Alphonse Reikter lentamente abrió los ojos y ya no se encontraba en la más completa oscuridad, sino en un mundo completamente vacío e inmenso, en donde lo único que podía ver era un cielo azul con alguna que otra nube blanquecina y grisacea; sus pies estaban tocando un suelo más cercano a un mar en calma, pues a cada paso que daba se generaban unas leves hondas bajo sus pies. Además, podía ver el claro reflejo de las nubes y de el mismo en aquella superficie cristalina que tenía bajo él.

En la distancia, el muchacho pudo ver unas cuantas construcciones blanquecinas que estaban sobre la superficie, más cercanas a pilares de marmol gigantes que a cualquier otra cosa hecha por el hombre o incluso la naturaleza. Aunque a decir verdad, todo aquello parecía estar más cercano a lo sobrenatural que a lo que este hubo visto en su vida.

Abrió los ojos y simplemente se quedo allí, intentando asimilar lo que había pasado, y lo que veía. Se sentía ligero, con la mente en blanco, sin emociones ni pensamientos. Hasta que el recuerdo del dolor volvió de golpe. Frunció el ceño, sin atinar a moverse, había sentido dolor, mucho, recientemente, pero era como un recuerdo lejano. Cerró los ojos de nuevo intentando recordar, las memorias se le escapaban de la mente como arena entre los dedos. Pero al fin pudo asir una, oscuridad... y dolor, mucho dolor. Era como una garras atravesando su cuerpo, desgarrandolo en hilachas. Y entonces recordó. La substancia negra, había llegado a ella e intentado atravesarla, y entonces.... Se tocó el pecho. -Estoy muerto? - Preguntó a la nada con cierta tristeza melancólica, mirando el lugar a su alrededor. Debía estarlo, los recuerdos fluían a su mente ahora, y una sensación dentro suyo le confirmaba que estaba en lo correcto.  Miró las ondas bajo sus pies, y dió un pisotón, pero para su decepción no variaron en lo absoluto, ni siquiera cuando saltó en el lugar. ¿Quizás solo era otro sueño? Suspiró, ya no estaba muy seguro de nada.

Lo único que irrumpía la calma del lugar eran esas estructuras gigantes, así que se encaminó hacia allí, quizás allí hubiese alguien que supiera algo.

Mientras Alphonse Reikter caminaba, un color llamó su atención, el color rojo de la chaqueta de un joven el cual estaba sentado en una de esas estructuras blanquecinas mirando al firmamento, lo que viene a ser a cualquier lado y en cualquier dirección en aquel mundo plano e infinito.

-¿Ya estás por aquí, Al? -Preguntó sin siquiera mirar a quien estaba hablando- Sinceramente eras de los pocos que no me imaginaba que iban a aparecerse en este lugar. Mucho menos tan rápido. ¿Cómo están todos en el otro lado?. ¿Como está Caerulea?.

Sus ojos brillaron por un instante con esa última pregunta, aunque no estaba lo suficientemente entusiasmado como para girar su cabeza al muchacho, pues este seguía mirando al infinito y más allá, como si siguiera esperando algo o alguien.

-¿Has visto a mi Chirithy?. -Volvió a preguntar- ¿Sabes quién lo tiene?.

Se acercó a lo que a primera vista parecía una flor roja resaltando entre aquel lugar blanco como tiza. Solo para descubrir a los pocos pasos que se trataba de un chico. Corrió hacia él con todas sus fuerzas, entusiasmado de ver a alguien más en ese lugar, hasta que cayó que si así era, aquella persona también estar muerta. La realización le hizo aminorar el paso, pero no se detuvo hasta estar junto a este. 

-¿Quién eres? - Preguntó confundido de que pareciera haberlo estado esperando. -Están bien... creo - Lo que empezó con convencimiento acabo en un murmullo. No tenía idea de que había pasado con el resto. Tuvo que pensar algunos segundos hasta que el rostro de la chica que mencionaba le vino a la mente - Ella también atravesó la substancia, no se que paso con ella - Contestó con un tono de disculpa, no sabía nada, no sabía que había pasado, ni siquiera sabía que había pasado con su familia. -¿Qué era ese lugar donde estábamos? - Si los había estado observando como para conocerlos tenía que saber algo de lo que estaba pasando. -No se que es - Más preguntas le hacía y más perdido se sentía. ¿Como podía haber sido tan idiota?

Naoko lentamente abrió los ojos y ya no se encontraba en la más completa y fría oscuridad, sino en un mundo completamente vacío e inmenso, en donde lo único que podía ver era un cielo azul con alguna que otra nube blanquecina y grisacea; sus pies estaban tocando un suelo más cercano a un mar en calma, pues a cada paso que daba se generaban unas leves hondas bajo sus pies. Además, podía ver el claro reflejo de las nubes y de el mismo en aquella superficie cristalina que tenía bajo él.

