Partida Rol por web

Después de dejar a Laura en su casa, decidiste que había llegado el momento de hacer caso a su consejo y descansar un poco. No era especialmente tarde, pero la experiencia te había dejado algo extenuado.

No sabes si ocurrió tan solo un segundo después de que cerrases los ojos, o pasaron varias horas, pero el caso es que de repente te encontrabas en un sitio muy diferente a tu habitación. El sitio parecía un inmenso salón de baile al aire libre, con suelo pavimentado de marmol y columnas blancas que se alzaban hacia el cielo, sin sostener ningún techo sobre tu cabeza; solo la bóveda celeste y una gran luna gibosa. Alrededor del salón se extendían jardines de gran variedad de plantas, algunas mundanas y otras que solo recuerdas haber visto en el Seto. Y más allá de los jardines, un muro de árboles infranqueable que rodeaba todo el lugar, delimitando el espacio a un gran claro circular.

Había una pequeña platea donde una orquesta con chelo, flauta, violín y piano tocaba lentas y agradables melodías, y en el extremo norte del salón una gran escalinata que no parecía ascender a ninguna parte. Había una gran mesa de catering servida en el extremo oeste, con una gran variedad de canapés tanto dulces como salados, y bebidas con y sin alcohol. Los miembros de la orquesta y el servicio de camareros que atendían el catering no parecían más que figuras tenues y borrosas, como las personas de fondo de un sueño, a las que no les prestas atención porque no son relevantes para el sueño pero están ahí igualmente, haciendo de relleno. A medida que te acercabas sus rasgos parecían tener más solidez, pero aún así seguían siendo rostros anodinos.

El resto de la gente que te acompañaba en la pista de baile, algunos tan confusos y desorientados como tu, si parecían personas "de verdad". Todos humanos, pero algunos te resultaban vagamente familiares, como una bella mujer morena vestida con un vestido blanco, de figura delgada, elegante y estilizada, que miraba a la Luna embelesada, o el hombre con bombín que tenía un ligero aire depredador en sus ojos.

Fijándote mejor, consigues discernir a gente que te resulta más conocida. Aquel tipo trajeado y chaparro, con rostro serio y pelo negro enmarañado, que observaba la sala apoyado en una de las columnas como si la estuviese vigilando, y la mujer alta, fibrosa, de pelo negro corto y mirada intensa, vestida con un vestido violeta, que permanecía junto a él; ¡eran Trasgu y Twilight! Pero bastante más "humanos". No lejos de ellos, sentada en uno de los escalones de la escalinata, había una chica menuda, rubia y de ojos verdes, con un vestido negro. Tenía expresión aburrida, y a juzgar por su aspecto de niña y los cascos de iPod que llevaba puestos, seguramente se tratase de Lily. Algo más apartada de la sala, en los jardines que la rodeaban y casi pegada al muro de árboles, otra chica con un vestido rojo bebía una copa con expresión distraída. Te costó bastante reconocerla, pero esos ojos azul hielo eran inconfundibles; debía ser Natalia Ojosfríos.

Otro vistazo a la sala, y ves a dos chicas pelirrojas hablando la una con la otra. Una muy delgada, con los ojos verdes, el pelo largo y vestida con lo que parecía un elegante uniforme de camarera de algún sitio caro, o quizás de croupier de casino, y otra con el pelo cortado a la altura de los hombros y vestida con un largo vestido cyan. Te costó reconocerla sin su pelo arcoiris, sin los tatuajes y sin las alas, pero aquella pelirroja del vestido cyan era Laura. Seguia siendo igual de bella, pero ya no era la belleza simétrica y perfecta que habías visto antes; tenía unas pocas pecas bajo los ojos, y sus ojos no eran de los colores imposibles que habías visto antes. Aunque no dejaban de ser bastante llamativos, ya que el ojo izquierdo era de color verde, mientras que el derecho era de color azul.

