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Almacén del Ejército Rojo 945

El Almacén del Ejército Rojo 945 es una escena de caos y desorden. Construido en 1929 para controlar el proceso de colectivización y el requisado estatal de grano, las instalaciones de la base ya están en declive. Vallas coronadas de alambre de espino rodean el almacén, pero el escaso mantenimiento ha hecho que se derrumben en diferentes lugares.
Dos torres de guardia que se dirían provisionales flanquean el portón de entrada, cada una cuenta con un foco que ya no funciona (el generador está en un estado irreparable), y ametralladoras Tulamash-Maxim operativas.

Un discreto arroyo serpentea dividiendo la zona en dos. Se ha colocado un puñado de troncos pintados de verde sobre el fangoso suelo para permitir el paso entre los diferentes edificios. Estos, construidos de manera casi improvisada, comienzan a desintegrarse.
Todas las construcciones son de madera verde salvo el cobertizo de maquinaria, el polvorín, la enfermería, y el calabozo, que han sido levantados de manera algo más elaborada, utilizando ladrillo cocido. Se aprecia también un puñado de contenedores de grano vacíos y dejados oxidarse.

La actividad en el almacen es muy baja por lo que la mayoría de los soldados se dedican a beber vodka, permanecer cerca de un fuego y jugar alguna partida de Eralas (juego de cartas similar al Bridge muy popular en la URSS) en uno de los barracones.

El jefe al mando de esta pocilga es el coronel Previenshchi, mando interino del lugar desde el fallecimiento del anterior comandante, hace tres semanas. El oficial, un gordinflón elegido a dedo por el Partido esta afectado en estos momentos por un caso de “intoxicación alimentaria” por lo que se encuentra recluido en sus habitaciones la enfermería.
Solo hace tres semanas que esta al mando del almacén y no ha hecho gran cosa por mejorarlo sino más bien por mantener el mismo status quo que había antes.

-Mmmm.... Кварт-мажор...- murmuró el zampolit, sólo para ver la cara que ponían los demás y no porque realmente tuviera una escalera en la mano.-

Vissarion miró sus cartas, y después a su compañero de juego, el sargento Kovaleskii, otra mano de mierda...

Aun así, decidió dar un trago a su petaca y seguir con la mano. Lanzó un par de kopeks más a la mesa y dejó sus cartas boca abajo sobre la mesa.

-Voy

El joven sargento Kovalevskii deja caer la cartas sobre la mesa mientras se retira un poco de la mesa.
- дерьмо, así no puedo jugar. Solo me llega basura.

Petr sonrió ampliamente mientras daba una calada a su cigarrillo corto y ovalado para luego estirar la mano en dirección a la petaca de su compañero, mientras empujaba el paquete de tabaco para que quien quisiera uno lo cogiese.

Los soldados Lomakin y Rydnin pasan cerca vuestra y os saludan, no con mucho ímpetu aunque tampoco se lo tenéis en cuenta, les toca salir ahí fuera, al frío, para hacer guardia mientras vosotros os quedáis aquí. Que tampoco es que se este muy bien aquí pero al menos estáis entre cuatro paredes.

El sargento Kovalevskii se pone en pie y revisa el uniforme de sus soldados. Tras permanecer unos segundos quieto y en silencio, solo observándolos, les autoriza a salir. Esta claro que lo ha hecho solo por aparentar autoridad pues de un vistazo rápido es visible que los soldados no cumplen las ordenanzas. Pero claro, es complicado cumplirlas cuando hay carencia de suministros, se pasa hambre y hace frío.

-Sargento.- dice Petr en tono autoritario, aunque sin levantar la voz un ápice -¿Estaban esos uniformes en regla para representar dignamente a la Madre Rusia?¿Que sucede si hay una inspección?- 

Grigor contempló sus cartas con apatía. Nada del otro mundo, pero dado que no tenía mejor cosa que hacer, decidió seguir con el juego, por lo menos le ayudaría a pasar mejor el rato.

Yo voy - mientras lanzaba las monedas al centro de la mesa.

Oyó como el camarada zampolit interpelaba al pobre sargento, ante lo cual, puso su mejor cara de desinterés y esperó a ver su respuesta.

El sargento se dispone a sentarse de nuevo en la silla cuando escucha la pregunta del camarada petrovich y aprieta con fuerza la mano que esta situada sobre la silla. Su mirada fiera indica claramente que la pregunta le ha incomodado pero sonríe antes de responder.

- Los uniformes están perfectamente para cumplir su cometido que es hacer la ronda y vigilar este lugar, camarada.

Kovalevskii se sienta de nuevo con los brazos cruzados a la espera de que termine la mano.

-JAJAJAJAJAJA!!!!- rie tan fuerte Petr que casi se le cae el cigarrillo de la boca -Tranquilícese querido camarada sargento. La inspección más cercana estará tomando té en Stalingrado.- y mientras mira sus cartas agrega -Pero ya sabe... tenía que preguntarlo.-

El teniente logró reprimir una sonrisa ante la fiera respuesta del sargento al chequista.

Tiene valor este muchacho, por menos los he visto acabar con una bala en la cabeza.

Siguió jugando, sólo para matar el rato, porque dadas las cartas que tenía era como tirar el dinero al estercolero más cercano.

Si nunca he tenido suerte en la vida, ¿por qué me iba a ir mejor jugando a las cartas? 

El barbudo sargento soltó un suspiro ante la banal discusión de sus compañeros.

La suerte no estaba con él aquel día, pero su compañero de juego, el Sargento Kavalevskii no estaba teniendo malas cartas. Por supuesto, también ayudaba que los otros dos soldados estuvieran teniendo tan mala suerte, o peor, que el.

-Hacer ronda y vigilar este lugar... ¿Vigilarlo de qué? Aquí no se acercan ni los lobos...

-¿Quiere conocer una máxima no escrita del Ejército Rojo?- dijo Petr, que como oficial político podía permitirse, hasta cierto punto, esa clase de bromas -Las órdenes no tienen que ser útiles, tienen que ser cumplidas.-

Las órdenes no tienen que ser útiles, tienen que ser cumplidas.

Una gran verdad ante la que todos asintieron con la cabeza. Al fin y al cabo estaban en el ejército y estaban acostumbrados a recibir ordenes, y según la cadena de mando en la que se este se puede hacer algo pero los de abajo, todos vosotros, solo pueden obedecer.

Tras jugar varias manos parece que la fortuna favorece al sargento quien con una sonrisa de felicidad os vuelve a ganar otra mano habiendo sabido escoger sabiamente cuando no arriesgar. Es un hecho, vuestros rublos rusos habían cambiado de dueño pero la noche era larga y podría ser que volvería de nuevo con vosotros, y esta vez en mayor cantidad.