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Constantinopla Nocturno - El sueño perdido

Noviembre de 1259 - Adrianópolis

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06/08/2014, 23:11
Director

La noche era fresca. La brisa se colaba a través de las ventanas, junto con la luz de la luna llena y las estrellas que brillaban límpidas en el cielo, coronando aquella noche de otoño a las afueras de Adrianópolis. Te encontrabas en tus dependencias, y frente a ti, se hallaba la carta que momentos antes te había sido entregada de mano de un enviado niceno, probablemente sirviente de Ana, la chiquilla de tu hermano de sangre, Ducas. 

Sus palabras, escritas en una caligrafía esmerada y femenina, estaban plasmadas en un pergamino de innegable calidad. Una fragancia, que no supiste identificar, pero que se te antojaba propia de Ana, se desprendía de la misiva, demostrando lo mucho que la chiquilla de Ducas cuidaba esa clase de detalles.

Sus palabras no te eran del todo desconocidas. El comercio de Adrianópolis había traido hasta ti toda clase de rumores, a través de los cuales habías sabido de la victoria del Imperio de Nicea sobre Búlgaros, Latinos y Epirotas. No te sorprendía que ahora, habíendose convertido en la mayor potencia en el Adriático, el ejército niceno pusiese sus miras sobre Constantinopla, la manzana jugosa que los latinos habían arrebatado a los griegos. 

Y mientras meditabas sobre las palabras de Ana, el emisario esperaba fuera, tras las puertas que protegían tu privacidad y tu descanso, pendiente de tu posible respuesta.

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07/08/2014, 09:47
Tiberius Fabius Lupus

Los detalles. El buen gusto siempre ha estado en los detalles, y Anna no me decepciona. Acerco lentamente la nariz al pergamino e inspiro de nuevo para asegurarme de recordar ese aroma en el futuro.

Abro uno de los cajones a mi diestra y recojo uno de los tubos de cuero. Mis dedos se deslizan con pericia por el extremo retirando el cordel y saco con sumo cuidado un pergamino de excelente calidad también. Lo extiendo con esmero sobre la mesa y alcanzo la pluma.

Elevo los ojos al techo un instante para meditar mi respuesta, y tras unos segundos, mojo la punta de la pluma en el tintero, dejo que caiga el sobrante y empiezo a escribir.

“Ocho* de Noviembre del año 1259 de nuestro Señor.

Mi queridísima sobrina Anna. Me complace sumamente leer noticias tan agradables de primera mano acerca de la victoria en Pelagonia. Tus progresos han sido notables pues hasta mis oídos han llegado vuestras victorias sobre búlgaros, Latinos y Epirotas. Debo expresar mi orgullo por tu impecable actuación.

Respecto al Sueño… debo expresar mi sentimiento de pesar tras la caída de Roma. Sentimiento que ya conoces. Si en toda la Cristiandad existiese un solo lugar donde pudiera recuperarse el esplendor de Roma… ése es sin duda Constantinopla. No me viene a la mente ningún otro punto donde puedan unirse todas las cualidades y requisitos necesarios.

No temas. Estaré a tu lado, tal y como te prometí una vez hace muchos años. Por la memoria de tu Sire, mi hermano de sangre. Y por los valores que compartimos. Mis hombres y yo comenzaremos los preparativos esta misma noche. Entre una semana y diez días calculo que estaremos a las puertas de Lampsaco. Confío en que el emisario llegue al menos un par de días antes para no sobresaltaros con nuestra llegada.

Espero veros pronto. Hacéis bien en confiar en mí. Os ayudaré en esta empresa. No olvido nunca que somos familia.

Vuestro siempre, Tiberius Fabius Lupus, Chiquillo de Septima Dominica, Chiquilla de Antonius, Chiquillo de Ventrue.“

Tras unos minutos pensando las palabras adecuadas y escribiendo sin cesar, por fin deposito la pluma en el tintero y sujeto con expectación el pergamino extendiéndolo ante mí.

Releo mis palabras lentamente, tomándome mi tiempo y finalmente, contento con el resultado y tras haber dado tiempo a que se seque la tinta, enrollo el pergamino.

