Partida Rol por web

Los terrenos de los Rolart se encontraban en el distrito IV. Allí las mansiones eran medianamente elegantes, pero no señoriales. A la llegada del vehículo un mayordomo abrió las rejas principales indicando que les estaban esperando, y en la puerta principal un puñado de sirvientes y doncellas acudieron con paraguas para cubrirlos en su corto trayecto a cielo descubierto hasta el interior.

Ya en el hall de entrada se encontraban los padres de la fallecida Zamura, ambos vestidos de luto. Se presentaron como Dietgard y Emery Rolart, estrecharon las manos de los acólitos (a quienes tomaron como miembros del Adeptus Arbites y consejeros), y les guiaron hasta el salón principal, donde se encontraba la sirvienta, sentada en una silla, estrujando un pañuelo entre sus manos.

Dietgard Rolart	Emery Rolart	"La criada" - Brunilda

Isolda escuchó la conversación que tenían con la conductora durante el viaje sobre esos extraños lugares y el supuesto "Cola del Gusano" o algo así habían dicho; pero tenían que centrarse en lo que quería centrarse y era obtener información sobre lo ocurrido en el primer asesinato del que se dio parte.

Alzó la mirada al bajar del lugar y pudo ver esa fachada y antes de que pudiera darse cuenta tuvo un paraguas sobre su cabeza. Asintió como gesto de agradecimiento y se encaminó hacia el interior del lugar donde saludó con un apretón de manos y una ligera inclinación de cabeza a modo de respeto de alguien de su puesto.

-Hermana Isolda -se presentó a los nobles y siguió los pasos hasta encontrarse con la criada, una persona mucho más mayor de aspecto, puede que no la pagaran unas operaciones de rejuvenecimiento.

-Buenos días, señorita Brunilda -se presentó con cierto respeto- mi nombre es Hermana Isolda y estos son mis compañeros, el siervo de Marte Arcturus y el consejero Vipus. Estamos aquí para saber de primera mano qué fue lo que encontró, se que puede ser algo traumático, pero necesitamos saber de primera mano todo lo que pueda recordar.

Hizo un gesto a su compañero noble para que se acercara. Su labia era mejor que la de ella y prefería quedarse un poco a parte en ese momento, observando las reacciones de los dos nobles ante las palabras que dijera la criada.

Claudius no perdía detalle de todo lo que le rodeaba, fue observando a la gente, los barrios que atravesaban e incluso hizo un bosquejo de mapa de las calles de la ciudad por las que iban pasando, en su cada vez más caótica e ilegible (para nadie que no fuera Claudius) pila de nota.

No dejó de hacerlo cuando alcanzaron la mansión Rolart. La edificación parecía sobria (incluso modesta para el gusto de Vipus), pero el ejército de sirvientes demostraba la solvencia económica de aquella casa. Claudius recorrió con la vista al servicio. Era improbable que ninguno de ellos llevara a la vista cicatrices rituales o lesiones como las que habían encontrado en los cadáveres, pero Claudius era un hombre curioso y no desperdiciaba ocasiones ¹.

- Mi más sentido pésame - dijo con voz correctamente apesadumbrada dirigiéndose a los padres - no quiero imaginar la situación por la que están pasando y que hacerles revivir momentos dolorosos le aportará más dolor.

- Sin embargo, les aseguro que no les molestaríamos si no fuera absolutamente necesario. Con su ayuda es (posible iba a decir, pero se lo calló) seguro que encontraremos a los culpables que serán castigados de la forma más severa y brutal posible (no quería hacer creer a aquella familia que los culpables podrían salir de aquella con penas menores, sino con la más que probable ejecución).

- Jeremiah Vipus de la noble y leal casa Vipus de Nova Castilla. A su servicio - añadió presentándose tras haber estrechado entre sus manos las de los presentes, sirvienta incluida ².

La familia estaba un poco tensa al principio, tanto por nerviosismo como por tratarse de un recordatorio de la muerte aún tan reciente de su hija, pero la labia de Claudius consigue que ambos padres se relajen un poco. Quien aún permanece con un semblante frío y distante es la ex-criada, que parece por su expresión ausente que su mente se encuentra muy lejos de allí.