Y entonces tu mismo te diste cuenta de que también habías cambiado. Tu piel y tu pelo habían recuperado el color que tenían antes de tu cautiverio en Arcadia, y los pequeños cuernos habían desaparecido. Tus ropas habituales habían sido cambiadas por un sencillo traje azul oscuro, ni demasiado elegante ni demasiado casual. Es como si siguieras siendo humano

Tal vez ocurriese solo un minuto después de que el monótono sonido de la televisión acabase por dejarte dormido, o tal vez pasaron horas, pero el caso es que de repente te encontrabas en un sitio muy diferente a tu habitación. El sitio parecía un inmenso salón de baile al aire libre, con suelo pavimentado de marmol y columnas blancas que se alzaban hacia el cielo, sin sostener ningún techo sobre tu cabeza; solo la bóveda celeste y una gran luna gibosa. Alrededor del salón se extendían jardines de gran variedad de plantas, algunas mundanas y otras que solo recuerdas haber visto en el Seto. Y más allá de los jardines, un muro de árboles infranqueable que rodeaba todo el lugar, delimitando el espacio a un gran claro circular.

Había una pequeña platea donde una orquesta con chelo, flauta, violín y piano tocaba lentas y agradables melodías, y en el extremo norte del salón una gran escalinata que no parecía ascender a ninguna parte. Había una gran mesa de catering servida en el extremo oeste, con una gran variedad de canapés tanto dulces como salados, y bebidas con y sin alcohol. Los miembros de la orquesta y el servicio de camareros que atendían el catering no parecían más que figuras tenues y borrosas, como las personas de fondo de un sueño, a las que no les prestas atención porque no son relevantes para el sueño pero están ahí igualmente, haciendo de relleno. A medida que te acercabas sus rasgos parecían tener más solidez, pero aún así seguían siendo rostros anodinos.

El resto de la gente que te acompañaba en la pista de baile, algunos tan confusos y desorientados como tu, si parecían personas "de verdad". Todos humanos, pero algunos te resultaban vagamente familiares. Como el chico rubio con traje azul marino que parecía como perdido en mitad de la sala, cuyos rasgos te recordaban al chico de la rave, si bien este era bastante más pálido. O una chica pelirroja con un vestido cyan que hablaba con otra pelirroja delgada y vestida como una croupier de casino; la primera era inusualmente hermosa, y sus ojos, uno verde y otro azul, te recordaron a la chica de pelo arcoiris a la que Selene había intentado seducir.

Una bella mujer morena vestida con un elegante vestido blanco miraba a la Luna con expresión soñadora; casi de inmediato supiste que era Selene, pero no tenía motas de luz en el pelo, y sus ojos eran dos charcos de color azul oscuro, y no las brillantes esferas plateadas de aquella noche. En el catering, un tipo rubio y algo desaliñado, vestido con un smoking arrugado, bebía whisky y fumaba sin parar; seña de identidad de Smog. Un tipo delgado, de expresión seria y vestido con un frac algo anticuado paseaba por la sala, observándolo todo con concentración; la actitud habitual en Salazar. Sentado en un banco y vestido con un pulcro atuendo eclesiástico púrpura, el cardenal Benedictus leía un libro; su aspecto no parecía tan decrépito estabas acostumbrado a ver, y sus ojos no estaban cubiertos por cataratas, pero aún así estaban ligeramente nublados. Por último, una chica pálida y tan rubia que casi parecía albina, de ojos azules y vestida con un vaporoso vestido blanco, parecía también estar buscando donde ubicarse; era Mar Albos, una elemental de tu Corte que aquella noche no se había presentado, y que normalmente tenía la piel cubierta de nieve y escarcha.

Y entonces te diste cuenta que tu también habías cambiado. Llevabas tu bombín, pero esta vez hacía juego con un elegante traje de color gris oscuro. Tus manos eran manos corrientes, y no garras, y tus dientes ya no eran tan afilados y puntiagudos, habiendo recuperado la forma de una dentadura corriente. Es como si siguieras siendo humano.

Al llegar a tu casa, te fuiste a dormir casi de inmediato. Sabiendo lo que se avecinaba, no podías esperar mucho más. Tal vez ocurriese solo un segundo después de que cerrases los ojos, o tal vez transcurrieran horas, pero el caso es que de repente te encontrabas en un sitio muy diferente a tu habitación. El sitio parecía un inmenso salón de baile al aire libre, con suelo pavimentado de marmol y columnas blancas que se alzaban hacia el cielo, sin sostener ningún techo sobre tu cabeza; solo la bóveda celeste y una gran luna gibosa. Alrededor del salón se extendían jardines de gran variedad de plantas, algunas mundanas y otras que solo recuerdas haber visto en el Seto. Y más allá de los jardines, un muro de árboles infranqueable que rodeaba todo el lugar, delimitando el espacio a un gran claro circular.

