Partida Rol por web

La hora más oscura de Isla Colmillos ha llegado. La larga sombra de la desgracias deja muy pequeño el brillo de alguna esperanza. Para los vikingos no contar con guerreros fuertes es la maldición más grande que se pueda tener, signo de indefensión, de incapacidad, de abandono de los dioses. Por eso en el salón principal de la familia Solberg es denso y áspero. Las caras son tristes y preocupadas, todos los presentes han perdido padres,  amigos, primos o vecinos hace menos de una luna cuando una roca del tamaño de un dragón aplastó el futuro de la isla. El lugar es amplio, sobra lugar para los presentes, aquí solían debatir hasta 300 guerreros bastante amontonados. Las paredes se ven algo distantes del grupo, las pieles que las cubren apenas pueden apreciarse gracias a las lejanas antorchas.

En un círculo con un único punto algo más alto, el trono de Solberg, se reúnen las personas más importantes de Isla Colmillos, posiblemente la única esperanza de no caer en desgracia. Con la llegada de la gente de la familia Rudi ya no queda a quién esperar y la asamblea comienza aunque ya ea de noche. Erika Pam Rudi toma asiento en un sillón de madera que la esperaba, el mueble es elegante y se le han agregado dos almohadones. La señora de Snöklor está acompañada por Haakon, un joven de mirada inquieta que se muestra seguro a pesar de la incertidumbre, y Radall, el prodigioso hijo del fallecido capitán Gert.

Ivo Solberg es el único guerrero de Isla Colmillos que no se encontraba en el barco. Como representante de la isla estaba en la primera línea de combate junto a Estoico el Vasto. Apenas terminó aquella batalla, con el triunfo de Hipo Horrendo Abadejo, y antes de que se desaten los festejos que duraron varios días, el señor de Solberg fue subido a un barco de regreso a su tierra. Al noble no le fue mejor que al resto de sus coterráneos. Ha perdido ambas piernas y se encuentra completamente vendado con quemaduras en todo el cuerpo. Pese a sus heridas no quiso perderse esta reunión, sin embargo no ocupa el trono del salón. Se ubica a su derecha en una silla menor. Su hijo, Ari Solberg ocupa el lugar de privilegio, a su siniestra completa la familia Karen Solberg, esposa de Ivo. Junto a Karen se sienta Sigrid Gunnardottir como consejero de confianza de la familia.

Mientras las otras familias de Isla Colmillos eligieron como personas de confianza a quienes llevan adelante la economía de sus asentamientos, Brandr Knutsen llevó a aquella reunión a Petrina, una anciana a quien la mitad del pueblo  considera desquiciada y la otra mitad le adjudica diálogos con los dioses, y a una joven delgada como una vara a quien nadie ha presentado y pocos conocen. La comitiva de Stein eligió posicionarse muy cerca de un importante fuego que calienta la estancia. Petrina ni siquiera utiliza la silla que le fue dada y se encuentra en cuclillas junto a las llamas.

¡La asamblea! Venga, venga, corre, Sigrid. Corre. No llegues tarde. Por fin, por fin, ya no seré la comerciante de pieles, seré consejera de la familia. Si si, venga, corre Sigrid... No, no corras, vete con paso seguro y rápido, pero no corras. Tu madre te ha dado la responsabilidad de ir como representación de la familia, de ella, de la consejera. Mamá está ocupándose del puerto, ha entrado un barco que requiere cargar... Yo soy la responsable, si, si, corre Sigrid, a ver si puedes evitar ser comerciante, que aburrimiento...

Mientras me embarullaba mentalmente, iba cogiendo de todas partes cosas, espada si, espada no, el vestido de fiesta, o una capa de pieles, un vestido sencillo, un hacha de mi padre, una joya de la familia, la dejé de nuevo... finalmente, me decidí por algo lo más formal y sobrio posible, que tendría que estar al lado de los Solberg, no podía hacerles sombra, no podía destacar, aunque tenía que dejar bien a la familia. Para algo eran su gente de confianza. 

