Partida Rol por web

Según la leyenda, cuya existencia se puede seguir con certeza sólo hasta 1245.

La pequeña abadía de Cerro de cruces fue erigida por mandato del papa Liberio (352-66) y construida por los eremitas del valle de Xálima.

La misma leyenda relata que la capilla pasó a poder de san Benito en el 516 año del señor. Se conoció como Nuestra Señora del Valle o Nuestra Señora de los Ángeles, refiriéndose, según algunos, a la Asunción de la Virgen a los cielos acompañada por ángeles; según otra opinión, se atribuye el nombre al canto de los ángeles que allí se escuchan con frecuencia.

En esta iglesia, el 24 de febrero de 1208, el hermano franciscano Ildefonso de Asís oyó la llamada de Jesús para que eligiera una vida de absoluta pobreza y se marchó a extender su palabra y obra por los caminos.

En el lecho de muerte de San Francisco, se recomendó la capilla a la leal protección y cuidado de todos sus hermanos Franciscanos. Él murió en el ocaso del sábado 3 de octubre de 1226. 

Este pequeño monasterio fue entregado, alrededor del año 1240 a la orden Franciscana por el abad de san Benito, con la condición de hacer de ella la iglesia madre de su familia religiosa en la península ibérica. Estaba en malas condiciones, abandonada en un bosque de robles. La orden franciscana la restauró con sus propias manos. 

Los capítulos generales, las reuniones anuales de los frailes en la península, se celebraban en esta iglesia, normalmente en Pentecostés, que cae en mayo o junio.

Después de la muerte de san Francisco y después de la entrega a la orden Franciscana, el valor espiritual y carisma del monasterio de cerro de cruces se hizo aún mayor. Llegando a ser una parada obligatoria para todo monje que va a Santiago de Compostela de peregrinación.

¿Habían parado en un monasterio? A Emma le rugían las tripas y se encontraba un poco cansada. Era obvio que no tanto como su esposo o los demás...

Miró a la joven pareja ( que no eran hermanos como ella pensaba en un principio) y los observó con ternura.

-No he estado muy atenta a las conversaciones , porque estaba ... bueno, no importa. Aclaradme una duda...¿Repasaremos aquí?

Aquí encontraremos el refugio de los monjes franciscanos durante dos días y dos noches. Suspiro de forma agradable.

Por lo menos, ¿Esa es la costumbre no maestro? 

Será el momento de parlamentar con el abad para encargarle la educación y cuidados del recién nacido, ¿verdad, fray Guillermo?. Vos lo conocéis seguramente y espero que también sean hospitalarios...

El viaje había sido extraño, con aquel pequeño en mis brazos y con la cercanía de Tomás... Echaba de menos nuestra intimidad, la soledad de nuestro hogar y su calidez... Pero sabía que ya no podíamos regresar a aquellos tiempos, necesitábamos encontrar otro camino... 

- Estaría bien descansar, si... Al menos, mientras nos aseguramos de que el pequeño tenga un lugar al que llamar hogar con gente que lo quiera y donde reciba una buena y merecida educación... 

Estaba preocupada por el niño, y por qué no, por nosotros también... Habían sucedido cosas muy extrañas... Además, observé como el médico no veía con buenos ojos a Tomás... Y eso, me daba miedo... 

Sentado en el carro junto a mi esposa, seguíamos al resto del grupo. La veía distante, sumida en sus dolorosos recuerdos, la muerte de la mujer y el nacimiento de la criatura la había afectado, pues seguro la había echo recordar. La mire con compasión deseando poder calmar su pena, haría cualquier cosa por ella, solo debía decírmelo. 

El dolor en el brazo disminuía, aún así necesitaba llegar al monasterio, para volver a limpiar la herida y aplicar algún ungüento que tuviesen los monjes para cicatrizar deprisa, y evitar que se infectara. 

Aquí podremos descansar, como bien dice mi joven discípulo, dos días es lo máximo que podremos estar si no estamos heridos o enfermos. Miro al campanario con cara extrañada.

Es extraño que no haya sonado la campana al vernos, lo normal es que la persona que hace la vigilancia ya hubiera tocado la campana con el martillo de aviso para llamar la atención del abad. Sigo caminando, ahora quizás se me note un poco alterado. Quien se fije en ello se dará cuenta de que ahora voy caminando más rápido de lo acostumbrado.

Tanta paz....es rara en una abadía, donde siempre hay actividad de los monjes. No oigo ni los ecos de las labores más ruidosas de los monjes, asociadas a la remodelación de la propia abadía.

Parece que fray Guillermo se ha percatado de algo extraño y me apresuro junto a él.

Empiezo a blandir hacha y escudo no sea que..... 

Al entrar por el portón principal notáis la falta absoluta de ruido, ni siquiera el viento hace mella en aquel silencio. Pero aquello no impide que os fijéis en la decoración del interior de la abadía.

Sobre la entrada hay un fresco que representa a San Francisco recibiendo de Cristo y la Virgen la indulgencia, conocida como el «Perdón de Asís». El pintor era sin duda miembro del movimiento nazareno, un grupo de pintores que pretendían revivir honesta y espiritualmente el arte cristiano. En la base de este fresco hay una leyenda, pequeña y rectangular con las palabras latinas 'Haec est porta vitae aeternae'.

La pared lateral del lado derecho muestra fragmentos de dos frescos pero están totalmente irreconocibles.

En el lado izquierdo, se haya la tumba de Pietro Cattani, quien falleció en marzo de 1221 de unas fiebres en esta misma abadía.