Había una pequeña platea donde una orquesta con chelo, flauta, violín y piano tocaba lentas y agradables melodías, y en el extremo norte del salón una gran escalinata que no parecía ascender a ninguna parte. Había una gran mesa de catering servida en el extremo oeste, con una gran variedad de canapés tanto dulces como salados, y bebidas con y sin alcohol. Los miembros de la orquesta y el servicio de camareros que atendían el catering no parecían más que figuras tenues y borrosas, como las personas de fondo de un sueño, a las que no les prestas atención porque no son relevantes para el sueño pero están ahí igualmente, haciendo de relleno. A medida que te acercabas sus rasgos parecían tener más solidez, pero aún así seguían siendo rostros anodinos.

El resto de la gente que te acompañaba en la pista de baile, algunos tan confusos y desorientados como tu, si parecían personas "de verdad". Todos humanos, pero algunos te resultaban vagamente familiares. Había un tipo chaparro, algo encorvado y con el pelo negro desaliñado apollado en una columna, observándolo todo con seriedad, y a su lado una mujer alta, fibrosa, de pelo negro y corto, mirada intensa y vestida con un vestido violeta; parecían ser Trasgu y Twilight, de la Corte de Invierno. Un poco más apartada, sentada en uno de los escalones de la escalinata, había una chica rubia vestida con vestido negro. Tenia expresión aburrida, y dado que casi parecía una niña y estaba escuchando música con un iPod, pensaste que podría tratarse de Lily la Cotilla.

Una bella mujer morena vestida con un elegante vestido blanco miraba a la Luna con expresión soñadora; casi de inmediato supiste que era Selene, pero no tenía motas de luz en el pelo, y sus ojos eran dos charcos de color azul oscuro, y no las brillantes esferas plateadas de aquella noche. En el catering, un tipo rubio y algo desaliñado, vestido con un smoking arrugado, bebía whisky y fumaba sin parar; seña de identidad de Smog. Un tipo delgado, de expresión seria y vestido con un frac algo anticuado paseaba por la sala, observándolo todo con concentración; la actitud habitual en Salazar. Sentado en un banco y vestido con un pulcro atuendo eclesiástico púrpura, el cardenal Benedictus leía un libro; su aspecto no parecía tan decrépito estabas acostumbrada a ver, y sus ojos no estaban cubiertos por cataratas, pero aún así estaban ligeramente nublados. Por último, un hombre con bombín y traje negro, algo feo y con mirada de depredador, te recordó a Hieronymus Azacinto, al que no habías visto aquella noche tampoco. Algo más apartada de la sala, en los jardines que la rodeaban y casi pegada al muro de árboles, otra chica con un vestido rojo bebía una copa con expresión distraída. Te costó bastante reconocerla sin su cola ni sus orejas peludas, pero esos ojos azul hielo eran inconfundibles; debía ser Natalia Ojosfríos.

Y entonces te diste cuenta que tu misma habías cambiado. Llevabas un vaporoso vestido blanco, y aunque tu piel y tu pelo seguían siendo pálidos, ya no estaban cubiertos por la pátina de escarcha y nieve que te ha acompañado desde que saliste de Arcadia. Era como si siguieses siendo humana.

No le extrañó lo más mínimo sumirse en aquel ensueño de una manera casi inmediata. Selene había dicho que soñarían... y Mar se durmió con todos sus sentidos puestos en ese sueño.

Lo que sí la sorprendió fue el contenido del sueño. No sabía qué esperaba, si es que esperaba algo concreto, pero sí que fuera algo más... insólito. Sin embargo, se encontró en un lugar onírico, bellamente trazado en su mente, un baile en un palacio irreal, un palacio de la naturaleza y el cielo. La noche, la música, y las personas a su alrededor. Plácido, simple.

Supo por aquellos seres esbozados que lo que realmente importaba eran los otros, los delineados, los trazados con exquisita mano. Y entonces, comprendió que esos otros, eran conocidos. Eran de su mundo, de los suyos. Todos Perdidos, pero...

...se miró a sí misma. Era ella, y sin embargo, no del todo. No completa. Como los demás. A todos les faltaba su estigma changeling, aquello que les había dejado en su piel, en su apariencia, el mundo faérico.

