Partida Rol por web

El mayor se rió entre dientes, divertido con la bronca que estaba dispensandote. Su risa se cerro de pronto cuando sin previo aviso vuestro padre le cruzo la cara de un tremendo bofeton que a punto estuvo de tirarlo al suelo.
- ¿A que demonios viene esto?.- pregunto levantándose para

- Te has acostado con tu hermana, sabias que esa pequeña bastarda fue engendrada en mis sabanas y ni a tu sangre respetas. Me das asco Sigmon, otro gesto mas y la corona pasara a Ictor a muerte.

Germund se quedó viendo a su padre con una sonrisa socarrona. Él no iba a buscar ninguna y ambos lo sabían, estaba confinado en su propio patio, ¿cómo es que ahora se les venía la idea de darle una esposa? Ni siquiera le veía sentido. Le veía más sentido a ser exiliado a que le intenten dar una esposa qué cuidar. ¿Dónde lo iba a hacer? ¿Entre las putas y el alcohol?
Terminó por encogerse de hombros con cierta gracia y se acercó a tomar su copa de vino y la botella para comenzar a servirse en silencio. Dejó la botella haciendo resonar el cristal y dio otro sorbito largo.

Luego de dar un largo trago, bajó también el vaso y se cruzó de brazos alzando un poco el mentón, complacido con todo el lío que había en la casa, le venía fantástico que se esté cayendo a pedazos. Desvió la mirada hacia Beren un momento. Iba a decirle algo, pero no tuvo ganas de pensar una rima divertida.

La bofetada al hermano no le sacó ninguna risotada, de hecho mantuvo el porte que lo caracterizaba. No era una persona que tuviese un sentido del humor marcado para nada.

Escuchaste pasos acercándose. Las otras mujeres del comedor fuero directas acia ti. La madre de León lo llevaba tomado de su manita e Isolda tenia una expresión triste pero no estaba furiosa contigo.
- Se que no sirve de nada pero te ofrezco disculpas por lo que te hizo mi esposo, por favor ven con nosotras.

La joven alzó la vista hacia Isolda y el resto de mujeres, enjugándose rápidamente las lágrimas. Se puso en pie y agachó la cabeza. Intentaba encontrar la manera adecuada para disculparse, ¿pero la había siquiera?
—Lo lamento mucho, mi señora Isolda —dijo en apenas un murmullo.
No se atrevía a mirarle a la cara, ni a ella ni a ninguna otra.

- Esperaba que no llegara el momento, jovencita, menos aun en tales circustancias pero debemos hablar, en privado.- dijo la señora de la casa. Su tono era una orden.
Sin esperar respuesta ya que no aceptaria una negativa se encamino en dirección de sus aposentos.
Isolda la siguio y la esposa de Ictor se quedo a tu lado para acompañarte con una dulce sonrisa.

- Tienes que ser fuerte, las mujeres debemos serlo, mucho mas que ellos. En todo momento.- aseguro con ternura mientras el pequeño León te miraba desde detras de la pierna de su madre.

-¿A-ahora? -preguntó en un murmullo.
No se negó, no podía. Era la señora de la casa y debía obedecer, pues al fin y al cabo estaba bajo sus órdenes. Debería haberse mantenido callada en lugar de sugerir que Germund era una buena opción. Era evidente que no lo era, se tataba de un bastardo y encima estaba descontrolado. Era como insultar a la otra familia en su cara y escupirles. Siguió a Lady Aurora hacia sus aposentos en completo silencio, temiéndose lo peor. Seguramente le diría que sus servicios habían llegado a su fin y que, cuando su padre falleciera, buscarían a otra persona como consejera.

Isolda y su cuñada se separaron. La señora de la casa y tu llegasteis a sus aposentos privados, los cuales eran tan magníficos y lujosos como cabria de esperar. Dos soldados abrieron la puerta y la cerraron detrás vuestra.

- Debes saber que circula un engaño del que eres parte. En un momento de ebriedad mi esposo busco las sabanas de tu madre, ella, astuta, le hizo creer que estaba de acuerdo y lleno su copa unas cuantas veces mas hasta que mi esposo cayo presa del sopor etílico, por supuesto sin recordar apenas nada de la noche anterior.

La mujer se giro para mirarte.- Tu madre era una mujer muy inteligente, para esos días ya sabia que tu venias en camino y tenia la intuición de que serias una niña. Tal vez por eso fuera que decidió dejar que mi marido pensara que erais fruto de aquella noche, de esa forma protegeros de sus instintos y de los nuestros hijos.

La mujer hizo un ademán con la mano.- Naturalmente yo estaba al corriente de todo y aplaudo cualquier cosa que mantenga a mi esposo lejos de faldas ajenas, por ello no dije nada y vos no vais dejar que mi esposo siga pensando que tiene una bastarda, ya que puede que sea la única razón por la que aun no a puesto a vuestro padre y a vos en la calle.

La señora camino hasta su joyero y lo abrió.- Sigmon estaba enamorado de vos, asi que me vi obligada a contarle esa pequeña "mentira" para que aspirase a un matrimonio mas conveniente. Al parecer sus instintos se han saltado todas las barreras morales... en fin, ya nada podemos hacer por ello y pedir disculpas no coserá vuestro.... corazón pero tan vez una joya pueda mitigar vuestra pena. Adelante, coger lo que mas os agrade.- dijo la mujer.