En la parte posterior, por encima de la entrada, hay un fresco que representa la Crucifixión.

En lo alto de la bóveda se alza un pequeño campanario.

Algunas de las piedras cuadradas, cogidas del pico Torrecerredo fueron colocadas a mano por el propio santo y sus seguidores mientras reparaban este pequeño monasterio.

La obra más destacada es el fresco en seis partes en el ábside:

• (en el medio) La Anunciación.
• (a la derecha) San Francisco se lanza entre las zarzas.
• (a la derecha) San Francisco acompañado por dos ángeles.
• (en lo alto) Aparición de Cristo y la Virgen, acompañados por 60 ángeles, con san Francisco ofreciendo rosas.
• (a la izquierda) San Francisco implorando al papa Honorio III la confirmación de la indulgencia.
• (a la izquierda) San Francisco promulga la indulgencia, acompañado por los obispos de Umbría.

Era extraño... El lugar estaba demasiado silencioso, demasiado quieto... Algo no iba bien... Miré a Tomás y después a Julián... Y entonces éste comenzó a blandir sus armas... Un claro signo de que las cosas no iban bien... 

- ¿Qué ocurre? ¿Por qué tanta quietud? - Acunaba al niño intentando hacerle sentir mejor - No me gusta nada este silencio... Esta tranquilidad... 

Qué ocasionó las fiebres de Pietro Cattani? Tendrá que ver con el desalojo del monasterio? Preguntas de momento sin respuesta me venían a la mente.

Iba avanzando hacia el ábside para encontrar algún sentido a tanta quietud. A pesar de mis raciones de comida y bebida de reserva, también estaba algo furioso pues no íbamos a tener ni lecho ni a comer el famoso queso del Cerro que tan buena fama en su elaboración era conocida allende la comarca.

Oona, manténte algo lejos, por favor, con el bebé; hasta que esté claro este misterio, no quisiera que os viérais en medio de una emboscada.

El monasterio resultaba algo siniestro así tan silencioso como estaba. Era evidente que algo había ocurrido, obligando a los monjes a marcharse, en el mejor de los casos. Lo observo todo a mi alrededor durante unos instantes, los frescos y pinturas, la bóveda... Con mi brazo bueno agarro la empuñadura de mi Bracamante pues no me fío de nada, y menos después del día que llevamos. No desenfundo pero lo palpo, agarro su empuñadura para tranquilizarme al notar su tacto, y poder sacarlo rápido si fuese necesario. Avanzo silencioso hacia la tumba de Pietro, deseo examinarla más de cerca.

Las palabras de Julián me hicieron dar unos pasos atrás mientras resguardaba aún más al pequeño entre la manta y mis brazos.

¿Qué estaba ocurriendo en aquel lugar? ¿Qué extraño mal nos perseguía?

Asentí a las palabras de Julián y me mantuve lo más alejada posible de aquellos que iban en cabeza, pero aún así cerca de alguien que pudiera brindarnos algo de protección... Miré al pequeño con cierto temor, pues era urgente encontrar alimento para él... Y yo, yo no podía facilitárselo... 

A Emma toda la rica decoración ( o así era para ella) de cuadros le impresionó tanto que avanzó Hasta ellos para poderlos contemplarlos mejor. Además, había un silencio sepulcral y aquello facilitaba más aún que pudiera ver las pinturas.

A los demás , el silencio se les era extraño. Pero para ella... no. Pensaba Que era lo normal en aquellos lugares.

Me desplacé con Sigilo hasta el ábside del monasterio (parte derecha) y observé cuidadosamente el fresco de San Francisco y las zarzas.
No encontré mucho sentido al dilema del monasterio y empecé a buscar las miradas de los franciscanos, el médico y Tomás por si tiraban del hilo y desentrañaban la madeja.
Éramos responsables de alimentar un neonato y el tiempo se acababa...

Miraba a Tomás con cierto temor y extrañeza, pues no sabía qué estaba sucediendo... Mis ojos lo buscaban, como si su presencia pudiera transmitirme calma y paz... 

Observé como la otra mujer parecía disfrutar del lugar con una calma que me era incomprensible... ¿Acaso no sentía lo mismo que el resto? ¿No había visto las reacciones de aquellos que parecían conocer el lugar? Si para ellos esta situación era extraña y desconcertante debía ser porque algo no estaba bien... 

Fray Guillermo, aquí no parece haber nadie. ¿Seguro que este monasterio no está abandonado?

Exacto Tomás , ahora que arcos y ballestas son inútiles, y solo gozamos del cuerpo a cuerpo frente a lo desconocido, ¿cuál es el objeto de nuestra presencia estéril en este monasterio abandonado, húmedo y polvoriento?

Señores, están en el monasterio más importante de la orden franciscana en la península ibérica, un poco de respeto. Lo digo mientras me acerco a la tumba de Pietro Cattani.

Mi joven aprendiz tiene razón. Aquí hay algo que se nos escapa, sin embargo los franciscanos tenemos votos muy claros e imitamos, en lo religioso, la vida de Jesucristo, y, según los consejos evangélicos, Jesucristo siguió tres principios: pobreza, obediencia y castidad. Cojo aire antes de continuar.

El amor al prójimo es propio de todos los buenos cristianos, así que en este monasterio también impera ese cuarto principio. Podemos alojarnos cada uno en una de las celdas desocupadas. Las reconoceremos por la falta de velas en sus mesitas. Podemos descansar hasta mañana en ellas y partir con el amanecer. Vamos, es por aquí