Pero era un sueño.

Sonrió ante su vestido blanco y vaporoso. Mar no vestía de escarcha, pero aún así, se sintió bien en su atuendo. Dio un par de vueltas sobre sí misma, haciendo aletear el vuelo de su falda al compás de la música que sonaba suave. Y luego, buscó con la mirada, siguió de nuevo con la identificación de aquellos personajes que en su sueño aparecían como simples humanos, aunque ella supiera...

Vio a unos y a otros, les vio con nuevos ojos, incluso a la pelirroja Natalia, incluso al insaciable fumador de John.

Se estudió a sí misma. Cada uno de ellos estaba haciendo algo, como si supieran ya de ese sueño, estaban en él con un propósito, quizá. Pero ella no, no sabía por qué estaba allí, ni qué se suponía que debía encontrar entre esas visiones.

¿Hay un significado en esto...? ¿Debo buscar yo mi propia respuesta...?

Si había una respuesta, la tendría Selene. Ella había predicho que soñarían, ella les había advertido de la importancia de lo que allí sucediera.

Siguiendo tenuemente la música, con pasos casi de baile aún, Mar se acercó a la Reina de Otoño.

No supo cómo ni cuando, pero de repente, de un segundo a otro se vio transportado a un extraño lugar.  Podía ser, quizás, para muchos, un lugar de ensueño, el viaje onírico más hermoso que jamás hayan experimentado, pero para él, que estaba acostumbrado, que disfrutaba de otras cosas, aquella era por lejos una horrorosa pesadilla.

Todos mostraban decoro, un decoro del que él era incapaz y es que Hieronymus Azacinto era, por lejos, más bestial que humano.  Iba vestido con una versión mejorada de sus ropas circenses y un maquillaje algo más prolijo, pero aún así desencajaba por completo en aquel lugar.  Sus movimientos no eran torpes, pero rezumaban falta de elegancia y parecía llamar la atención con su sola presencia.  Aquello le trajo una imagen, un recuerdo desdibujado del que no podía saber cuanto era cierto y cuanto falso.  Se vio a si mismo, aunque no era él, o si, no podía saberlo.  Era él, era su esencia, pero su cuerpo era el de una bestia extraña, poderosa y salvaje.  Una cadena se extendía desde su cuello hasta la mano de su amo, era su protector, su guardián.  Sacudió la cabeza y volvió a aquel baile paradisíaco e infernal al mismo tiempo, vio las imágenes de relleno, los extras de aquella extraña película, e identificó también a los protagonistas, entre ellos estaba Selene, su Reina, su protegida, miró al cielo con una sonrisa y vio a la luna Gibosa, quizás, sólo quizás la mujer accediera a realizar alguna travesura junto con él y brindarle un poco del placer negado.

Avanzó con decisión y el camino se hizo de varios canapés los cuales devoró con cierta velocidad, limpió sus dedos en uno de los manteles y cuando estuvo a apenas dos pasos de Selene se detuvo.

-Entiendo por qué te preocupaba el sueño.  Este lugar es hermosamente horroroso, mi cuerpo no deja de gritar para que me marche, pero al parecer eso es imposible.  Sólo tu presencia a hecho a esta pesadilla algo más llevadera.-

Estaba ya muy cerca de Selene, ésta aún absorta en su admiración por el astro de plata, cuando el hombre del bombín, aquel que posiblemente era el alter ego de Azacinto (o el mismo, sólo que sólo en parte), abordó a la Reina de Otoño.

Mar escuchó claramente sus palabras, y se detuvo. Cohibida, quizá, o quizá curiosa. Después de todo se había acercado para encontrar respuestas al sueño, quizá iban a dárselas siendo una simple espectadora...

Súbitamente, tomo una decisión. Probaría con cierta pecularidad si aquello era un sueño normal, dejándose llevar por los acontecimientos y no algo fácil, como habría sido pellizcarse. Dirigiéndose con agilidad hacia pelirroja del vestido cyan, se postró ante la muchacha y le dijo:

Y le digo? I le digo qué... *sonrisa*

-Es una fiesh... -De repente se da cuenta de que piensa en voz alta, tratando de disimular con un:- Una fiesta espléndida. ¿Me concede este baile, Mylady?