-¡Ya me voy, mamá!

Salí corriendo, y de pronto, pasé a un ritmo más pausado, más sensato. No podía llegar sin respiración y sin resuello a la asamblea. Tenía que ser un ejemplo. Además, la princesa Pam Rudi estaría allí, y ella seguro que era una persona genial, y también escucharía sus consejos, como los de su familia habían sido escuchados por los que se sentaban en el trono. 

Subí con prisa por todas las calles, rápido, y en algunos tramos es verdad que aceleré un poco. Llegué de las primeras, y me puse a dar vueltas por el interior de la estancia, tras saludar a Ari Solberg y preguntarle por su padre. Vendría luego, por lo que me dijo, así que mis energías me obligaron a recorrer toda la sala un par de veces, mientras iban llegando todos. Al final, al comenzar la asamblea, me coloqué junto a Karen, intentando no moverme y parecer lo más serena posible. 

Acompañar a la vieja había sido toda una tortura. Oírle murmurar palabras sin sentido y no poder hacer que se callara era como una desgracia. Algunos en el poblado consideraban sus murmullos como un diálogo con los dioses. Para mí, aquello no tenía sentido. Además, si de verdad hablaba con los dioses, muy mala conversación debía estar dándoles para que... aún estuviéramos sumidos en aquella maldición que asolaba Isla Colmillos.

¿En cuanto a por qué la familia Knutsen había decidido mandarme a mí junto a la vieja? No lo entendía yo tampoco. Sí, era una pariente lejana, muy lejana, de Brandr, y... por tanto, llevaba su sangre. Pero... habían otros parientes más cercanos que habrían podido cumplir la labor que yo iba a desempeñar seguramente con mejor destreza. En cualquier caso, necesitaban a alguien cuerdo que los representara y que supiera traer de vuelta las noticias que se dijeran. La anciana no podía cumplir esa labor, pero la presión de la mitad del pueblo que la consideraba una oráculo había sido demasiado fuerte como para que Brandr se viese obligado a aceptar que fuera a la asamblea.

—Hemos llegado —le dije a Petrina cuando estuvimos frente al edificio, aún a sabiendas de que recibiría como contestación alguna frase extraña o algún murmullo indescifrable.

En aquella asamblea estarían los miembros más importantes de las familias de los clanes de Isla Colmillo. Yo... me sentía como un bicho raro. Como un ratón rodeado de gatos. Desentonaba, más incluso teniendo en cuenta que a mi lado tenía a una anciana rara como ella sola. Pero... también era un lugar de oportunidades. Sólo debía saber aprovecharlas.

Salimos temprano de Snöklor. Me despido de Förtro, un viejo consejero de mi padre a quien dejo al cargo del gobierno de la aldea durante mi ausencia; y me encamino hacia la plaza donde me reúno con Haakon y Randall. Estoy contenta de ir con ellos, aunque por diversos motivos.

Estoy convencida de que Haakon se convertirá en el comerciante más rico de Snöklor, su familia es muy trabajadora y son listos, conocen los productos y negocian bien. Quiero acercarme a él, me interesa. Si conseguimos salir de ésta podremos crear una comunidad próspera entre todos. Randall estaba claro que vendría, se ha convertido sin quererlo en el protector de la aldea, el más fuerte y más valiente. Como marino es muy bueno, le lleva en la sangre, ha viajado mucho y visitado islas lejanas, ¡y es tan guapo! No sé qué me pasa cuando le tengo cerca, antes no era así, debo estar dejando de ser una niña.