— Era una joven muy coqueta y muy social. Participaba en muchas fiestas y todos la consideraban hermosa, tenía varios pretendientes que la cubrían de regalos, pero cada dos por tres ella sacaba su espejito para retocarse, empeñada en que al maquillaje le fallaba esto o aquello, o que sus pendientes o un colgante ya no le quedaban bien y tenía que cambiárselos. — la criada hablaba con mucha pena y con lentitud. En las breves pausas en la conversación, de vez en cuando miraba por la ventana hacia el cielo viendo caer la lluvia, especialmente cuando un relámpago cruzaba el cielo.

— Era un día como cualquier otro. Aquel día no salimos y tras ponerse el camisón la dejé frente a su tocador jugueteando con su anillo preferido. Por la noche la tormenta fue especialmente fuerte y hubo rayos y truenos hasta el amanecer... A la mañana siguiente fui a despertar a la joven señora pero no respondía al llamar a la puerta, y cuando entré... — la criada ya tenía lágrimas en los ojos, pero cuando llegó a aquella parte se dobló de repente y se llevó una mano a la boca conteniendo una náusea, Lady Emery llamó rápidamente a otra criada para traer agua e incluso ayudó a consolar un tanto a su antigua criada. mientras tanto Lord Dietgard permaneció a un lado mostrando entereza, aunque miraba al suelo bastante decaído.

— ¿Puedo asumir que quieren ver la habitación de Zamura? —

- Por favor - respondió Claudius al ofrecimiento. El noble parecía sentirse más cómodo que los demás acólitos frente a unos padres dolientes. Pensándolo bien era improbable que el hermético mechanicus o la severa sororitas se vieran en situaciones como aquellas, por mucho que se relacionaran con frecuencia con la muerte en primera persona.

- Le aseguro que seremos lo más cuidadosos posible (aunque si la hermana Isolda decide pegarle fuego a todo esto no imagino que podría hacer yo para detenerla). Sería preciso ver la estancia donde ocurrió todo y las aledañas y poder ver los objetos de ésta y las posesiones de la joven Zamura (el espejo y ese anillo favorito despertaron la curiosidad de Claudius).

- Por otro lado - añadió volviéndose hacia la criada cuyas manos sostuvo entre las suyas - entiendo lo doloroso que esto le resulta, se lo aseguro, pero es preciso que continue, por favor. ¿Hay algo que ocurriera, oyera o viera? Cualquier cosa, por banal que pueda parecer, puede resultar útil.

Isolda dejó que Claudius llevara la voz cantante por dos motivos: el primero era ver si de verdad era tan capaz como parecía querer dar a entender y el segundo era porque ella no era la más locuaz ni la más hábil con las palabras, al menos para una conversación normal. Isolda solo servía para ensalzar los corazones de los creyentes del Dios-Emperador y para amenazar y castigar a los herejes.

Tal vez fuera por su adoctrinamiento, pero nunca llegaría a comprander esa obsesión con la belleza que suelen tener muchas mujeres y sobre todo las nobles, como si solo valieran lo que aparentaban. La sororita tenía que demostrar lo que valía con sus actos, aunque en cierta medida también muchos valoraban lo que valía por su aspecto, ya fuera de una forma o de otra completamente distinta a los nobles.

Cuando la criada mencionó el anillo, Isolda no pudo evitar fruncir el ceño.

-¿Y ese anillo tenía algo de especial? -preguntó- ¿Un regalo de algún pretendiente con más posibilidades?¿Una herencia de alguien querido?. Y sí, nos gustaría ver la estancia donde ocurrió todo -se giró hacia la pareja de nobles- con su permiso, claro está.

sí, nos gustaría ver la estancia donde ocurrió todo -se giró hacia la pareja de nobles- con su permiso, claro está.

— Desde luego, tienen mi permiso para ver lo que quieran. — A pesar de su evidente falta de ánimo, el señor Dietgard mantuvo la compostura en todo momento y no parecía estar molesto por la presencia de los arbitradores, tan solo colaborador.