- No está tan mal, mi caballero -respondió Selene en un tono ronroneante- No es el tipo de fiesta que yo querría para esta noche, pero aún así tiene su encanto

Luego se giró hacia Mar

- Buenas noches, Mar. No te he visto esta noche en la reunión.

Laura se giró hacia Theo cuando este se dirigió a ella. Al principio pareció un poco confundida, pero sonrió en cuanto lo reconoció.

- No se por que no me extraña encontrarte también aquí. Me sorprende que me hayas reconocido sin alas, sin el pelo arcoiris y vestida de esta guisa

Dio una vuelta completa para voltear su vestido cyan. Llevaba zapatos de tacón corto también azules; una ropa que nada tenía que ver con la que llevaba habitualmente. Luego señaló a la mujer con la que estaba hablando antes.

- ¿Conoces a Mangas Largas? Trabaja de croupier en el casino El Dorado. Mangas, este es Theo, mi nuevo alumno.

-¿Tu de maestra y siendo responsable? Ahora la que casi no te reconoce soy yo, solo te falta decirme que te has decidido unirte a una de las cortes, y voy a tener que interrogar que has hecho con "Laura Prism".

Mangas Largas le dio la mano al joven Theo con una gran sonrisa, en un raro y confuso apreton, demasiado suave y delicado para llamarlo siquiera asi.

-Lo siento, aun no estoy acostumbrada a estas manos, aun creo que voy a producir un corte de papel en cuanto me despiste.- Se excuso Mangas algo avergonzada.- Si no recuerdo mal, oi hablar de un joven diablo con cara de angel rondando por las salas de Invierno ¿Debo suponer que eres el numero XV?

-No se- protestó -Todo esto es tan... Elegante que hace que mis ojos duelan.-  Empezó, pero entonces Selene giró y saludó a Mar, no la había visto o, mejor dicho, no la había reconocido -Mar... ¿Tu también padeces esta pesadilla?- preguntó y sin dar tiempo a una respuesta agregó -Yo no suelo visitar estos mundos, así que poco y nada sé sobre lo que aquí sucede.  ¿Qué me dicen ustedes?  ¿Qué saben de esto?  ¿Deberíamos comenzar a preocuparnos?-

Laura le sacó la lengua a Mangas como respuesta

- ¡Pues a lo mejor me da por unirme a la Corte de Primavera, listilla! Para poder irme de fiesta todos los dias de la semana, y conocer tios buenos y tias buenas todas las noches, y cuidar un jardín, y mariposear por ahí como una petulante engreída y ególatra... Puaj. No, mejor me quedo como estoy.

Theo se sintió cohibido al ver que quizá esto no fuera exactamente un sueño, e ignorando el último comentario de Laura exclamó:

-Y yo debo suponer que esto no es exactamente un sueño, ¿Cierto? ¿Dónde estamos? ¡Y por cierto! No tengo ni idea de que es eso del número XV... y yo siempre he preferido el color negro al azul... me siento raro con este traje...

-Ya claro, como si necesitaras ayuda de una corte para rodearte de bellezas o estar de juerga hasta la madrugada.- Mangas puso los ojos en blanco, para luego reirse de manera complice. Luego esta se volvio a Theo, frunciendo el ceño, concentrada, ante las preguntas que hacia. -Si y no, estoy segura de que estamos soñando, pero es algo mas... profundo y poderoso de lo usual. Solo hay que ver la cantidad de Perdidos, no es normal, incluso con un oniromante maestro, el maximo en un sueño compartido seria una "compañia", esto excede las lineas establecidas.- Aseguro la croupier, señalando a los demas invitados, que debian de sobrepasar mas de la media-docena como minimo.- Y sobre lo de XV... ¿Porque no intentas adivinarlo? Es mas divertido cuando intentas deducirlo por ti mismo, y ademas, quiero ver si Laura te ha enseñado algo mas aparte de como hacer malabares con botellas de cerveza.

Laura movió los ojos en círculo ante la respuesta de Mangas y miró alternativamente a Theo y a ella

- ¿El quince? ¿Estás segura? Me parece que estás perdiendo práctica, Manny. Creo... que es más bien un diez. Es un número que a ti te va bastante, ¿hmm?

Un éxito D: No tengo ni la más remota idea xD Ni adivinarlo por mi mismo ni pollas...

Q encima dice "el XV" y despues dice "un 10" ... a saber xD