Partida Rol por web

Bien entrada la mañana, la embarcación sale de la niebla y justo delante vuestra, se sitúa una isla selvática.

La primera sensación es de euforia, pero enseguida os percatáis de que la niebla en la que habéis estado envueltos los últimos días parece rodear la isla como si de un anillo o muro se tratase, así que algunos supersticiosos marineros comienzan a murmurar.

- Brujería!!!

- Esto es obra de demonios!!!

A unas dos horas hacia el sur, se encuentra la desembocadura del Río Colver (ver mapa).

La tripulación, incluido el taciturno y siempre ensimismado capitán, quieren desembarcar en la playa y adentrarse un poco en la selva para aprovisionarse.

Mennifir opina que deberíais apresuraros en ascender por el río (en caso de que fuera navegable) hasta la Ciudad del Rey. Piensa que adentraros mucho en la selva podría ser peligroso, porque no se sabe que criaturas pueden morar allí.

Vosotros como promotores de la expedición debéis dar vuestra opinión, aunque en última instancia, el capitán tiene el mando del barco y todos sabéis que necesitáis provisiones.

El cocinero protesta porque está harto de cocinar guiso de pescado y los demás protestan porque están hartos de comerlo.

-Calla mujer-espeta Conan a la nemedia-primero bajaremos unos cuantos hombres a por algo que merezca la pena comer, estoy cansado de tanta bazofia. Luego podremos remontar el río y lo que sea.

El cimmerio hace una pausa dramática, mientras mira las playas de la isla, tierra firme por Crom! Creía que no verían mis ojos tierra de nuevo...

-También creo que este mapa podría estar equivocado, no hace falta que os recuerde que estaba en manos de un demente. Echad a suerte qué hombres bajarán conmigo y quienes permanecerán en el barco mientras cazamos algo. Si alguna de las mujeres quiere venir a recoger algo de fruta, también será bien recibida.-Termina mirando a los ojos a Mennifir.

- Tienes razón cimerio. Deberían ir contigo Alwyn, Jayapakash y Xystus ya que son los mejores guerreros y no sabemos que fieras pueden morar en la jungla. Por supuesto nuestro cocinero y su nueva ayudante también irán ya que son los que deben decidir qué es lo que se puede considerar comestible -

Mejor llenar la despensa antes de nada, no haya que huir rápidamente. El viejo era un demente, pero sus palabrar podrían esconder algo de verdad.

 A mí lo de buscar algo diferente a lo que hincar el diente me parece muy bien, pero creo que alguien debería quedarse a defender el fuerte. Voto por el aquilonio, seguro que no tiene inconveniente en cuidar de Mennifir.

Ji, ji, ji, me río entre dientes.

El barco fondea a unos 200 metros de la playa y se baja un pequeño bote de remos con capacidad para 8 personas por lo que se dan dos viajes.

Mennifir decide quedarse a bordo, odia a las serpientes y otras criaturas reptantes, y en una selva tan frondosa seguro que los hay a miles. Además ninguno de sus conocimientos sería de utilidad en la selva.

También se quedan el capitán (que me corrija si lo he entendido mal) y dos marineros, Zachrisi y Blasco,  para guardar el barco.

Los que se han apuntado por ahora son:

Conan

Jayapakash

Martina

Bhimrao y otros 5 marineros.

 Me preparo para ir subiendo al bote.

Mirad, Martina y Conan, ahí tenéis a los valientes, en la cubierta del barco, enviando a una mujer indefensa a recoger frutos que no sabemos siquiera si son comestibles, mientras a ellos se les hacen úlceras en el culo de sentarse babeando por las mujeres del barco. No os preocupéis por nosotros, no lloréis en la despedida, volveremos.

- La verdad es que llevamos una dieta poco variada y puede afectarnos el cuerpo y la mente. Voy a ir con ustedes, necesito estirar las piernas, que también se me están anquilosando - dice petulante el kushita.

Luego, después de recoger su equipo, se dirigió hacia la zona de desembarco, para dirigirse a tierra firme por primera vez desde hacía mucho tiempo.

