Partida Rol por web

Había pasado una semana. Una semana desde la fiesta aquella. El príncipe Rod había ido a avisar que todo había vuelto a la normalidad en el castillo, pero que gracias a la alerta de Rin, la orden completa estaba trabajando fuertemente para poder encontrar pistas de los perpetradores de semejante atentado. Incluso la hija de una familia noble, familia lejana de la realeza, había resultado herida, siendo salvada por un misterioso noble peregrino. Por más que daban los detalles, se desconocía su identidad por completo. Por otra parte, la pobre Claire apenas y salía al bosque a mirar el sol brillar una que otra vez y siempre estaba acompañada. La chica parecía frágil, o como si hubiera algo realmente mal con ella. Su condición física era buena: no estaba herida, no se le veía débil y había ganado peso, pero parecía ser su mente la que se mantenía inestable. Después de tomar el sol, se regresaba a su habitación para ser atendida por la dulce Annice en calma.

Elliot se marchó unos dos días antes, ya que dijo que debía informar a su padre de lo sucedido y agradeció los cuidados. Para sorpresa de todos, todo lo que había ofrecido como pago por su estadía había ahorrado las compras de dos semanas completas. Era una paga muy generosa por haber cuidado de un chico, podrían pensar muchos, aunque teniendo en cuenta que había resultado lastimado, tal vez no lo era tanto. Jurien y Garlan salían junto a Karma a vigilar los alrededores esperando no encontrar nada, pero siempre atentos. Waltz continuaba con sus espectáculos... y cierta atmósfera de normalidad rodeaba el lugar. A menos que tuvieras en cuenta aquello de lo que todo el mundo hablaba.

Era la comidilla del pueblo todos los días: mercaderes, panaderos, sastres, vendedores... Incluso a los caballeros se les escuchaba hablar del tema. Una pareja de nobles estaba ofreciendo recompensas por doquier a quien le ofreciera información sobre el dueño de un brazalete. Sonaban como lunáticos, sin duda. Su sermón se repetía una y otra vez.

Habían encontrado un brazalete abandonado en la fiesta con el escudo de armas de su familia. No darían su apellido para que el verdadero portador se reportara, ya que solamente uno de los herederos de la familia podía llevar uno de esos. Un brazalete de plata con aleación de oro blanco, tallado a mano y hecho a la medida. Solo la muñeca de quien fuera el dueño se ajustaría sin esfuerzo.

En sí mismo, sonaba a una locura de un cuento de hadas. ¿Y si acaso lo era?

Sea lo que fuere, Parfait dijo que ese día harían una fiesta privada para celebrar el ya primer mes de todos allí, aunque parecía más una excusa para gastar toda la comida que Aed había enviado antes de que se arruinara. Sin embargo, se les indicó que, llegado el anochecer, alistarían todo para la fiesta. Ese parecía que sería un día normal en la taberna, por fin. ¿Duraría la dicha de la cotidianidad?

Rin estuvo bastante reacia a salir sin su hermano. Salir sin su compañía le daba una sensación de abandono y el exterior le causaba cierta acrofobia, en realidad no era tan dependiente de él, pero ir sin aquel que siempre había estado a su lado le acarreaba cierto nerviosismo.

Lo peor era no acabar de entender que motivo había ayudado a romper su maldición, ¿Bailar? ¿Tirar comida al suelo? ¿Pelear contra sus captores? Era un poco confuso.

Aún así solo podía intentar salir lo mínimo posible, para cumplir con los mandados y descansar, pues realmente se sentía agotada.

Una semana había transcurrido y, a pesar de todo lo que había sucedido en la fiesta, la rutina de Stella no había cambiado en mucho. Se levantaba temprano para ayudar a preparar todo en la cocina y usaba su tiempo libre para charlar con sus compañeros, o muchas veces simplemente sentarse en una de las mesas y mirar por una de las ventanas hacia el exterior. El resto de su tiempo se lo pasaba en su habitación. Saliendo únicamente para lo indispensable, Stella agradeció la paz que todos pudieron tener esa semana.

