Partida Rol por web

El despertar había sido complicado; había sido un sueño tan extraño y al mismo tiempo tan palpable, que costaba diferenciar entre sueño y realidad. Pero eso había sido solo al principio; Selene se había levantado risueña, y había decidido recompensar a su caballero como bien merecía. Después de entregarse durante un buen rato a pura pasión lujuriosa, sin ataduras ni inhibiciones, la Reina se levantó de la cama; tenía trabajo que hacer.

- Sin prisa querido -dijo con un tono ronroneante; su sensual cuerpo desnudo estaba cubierto por las sábanas, que se pegaban a su figura por efecto del sudor- Tengo que trabajar en varias cosas, empezando por preparar el acontecimiento de esta noche, pero tómate tu tiempo.

Se levantó, sin molestarse en cubrirse con nada, y se puso a vestirse con lentitud. Incluso aquello parecía un ensayado ejercicio de seducción.

Mar despertó con la cabeza embotada. El sueño de aquella noche había sido extraño y demencial, demasiado como para considerarlo solo una pesadilla. No podía recordar mucho de aquel sueño; los detalles se escapaban de su mente a medida que recuperaba la lucidez. Habia tres cosas que, sin embargo, si se quedaron bien grabadas: que aquella noche tendría que asistir como testigo a un duelo entre un miembro de su Corte y otro de la Corte de Primavera, que dos extraños individuos llamados Jack de los Cuervos y el Primogénito habían prometido "un regalo" para el Feudo, y que aquel sueño había terminado de forma abrupta, con una pareja muriendo trágicamente en mitad del salón de baile. No recordaba los rostros de la pareja, pero sabía que eran miembros del Feudo.
 

Se restregó los ojos con el dorso de las manos, seguía siendo una chiquilla en eso. Lo hizo intentando aclarar su visión, aún no comprendía que no era eso lo que estaba abrumándola, sino el contenido del sueño que acababa de dejar atrás, a retazos, y a retazos tan vívido.

Brumas, sí, volutas de ilusión entretejidas, contenidos engañosos y surrealistas. Costaba enfocar la atención en aquella maraña de casi recuerdos, de imágenes confusas...

Despierta de aquel sueño extraño y lo primero que asalta su mente es la necesidad de prepararse para el duelo.  Mira a Selene y se obliga a no caer en su juego, la desea, pero algo importante estaría en juego aquello noche.

-Aguarda- le dijo -Quiero hablar sobre ese duelo.  Dijeron algo de llevar un objeto e intuyo lo hicieron porque tienen algo que le dará ventaja al mono.  Al parecer aquel duelo igualará las cosas ya que cada uno podrá pelear con sus mejores dotes, eso no me preocupa, estoy seguro que podré vencerlo, pero no creo que vayan a jugar limpio.- olfateó el aire y agregó -El hedor de la trampa, la mentira y la traición inundan al mono incluso en sueños.  ¿Sabes de algo que pudiera usar para equiparar las cosas?  ¿Algo que pueda llevar y que anule en parte al muchacho?-

Se sentó en la cama, y luego se levantó. Tenía el día libre, sólo una clase de canto a una niña vecina, pero eso no le supondría ningún trastorno, al revés, tendría tiempo para digerir su extraño sueño, y su contenido.

Recordaba algunas cosas con detalle, pero la mayoría sólo eran tejidos deshilvanados de su mente, aunque tenía una idea muy clara del duelo que llegaría, de la extraña oferta-promesa de aquellos dos seres, de la trágica muerte de los dos amantes que seguían siendo unos desconocidos para ella, de la conversación mantenida con Hyeronimus, al que no habría llegado a conocer tan a fondo si no hubiera sido por el sueño, y de la ambigua respuesta de Selene a su pregunta acerca de quiénes eran el Primogénito y Jack de los Cuervos.

Decidió ir a hablar con ella, en algún momento durante el día. Seguía siendo la que más sabía acerca de Oniromancia, y era la Reina de su Corte, después de todo.

Así que se duchó, se vistió, desayunó picoteando unas galletas casi rancias ayudándose con un café con leche bien cargado, y salió a la calle.

Selene terminó de vestirse y desplegó sobre el escritorio de su habitación unos papeles con símbolos extraños grabados

- No me cabe la menor duda de que Jennie intentará hacer algo para dar ventaja a su campeón, pero la que va a crear y mantener el sueño soy yo. Si intenta algo raro debería ser capaz de darme cuenta; desafiarme en mi propio terreno es osado incluso para la Reina de Primavera.
 