El barbaro le atiza un coscorron a Jayapakash.

-Acaso quieres quedarte aqui, gordinflon? Pense que te gustaria la idea de ir comiendote lo que cacemos mientras lo acarreamos...

Conan sonrie, Guarda tu afilada lengua, o puede que alguno de estos te la arranque, y mira a todo el pasaje con cara de pocos amigos. Con un abrazo y un sonoro beso se despide de Mennifir.

-Estare de vuelta antes de que me eches de menos- Le susurra mecanicamente al oido. Dicho esto salta al bote agarrando el pomo de su espada.

-Bajad ya, haraganes!- Grita mientras otea el horizonte, algo grande parece moverse entre los arboles...o tal vez sea el deseo de carne abundante lo que le hace ver  visiones...

- Ja, ja, ja.

- ¿Y tú zamorio, vienes por tu valor o por tu estómago?, puedo oír tus tripas rugir como los leones de los reinos negros, que una vez pude ver enfrentándose a los gladiadores en la arena de Messantia.

Xystus abre su baúl y cambia sus delicadas vestiduras por un "modelito de explorador kushita" de piel de leopardo con un tocado de plumas para la cabeza.

Llegáis a la orilla. Un marinero se arrodilla y besa la tierra. Otro toma un puñado de arena y sonríe mientras se le escurre entre los dedos.  Alguno que otro parece temeroso y dedica una oración a Mitra.

Conan no observa nada que le llame la atención.

La playa parece tranquila y desierta a excepción de algunos cangrejos que merodean por ella, pero la selva parece rebosar vida y se oyen los sonidos de aves, y otros animales. Os adentráis en ella. La vegetación es muy densa, tanto que tenéis que hacer uso de vuestras espadas y hachas para poder avanzar. Los altos árboles parecen disputarse cada rayo de sol y la luz que llega al suelo tamizada por el velo vegetal es escasa. Hace calor y la humedad es agobiante. Las plantas os resultan extrañas, debido al aislamiento que ha padecido la isla durante muchos milenios, aún así algunas os recuerdan vagamente a especies conocidas. Aunque el verde predomina, aquí y allá se ve interrumpido por multitud de colores de flores y frutos. Los insectos se ensañan con vosotros y sufrís sus numerosas picaduras.

El cimmerio, se alegra enormemente de volver a pisar tierra firme. Salta el primero del bote y llega a la playa. Otea la jungla y espera a que sus compañeros lleguen, encabezando la marcha.

-Por aqui parece que encontraremos piezas de interes.-Dice con una franca sonrisa en los labios, mientras señala hacia el noreste y sigue un rastro...

 Vaya, vaya, extraña sensación esta de que el suelo bajo tus pies se esté quieto, ¿eh, Conan?

Mi querida Martina, por supuesto que vengo por mandato de mis tripas. Yo no he hablado nunca de mi valor porque procuro no alardear de lo que no tengo. Susurro a su oído: pero mis palabras han servido para que uno de ellos, herido en su orgullo machista, se una a la misión de exploración y aumente nuestras posibilidades de supervivencia (le guiño un ojo).

Vuelvo a hablar en voz alta a toda la concurrencia:

Por los Dioses, Conan, ¿cómo es que tus enormes brazos no sirven de nada contra estas molestas y diminutas criaturas voladoras? Deberían asustarse por el volumen de sus extremidades, aunque el volumen de una de ellas no fue capaz de ahuyentar a una mujer anoche así que a lo mejor no es tan difícil... Puede que sea la inmensa masa de mi abdomen la que los atrae, si no. Meditaré sobre ello. Lo importante es que no nos hagan enfermar y que haya algún tipo de barro o similar que nos ayude a protegernos.

El kushita aterriza elegantemente en tierra firme y da gracias a sus dioses por haber llegado hasta allí ileso. Luego mira a su alrededor. Todos están contentos y alegres al encontrarse de nuevo en tierra, pero él busca algo en el aire mientras se enguanta su mano.