Lo del brazalete fue un asunto fascinante para Stella durante esos días. De verdad sonaba a una historia de cuentos de hadas. En cualquier caso, no pasó de ser algo que la fascinara. Le daba curiosidad saber quién era aquel dueño de ese brazalete, pero no más de la debida. No era algo que le incumbiese en primer lugar.

En otras noticias, llegaba lo de la fiesta ese día. Ella ya llevaba más tiempo allí, pero no dejaban de emocionarle esas fiestas. Al convivir tanto con los demás en The Marchen, aprendió a disfrutarlas mucho, cosa que antes no hacía. Por lo mismo, el día de la fiesta se notaba más alegre y levemente emocionada, más que de costumbre. Sin embargo, sí... Bueno, con Annice seguía siendo algo desagradable; era algo que no se podía evitar. De cualquier forma, tenían mucho tiempo sin hacer algo así, y Stella estaba emocionada. No podía esperar a que llegase la noche. Tal vez en esa fiesta podría permitirse algo de hidromiel, por fin. No quería admitirlo del todo, pero le gustaba... ¡solo un poco!

Al día siguiente de lo ocurrido en la fiesta, Réamann salió de su habitación hasta después de mediodía por, quizá, haber dormido demasiado o simplemente quería mantenerse en soledad, pero en cuanto se preparó se dispuso a realizar las tareas que le eran asignadas; y así pasó su semana con cierta tranquilidad, socializando un poco más con Karma, Jurien y Garlan para ayudarles con sus rondas aunque solo fuesen con ideas ya que él no podía permitirse el salir para tal actividad. 

Callado, reservado y frío, su actitud no había cambiado mucho a pesar de todo lo sucedido, incluso se mostró indiferente con los rumores de aquellos nobles que buscaban al dueño de ese brazalete. No era un asunto que le fuese pertinente y nadie había ido a con él directamente a preguntar, así que era un asunto que le era ajeno... al menos en apariencia. Si alguien llegaba a preguntarle si creía en ello, él simplemente respondía que si existían brujas, hadas y maldiciones de distintos tipos, ¿por qué no creer en eso?

Cuando se supo de la fiesta, el peliblanco no pudo evitar dar un leve resoplido como si estuviese cansado de las actividades sociales, esperando retirarse temprano y así seguir descansando. Realizó sus tareas normales, aunque le dijo a Garlan que sacara uno de los barriles de hidromiel, la misma que usaron ellos la última vez que bebieron juntos... y que no tocara el que le regaló Aed.

En los días siguientes, Hogward paso la mayor tiempo de malhumor. La fiesta lo había afectado en mas de un aspecto, aunque se negaba a aceptarlo. Aunque se contenía a la hora de atender a los clientes poniendo una sonrisa, esta solo era una mascara que se le caía apenas terminaba sus quehaceres y regresando a tener una mala cara. Aparte de salir por necesidad ya sea por trabajo o comida Hogawrd no salió de su cuarto en dias, abandonandose a la vagancia y a rumiar sus frustraciones.

Con el pasó de los días, Hogward volvió a tener un humor normal, aunque no hubiera mucha diferencia a notar. Sin hablar con nadie mas de lo necesario, el joven paso el resto de la semana solo haciendo lo que tenia que hacer, nada mas ni nada menos.

La fiesta que mencionó Parfait apenas pasó por su cabeza unos segundos. La verdad, no le apetecía participar, por lo que planeaba irse apenas pudiera de vuelta a su habitación para dormir.

Otra confusa semana se había sucedido sin que su maldición estuviera más cerca de romperse. Además, el ambiente en The Marchen estaba de algún modo más enrarecido que de costumbre. Era evidente que a todos les había afectado en mayor o menor medida lo sucedido en la fiesta. A algunos, como era el caso de Rin o Stella, les había supuesto una limitación a su libertad habitual, aunque aquello no parecía ser lo único que les pasaba por la cabeza a sus compañeras. Hogward sencillamente se había comportado con más irritabilidad de la habitual aunque no era como si Alain pusiera su carácter a prueba con frecuencia, pues se relacionaba con él lo mínimo necesario. Réamann era sencillamente difícil de leer y aunque se había encontrado observándolo en silencio en más de una ocasión, frustrado porque su habitual capacidad de juzgar a los demás no funcionara con él, no había intentado conocerlo más. También había una pregunta que había deseado hacerle a Fiorella pero al final, por un motivo u otro, la había ido aplazando.