Miro un momento por la ventana dejando que el cielo despejado se refleje en mis ojos azules mientras pienso en el absurdo protocolo actual y mi cerebro piensa de nuevo en el saludo inicial: Año 1259 de nuestro Señor. Cuánto daño ha hecho la cristiandad. Júpiter, ¿por qué lo permitiste?

Sin más me levanto de la silla, vuelvo a colocar todo como estaba y abro la puerta. Mi mirada atraviesa al emisario mientras le entrego el pergamino cerrado:

- Lleva esto a Anna Comnena. Entrégaselo a ella y sólo a ella. No hay excesiva prisa pero no te demores. – Espero a que me confirme aunque sea con un asentimiento que me ha entendido y luego miro a uno de mis guardias.

- Acompaña a este hombre. Que coma, beba y descanse un poco. Luego dadle provisiones para el viaje y un caballo de refresco. Imagino que el suyo estará agotado.

Espero a que ambos se marchen y luego mando llamar al lugarteniente encargado del mando en mis tropas. Hay mucho que preparar y tiene que comenzar a movilizar a la tropa. Estudiaré con él los mapas para ver la mejor ruta a seguir para llegar a Lampsaco. Saldremos mañana por la noche.

- Tiradas (1)

Tirada oculta

Motivo: Viaje

Tirada: 1d10

Resultado: 2

Notas de juego

* He puesto 8 de Noviembre calculando que el emisario niceno tarda 5 días en traerme la misiva (supongo que saldría el mismo día 3, el día en que Anna escribió la carta). De no ser así corrígeme.

Visto el mapa (google maps) y las 34 horas que se tardan en llegar a pie a Gallipoli (desde donde supongo que habría que pillar un barco), le calculo que una semana. Viajaremos a ritmo de a pie, pues tengo hombres a caballo y hombres de infantería.

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12/08/2014, 12:51
Director

El mensajero parte raudo hacia Lampsaco en cuanto su condición física se lo permite. Parte con la ventaja de tener tan solo que ocuparse de si mismo, y seguramente llegará mucho antes que tú a su destino, pues tú debes llevar contigo a tus hombres.

Tras dar las órdenes precisas, aquellos a tu cargo se ponen en marcha. Sin embargo, los preparativos acarrean más tiempo del que habías considerado, y tardas en partir un día más de lo previsto. Debes hacer un camino de tres o cuatro jornadas dependiendo de la extenuación a la que se quiera someter a los animales, hasta llegar a la costa, a Callipolis, donde deberás negociar transporte marítimo hasta Lampsaco, que se encuentra al otro lado del Helesponto o estrecho de los Dardánelos. 

Durante la primera jornada de viaje todo parece marchar bien. Sin embargo, durante la segunda, con las lluvias otoñales de noviembre, dos animales de tiro que soportaban la carga de uno de los carros que transportaba el habituallamiento de tus hombres, sufren la rotura de sus patas delanteras al derrapar en una ladera y entrechocar violentamente el uno con el otro. 

La carga, que no es prescindible, debe ser repartida en los demás carros, haciendo que los descansos para las bestias deban ser más frecuentes pues ahora soportan una carga mayor, lo cual alarga tu viaje dos jornadas más. 

Ha oscurecido ya hace varias horas al llegar a Callipolis, y las puertas de sus murallas se hallan cerradas. Debes esperar una jornada más para poder negociar el transporte marítimo, lo cual dadas las características de tus "mercancías" no te resulta fácil, pues los dueños de los barcos no quieren meterse en problemas por transportar a un puñado de soldados de lealtad desconocida. 

Sin embargo, finalmente consigues un transporte. Se trata de un grupo de grandes barcazas. Te ves obligado a hacer que tus hombres remen, pues no disponen de tripulación suficiente para llevarte a Lampsaco, y esto provoca cierto descontento entre tus tropas. 

Finalmente la ciudad se desdibuja bajo la luz de la luna, ante tu mirada, varios días después de lo que habías planeado. Aún debes esperar a que las embarcaciones lleguen a tierra. Los animales se encuentran muy nerviosos y no va a ser fácil desembarcarlos, y no sabes si habrá marineros suficientes como para facilitar el amarre o te verás obligado a disponer de ellos otra vez. 