En la distancia, la muchacha pudo ver unas cuantas construcciones blanquecinas que estaban sobre la superficie, más cercanas a pilares de marmol gigantes que a cualquier otra cosa hecha por el hombre o incluso la naturaleza. Aunque a decir verdad, todo aquello parecía estar más cercano a lo sobrenatural que a lo que este hubo visto en su vida.

La repentina llegada de Naoko a aquel mundo hizo que el muchacho girara su cabeza intrigado, no parecía del todo contento con hablar con Alphonse, el cual, también se encontraba en el lugar, y a todas luces pareciera que este se hubo hallado allí por bastante tiempo ya.

-Solo lo diré una vez, así que espero que lo escuchen bien; soy Erythrum, el prometido de Caerulea. Y llevo aquí no sé cuanto tiempo... me sorprende que Caerulea no te haya hablado de mi... si partió a la aventura para buscarme...

La mirada de Erythrum se posó en Naoko. Y esbozó una leve mueca de desagrado.

-Sobre qué es un Chirithy... ¿Por que no se lo preguntas a ella?. ¿A quién le has legado el Chirithy de él?.

¿Qué había pasado?

Lo último que recordaba era cómo aquellos cubos de hielo se abalanzaban nuevamente sobre mí. Eran demasiados y no pude hacer nada.

Y ahora… ¿Dónde estaba?

—¿Hola? ¿Hay alguien? —grité, asustada.

El lugar en el que me encontraba era muy bonito, pero aparte de una estructura extraña no había absolutamente nada. Y además no tenía ni la más remota idea de cómo había llegado hasta allí. Ni de cómo salir…

Al poco de caminar reparé en la presencia de dos chicos que no conocía. Inmediatamente me acerqué, pues el saber que no estaba sola allí me aliviaba un poco. Antes de que yo pudiera decir nada, uno de ellos se presentó. Y saber quién era me sorprendió mucho.

—¿Qué? ¿Eres el prometido de Caerulea? ¡Eso es gen…! —De pronto mi cara se volvió blanca como la leche. ¿Qué era lo que me había dicho Caerulea? Ella había perdido a su prometido y su mundo, igual que yo había perdido y a mi familia y mi mundo. Eso significaba que…—. No… No, no… No puede ser —Negué con la cabeza, incapaz de aceptar lo evidente—. ¡No estoy muerta! ¡No, no y no!

Pero por mucho que lo negara, en el fondo sabía perfectamente lo que me había ocurrido. Y por eso no tardé en empezar a sollozar y a derramar lágrimas.

Élan Saiki lentamente abrió los ojos y ya no se encontraba en la más completa oscuridad, sino en un mundo completamente vacío e inmenso, en donde lo único que podía ver era un cielo azul con alguna que otra nube blanquecina y grisacea; sus pies estaban tocando un suelo más cercano a un mar en calma, pues a cada paso que daba se generaban unas leves hondas bajo sus pies. Además, podía ver el claro reflejo de las nubes y de el mismo en aquella superficie cristalina que tenía bajo él.

En la distancia, el muchacho pudo ver unas cuantas construcciones blanquecinas que estaban sobre la superficie, más cercanas a pilares de marmol gigantes que a cualquier otra cosa hecha por el hombre o incluso la naturaleza. Aunque a decir verdad, todo aquello parecía estar más cercano a lo sobrenatural que a lo que este hubo visto en su vida.

En aquellas estructuras extrañas parecía haber un pequeño grupo de personas, lentamente Élan Saiki pudo reconocer a Alphonse y a Naoko; aunque lo que no logró reconocer fue al muchacho de rojo que se encontraba sentado mirando el firmamento... pero eso no era algo recíproco.

-Por lo visto Élan Saiki nos ha honrado con su presencia... ¿Qué ha pasado?. ¿El Padre te ha arrancado la cabeza en el otro lado?. ¿La Madre te ha estrangulado con su cuerpo?. Por favor... me muero de curiosidad por saber el porqué secuestrar a un bebé con superpoderes de una familia también con superpoderes era una mala idea...

El muchacho no se molestó en seguir mirando al joven recién llegado. Tampoco pareciera que más allá de sus palabras este representara una amenaza para Élan ni para el resto del grupo. Aunque era verdad que Alphonse parecía estar tranquilo, mientras que Naoko estaba llorando desconsolada.

-Un cuarto de vosotros ya habéis llegado aquí... ¿Qué tal los otros?.

Si así es, ese que estas viendo soy yo...