En honor a la verdad, posiblemente sus reticencias se debían a sus propios problemas. El problema de empezar a detectar los propios errores, de percibir por vez primera sus muestras de egoísmo, era que, de repente, ya no podía dejar de verlos. Y habían empezado a acumularse.

En un acto de humildad sin precedentes, se había dicho a sí mismo que parte de su malestar se debía a que deseaba pedirle perdón a Claire. Por demasiadas cosas, algunas de las cuales ni siquiera podría nombrar, en honor a sus recuerdos perdidos. Y, sin embargo, no había podido verla. No le habían dejado hacerlo.

También estaba el hecho de que había asesinado a aquel hombre. No entendía por qué le causaba tantos remordimientos. Sabía que no lo hubiera hecho hacía unas semanas, que se habría limitado a decirse a sí mismo que había hecho simple y llanamente lo que era necesario. Y se habría conformado con aquella justificación de sus acciones. Pero no en aquel momento. Apenas había dormido a lo largo de los últimos días, acumulando ojeras y una sensación de malestar creciente en la boca del estómago. La daga seguía ahí, sin limpiar en uno de los cajones de su dormitorio. Ni siquiera se había atrevido a volverla a tocar. Era... patético.

Quizás por eso estaba más arisco de lo normal. Su distante pero caballerosa actitud había desaparecido por una versión más cercana pero más cortante, que iba en aumento conforme se acrecentaban los círculos negros bajo sus ojos. 

Y eso, en definitiva, hacía que aquel egoísmo que había empezado a detectar estuviera presente a todas horas al pensar demasiado en sus propios problemas. Así que no podía decirse que estuviera de ánimo para la fiesta. Aunque quizás estaba mucho más receptivo a la hidromiel de lo que hubiera estado habitualmente.

Fiorella era un engranaje más de aquel enrarecido ambiente. No tenía muchas ganas de hablar y aunque se mantenía diligente y enérgica su ánimo no atravesaba los mejores momentos. Tenía mucho sobre lo que pensar, y como prefería no enfrentarse a ello simplemente lo dejaba estar y se dedicaba a cosas mas útiles. Ayudar y estar ocupada eran una escapatoria sencilla.

Dado que algunos de sus compañeros vieron las salidas restringidas se vio obligada a pasar bastante tiempo fuera de la taberna, haciendo toda clase de recados. Aún así, su presencia se había vuelto más silenciosa y discreta. Ya no se la escuchaba cantar por los pasillos mientras hacía las tareas, aunque eso no significaba que rindiese menos o evitase sus responsabilidades. 

El ambiente resultaba rutinario en su mayoría, pero algo lúgubre por todo lo que circundaba a aquella reunión. Era eso, ¿verdad? Aunque conociendo a Parfait, era posible que exactamente ese fuera el motivo por el cual había organizado eso. El hada se preocupaba constantemente por todos, así que de seguro había notado el ambiente, por lo cual decidió hacerlo. Eso o realmente le daban mucho crédito y solo quería derrochar algo de lo que Aed había enviado.

Al ver que todos, independiente de si estaban animosos o no para unirse bajaban, ella misma sonrió y les indicó que estaba esperando a ciertos invitados especiales, pero nuevamente las chicas se habían lucido al preparar el festín. Mientras invitaba a Stella y a Fiorella a descansar, Annice servía los postres. En verdad había comida para saciarse hasta no poder más y todo se veía muy bien. Aunque realmente quien esta vez no estaba en la fiesta era Karma. En su lugar, estaba Garlan, quien siguiendo las instrucciones de Réamann después de replicar un poco, fue a la colección privada del peliblanco para traer un barrilo de hidromiel.

- Cosecha especial... Aunque no saben de lo que se pierden. La taberna de Aed tiene fama de tener la mejor hidromiel del reino - dijo a modo de confidencia. Sin siquiera preguntar por autorización, sirvió un enorme vaso de espumosa hidromiel a Hogward, luego a Alain. Como si lo hiciera a propósito en medio de una broma privada o algo así, le sirvió a Stella solo medio vaso. Por último, se acercó a Réamann a servir un vaso para él completamente lleno e hizo lo mismo consigo mismo para sonreír divertido.