Para tu sorpresa, cuando por fin llegas a buen puerto, te encuentras con un recibimiento inesperado. Un hombre de cabello oscuro, facciones claramente bizantinas y ropajes sobrios pero de buena calidad, te espera en tierra. Y junto a él, un grupo de sirvientes que se disponen, prestos a ayudar al desembarque de tus hombres. Una pequeña ayuda que llega como el agua fresca para los tuyos.

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12/08/2014, 13:27
Drusus

El hombre, una vez te encuentras a su altura, realiza una leve reverencia a modo de saludo— Buenas noches, buen señor. Mi nombre es Drusus. Vengo en nombre de Ana Comnena, para ofreceros cuanto necesiteis y conduciros ante ella en cuanto lo deseeis, aunque es mi deber deciros que la señorita desea fervientemente reunirse con vos cuanto antes. — intentas discernir en un primer momento si te encuentras ante uno de tus semejantes o se trata de un simple mortal, pero dada la poca luz reinante a aquellas horas y a lo embozado que se encuentra el hombre en su capa, no eres capaz de discernir correctamente.

- Tiradas (1)

Tirada oculta

Motivo: Per+Ocul

Dificultad: 6

Tirada (5 dados): 1, 1, 2, 7, 7

Éxitos: 0 Fallo

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12/08/2014, 16:38
Tiberius Fabius Lupus

Devuelvo el saludo con una levísima inclinación de cabeza. – Buenas noches Drusus.

Mis ojos revisan los alrededores temerosos de una emboscada aun cuando todo apunta a que es un emisario de mi sobrina. Qué mejor excusa para caer en una trampa y acabar con todo mi séquito. Pero somos muchos, muy bien armados y excelentemente entrenados y disciplinados así que deshecho la torpe idea de una trampa, aunque mi cerebro se muestra inconscientemente reticente.

- Hace tiempo que deseo ver a mi querida Ana. Tenemos mucho de qué hablar y ponernos al día. – Admito mirando de nuevo a mi interlocutor. Drusus. El nombre me resulta familiar. En ese momento caigo en la cuenta de la familiaridad con que trata a Ana aun sin estar ella presente. Ha usado la palabra señorita. Si fuera su sirviente jamás la llamaría de tal modo. Habría dicho “mi señora”, algo mucho más apropiado según el protocolo.

- En cuanto mis hombres tengan un lugar seguro donde alojarse y puedan organizarse y descansar de tan largo viaje, te acompañaré a ver a Ana. – Explico claramente mis intenciones. No lo digo pero doy por supuesto que Ana habrá pensado en ello y habrá dispuesto de alojamientos para mi batallón.

Hago un gesto a mis lugartenientes para que dispongan a los hombres para seguir a Drusus y sus sirvientes. Se han ganado un poco de descanso y espero que este receso les sirva para recargar fuerzas. Intuyo que pronto las necesitarán.

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12/08/2014, 17:28
Drusus

El hombre hizo una seña con el brazo, invitándote a seguirte— No debeis preocuparos por eso. Todo está dispuesto para pertrechar a vuestros hombres. Dormirán bajo un techo seco y recibirán una cena como Dios manda— dijo, convencido— Los sirvientes que han venido conmigo se encargarán de todo. Hemos tenido tiempo suficiente para prepararnos. Os esperábamos hace ya algunas noches. ¿Habéis tenido acaso inconvenientes durante vuestro viaje?

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13/08/2014, 09:08
Tiberius Fabius Lupus

Recibirán una cena como Dios manda.

Ja, claro. ¿Estamos hablando de tu Dios cristiano, verdad? Me controlo para no enarcar una ceja. Recuerdo que debo comportarme con educación siempre, pase lo que pase. Hay que tener clase y estilo. Tampoco puedo culpar a este emisario porque le hayan educado en unos principios tan bárbaros.