Siendo aplastado por una gran cantidad de cubitos de hielo mientras protegía a un bebe en mis brazos como última voluntad... Ahora apunto de morir en una muerte ridicula y que nunca pensé que sería mi final, tal vez muriendo contra un gran villano que amenazaba la tierra con un rayo de la muerte... Pero no es así.

Pero todo fin tiene un principio... 

Y este principio inicia hace meses atrás, en un la ciudad San Fransokyo.

LA HISTORIA DE ÉLAN

Lloré a lágrima viva durante largo rato. ¿Cómo era posible que hubiera muerto? Yo aún era una niña. Todavía tenía toda mi vida por delante. Y la había perdido en un abrir y cerrar de ojos. Se suponía que los demás deberían haberme protegido. ¿Cómo habían podido permitir que muriera?

Mientras lloraba con las manos tapándome el rostro, noté la presencia de alguien que se unía a nosotros. Era un chico al que no había llegado a conocer, aunque lo había visto en los últimos días, y había luchado a mi lado.

Tras un rato, empecé a pensar con algo más de claridad. ¿Qué me había dicho Caerulea el otro día? Dijo que existía un mundo al final de los mundos, donde seguramente estaría su prometido y mi familia y amigos. Nuestra misión era rescatarlos. Así que eso significaba que podrían rescatarme a mí también, ¿no? No todo estaba perdido. Y además quizás podría encontrarme con las personas que yo había perdido.

Una vez hube derramado todas las lágrimas que mi cuerpo permitía, levanté la vista, con los ojos enrojecidos, y miré al chico del chándal rojo.

—Erythrum, ¿no? ¿Sabes qué es este lugar? ¿Has visto a más personas aparte de nosotros? —pregunté casi entre susurros, deseando que me dijera alguna buena noticia.

No.

La respuesta fue seca y fría, casi como la situación en la que se encontraban; el muchacho no parecía contento con los que habían llegado hasta el lugar; por el contrario estaba molesto por todo lo que había estado ocurriendo hasta ahora. Sea como fuere, no parecía querer decir más... al igual que ellos tampoco habían dicho nada al respecto de sus preguntas... Excepto Alphonse, a el le tenía un poquito menos de apatía. No la suficiente como para no lanzarle una mirada de indiferencia, pero al menos no era de odio.

-Hola Erythrum - Saludó con calma Al, sentándose en el suelo donde pudiera ver al chico. La llegada de la chica lo tomó por sorpresa, y se le dibujo una mueca triste, no esperaba que más de sus compañeros murieran, aunque considerando el mundo en el que estaban, no le parecía ahora una posibilidad tan rara. -Hey... No, no llores - Murmuró acongojado queriendo consolarla aunque no se atrevió a más porque realmente ni el nombre conocía de la chica. Solo recordaba haberla visto en la plaza con todos y luego en la torre. En tanto otro de sus compañeros llegó, aquello no iba bien.

-Espero que los otros estén mejor - Respondió cruzando las piernas debajo suyo y dando un suspiro de alivio cuando la chica se calmó -Crees que podamos ayudarlos en algo? - Preguntó con calma a Erythrum, pensar no era su fuerte, así que realmente esperaba que alguien allí fuera más listo. 

-Hey ¿Como te llamas? - La pregunta ahora fue directo a la chica acompañada con una sonrisa amistosa ahora que había dejado de llorar - Y sabes que es ese Chirity? - Sentía que no sabía cosas que debería, pero no le molestaba, en casa su hermano siempre sabía muchas más cosas que él aunque fuera más pequeño. 

Al oír la respuesta de Erythrum abrí mucho los ojos, perpleja. Luego fruncí el ceño con fuerza e inflé los mofletes. ¿A qué venía esa apatía y desconsideración? ¿Este era el chico que tanto gustaba a Caerulea? ¡Pues menudo gusto tenía!

El otro chico de pelo negro, que me sonaba de haberlo visto en la torre del reloj, hizo un torpe intento de consolarme, que no fue muy efectivo pero que agradecía. Lo que no me hizo mucha gracia fue que se preocupara por los demás. Yo había muerto y ellos seguían vivos. ¿Por qué debería preocuparme por ellos? ¡Deberían ser ellos los que sintieran lástima por nosotros!

—Me llamo Naoko. ¿Y tú? —murmuré. Era muy extraño conocer el nombre de alguien después de haber muerto—. Chirithys… claro… Malditos Chirithys… —comenté, haciendo una mueca de fastidio—. Son una especie de gatos antropomórficos muy pequeños. Casi parecen peluches. Cada uno está ligado a un portador de la llave espada y lo ayudan. Ava me pidió que encontrase uno, aunque no me dio ninguna pista, así que no sabía dónde buscar. Luego, hace unas horas, me encontré uno en mi casa, metido en una caja. Me dijo que me ayudaría a conseguir un aliado o eliminar un enemigo. —A continuación, descolgué mi mochila y miré en el interior. Ya no estaba—. Se metió en mi mochila y me acompañó. Pero no me ayudó en nada durante la pelea. Ya ves lo útiles que son… Parece que ya no está. Es verdad que dijo que si el portador al que está ligado desaparece, el Chirithy también… —Bajé la mirada e hice una mueca de dolor. Hablar sobre mi propia muerte era cuanto menos desagradable—. Antes él me ha preguntado a quién he legado el Chirithy… —comenté señalando al chico borde del chándal rojo—. Pero no sé a qué se refiere. Nadie me dijo que pudiese legar el Chirithy a nadie.