Somos los últimos en llegar a Solberg, nos esperan. Dentro del Salón están todos, y parece casi vacío. Mi padre me trajo alguna vez aquí antes, y era un lugar alegre y atiborrado de guerreros. Hoy el ánimo está por los suelos, y somos apenas cuatro adolescentes y algún viejo y mutilado. No es demasiado esperanzador. Hago una reverencia a los presentes, especialmente a Ari Solberg, y cruzo el salón soportando la mirada de todos, estoy acostumbrada. Tomo asiento en el sillón finamente decorado reservado para mí, dejando mi hacha de batalla a un lado. Conozco a todos de vista salvo a esa chica que se sienta frente al fuego junto a la anciana y sabia Petrina, del Klan Knutsen.

- ¿Empezamos?

Me encontraba treméndamente nervioso. No había vuelto a aquella sala desde que, alguna vez, había acompañado a mi padre. En el momento en que crucé el umbral de la puerta, me invadió la misma sensación de asombrosa inmensidad que me había impresionado siendo un niño. Una cierta nostalgia y el recuerdo de su memoria, me hicieron sentir una presión en mi pecho que acabó convirtiéndose en un profundo vacío.

Inspiré profundamente, miré a mi alrededor y me dije a mí mismo, que tener el honor de poder asistir a esta asamblea, por méritos propios, era el mejor regalo que podía hacer para honrarle.

Ahora tenía ante mí, una gran oportunidad para luchar por todo lo que siempre ansié, la gloria, y estaba al alcance de mi mano, la conseguiré, de eso estaba seguro.

Por otra parte, me pareció ver algunas caras nuevas, deben ser chicas de otras islas algo que para mí tenía bastante aliciente, soy un gran explorador y conquistador de “nuevos territorios”. Formaba parte de la representación de la familia Rudi, mi futura señora y con Haakon, que no sabía muy bien qué pintaba allí, pero suponía que sus razones tendría Erika cuando le invitó.

Todos mis hermanos, mis padres y mis abuelos (que eran jóvenes) fueron a despedirme al puerto. Era un inmenso honor para mí representar a mi familia y a mi padre en esta asamblea, al lado de nuestra princesa. Andaba delante de la comitiva de mi familia con mi hermana más pequeña en brazos, con el pecho lleno de orgullo adolescente. Le dí un beso y la solté para irme.

Al subir al barco con los demás, les decía adiós a todos con la mano recordando las palabras de mi bisabuela, apenas unos minutos antes. Con sus manos arrugadas me tendió una rama de tomillo envuelta en un pañuelito, y me dijo que me la guardara tras darme un beso y un tierno abrazo. Cuida a tu pueblo Haakon, y no pierdas de vista a la princesa, es tu responsabilidad y tu honor.

No cabía en mí de alegría pensando en las aventuras que nos esperaban en aquella misión con Randall y Erika. Era mi oportunidad para demostrar mi valía.

Al entrar en la gran sala de la asamblea, todo tomó por fin cuerpo y se hizo realidad: de verdad estaba allí, participando en el futuro de nuestras islas. ¡Qué gran honor! Si mi bisabuelo pudiera verme... Con la mano toqué el regalo de mi bisabuela al andar con las manos en los bolsillos y sonreí. Cuando Erika tomó asiento, me quedé detrás de su silla, a su izquierda, serio y observando a todos. Era un espectáculo singular.

Todos esperan que Ari o Ivo tomen la palabra, sin embargo es Karen quien comienza la reunión. Dedica una mirada muy dura a Pam Rudi antes de hablar. - Sean bienvenidos a la Casa Solberg. Todos los presentes estamos de luto por algún motivo, pero debemos pensar en los vivos. ¿Cómo vamos a proteger a los nuestros? -

- Es una momento de cambios – Brandr Knutsen aprovecha la pausa para intervenir – Los Dioses han hablado. – Petrina se había mantenido casi ausente hasta que Brandr suelta esa frase. Ahora se revuelve inquieta, con la mirada recorriendo el salón, sus murmullos se hacen intensos aunque no se le entiende una palabra. Brandr continúa – Si queremos sobrevivir en la próxima era, nada podremos hacer como se hacía antes.