Un silbido es suficiente para que un cernícalo se pose en la mano alzada de Xistus. Con un leve susurro, vuelve a lanzar hacia el cielo a su mascota, observando, con cara de satisfacción, cómo éste surca los aires con elegancia.

- No sé que hace una mujer con nosotros. Sólo espero que no entretengas demasiado al grupo, no vaya a ser que acaben devorados por algún mitológico ser de estos bosques - sonríe irónicamente mientras se dirige hacia la espesura.

A pesar de la riqueza vegetal, os cuesta trabajo encontrar frutos que supongáis comestibles. Aún así, con el trabajo en grupo empezáis tímidamente a recolectar provisiones.

Xystus, impelido por el hambre empieza a probar algunos de los frutos con mejor aspecto, y sus gestos de placer, hace que los demás se animen. También es el zamorio el que aguzando el oído oye el rumor del agua y encuentra un claro por el que discurre un riachuelo de agua cristalina. Recogéis frutos de diversos tamaños, formas y colores.

Conan pisa un excremento que parece reciente y siguiendo la pista de las deyecciones, llega a un gran árbol. Allí hay un grupo de monos, algunos yacen en el suelo, otros se tambalean al andar y terminan por caer. Al acercarse ve que del árbol han caído multitud de frutos, que están muy maduros y parecen haber fermentado. Inspecciona a los simios y se da cuenta de que duermen la borrachera. Golpeáis en la cabeza a los monos y los metéis en sacos. La fruta fermentada es recogida en barriles.

Xystus también encuentra el rastro de pequeños animales. Así capturáis algunos lagartos, tortugas, serpientes y pequeños roedores, pero nada de caza mayor.

El cernícalo empieza a volar en círculos señalando a Xystus que ha avistado un grupo de aves exóticas de vistosos plumajes.

Sonríe satisfecho

- Ahora si que podré demostrar mis dotes culinarias. Os váis a chupar los dedos con los manjares que voy a cocinar. Lástima no haber cazado un buen jabalí o algún cabrito para hacer un buen asado, pero al menos por fin hay algo de carne.

Habéis estado unas 3 horas en la selva. Ya bien avanzada la tarde os apresuráis a regresar, ya que no  os gustaría pernoctar en la jungla. Reunís todas las provisiones y el bote las va transportando al "Pez Volador". Habéis conseguido alimentos para 1 semana y almacenado agua suficiente para 3 semanas.

No habéis encontrado criaturas peligrosas, a excepción de alguna serpiente venenosa que ha huido (o lo ha intentado), ni habéis sufrido ningún percance serio. Parece que los dioses han recibido vuestras plegarias y os son favorables, al menos por ahora...

Martina y Bhimrao que han sido los primeros en regresar al barco se han encargado de organizar el almacenaje y están preparando un pequeño festín para la cena. Han exprimido las frutas fermentadas y han extraído un jugo rojizo y azucarado, llenando dos ánforas.

Cae la noche, y contempláis como el sol se oculta detrás del anillo de niebla y sus últimos rayos anaranjados proyectan una luz fantasmagórica que os produce escalofríos.

Devoráis satisfechos la cena y bebéis del delicioso zumo, que os anima a reir y a cantar canciones obscenas. La fiesta acaba cuando se acaba la bebida y Martina se arranca a cantar lo que supone una agresión para vuestros oídos.

Se establecen los turnos de guardia, 3 turnos de 2 horas (en cada turno estará de guardia un marinero en el siguiente orden: Zachrisi, Blasco y Guido). Y os váis a dormir.

El barco zarpará antes del amanecer para alcanzar la desembocadura del río con los primeros rayos del alba y así aprovechar todas las horas de luz posibles para navegar por su cauce evitando posibles obstáculos. Además a esa hora la marea estará alta lo que os impulsará río adentro contra la corriente fluvial.

Estás sentado cenando junto a Martina, te das cuenta de que uno de los marineros (Fredo), os mira bastante y su semblante parece muy serio, incluso enfadado. Ahora recuerdas que hace varias semanas Martina y él estuvieron bastante cariñosos.