- Creo que a esta fiesta le hace falta un poco de distensión, así que deberíamos hacer una competencia. Claro que Rin no podrá participar. Waltz, te queda a cargo. A excepción de Stella, los demás con el vaso están obligados a participar. ¿Están dispuestos? ¿O le temen a algo? - y luego miró a Fiorella -. Si gustas, te sirvo un vaso. Cortesía de Réamann - rió nuevamente. Jurien no estaba allí. ¿Dónde estaría la rubia?

Como si con pensarla se le invocara, Jurien apareció para decirle algo a Parfait, quien reía por las palabras del espadachín. Al escucharla al oído, asintió y pidió disculpas para retirarse. Al parecer, debía recibir a alguien.

Waltz miró levemente molesto a Garlan por haberlo excluido, pero ¿no era natural? Y luego miró a Rin - Supongo que de cierta manera es mejor. Dime, Rin, ¿cómo te sientes? Sé que ha sido difícil no salir con tu hermano, pero al menos avanzaste con tu maldición, ¿verdad? - mientras miraba el antebrazo de la chica.

Tal vez fuera algo de la maldición o solo curiosidad, pero seguiste a Parfait con la mirada cuando se alejó para ir a la puerta. La sorpresa fue tal que por un momento te creíste loca. Quien tocaba a la puerta, quien había llegado no era otro que un pelirrojo de mirada desafiante que conocías bastante bien.

Rin miró el barril de hidromiel, no le molestaría probarlo, ¿Porque no podía solo por ser más pequeña? ¿Que acaso no estaba "tan delicioso"?

La fiesta no era demasiado animada pero a Rin no le importaba, era perfecta, buena fruta y dulces para parar un carro. Eso bastaba en realidad.

Waltz entonces le miró cuando a punto estaba de tratar un buen bocado de tartaleta de frutas cítricas, aunque en su plato había variedad pasando por el dulzor del coco y la fresa, hasta el ácido limón o el amargo café, postres de todo tipo, ¿Podía alguien pedir más?

- bueno... Salir sin mi hermano es molesto, no tengo a quién molestar cuando me aburro... En cuanto a la maldición... No sé, no noto nada diferente, y no entiendo bien que hice para que se deshaga un poco.

Tomó un trozo de tiramisú de café, lo puso en un plato y se lo entregó a Waltz, por algún modo parecía mayor de lo que se veía, por lo que tiramisú le gustaría, no siendo el postre más dulce de entre los que habían.

- come un poco también, estás demasiado delgado.

Junto a las demás chicas, Stella se había esmerado para ayudar a preparar cosas deliciosas. Aunque durante toda esa semana no había sido la alegría hecha persona, el día de la fiesta sí que se notó más animada que días anteriores. Después de todo, era algo diferente.

Aceptando gustosa la oferta de descansar, se sentó junto a Fiorella para disfrutar de lo que habían preparado. La verdad es que las otras dos chicas cocinaban de forma maravillosa. Dándose el gusto de poder disfrutar de lo que ellas también habían preparado, se permitió servirse distintas cosas para degustarlas una a una.

Cuando la hidromiel salió a relucir, Stella se emocionó un poco más con respecto a eso. Aunque al ver lo poco que Garlan le había servido, la pelinegra enarcó una ceja. No dijo nada hasta que vio que Garlan de verdad la estaba tratando como una mocosa. Si así era como quería jugar... Sin decir absolutamente nada, tomó el vaso y lo bebió a fondo de un trago, haciendo que el cristal sonase con fuerza cuando volvió a poner el vaso sobre la mesa.

—¿Por qué no podría participar? —masculló, molesta, al mismo tiempo que tomaba su tenedor y se llevaba un pedazo de tarta a la boca.

-Sí, de lo que se pierden, ¿verdad, Garlan?-le comentó Réamann al pelinegro también en un tono de confidencia. Sin embargo, aunque lo comentó en su porte seco habitual... había un destello extraño en su mirada. ¿Acaso ese fue un intento de comentario burlón hacia su compañero y quería quedarse para él mismo todo ese hidromiel que, según los rumores, era exquisito y digno de las altas castas? O simplemente la entrada de la luz por las ventanas dio un aire extraño justo cuando decía eso.