¿Hay algo que ocurriera, oyera o viera?

El señor Dietgard negó con la cabeza. — Mi señora y yo estuvimos en una celebración en el distrito VII organizada por Lady Tigula. La mayoría de cabeza de las grandes y pequeñas familias también estuvieron; y todos nos vimos obligados a guarecernos en su mansión hasta que arreció la tormenta al amanecer. No supimos nada hasta nuestra vuelta a casa. —

Finalmente llegan a la habitación. Por supuesto, no se encuentra como el escenario de un crimen; han pasado muchas semanas y la habitación ha sido limpiada y recogida, sin embargo, sigue viéndose como la habitación de una joven damisela. — Faltaban varios objetos y también había muchos destrozos, aún no sabemos si pretendían robar o simplemente tenían algún afán destructivo. —

-¿Y ese anillo tenía algo de especial? -preguntó- ¿Un regalo de algún pretendiente con más posibilidades?¿Una herencia de alguien querido?

— ¿Especial? No mucho, lo tenía desde hace un par de años. Recuerdo que el muchacho en cuestión que se lo regaló afirmaba que era algo así como una reliquia familiar, pero solo era un anillo con un espejo en miniatura. Zamura apenas dudó en rechazar al chico (como a casi todos, en realidad) pero se encaprichó del anillo. En realidad, aún está aquí. —

Sobre un aparador había algunos objetos pequeños, el señor Rolart acercó a los acólitos uno de ellos. Se trataba de un sencillo anillo dorado totalmente liso con aspecto algo antiguo, ahora doblado y retorcido como si lo hubieran aplastado. En el centro había un ovalo y un enganche, pero estaba vacío, sin restos de ningún cristal, gema o adorno. 

Claudius recorrió la habitación con la vista primero y luego, cuando el noble Dietgard dió su consentimiento recorrió ésta sin dejar de abrir algún cajón, voltear sutilmente un cuadro, de modo aparentemente casual pero en realidad tan metódico como todo (o casi todo) lo que hacía (cuando se trataba de investigar algo al menos).

El servocraneo le seguía zumbando detrás de él y tras la orden de Claudius registrando la zona con su auspex integral.

- Pérdoneme Lord Rolart, que le haga algunas preguntas, que espero que no le molesten, de verdad (me odiaría si usted se sientiera culpable por ello)... ¿son frecuentes esas celebraciones? ¿es Lady Tigula o su círculo anfitrión habitual de tales eventos?

- Y si me permite ir un poco más allá ¿sabe por qué no acudió Zamura con ustedes? Por lo que han dicho parecía ser centro de atención de todos y disfrutar de ello.

Isolda se quedó junto a la puerta, dejando que fuera Vipus y su sevocráneo los que investigaran la habitación. La sororita quería ver como se desenvolvía su nuevo compañero en una situación así ya que había demostrado tener cierta habilidad para el combate durante la escaramuza en los botes. 

-Yo quiero añadir una. Parece que las lluvias son muy comunes, ¿es también común tener que quedarse en casa de alguien porque las tormentas son muy fuertes?. ¿No tienen algún medio de transporte o algo que pueda capear el temporal? -si fueran plebeyos se lo creería, pero si ni los nobles podían hacer eso, es que este planeta era mucho más pobre de lo que se esperaba.

Y volvió a centrarse en su tema.

-Entonces, ¿el anillo era un espejo y una herencia de otra familia? ¿Quién se lo regaló?. Con su permiso -cogió el anillo y lo miró detenidamente, intentando ver qué podría faltar a parte de la joya o lo que fuera que iba en ese enganche vacío, en el que tal vez fuera el espejo en miniatura, pero la pregunta de Vipus le parecía acertada. ¿Por qué no habría ido a esa fiesta?.

Claudius: ¿son frecuentes esas celebraciones? ¿es Lady Tigula o su círculo anfitrión habitual de tales eventos?

- Y si me permite ir un poco más allá ¿sabe por qué no acudió Zamura con ustedes? Por lo que han dicho parecía ser centro de atención de todos y disfrutar de ello.