Asiento a sus palabras y hago un pequeño gesto a dos de mis guardias, nunca viajo sin escolta. El resto acompañarán a los sirvientes. Entrego las riendas de mi caballo a otro de los guardias para que se ocupen de él y luego echo a andar tras Drusus mientras niego con la cabeza.

- Nada grave. Lo típico en esta época. Las lluvias otoñales hicieron que perdiéramos uno de los carros y tuvimos que distribuir la carga entre el resto. Eso nos ralentizó más de lo que había calculado. – explico tranquilo. En cualquier caso hemos llegado antes del invierno como Ana me pidió.

- Por favor buen Drusus, si sois tan amable de ponerme un poco en antecedentes de lo que me espera. – añado con una sonrisa. Ignoro quiénes están aquí o con quiénes planea reunirse Ana, así como ignoro también la situación de este lugar. - ¿Cuánto tiempo lleva Ana en este lugar? – pregunto volviendo a mirar alrededor mientras le sigo.

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13/08/2014, 12:22
Drusus

— Comprendo— dijo, esbozando una sonrisa cordial— Es una mala época para viajar. Supongo que por eso, entre otras cosas, nos encontramos aquí.—cruzó los brazos tras su espalda, y manteniendo una actitud medianamente dignificada, escuchó tu siguiente pregunta, observándote con curiosidad.

— No sabría deciros con exactitud. La batalla de Pelagonia tuvo lugar en septiembre. Pero antes de eso, Lampsaco ya se encontraba en manos nicenas. Supongo que a Ana Comnena no le resultan desconocidas estas tierras, y que no es la primera vez que las visita. Ha estado algunos meses alternando su estancia entre esta ciudad y la propia Nicea, donde tiene establecidos sus dominios principales. Pero desde que Miguel Paleólogo y sus hombres obtuvieron la victoria y decidieron guarecerse aquí hasta que las aguas, el frío y las lluvias fuesen más benevolentes, ha permanecido en su villa, cercana al centro neurálgico de la ciudad, que si bien no es especialmente grande, posee una frenética actividad comercial.

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13/08/2014, 13:20
Tiberius Fabius Lupus

- Vaya. – Musito pensativo. – Utilizar Lampsaco como base de operaciones no es mala opción, pero empiezan a llevar demasiado tiempo parados. Un ejército inactivo que se limita a esperar un objetivo es un ejército condenado a la autodestrucción. – Me llevo una mano a la barbilla y me la froto mientras mi cerebro procesa las palabras de Drusus. Recuerdo las noticias que he escuchado sobre Pelagonia y me temo que Miguel Paleologo y Ana se han relajado. Creo que hay mucho que hacer. Sea cual sea el plan de Ana debe movilizar a las tropas cuanto antes. No pueden permanecer aquí ociosas o de lo contrario comenzarán a perder la disciplina en poco tiempo.

- Vayamos a ver a Ana. Creo que vamos a tener que hacer muchos cambios en poco tiempo.

Cierto es que al poseer la zona una elevada actividad comercial puede ser un buen punto estratégico desde el que comenzar cualquier acción. Incluso un buen punto de reunión para organizar a los distintos aliados. Pero no es un lugar donde pasar mucho tiempo. Quizá deba hablar con ella sobre lo sensato de pasar el invierno aquí o no.

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13/08/2014, 13:23
Drusus

— Por supuesto— dijo, sin añadir comentarios a tu diatriba, pero sin poder ocultar una expresión de ligera sorpresa ante tu comentario. Drusus se mantuvo en silencio, guiándote a través de unas calles que a esas horas no se encontraban en exceso transitadas, pero que mostraban cierta actividad propia de las ciudades prósperas y portuarias con una población no despreciable en número. 

Tras un intervalo en el que sus labios permanecieron fruncidos, como evitando que las palabras salieran de su boca, tu guía se decidió a hablar— ¿Puedo preguntaros cuál es vuestro vínculo con la mujer Comnena? No tenéis por qué contestar, por supuesto. Pero ella parece teneros en alta estima, y en efecto vuestro nombre no me es desconocido. 