Siguió con su mirada cómo iba sirviendo a cada uno de los presentes que podían beber la hidromiel, llevándose una mano a sus labios cuando vio la cantidad que se le ofreció a Stella y recibiendo su vaso. Justo cuando iba a beber escuchó lo de la competencia y arqueó una ceja, sosteniendo su recipiente mientras asentía.

-Que esta sea la primera competencia. Dudo que Parfait quiera que alguno termine borracho antes de tiempo. Con este  vaso para iniciar creo que será suficiente-era raro que dijera eso cuando su rostro reflejaba indiferencia. Se sabía que Réamann tenía hidromiel añejándose en la bodega, pero verlo así frente a casi todos continuaba siendo extraño. Después miró a Stella y se encogió de hombros-. Ya tomaste tu medio vaso, si participas harías que todos bebiésemos de más. ¿Estás segura que quieres eso?

¿La estaba retando?

La fiesta prometía ser una prolongación más de la semana. Las mismas caras largas, el mismo humor sombrío. Salvo por la hidromiel. Todos parecían totalmente decididos a gestionar su estrés o angustia a partir de una forzada frivolidad acompañada de un vaso de bebida.

O, al menos, eso era lo que Alain pensaba mientras asentía con aprobación a Garlan, quien parecía decidido no sólo a abastecer a aquellos malditos y amargados, sino también a convertirlo en una clase de juego. Si acababan todos como amigos o enemigos, sólo el azar lo decidiría.

- Me apunto - afirmó.

Aunque Réamann parecía más que dispuesto a que aquella fuera una experiencia de diversión controlada. ¿Opinaría lo mismo Stella?

Hogward no estaba de animo para nada, mucho menos para fiestas. Quería volver a tirarse a su habitación y quedarse hasta que tuviera que bajar a trabajar. No obstante, concluyó que seria demasiado ofensivo con para las dueñas del lugar, si quería quedarse tenía que evitar desagradarlas demasiado y con lo de la fiesta anterior ya había hecho bastante. 

Eso no quitaba que no quisiera estar ahí, por lo que cuando se le sirvió el enorme vaso de hidromiel Hogward lo miró por un momento. Tal vez era por la frustración acumulada que tenía dentro o por que quería dejar de pensar por un momento, pero el caso es que de improviso, Hogward se llevo el vaso a los labios y de un tirón se termino todo el contenido de este sin escuchar lo que los demas decían. -Puaaaah- exhalo con fuerza al terminar luego de unos segundos para luego de limpiarse la espuma de los labios. 

El peliblanco, parpadeo un par de veces para pasar el alcohol. Nunca había tomado tanto de golpe -¡Eh! Necesito un relleno por aquí- dijo mientras se dirigía al barril para llenar otra vez su vaso de hidromiel. Aunque aun su voz era fría, se podía ver un leve rubor apareciendo en sus mejillas

El ambiente enrarecido no animaba demasiado a la conversación, pero al menos rompía la sombría monotonía que se había instaurado en The Marchen durante la última semana tras la fiesta. Por suerte había quienes ponían de su parte para amenizar aquel ambiente. Estaba sentada junto a Estella disfrutando de la comida. Todos parecían sumidos en su propio mundo pero de repente el desafío de hidromiel les hizo despertar. 

Cuando le tocó su turno ella extendió su vaso para que le sirviesen una copa. Hacía muchísimo que no bebía así que no sabía como reaccionaría pero esta vez necesitaba algo para aclararse, y quizá confraternizar con sus compañeros le ayudaría un poco a enfrentare a sus propios problemas. 

- Yo también me apunto. 

Casi se queda sin aire cuando le vio entrar. El reencuentro con Ezio había sido una experiencia intensa pero aquellos ojos desafiantes. Los añoraba y le enfadaban a partes iguales. Es cierto que durante los años de servicio lo había visto de lejos, pero no allí. Tan cerca. ¿Acaso había ido a buscarla? ¿Por qué? ¿No era él quién siempre se había metido con ella? Fiorella intentó no mirar demasiado, pero le picaba la curiosidad aunque trataba de ser discreta con sus compañeros. 