Hastiada de tanta explicación y frustración, dirigí mi mirada al suelo. Era algo peculiar, porque tenía aspecto de agua, e incluso formaba ondas, pero al mismo tiempo parecía sólido. Todo el lugar era muy bonito, pero no había nada, lo cual me causaba mayor agobio que si estuviera encerrada entre cuatro paredes.

De pronto, me pareció ver algo al fondo, en las profundidades. Abrí la boca, con sorpresa. ¡Estaba viendo la plaza del pueblo, y a todos los que habían sobrevivido! La reacción de Caerulea ante mi muerte me hizo derramar una nueva lagrimilla. Por otro lado, me indignó mucho la indiferencia de muchos otros. También me molestó ver que nadie se molestó en dar un entierro digno a nuestros cuerpos, ni presentar sus respetos.

También vi cómo Rayla se encontraba en un lugar que yo desconocía. Y uno de los encapuchados le decía cosas muy extrañas. «¿Predestinada a cometer siempre los mismos errores?». «¿Predestinados a morir?». ¿Por qué hablaba como si todo esto hubiese ocurrido muchas veces antes y de la misma manera? Al parecer incluso sabía ya lo que Rayla iba a responder. ¿Qué estaba pasando?

En la plaza, hubo algo de lo que dijo el chico rubio que llamó mi atención. Me giré hacia el chico moreno que había conocido en la torre del reloj.

—Oye… ¿Tú por qué estás aquí? —pregunté. Él ya estaba allí cuando yo llegué, así que debía de haber muerto también, y antes que nosotros. Pero yo no me había enterado, y al parecer los demás tampoco. El pobre debía de haber fallecido sin que nadie se enterara—. ¿Qué te ha pasado?

-Al, mucho gusto - Se presentó extendiéndole su mano alegre de que la chica pareciera haberse calmado. Escuchó con atención la respuesta intentando imaginarse el pequeño ser que mencionaba - Oh, ¡entonces ese debió haber sido el mío! - Ahora lamentaba de nuevo haber muerto tan pronto le hubiese gustado jugar con ese ser - Bueno espero que quien lo haya encontrado cuide de él - Masculló rascándose la cabeza un poco avergonzado por no haber podido ser un buen cuidador aunque nunca hubiese llegado a saber de su existencia. 

Su sorpresa le llamó la atención lo suficiente para mirar también el suelo pero por el momento solo venía el reflejo del cielo. Antes de que pudiera preguntar sobre ello la niña lo asaltó con una nueva pregunta que lo descolocó un poco. -Ahm... - Empezó volviendo a rascarse la cabeza y mirando el suelo aún más azorado - Quise ver que había detrás de la substancia negra, y bueno... morí - Explicó mirándola con una sonrisa incomoda por su propia estupidez. -La cosa esa negra me mató ni bien entré - No es que hubiese mucho más para contar - ¿A ti que te pasó?

El muchacho dió un salto que hizo una perturbación en aquel ambiente de paz y tranquilidad en el que aquel mundo estaba conformado. Como quien tira una piedra al fondo de un estanque

-En aguas tranquilas, demonios se agitan... -Comentó haciendo referencia a lo que estaba ocurriendo bajo sus pies, aquella escena entre la persona enmascarada y Rayla- No me agrada... ninguno de los dos...

Tras decir esto, el muchacho hizo un gesto a aquellos portadores para que lo siguieran entre aquellas ruinas blanquecinas de piedra. Al parecer el hecho de tener una conversación con ellos, más o menos, hizo que tuviera más ganas de hablar.

-Por ahora nosotros podemos comunicarnos con los del otro mundo por medio de sus sueños, si es que nuestra conexión con ellos es lo suficientemente fuerte... y si ellos no han sucumbido a la oscuridad o caído ante la luz...

Era evidente que ellos podían hacer mucho más, pero parecía reacio a hablar.

Detrás de la estructura una estrella solitaria se mostraba a los presentes. Al parecer estaba conformada de otras luces brillantes que se movían por el contorno de la misma, alguna se separaba brevemente antes de volver y sus intensidades variaban a medida que pasaba el tiempo.