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13/08/2014, 15:13
Tiberius Fabius Lupus

 No eres capaz de catalogarme, ¿verdad Drusus? Me pregunto si debo satisfacer tu curiosidad. – Ana y yo somos antiguos conocidos. – Digo a modo de muy somera explicación. – Y hemos tenido enemigos comunes. – De ahí que deduzca lo que quiera.

- Vuestro nombre me suena y sin embargo no estoy seguro de conoceros. ¿Cómo de bien conocéis a Ana? – Pregunto. Es evidentemente una forma de asegurarme para ver qué puedo y qué no puedo revelar a este hombre. Sigo ignorando si es un vástago o un ghoul, pero me da que no se trata de un simple humano. – Lamentablemente hace mucho que no hablo con ella, y no me ha hablado de vos. -

Por simple y pura paranoia me fijo mientras caminamos en si mi acompañante respira, o si sus mejillas parecen tener color. Si suda o si muestra cualquier otro síntoma de poder ser humano.

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18/08/2014, 17:16
Drusus

Drusus esbozó una media sonrisa. Un atisbo de satisfacción en medio de su rostro de facciones bizantinas— Quizá hayáis oido hablar de mí en alguna ocasión, a través de terceros o de manera indirecta. Rendí vasallaje en su día a los ilustres Micaelitas de Constantinopla, y fui el mensajero de confianza de Petronio y los suyos, además de embajador de Constantinopla en situaciones definitivamente delicadas para nuestra política.

— Nunca tuve una relación estrecha con vosotros, los Antoninos, pero la señora de Nicea ha requerido de mis servicios, que según sus palabras, le resultarán de suma utilidad llegado el momento, dados mis antecedentes.—se llevó una mano a la barbilla, mesándosela— Por supuesto, os aclaro esto porque sospecho que ella no tendrá inconvenientes en poneros al corriente. Como os he dicho, parece teneros en alta estima. 

 

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18/08/2014, 17:39
Director

Mientras Drusus y tú intercambian palabras e impresiones, notas que a medida que te acercas a él, un frío incómodo te recorre el cuerpo. No supone para ti una importante perturbación, pero sin duda un mortal sentiría escalofríos. 

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19/08/2014, 13:01
Tiberius Fabius Lupus

A todas luces Drusus es uno de los nuestros. Ningún otro ser me produciría semejantes sensaciones. Sus palabras denotan un henchido orgullo y quizá cierta prepotencia. Su ego parece ser un punto débil. Debo tenerlo en cuenta en el futuro.

Pero hay algo amigo Drusus que no estás teniendo en cuenta en tus palabras. Lo cuentas como si fuera algo importante cuando en realidad estás revelando que siempre has sido un vasallo, un mensajero. En resumen alguien sin importancia. Un buen lacayo. Ana me ha sorprendido gratamente con su elección al traerte aquí y usarte en estas labores.

Muestro mi mejor sonrisa, a sabiendas de que es falsa pero hasta el día de hoy nadie ha sido nunca capaz de distinguirla de una verdadera.

Debe ser eso. Por ello vuestro nombre me sonaba familiar. He estado separado de Constantinopla por mucho tiempo pero siempre me interesé por ella. Confío en el criterio de Ana y si ella dice que vuestros servicios resultarán de suma utilidad, así será. Me alegra haberos conocido, mi señor Drusus. -

Claro que Ana me tiene en alta estima. Es algo que nunca entenderás en tu sumisa vida. Mis pasos se acompasan hasta mantener el ritmo de los de mi acompañante. No tengo la necesidad de mirar con el rabillo del ojo, sé que mis dos guardias nos siguen a una distancia prudencial, nunca más lejos de diez pasos, ni más cerca de seis. Están bien enseñados.

- ¿Hay alguien más con Ana? – pregunto tratando de saber si algún otro vástago ha acudido a la llamada. Por un instante pienso si dejar escapar “accidentalmente” que Ana es mi hermana… y así confirmar los rumores que Drusus habrá escuchado sobre mí pero sería demasiado descarado. Además ignoro quién es su Sire o cuál es su clan. Mejor esperar.