— Aquí en el distrito alto las celebraciones y fiestas son algo común. No puedo hablar por los nobles del Quorum como Lady Tigula, ya que apenas nos relacionamos con ellos directamente, pero una o dos veces al año tenemos la suerte de que alguno de ellos decide realizar un evento en el que nos abren también las puertas a los del distrito IV. —

— Desde luego, normalmente a Zamura le habría encantado ir, pero llevaba días un poco rara. Lo cierto es que le insistimos un par de veces para que viniera con nosotros con la esperanza de que el heredero de alguna familia más importante se prendara de ella, pero cogió una de sus rabietas y se empeñó en que no quería salir de casa. Al final cedimos y nos fuimos sin ella. —

Isolda: ¿es también común tener que quedarse en casa de alguien porque las tormentas son muy fuertes?. ¿No tienen algún medio de transporte o algo que pueda capear el temporal?

— Con la lluvia y las tormentas podemos apañarnos, pero como dijo Brunilda aquella noche fue especialmente violenta, mucho más que de costumbre, todo un vendaval y una batalla de truenos. Alguien intentó solicitar un transporte aéreo pero las rachas de viento casi provocaron que se estrelle. Después de eso, nadie se atrevió a salir hasta las nubes se calmaron. —

Isolda: ¿el anillo era un espejo y una herencia de otra familia? ¿Quién se lo regaló?

— El heredero de una de las casas de por aquí. Grieffin, creo que se llamaba. Sus familia no es muy importante, solo se dedica a los transportes de mercancías dentro de la ciudad, principalmente para los gremios de otras casas. La verdad es que me alegré cuando Zamura lo rechazó, siempre se enamoraba y se desenamoraba con gran rapidez. —

Mientras el señor Rolart contestaba a sus preguntas, la mirada de Claudius se posó por casualidad en uno de los adornos de la cama con dosel, que estaba rajado. El anciano sabio había captado un brillo extraño, y su utilísimo servocráneo le había confirmado sus sospechas de que el adorno estaba hueco.

Claudius no tardó mucho en averiguar como abrirlo, y al hacerlo encontró en su interior gran cantidad de cartas escritas en pergamino, todas dirigidas a Zamura, sin remitente. En las cartas, el misterioso autor declaraba su amor eterno por la joven, la halagaba de mil y una formas y afirmaba mantenerse en el anonimato por el miedo a ser rechazado. En la última de las cartas la citaba para reunirse con ella en su habitación y revelarle su identidad la noche que fue asesinada.

Siguiendo a sus compañeros a lo largo de la mansión Rolart hasta el dormitorio de la joven, Arcturus no abrió la boca. Parecía desinteresado, pero al llegar al cuarto lo miró todo con mucha atención, especialmente el anillo, sopesándolo, analizándolo detenidamente con el auspex, musitando rezos inaudibles, clavando la mirada en el engarce.

No iba a decir en voz alta que era demasiada casualidad que la noche que hay una tormenta brutal sea la que su hija decide perderse una fiesta y más aún tras las cartas que encontró Claudius en un escondite hueco, algo que parecía que se habían olvidado de registrar.

-¿Fueron los Arbitradores los que investigaron la escena o esos llamados Mandato? -preguntó mientras parecía que todo empezaba a tener una cierta coherencia. Eso tenía que haber sido planificado de forma precisa y la sororita se alegraba de tener un transporte terrestre y blindado que aguantaría bien las inclemencias del tiempo. Comenzó a pasearse un poco por la habitación, solo para cotillear aquí y allá, buscando algo que pudiera darle algún otro tipo de pista.

Claudius examinó las cartas con cautela a pesar de encontrarse en presencia de los padres de la difunta.

Parecía claro que el responsable de la muerte de la joven era el autor de aquellas letras o al menos el cerebro detrás del asesinato. No era raro que la joven hubiera preferido quedarse a solas en su cuarto a la espera de un misterioso amante en lugar de acudir a fiesta alguna.

A Claudius seguía pareciéndole llamativa la casualidad de que el asesino hubiera elegido para fecha del encuentro una en la que el resto de la familia permanecería fuera de la mansión (si Zamura hubiera tenido forma de contestar a las cartas quizás hubiera surgido la idea de ella, pero no parecía posible que la joven devolviera cartas a su secreto remitente).

