis. Deseoso estoy de ver por dónde lleváis esa relación de "amor" 

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29/01/2016, 22:25
Beatriz Bocanegra

Había permanecido en silencio desde que salieron de la plaza cuando ya anochecía. Pero una vez dentro de su hogar, guiada por Pablo, no pudo reprimir más su dolor.

-Dios Bendito! No puede ser. Hemos matado a un niño inocente.- Doña Beatriz se santiguó visiblemente afectada por la muerte del pobre Ramón. – Jamás me perdonaría si este pueblo te condena a esa misma cruel muerte que el flautista. ¡Que se atrevan a cuestionar tu inocencia y verán de lo que soy capaz!- pocas veces Beatriz mostraba su debilidad por su pequeño lazarillo.

-Pobre Ramón, que el señor lo acoja en sus brazos.- Negó con la cabeza al recordar como el pueblo lo había condenado a muerte por simples palabrerías. – Adela es la que tendría que estar ahorcada en lugar del pobre muchacho. A esa fue a quien voté. ¡Esa sinvergüenza esconde algo! Lo puedo notar en su voz, por sus formas de manipular al pueblo.- Beatriz parlamentaba sola desahogándose de lo ocurrido y temiendo las próximas horas.

-Pablo, trae la botella de vino del tercer estante de la despensa. Si los lobos vienen a por nosotros esta noche, que sea bien entrada la noche, cuando la conciencia haya abandonado el raciocino. -  La señora Bocanegra finalmente se desplomó en su sillón, esperando el vaso de vino de la mano de Pablo, quien animaba a compartir en aquella oscura noche.

Notas de juego

En los próximos días estaré fuera, por lo que intentaré escribir vía móvil.  Saludos!

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30/01/2016, 14:05
Pablo

El camino a su casa fue silencioso. Mas no tratábase aquel de un silencio de dos partes, calmado y conforme; no. Tratábase sin embargo de un silencio de tres partes, tensas y cortantes: la una y la otra, aquesta guía y aquélla guiada, y la tercera una parte de silencio propiciada por tan inocente silueta, recortada contra la luna, mudo testigo de lo que en aquel lugar dábase en suceder en los próximos días aciagos.

No fue, pues, sino hasta que llegaron al hogar, que en la soledad del refugio y la intimidad de la sala al calor de una lumbre ya apagada diose en hablar la ciega anciana, mostrando su pesar y dolor por aquella inocente pérdida y su preocupación, al tiempo, por su pequeño lazarillo. Conmovió aquello al muchacho de tal modo que, en lo que terminaba de retirar los rescoldos de la vetusta chimenea y colocar nuevos tocones para prenderlos, corrió el muchacho a sujetar con fuerza la mano de su anciana señora, dando así a entender que ella no estaría sola en ningún momento en lo que de él dependiera.

—No os preocupéis, señora Beatriz —tranquilizó el muchacho—, que polluelo soy, mas que sé defenderme, que mi lengua afilada no sólo de vos la he aprendido —bromeó, tratando de calmar un poco con sus chanzas a la anciana mujer, a quien en el alma pesábale ver sufrir—. Que ni a mí ni a vos nos colgarán de esa entena si está en mi mano el evitarlo, os lo prometo, señora Beatriz.

Y en aquello que la señora se calmaba un poco, volvió el muchacho a colocar ramitas pequeñas bajo los apilados troncos gruesos del hogar y a encender una pequeña chispa con la yesca y el pedernal, haciendo que comenzara a germinar aquella llama que, poco a poco, fue creciendo y tomando fuerza. Mas la incertidumbre de su dueña y señora aún no cesaba y que por la pobre alma del bueno del flautista continuaba penando, buscando en su lugar consuelo en el desahogo de a quién acusar, así que el pequeño zagal, sinceróse con ella finalmente.

—Non soy más que un simple crío, señora Beatriz, a quien vos recogisteis cuando andaba por los caminos perdido y desorientado, sin siquiera conocer del todo este curioso idioma —comenzó, arrodillándose al lado de la butaca junto al fuego y tomando la arrugada y callosa mano de la anciana con las suyas, aún pequeñas—, nada más sé y nada más escondo. Mas claro me es que vos apreciaisme, aunque sólo sea porque soy quien os sirve de lazarillo y que nunca os traicionará, así que haré cuanto esté en mi mano por seguir vuestras indicaciones y vuestros consejos para dar con quien en esta villa tanto mal está causando. Yo también voté por Adela, señora Beatriz, mas non fue sino en un último intento de salvar a Ramón que, en mi humilde opinión, parescíame a mí un muchacho sencillo, sin nada que ocultar.

Corrió tras esto presto el muchacho a por la botella que la señora requeríale, trayendo consigo un grueso jarro de barro. Cruzole por la mente durante unos instantes llenarle la mitad con agua, cortando aquel brebaje un poco, como había hecho otras veces, para que la señora Beatriz no bebiese tanto como acostumbraba… mas no lo haría aquel día, no aquella vez, aquella vez le llenó el barrillo hasta el borde y depositóselo en la mano nudosa y arrugada.

Señora Beatriz… —atreviose finalmente a preguntar, aspirando el dulce aroma que ascendía del cristal descorchado— ¿puedo… puedo yo tomar también un poco?

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31/01/2016, 15:12
Beatriz Bocanegra

Cuando el chico le llevó el ansiado vino, Beatriz bebió del brebaje. –Adelante, mi querido Pablo.- animó la anciana al chico quedándose todo en silencio, salvo por los chasquidos de la alumbre.

Tras unos minutos de reflexión, Beatriz volvió a hablar esta vez más calmada con el vino entre sus manos. – Si sobrevivimos a esta noche habrá que pensar en la estrategia de mañana. Me reconforta tenerte a mi lado, pero con cuidado debemos ir pues ya algunos sospechan de nuestra confianza, a pesar por mis violentas formas de tratarte públicamente.- Bebió y saboreó otro trago del vino.

-Ahora que se ha demostrado de la inocencia del flautista, ¿debemos sospechar de Rodrigo? Él, Adela e incluso la alcaldesa no son trigo limpio…-