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20/08/2014, 14:35
Drusus

— En efecto. Además de un nutrido grupo de mortales que sirven, a sabiendas o no, a nuestra causa, la dama ha recibido ya a enviados de Georgia, Trebisonda y Tesalónica. Y espera recibir pronto a otros aliados.—dijo, mirando distraídamente a tus hombres— Algunos de sus peculiares invitados serán desplazados a poblaciones cercanas a 

Lampsaco. Por supuesto con todas las comodidades. —volvió a fijar la vista en ti— Comprenderá que mantener a 

un grupo semejante en esta pequeña ciudad costera sería una desgracia para la población. 

Miró de nuevo hacia adelante y señaló con su brazo izquierdo hacia lo alto de una colina, que resaltaba entre los edificios de la población costera— Mirad, ahí se encuentra la villa en la que reside Ana Comnena. Es sin duda espléndida, ¿no creeis?— la construcción era un exquisito palacete, construido en un estilo claramente bizantino, intensamente iluminado por múltiples antorchas que lo circundaban y daban candor a sus colores cálidos y agradables. 

A una distancia prudencial del edificio, se situaba una pequeña muralla bien vigilada, a la que Drusus y tú se acercaban a buen paso y sin mayor demora—¿Deseais preguntar algo más antes de que la dama os reciba?

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20/08/2014, 16:04
Tiberius Fabius Lupus

Bueno, al menos Drusus parece inteligente. No me ha dicho nombres, sólo regiones. Quizá hasta sea útil después de todo. Tengo que hablar con Ana de él.

- Claro, claro… - digo mientras asiento a sus palabras. Es lógico. No se puede nutrir a un grupo tan elevado de vástagos en prácticamente ninguna población.

Mis ojos se desvían por un instante hacia la villa que me señala y no puedo dejar de admirar su arquitectura. Me encantan los trabajos bien hechos y éste lo es.

A medida que nuestros pasos nos aproximan al lugar niego con la cabeza. – No, no os preocupéis. Gracias. – Habéis hecho un buen trabajo Drusus, no daré pie a vuestro orgullo diciéndolo en voz alta pero Ana escuchará un excelente informe sobre vos. Seguid así.

- Ardo en deseos de encontrarme con Ana. Tenemos mucho que conversar y mucho con lo que ponernos al día. – añado con una sonrisa melancólica. – No dudo en que ella, tan pronto acabemos nuestra conversación, os hará llamar para que os unáis a la velada. Habéis demostrado ser un aliado de confianza. – Disimuladamente estudio sus facciones atisbando cuál es su verdadera reacción ante mi elogio. No creo ni que se dé cuenta de que no es más que un falso halago, una sutil manipulación para ver de qué pie cojea.

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20/08/2014, 17:24
Director

Drusus asintió, agradecido, y se mantuvo en silencio durante el corto trecho que restaba del camino que llevaba hasta la villa. 

Una vez allí, pudiste comprobar que se hallaba acordonada por una pequeña muralla bien vigilada, pero no te hizo falta proferir palabra alguna para que te franqueasen el paso, pues en cuanto los guardias atisbaron a los recién llegados, se apresuraron a abrir las puertas, dándote paso a un exótico jardín, de flores de colores vistosos y palmeras y árboles frutales que desprendían una agradable fragancia. 

En medio de la vegetación, un camino de piedra con la anchura adecuada para que un carruaje pudiera transitar por él cómodamente, llevaba a la entrada de la espléndida construcción. Una puerta alta y majestuosa, de madera de buena calidad, con un enrejado dorado en semiarco en su parte superior. 

Frente a la puerta, se situaba una mujer a la que reconociste al instante. Su intensa mirada castaña, su larga melena de bucles dorados, sus labios perfilados y aquellas curvas femeninas no podían representar a otra persona que no fuera ella misma, tu sobrina, Ana Comnena, que esbozaba una radiante sonrisa y se acercaba a ti, con los brazos abiertos, dispuesta a darte la bienvenida— ¡Mi querido Tiberius!— dijo, cerrando finalmente sus brazos en torno a ti, y besando cada una de tus frías mejillas con sus labios, igualmente fríos, aunque suaves y sedosos. 