Estudió las cartas una y otra vez, sin duda era posible extraer información de la calidad del papel (y su precio), de la tinta (fácil o no de conseguir), el estilo de letra, el lenguaje (expresiones en alto gótico o clichés acordes a ciertos estamentos podrían apuntarles en una dirección. Quizás en las cartas el asesino describiera más de si mismo de lo que hubiera querido (cuando uno deja fluir la imaginación se escapan verdades tejidas entre los embustes y parecía seguro que el asesino había abrumado de embustes a la chica).

Los acólitos continuaron examinando la habitación, pero parecía que cualquier posible pista había desaparecido con el tiempo y tras la limpieza de la misma. Ni siquiera los auspex del tecnosacerdote revelaron más de lo que habías descubierto hasta ahora.

-¿Fueron los Arbitradores los que investigaron la escena o esos llamados Mandato? -

— Ambos, en realidad. Los agentes del santuario* llegaron aquí primero, aunque al poco tiempo les siguieron los arbitradores. Discutieron mucho, pero para el día siguiente los agentes del santuario se retiraron y solo se encargaron de esto los Arbites. —

Mientras tanto, Claudius examinaba con más atención las notas que había encontrado. No era muy prometedor. Los trazos eran casi idénticos en toda la hoja, tal vez realizados con una autopluma o algún otro aparato automático, mientras que las expresiones eran en gótico clásico, pero muy sonoras, casi como sacadas de alguna novela fantasiosa para deleite de las jovencitas como Zamura. El remitente tenía que ser pues, una persona con una mínima educación y recursos, pero dando por supuesto que podía haber mentido en el contenido de las cartas y que apenas hablaba de más que halagos para su dama, poco más podía averiguarse.

-Puedo echar un vistazo, por favor?

Arcturus cogió delicadamente las cartas y las examinó de cerca, cara y vuelta, buscando sobres, que a menudo contenían marcas del propietario o del fabricante, y los timbres, sí los había. Alguien entregaría las cartas.

-Cómo llegaban las cartas aquí? Vieron a alguien merodear por la casa en los últimos tiempos? Y la criada, no sabía nada de estas cartas?

Volvió su atención a las cartas. Se fijó en el estilo, pero también en la caligrafía. Una vez le había interesado el tema y había leído algo al respecto. Y sí, las autoplumas también tenían su caligrafía. Los adeptos de Marte lo sabían bien. Podían reconocerse sutiles diferencias en la presión, pequeñas imperfecciones en algunos signos concretos, enlaces propios de uno u otro tipo de autopluma. Podría permitirles carear este texto con otro y comprobar si ambos fueron escritos con la misma máquina. Tendrían los Grieffin la autopluma en cuestión?

Isolda asintió de nuevo a las palabras del noble. Parecía que los mandato habían llegado primero y, solo esperaba que de verdad tuvieran interés en solucionarlo y no en fastidiar la investigación, porque podrían haber alterado el escenario de alguna forma, o tal vez para proteger a un sospechoso de otra familia más poderosa.

Aun así no me gustaba.

-El problema sigue siendo el mismo. El por qué hacer algo tan brutal, no lo haces por que sí, o quieres hacer algo o quieres demostrar algo -negó con la cabeza porque las pistas se les iban.

Paseó por la zona intentando mirar algo mientras que Arcturus realizaba sus preguntas y Claudius estudiaba las cartas, pero tentonces intentó cambiar ligeramente de tema.

-Una pregunta histórica, señor Rolart -intentó parecer menos amenazadora y más curiosa, como si la historia fuera un hobby personal- la torre de los arbitradores, la Insensatez de Haarlock. Verá, he oído hablar mucho de esa familia, ¿tenía conexiones aquí con alguna otra familia?.

Por un momento Claudius estuvo a punto de retener las cartas en su mano. Aun recordaba (pocas veces olvidaba algo) que el tecnoadepto le había negado la esfera de información en la nave de descenso cuando él se la había pedido. Sin embargo no era un hombre rencoroso (un lujo poco práctico en el mejor de los casos) y tendió las cartas a Arcturus tras sólo un instante, quizás él pudiera extraer una información invisible para Claudius.