Garlan, al ver la reacción de Stella, se quedó de piedra. En verdad era una chica ruda... O al menos pretendía serlo. Se echó a reír sin poder controlarse mucho. Cuando se hubo calmado, miró a Stella - De acuerdo, tranquilízate. Pero que luego Réamann no me culpe por esto - y llenó el vaso de Stella otra vez.

Al escuchar las palabras de todos, se veía emocionado, pero miró a Hogward de una manera muy similar a como había mirado a Stella. ¿Acaso era tan necesario aquello? - Vaya, cuánta impaciencia. ¿Será que quieres competir o te dedicarás a embriagarte? - miró al peliblanco divertido.

Las palabras de Réamann captaron la atención del espadachín, quien miraba al otro peliblanco con una sonrisa divertida mientras negaba con la cabeza. Pasó sus ojos por Alain y Fiorella para sonreír complacido - Excelente. Será divertido. De seguro Annice tendrá que preparar varios tés después de esto - y miró hacia la cocina para mirar a una Annice que los saludaba con la mano. No parecía oponerse, pero sí que sonreía incómoda, tal vez augurando lo que se vendría.

- Las reglas serán sencillas. Cinco vasos. Cada uno se beberá cinco rondas y quien esté mejor, gana y podrá dar una orden a todos los perdedores. Que por cierto, yo no les dije nada ese día - miró a Stella y Réamann con gesto desafiante -. Si pierdo, olvidamos esa deuda. ¿Estamos listos? Yo serviré - y dicho esto, fue por cinco vasos para cada uno de los presentes, sirviéndolos con cuidado.

Mientras eso pasaba, Waltz observaba la escena mientras suspiraba y negaba con la cabeza. Recibió el postre que le tendía Rin con una sonrisa - Muchas gracias - y tras este sencillo agradecimiento, se llevó un trozo a la boca para seguir comiendo con más vehemencia. Cuando la chica mencionó que no sabía qué había hecho, el pelinegro tragó y luego se llevó el tenedor a los labios un tanto meditabundo -. La respuesta está en tu maldición. ¿Cómo debes romperla? Si sabes cómo, sabrás qué fue lo que sucedió - y esperó interesado una respuesta de la chica.

Mientras tanto, Parfait seguía ausente.

Aunque seguías tratando de ignorar el asunto, era difícil no echar miradas rápidas al portal. Seguían allí conversando y tu hermano parecía estar algo molesto, ya que movía mucho las manos y su mirada era más desafiante de lo habitual. Parfait, en su usual calma, no parecía estar perdiendo los estribos, y Dante tampoco se sobrepasaba, pero de verdad parecía que quería entrar.

Ni de lejos era consciente Stella de que sería la causante de que más de uno, probablemente incluso ella misma, acabase ebrio, y todo por una tontería. Algo picada miró a Réamann cuando le hizo aquella pregunta... Entrecerró los ojos, pero no le respondió nada. Su respuesta vino cuando Garlan le llenó el vaso de nuevo; se volteó hacia Réamann y le sonrió de lado. No sucedía la mayoría del tiempo (al menos no con alguien que no fuese Annice), pero de verdad, en ocasiones, mostraba un carácter algo fuerte y caprichoso.

Manteniendo su media sonrisa, miró a Hogward que le había dado fondo a su vaso y a todos los demás que se apuntaban... Alain... ¡y incluso Fiorella! ¡Por fin compartían como compañeros de verdad! 

—No dejemos que los chicos ganen, Fiorella —susurró a su compañera, con cierta complicidad, sin ser capaz de ocultar la emoción que estaba sintiendo por lo que venía a continuación. 

Como si fuese algo de suma importancia, sintiendo su vena competitiva arder, escuchó a Garlan. Enarcó una ceja con algo que dijo el caballero, pero no replicó absolutamente nada, quizá simplemente porque no podía. Volvió a sonreír de lado y miró de nuevo a Réamann, solo para apartar la mirada rápidamente en un gesto claramente odioso y infantil. No tenía intenciones de perder.