Asintió ante las palabras de su reina -Creía que mi adversario era creativo e inteligente.  Luego de ver como se expresa comencé a dudarlo.  Aún así no quiero subestimarlo y por eso es que sería conveniente llevar conmigo algún objeto que sea capaz de inhibir o al menos interferir en aquellos dones, en la creatividad, inteligencia o la concentración de mi rival.  ¿Sabes de algo así?  ¿Podríamos tenerlo a tiempo?-

- Hmmm... Tal vez. En el Port del Drac se pueden conseguir muchas cosas... siempre que estés dispuesto a pagar el precio. El problema es que la Corte de Invierno vigila quien va al puerto y si vas sin permiso puedes entrar en su lista de sospechosos. Y creeme, no es algo recomendable; en esa corte todos son algo... excéntricos.

Selene miró todos los objetos y papeles que había sacado y se quedó pensativa

- Voy a necesitar algo de adivinación con todo esto. Será mejor que me lo lleve a la biblioteca y le pida ayuda al Cardenal.

En aquel momento, alguien llamó al fono
 

Hacía buen dia aquella mañana. Una soleada y cálida mañana de Mayo. El aire del Mediterraneo transportaba el aroma del mar por las calles, antes de que se viese ahogado por los humos asfixiantes de los vehículos que en plena hora punta llevaban a sus ocupantes a trabajos y escuelas. La temporada turística empezaría pronto, y ya se veían por las calles a grupos de extranjeros sacando fotos a los estrambóticos edificios inspirados por Gaudí y los mimos y artistas callejeros que poblaban las Ramblas. Era un día como otro cualquiera en Barcelona, aunque para Mar no lo era tanto.

Selene vivía en un elegante apartamento de la Ciutat Vella, en el barrio gótico. Por supuesto, estaba en el último piso, siempre lo más cerca posible de su adorada luna, y orientado hacia el mar.

Mar llamó al fono, esperando respuesta
 

-Soy Mar...

Y el portón se había abierto sin más.

Había subido las escaleras con una mezcla de admiración y de extrañeza. El edificio del apartamento de Selene era una antigua casa modernista reformada, pero con mucho gusto y estilo. Acarició el pasamanos, no había usado el ascensor, sino que prefería el mármol puro y la olorosa madera que caracoleaban hasta el ático, entreteniéndose en contemplar los cuarterones tallados de las puertas, y las vidrieras emplomadas que dejaban pasar una luz tamizada y teñida de tonos suaves.

Ahora esperaba que su reina abriera la puerta, una más con dibujos pintados alrededor, una cenefa floral en verde olivo. Mientras, Mar, ensimismada, pensaba en su sueño. Y en lo que representaba, sobre todo después de haberles sido dicho que aquello sería importante. Lo era, entonces. Pero, ¿era todo eso cierto...? y, ¿lo habría entendido bien...? No llevaba tanto de regreso en el Mundo mundano, después de todo. Y se sentía muy desconectada, a veces. O muy inexperta.

Eso la hacía vulnerable y frágil...

Selene se levantó y respondió al fono.

- Será mejor que te vistas; es Mar -avisó a Hieronymus

Al poco se oyó el timbre de la puerta y Selene abrió a la recién llegada

Selene abrió la puerta. Iba vestida con unos sencillos vaqueros y una sudadera, y a juzgar por su pelo despeinado, se había levantado hace poco, pero su rostro tenía la sonrisa risueña que correspondia con la fase lunar en la que se encontraban.

- Buenos días, Mar. Por favor, pasa.

El apartamento de Selene era elegante pero no ostentoso, como ella misma. Tenía algún mueble de estilo victoriano y reproducciones de cuadros impresionistas colgados en las paredes, pero lo que más destacaba era el enorme ventanal en el salón, directamente orientado al mar y que permitía una hermosa vista del barrio gótico de Barcelona. 

- Hyeronimus también está aquí. Ponte cómoda; estaré contigo en un momento -dijo señalando un comodó sofá burdeos- Dime, ¿has desayunado? Puedo preparar algo.