Eliane escuchó atentamente a su señora, extrañada ante tal historia y sorprendida por la noticia de que Sigmon hubiera estado enamorado de ella. ¿Cómo podía ser posible con lo que le había hecho? Ni siquiera miró las joyas, sino que sus azules ojos fueron a parar en los de Lady Aurora.
-No tenéis que comprarme, mi señora, nada de lo que habéis dicho saldrá de aquí. Por mucho que amara en el pasado a vuestro hijo, jamás habría aceptado tener nada con él. Sé cuál es mi posición, y pido disculpas por sugerir al bastardo para el matrimonio. Sin duda eso sería contraproducente para vuestra familia y sería una ofensa para ellos.
Bajó la mirada a modo de disculpa, entrelazando las manos frente a su regazo. Ni siquiera tenía muy claro porqué le ofrecía nada.

- No es una compra, digamos que quiero darte una pequeña compensación por el mal momento que mi primogénito te hizo pasar.- dijo la mujer revisando ella misma sus joyas. Tomo una la reviso y te la puso en las manos.
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Era un fantastico collar de oro blanco y Zafiros.
- Tu lealtad nunca a estado en tela de juicio y no dudes de que Sigmon sera reprendido por esto, haremos lo posible para que no vuelva a producirse una situación tan desagradable pero vos debéis cuidaros mas. Evitar quedaros a solas con el, cerrar bien la puerta de vuestro cuarto o buscar compañía cuando queráis ir a alguna parte.

Te miro con fingida lastima.- Es una pena que vuestra madre no este con vos para aconsejaros. Vivimos en un mundo de hombres, somos ciervos entre lobos, si os ven como una frágil presa irán por vos. Es su naturaleza.- dijo como si estuviera en la naturaleza masculina aquella forma de actuar.

La joven observó la joya en sus manos, pasando por las gemas los dedos con suavidad. Era una preciosidad y el color de las piedras iban a juego con su color de ojos, mas se acercó al joyero para dejarlo en él, esperando que el rechazo no fuera tomado como una ofensa.
-Sois muy generosa, mi señora, pero me temo que debo rechazar tal compensación. El culpable de sus actos no es otro sino él mismo, y él debería ser quien debería hacerlo tras compensar a su esposa por tal agravio, sobre todo llevando a vuestro nieto en el vientre.
Permaneció cabizbaja, sin mirarla directamente. Era un gesto que tal vez mostrara más sumisión que el respeto que pretendía irradiar.
-No temáis, no tengo deseos de volver a estar a solas con él ni aunque de casualidad se tratara.
No había compensación alguna que aliviara su ser, tanto su cuerpo como su alma. Sigmon no solo la había tomado contra su voluntad, sino que le había arrebatado la virginidad. Iba a ser difícil casarse si algo así se sabía y rezaba para que quedara entre aquellos muros. Sólo hombres como el bastardo serían capaces de tomarla como esposa, más sumándole que hacía años que debía estar en matrimonio, pero las pocas ofertas recibidas las había rechazado como acababa de hacer con aquella joya. Y hombres así eran a los que había que mantener alejados.
-¿Deseáis entonces que vuestro esposo sepa la verdad, arriesgando así el puesto de mi padre así como el de mi futuro?

Al contrario querida, necesito que se mantenga la mentira. Nadie ganara con la verdad, mi esposo entraría en colera si se supiera engañado y eso no seria bueno para mi y mucho menos para ti...
Todo cuanto espero es que no habléis del asunto, naturalmente vuestro padre no sabe nada de esto así que es una mentira piadosa que nos beneficia a todos.

La mujer se encogió de hombros y cerro el joyero con un ligero golpe, que sonó como un punto final para la conversación.
- Bien querida, confió en que guardaras silencio. Puedes retirarte. Trata de descansar, mañana llegaran los diplomáticos y necesitaremos que estéis fresca.

- Tengo algunas candidatas para ti, Germund.- dijo Ictor, siempre tan bien preparado para cualquier situación. Se limpio la boca con la servilleta, educadamente y pidió permiso a vuestro padre para levantarse.
-Con vuestro permiso y si no ofrecéis nada mas, mi señor, me gustaría retirarme.

Germund no le dijo nada, se le quedó mirando simplemente con una pequeña sonrisa y la mirada entrecerrada. ¿Candidatas? Él no iba a aceptar a ninguna y seguro que cogería la primera que le entregasen. Le daba igual el matrimonio, ya tendría tiempo de volverla loca y dejar a su familia en la mierda frente a la otra.

—Ay padre y media sangre, ¿realmente piensas que cuando mi matrimonio se consagre esta casa salga de la miseria a la que se tiene sumida? Más pronto vuelvo loca a la pobre condenada con la que se me bendiga —dijo jocoso un poco, sin hacer muchos ademanes ahora y enarcando una ceja con curiosidad.
 

- Marchaos si queréis, las ordenes ya han sido dadas, todos menos mi primogénito.- ordeno.
- Mañana a primera hora os quiero en el muelle para recibir al emisario. No tolerare tonterías, esta en juego el prestigio de nuestra casa y nuestro apellido. Si alguien estropea eso, sea quien sea, sera blanco de mi ira.- aviso, demasiado borracho para resultar una amenaza pero creía en cada palabra que salia de sus labios.

-Media sangre, creo que tengo una candidata ideal para vos, acompañarme a la biblioteca... podemos llevarnos la botella de vino para amenizar la velada.- dijo y levanto la ceja. Eso significaba que Ictor tramaba algo, siempre tramaba algo. Tenia la sangre artera de su madre pero con un toque de cinismo aderezado con algo de orgullo. Si se interesaba por ti de repente no era casualidad.