- Señor Arcturus, quizás fuera (más) útil acceder al sistema de vigilancia de la casa, si es que ésta dispone de alguno ¿es asi Lord Rolart? ¿hay algún registro de imágenes que pudieramos revisar? Quizás exista un patrón de visitas imprevistas (o previstas) que nos permita conocer a quien hiciera llegar aqui las misivas

- Por otro lado, también es posible que Zamura colocara en este escondite las cartas pero las recibiera en otra parte ¿hay algún lugar que visitara regularmente? ¿algún sitio donde un mensajero (o el autor mismo) pudiera dejarle las cartas? ¿algún lugar cuya visita fuera conocida de antemano por alguien?

Isolda: -Cómo llegaban las cartas aquí? Vieron a alguien merodear por la casa en los últimos tiempos? Y la criada, no sabía nada de estas cartas?

— No sabía nada, es la primera vez que las veo; dudo que Brunilda estuviera enterada, siempre nos hacía saber sobre los nuevos intereses amorosos de nuestra hija, y este hubiese sido especialmente inusual. En el distrito en general hay poco movimiento por las calles porque no está muy poblado, nos habríamos dado cuenta si alguien se hubiese acercado a la casa. —

- Señor Arcturus, quizás fuera (más) útil acceder al sistema de vigilancia de la casa, si es que ésta dispone de alguno ¿es asi Lord Rolart? ¿hay algún registro de imágenes que pudieramos revisar? Quizás exista un patrón de visitas imprevistas (o previstas) que nos permita conocer a quien hiciera llegar aquí las misivas.

— Algunas estatuas en el exterior tienen pictograbadores, si. Pueden ver su contenido si quieren, pero les advierto que los arbitradores no encontraron nada¹ —

¿hay algún lugar que visitara regularmente?

Casi todos los días visitaba a alguna amiga suya de otra familia, raro era el día que no salía de casa. En alguna ocasión pasaba la noche fuera* y también había días donde nosotros éramos los anfitriones para otras jovencitas que venían de visita. Se que de ven en cuando iban de compras al distrito III y en más raras ocasiones frecuentaban las óperas y obras de teatro del distrito VI, aunque no nos gustaba que se alejase tanto, y siempre que salía del distrito lo hacía con escolta.

Isolda: - la torre de los arbitradores, la Insensatez de Haarlock. Verá, he oído hablar mucho de esa familia, ¿tenía conexiones aquí con alguna otra familia?.

— ¿Esa antigualla? Ya era una reliquia cuando yo nací y nadie recuerda la última vez que estuvo habitada antes de los arbitradores. No se de ningún noble que afirme tener relación con los dueños originales de la torre, pero sí que hay quienes se jactan de ser descendientes de Teresa Sinos, la fundadora del planeta. Creo que ambos (Haarlock y Sinos) eran originalmente familias de comerciantes independientes, no se sobre la otra, pero Sinos permaneció aquí e hizo prosperar la ciudad, es una leyenda viviente². —

Arcturus asintió un par de veces a Claudius. El noble había hablado con acierto, y ello sin duda gustaba al tecnosacerdote.

No tardó en hacerse con las pictograbaciones. La mecadendrita las recorrió de arriba abajo. 

-Cómo se llaman esas amigas?

-¿Se las podría haber hecho llegar una amiga?¿Tal vez se las daba algún sirviente de otra familia? -el mero hecho de que saliera casi todos los días daba muchísimas posibilidades de que alguien de menos confianza diera dichas cartas- y el que no haya casi nadie no quiere decir que se note más cuando alguien se acerca, yo lo veo como que hay menos ojos que vigilan.

Se quedó un momento pensando en el nombre de Teresa Sinos, una leyenda viviente, lo que quería decir que seguía viva pero llegar a ella sería imposible. Tenía que haber alguna forma de saber por qué motivo estaban "conectados" ese maldito planeta en el que se toparon con el Viudo y este planeta en concreto.