El timbre de la puerta interrumpió la conversación entre ambos cosa que lo fastidió en primera instancia, sin embargo al saber que se trataba de Mar de sintió contento.  ¿Qué le pasaba con aquella mujer?  ¿Sería un efecto de aquel extraño sueño?  ¿Por qué la extrañaba?  Estaba acostumbrado a extrañar con el pene, a extrañar el sexo que una mujer podía darle, pero con Mar estaba sucediéndole algo completamente nuevo.  En ningún momento siquiera pensó en ella desnuda, de hacho, ahora que lo pensaba, no pensó en ella como un cuerpo, como una entidad física, sino que la pensó como un sentimiento, como una entidad espiritual.  Sacudió la cabeza para quitarse aquellas ideas de la mente, al menos por el momento había otras cosas con las que tratar.

-Mar- dijo con una sonrisa y se acercó para saludarla con un beso en la mejilla -Que bueno que hayas venido por aquí.  Estábamos hablando de lo ocurrido en el sueño, bueno, al menos de la parte de mi desafío onírico- se percató de que sus nervios estaban jugándole una mala pasada y que si no se controlaba terminaría inundando la sala con su verborrea.  -¿Tú como estas?  ¿Qué tal te ha sentado el sueño?-

-¡Hola!

Su voz sonó alegre, y su mirada se dirigió a una y a otro, aunque no ocultó su sorpresa de ver a Hieronymus allí. Sacó sus conclusiones, quizá precipitadas, quizá no. Selene había dicho... Y él era tan...  Pero, ¿por qué no...?

-Pues he tomado un par de galletas que creo que se habían petrificado con el tiempo. Así que si vas a hacer café, sí que me apunto. Y a una tostada. -Devolvió el beso sonriente, con total naturalidad, pero una chispa brilló en el fondo de sus pupilas, divertida, cuando añadió mirando a su compañero otoñal- ...bueno, amigo Hieronymus, te veo bien... debes haber pasado estas últimas horas de modo relajado. ¿Te has preparado anímicamente para el duelo? Te ha dado resultado, a juzgar por cómo te ves. Yo... bueno, estoy confusa. Por esto estoy aquí. Busco entender, busco respuestas de nuestra Reina. ¿Sabéis?, aún me siento como una recién llegada de Arcadia. Por un lado. Y por otro, me siento demasiado ausente de todo. No, no ausente. Mejor... ignorante...

- Claro -respondió Selene a la sugerencia de Mar- Y tu, Hieronymus, ¿quieres algo para el desayuno?

¿Qué si quería algo para el desayuno?  Por supuesto que sí, las quería a las dos, desnudas y brindándose a él.  Sus ojos brillaron y una media sonrisa apareció en su rostro, pero entonces pensó en Mar y la bestia que dormía en él se reprimió de forma automática, no porque no la deseara, ni porque la idea de gozar junto a las dos mujeres le desinteresara, sino porque algo en ella lo calmaba, no lo apagaba, no le quitaba el dese, pero si le permitía disfrutar con algo que no era su cuerpo.  No podía definir que era, no había sentido aquello, o al menos no lo recordaba, sabía que era una parte de él, quizá su espíritu, su alma, si es que esas cosas existían y si es que los de su "especie" eran capaces de poseerla.

-Aceptaré un café- dijo manteniendo la sonrisa y el brillo en los ojos, aunque estos ya no desprendían esa animalidad, esa brutalidad feroz y lujuriosa sino más bien una inmensa paz consigo mismo y los demás.

Selene se marchó del salon y se dirigió a la cocina a preparar algo para sus invitados, dejándolos solos en el salón

Selene se marchó dejándolo solos e Hieronymus sintió aquel impulso incontenible, sabía como lidiar con la bestia, lo había hecho durante años, pero aquella cosa nueva lo tomó por sorpresa y sin siquiera darse cuenta se acercó a Mar e intentó besar su boca.  Era un beso como no había dado antes, uno cargado de sentimiento y de aquella otra cosa que desconocía.  Su mano diestra acarició la mejilla de la mujer y el temor, aquel del que se alimentaba, aquel que tan bien manejaba creció en su interior.  Hacía mucho que no sentía miedo, no lo había tenido siquiera de las hadas, pero esta muchacha, Mar, en aquel preciso instante, lo asustó como nunca había sido asustado.   

Jamás le había importado el rechazo de mujer alguna, de hecho lo habían rechazado miles de veces, la propia Selene lo miraba con un dejo de repulsión cuando la luna no era la adecuada, entonces... ¿Por qué temía al rechazo de Mar?  No podía responder aquella pregunta.