Petrina huele a animal salvaje. - La gran serpiente muda su piel por brillantes escamas de carne y de fuego. Ya ha comenzado. Lo he visto y no lo veré. – Exclama la mujer al tiempo que arroja un puñado al fuego, liberando un humo rojizo. Karen revolea los ojos hacia arriba fastidiada.

Por la mirada de Karen detecto que no he empezado con buen pie esta asamblea. Sólo pretendía infundir ánimo, pero compruebo que el ambiente es tenso y falto de optimismo. El impulso de responder me recorre el cuerpo, pero prefiero estudiar bien mis palabras antes de abrir la boca. Miro a Ari, y me pregunto por qué no es él quien habla.

La anciana Petrina hace una demostración mística ante el fuego, y lanza una profecía que tendremos que desentrañar. Los sabios acostumbran a hacer esto, en parte se debe a la prudencia que dan los años, y en parte a su tendencia a adornar y alargar en demasía las historias.

- Expreso mi gratitud al Klan Solberg por su hospitalidad. Pero debo discrepar, Karen, en lo del luto. Nuestros padres y hermanos entregaron sus vidas luchando como valientes guerreros. Yo no estoy triste por ello, yo no me lamento. Yo estoy orgullosa, celebro su honorable y digno final, luchando por nosotros, por sus klanes y sus tierras. Yo sólo puedo echar en falta su presencia, pues con ellos éramos más sabios y más fuertes. Tampoco me atrevo a juzgar a los dioses; respeto y acepto humildemente sus designios. Abrazaré mi destino, sea cual sea. Los augures hablan de escamas de dragón, de fuego, y de un cambio de estación. Yo digo que aquí decidamos ese nuevo orden y luchemos sin descanso hasta conseguirlo.

Ya estaba de nuevo la vieja Petrina y sus frases místicas, retorcidas y banales. Por supuesto, no se me escapó la mirada de la mujer rubia. La mía habría sido igual de no ser porque de todos en la sala sólo conocía a la vieja y a Brandr. Lo que sí me resultó curioso fue escuchar a la niña, que debía ser alguien importante por el sitio en el que estaba sentada, hacer caso a las palabrerías de nuestra querida mística.

Por algún motivo, no pude evitar sonreír con una mueca irónica. Aun así, sabía que no debía decir nada. No sabía cuál era el motivo por el que me habían traído a esta asamblea, pero estaba segura de que no era para que hablara. Lo más inteligente era, de momento, guardar silencio y escuchar.

Desde que la asamblea comenzó estuve atento a las palabras de las Señoras de las Islas, pero hasta que pudiese decir algo, si es que llegaba a tenérseme en cuenta mi opinión, tardaría bastante. Así que, mantuve mi compostura de participante atento y dispuesto. Pero sin duda, el mejor momento fue cuando la vieja bruja hizo un truco con el fuego y dijo algo de un dragón.

¡Cómo un dragón! Sí, sí yo me apunto, qué emocionante sería...siempre me conformé con matar a una ballena pero...llegar a la Isla con la cabeza de un dragón, uff  ya me lo estaba imaginando sería un héroe absoluto. Sí, venga dónde hay que ir a por el lanzafuegos ese. Ah espera, creo que Erika dice algo.

No podía quedarme quieta, pero Karen, antes de hablar, me contuvo. Quería decir que estábamos reunidos para decidir el futuro, pero la señora de Solberg lo dijo mejor que yo, seguro. Así que me dediqué a observar las respuestas del resto. Erika había sido algo descortés al comenzar la reunión en cada ajena, pero para mí había hablado con sabiduría. Casi la aplaudo, aunque me quedé parada por respeto a los Solberg y la reunión. 

Luego, Perdona hizo una profecía. Tanto podía valer como no, pero había que tenerla en cuenta. Y ya no me pude resistir. Tenía que hablar. 