 

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21/08/2014, 09:18
Tiberius Fabius Lupus

No puedo evitar que una sonrisa se ensanche en mi rostro al contemplar a mi sobrina. Ana está espectacular, como siempre. Y las mujeres bellas siempre han sido mi debilidad.

Me acerco sin excesiva prisa a ella con los brazos también abiertos y correspondo a sus besos con otros del mismo modo apropiados y sin faltar al decoro. Etiqueta ante todo.

- Querida hermana… - saludo manteniendo al sonrisa mientras la observo de arriba abajo. El rabillo del ojo se desvía para revisar la reacción de Drusus. Si no conocía nuestro parentesco de oídas ahora se lo he confirmado. – Te encuentras tan espectacular como siempre. -

Extiendo las manos para abarcar cuanto nos rodea mientras inspiro para embriagarme del aroma de los árboles frutales. – Siempre te rodeaste de belleza pero toda queda eclipsada ante tu presencia.

Me aparto un poco y señalo a Drusus. – Drusus ha tenido a bien de recibirme y acompañarme hasta aquí. Ha sido un espléndido guía.

Finjo una posición relajada aunque todos mis sentidos permanecen alerta, como siempre. – Drusus se ha encargado del alojamiento y confort de mis hombres. Ahora sólo resta que me pongas al día cuanto antes de todos los pormenores de la situación. Pero antes… antes me encantaría que me cuentes qué ha sido de ti todo este tiempo, querida. -

Notas de juego

Respecto a post anteriores… en concreto en el que le escribía la carta a Ana. Edítalo si puedes, o considera una cosa (aún no habíamos hablado de mi tapadera como “hermano” de Ana): así que donde pone mi querida sobrina, considera (o cámbialo) que pone hermana. Por si alguien leyera la carta, que dudo que mi pj fuera tan descuidado. (todo esto si te parece bien claro)

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25/08/2014, 01:41
Ana Comnena

Drusus alza las cejas levemente, sorprendido, pero se mantiene en silencio mientras saludas a tu sobrina — Oh, ¡qué adulador!—dijo ella, cuando la halagaste, riendo, mientras tapaba su boca con decoro, cubriéndola con sus finas manos.

Ana te escucha atentamente, esbozando una radiante sonrisa al escucharte hablar. Te acaricia el hombro con las yemas de sus dedos, fijando su mirada en tu rostro mientras espera pacientemente a que termines de pronunciarte— Sin duda Drusus posee excelsas cualidades. Fue por ello por lo que le pedí que te ofreciera cuanto necesitases y te trajese ante mí. Ardía en deseos de hablar contigo... Así que acompáñame, mientras dejamos que Drusus se ocupe de sus quehaceres. He dispuesto todo para que te sientas como en casa—dijo, asiéndose de tu brazo, conduciéndote hacia el interior de la villa mientras el vástago que te había acompañado hacía una leve reverencia y se retiraba, en silencio.

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25/08/2014, 01:49
Director

En cuanto entraste, pudiste observar que el interior de la villa era aún más impresionante que el exterior. Hermosos mosaicos de teselas adornaban las paredes, y un patio interior, en cuyo centro se encontraba una fuente soberbia, se atisbaba desde el vestíbulo abovedado de la entrada.

Antes de que pudieras pronunciar palabra, una pequeña puerta se abrió a un lado, dejando pasar a cuatro mujeres cuya vestimenta declaraba a todas luces que eran esclavas. Todas eran considerablemente hermosas, aunque ninguna más que Ana. 

Todas poseían una belleza exótica y diferente. Sus cabellos eran distintos, y sus pieles de diferente color. Una procedía claramente de tierras orientales, otra poseía la piel del color del ébano. Otra de ellas tenía el cabello del color del sol, y otra del color del fuego. 

Se apresuraron a postrarse frente a tu figura y la de Ana, portando lo necesario para lavarte los pies, como era costumbre en tus días mortales— No sabía cuáles eran tus gustos concretos, así que decidí comprar esclavas diferentes y hermosas para, con fortuna, poder satisfacer con seguridad tus apetitos, mi querido Tiberius.