-Nos hemos reunido para afrontar eso, el nuevo modo de vivir, y de enfrentarse a lo que sea que la gran serpiente mudé de piel. Si me permitís, señora que hable- Dijo a Karen Solberg- creo que hay que saber qué hacer, y de eso deberían hablar. Creo que tenemos problemas, y nos faltan muchos, por desgracia, pero nosotros nos enfrentaremos a lo que venga.

Me quedé totalmente pasmado cuando Erika se pronunció como la más sabia y madura de todos los reunidos. No pude más que sonreír lleno de orgullo por la princesa que representaba a mis islas. Nuestro pequeño pueblo llegará lejos gracias a ti, princesa, y también gracias a Randall y a mí a tu lado como tus caballeros. Con las manos a la espalda y una postura solemne observo a los demás asistentes. Desde luego la anciana acuchillada ante el fuego es interesante, aunque sus profecías no tengan valor estoy seguro de que es una miembro de honor de su tribu.

¿Cuándo llegará la acción? No puedo esperar más...

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Karen toma una postura erguida, está por decir algo polémico, puede verse antes de que pronuncie las palabras. – Bueno, tal vez el cambio que nuestra isla necesita sea aceptar un tutelaje. – Mira de reojo a Erika. Ante estas palabras Brandr chista disgustada y escupe el suelo.

Antes de que los presenten empiecen a quejarse por las palabras de Karen, un quejido gutural se deja escuchar. Es un ruido como de raspado y trae dolor. – Nnnnggggghh – Proviene de Ivo Solberg. Mirarlo fijamente causa un poco de impresión, sobre todo a aquellos que lo han conocido. Escucharlo es peor. Las palabras parecen que arrastrarse por toda la arena de la costa para salir de la abertura entre las vendas. – No jjje bujjjlen de la brujjja. He vijjjto eje cambio con ejjjtoj ojjjojjj. – Karen se ve levemente sorprendida. – La nueva era pajjjó volando jjjobre lajjj cabejjjas de lojjj hombrejjj de Nido del Dragón. Hipo Abadejo Terjjjero ha marcado el camino. Lojjj dragonejjj jjjon el arma de guerra que cambiará el mundo. Hipo no jjjolo dejjjtruyó la Muerte Rojjja. Aplajjjtó el prejjjtigio de cajjjadragonejjj de jjju padre. Hipo y ejjja Furia Nocturna eran uno en combate.  Dragón y Hombre como un jjjolo jjjer. Ejjja ejjj la nueva era. – Tras estas palabras que requirieron un notorio esfuerzo, Ivo afloja todo su cuerpo en el sillón y parece descansar.

Las heridas deben estar volviendo loco a ese carcamal. ¿Nosotros, capturar y domesticar dragones? ¿Pero es que se piensa que cazar un dragón es como cazar una oveja? ¡Está loco! Eso sí, serían unas armas invencibles y dominaríamos toda la zona... Sería prosperidad asegurada. Los riesgos empequeñecen cuando uno empieza a pensar en las ventajas que esto supondría... Si de verdad proponen esta misión como respuesta para nuestra crítica situación, seré el primero en presentarme voluntario. Si vuelvo a casa montado en un dragón, mi familia sentirá orgullo por generaciones, nuestra isla prosperará más allá de lo imaginable...

Aquella idea que al principio me pareció completamente descabellada empezaba poco a poco a parecerme una aventura fascinante y apoteósica. Me fui ilusionando cada vez más, contemplando en imágenes mentales cómo Erika, Randall y yo surcábamos los cielos como tres héroes sin miedo a nada, haciendo arder a nuestros enemigos como ramas en una hoguera.

Los nervios me hacían bascular mi peso a izquierda y derecha, frotándome las manos tras la espalda, a la espera de Erika dijera que nuestra isla también se unía a la aventura.

Por favor, por favor, por favor, que digan que sí... Esta será la aventura del siglo, ¡Pasaremos a la historia! ¡Nadie podrá con nosotros!