Partida Rol por web

La joven asintió con un breve cabeceo y luego hizo una pequeña reverencia.
—Así lo haré, mi señora. Que descanséis.
Caminó un par de pasos hacia atrás antes de volverse hacia la puerta y salir de las dependencias de su señora. Esta vez se dirigiría hacia sus propios aposentos. Si iba a tener que aconsejar al día siguiente a Lord Ferom, necesitaba descansar y ordenar sus ideas. Lo que había sucedido aquella noche debía dejarlo a un lado. El bastardo no podía casarse con la hija de un noble. Serían el hazmerreír, y ni la pobre muchacha ni su familia tenían porqué soportar algo así, menos cuando podría resultar en complicaciones políticas con dicha familia que daría de qué hablar y afectaría a sus relaciones con otras.

Al llegar a sus aposentos, cerró la puerta y se dirigió hacia el biombo en el que reposaba su camisón para quitarse el vestido, el corsé inferior y ponerse la ropa de cama. Dejó las joyas que portaba en su joyero, en un pequeño tocador algo viejo, y se metió en la cama tras cepillarse el cabello. No esperaba la visita de nadie, así que procuró dormirse lo antes posible.

Germund se le quedó viendo un momento al escucharle y luego se acercó a tomar la botella de vino para dar un trago del pico mismo, rompiendo con todo protocolo y etiqueta ahí mismo. Enseguida se dispuso a caminar hacia la puerta y se detuvo a un lado.
—Las damas primero, querido —dijo educado inclinando un poco el torso y llevando la botella hacia su vientre al torcerse, mostrando una sonrisa socarrona. No tenía por costumbre despedirse ni ser educado desde hacía bastante tiempo.
 

¿Se trata de educación o no os atrevéis a darme la espalda?.- pregunto Ictor quien no parecía ofendido por tus comentarios. Salio delante de ti pero te espero para andar al unisono rumbo a la biblioteca.
- Como bien sabes parte de mi trabajo es tratar con los nobles locales, saber que tripa les duele y escuchar sus lloriqueos, tenerlos contentos es mi deber para garantizar su respaldo a nuestra casa. Esto me da opción de averiguar muchas cosas interesantes. Ni te imaginas la cantidad de muchachas que matarían por formar parte de nuestro linaje... mejor dicho, cuantos padres matarían por emparentar con nosotros.
Se adelanto a tu humor y dijo.- Si, incluso si es con un bastardo tarado como tu.- dijo y palmeo tu espalda con cuidado de no tirar tu botella.

Llegasteis a la biblioteca y los guardias abrieron para dejaros pasar.
- Tengo en mente algunas candidatas ¿Alguna predilección.- pregunto.- Rubia, morena, bizca... son niñas ricas no perfectas, si aun están solteras es por que tienen alguna tara.

Camino hasta un escritorio y saco unos pliegos escritos a mano que te entrego. Eran los nombres de varias mujeres con su edad, la casa a la que pertenecían y un detallado informe sobre su aspecto. Fue llamativo que aquella que contaba con una dote mas alta no tuviera ni una linea en su descripción.

Germund mantuvo la pequeña sonrisa mientras Ictor abandonaba la habitación y le siguió con el reojo. Rió un poco, nasal, y luego negó con la cabeza mostrándose bastante despreocupado. Escuchó sin demasiado interés acerca de su trabajo y pronto al recibir la palmadita, le dedicó otra mirada. No le observaba al andar, sólo contadas ocasiones y esa era una de las veces. Era un hombre grande y fuerte, alto también, no tenía problemas si tenía que tener alguna clase de lucha con las manos, pues la elegancia la había perdido hace algunos.
—Ay hermana serpiente, tu pérfida lengua seguro me miente. Bien sabrás tú más que yo, que este noble soslayado está lejos de ser un tarado. —Su voz resonó con un poco de acidez, hablaba seco. Mantenía el gesto amigable, pero su mirada se veía con carácter, algo agresiva.

Al llegar a la biblioteca se adentró y luego se acercó hacia el escritorio con su media sangre.
—Oh, qué alegría la que me ataca, mi media sangre buscándome a una condenada. Hermana querida, que la más fea sea con la que se me bendiga —dijo jocoso y riéndose un poco. No tenía interés alguno en casarse, tampoco veía lógico que le intenten dar una pareja, sin embargo entnedía que tal vez lo querían fuera de la casa y esa era una buena manera.

Ictor se cruzo de brazos y busco el borde del escritorio para apoyar sus posaderas.- Si a mi media sangre le molesta que se le llame tarado, tal vez debería dejar de cuestionar la hombría de su hermano.- dijo imitando tu modo de hablar pero pronto se desalentó a hacerlo ya que parecía mucho mas fácil cuando tu lo hacías.
Resoplo.- Germond, se que eres mas inteligente de lo que aparentas. No es nada fácil expresarse con rimas constantemente, tienes una mente ágil pero no la aprovechas. Deberías pensar un poco en el futuro, en el tuyo y en de nuestra casa. Los Dioses no lo quieran, pero padre no es un niño, fallecera en pocos años y entonces Sigmon se pondrá al frente de la casa. ¿Que piensas que sucederá entonces?.- te pregunto y dejo unos segundos para que lo pensaras.
- Sigmon ya no es quien era, su mente se a ido enfermando y retorciendo como una rama en el fuego, cada vez un poco mas ennegrecida. Esta noche has oído como yo que ha mancillado a la hija del consejero, aun sabiendo que las habladurías cuentan que es bastarda de padre. ¿Que sera de ti entonces?.

Germund se le quedó observando frente a su rima y alzó una ceja. Se mostraba algo curioso frente a que a casi todos en la casa se le pegue su forma de hablar, ya que antes incluso escuchó a su padre hablando con rimas. No obstante no dijo nada y ladeó un poco la cabeza.
—Hermana mía, veo que lo tuyo no es la rima —dijo escueto al final.
Luego continuó oyéndolo.

Cuando le dejó tiempo para pensar, no los tomó en lo más mínimo, enfocando sus ojos en él y mostrándose despreocupado. Ya lo había meditado hacía tiempo en su exilio. No tenía interés alguno en hacer reflotar su casa, sólo quería llegar al trono y para eso primero debía despachar a los demás.
—Serpiente, qué tarde se te pasa por la frente mi estado. Si tu sabes bien que este noble soslayado hace tiempo que esta casa ya no pisa, pues del exilio ha sufrido en el pasado.
Se mostró bastante indifernete.
—Esa bastarda ha dado la idea de que me busquen pareja, su destino no me interesa —agregó, cruel—. A una víbora por la cabeza se le asesina. Tal vez bajo el fregor de la lujuria, la polla hasta la garganta le mete y de asfixia la mata.
Terminó sus palabras con una carcajada suave, pareciendo que se lo imaginaba.

Ictor te escucho y negó con la cabeza. Parecía que no iba a tener contigo la seria conversación que esperaba.- Aveces no se si es porque bebéis demasiado, porque nada tomáis en serio o si en verdad vuestra mente anda por las sendas de la locura, pero en verdad desesperáis a quien os habla.

- Como sea, el dia que padre falte y me presencia aquí ya no se necesite, partire a la casa de mi esposa antes de que alguien crea que puedo ser una amenaza para quien la gobierne. Francamente, nuestra casa se precipita al vació y al olvido, mas no creo que sea eso necesariamente malo. Beren también se marchara si sabe lo que le conviene, tal vez solo, a los bosques que tanto ama o también seguirá a su esposa... Dentro de nada todos estaremos en el exilio, hermano... o muertos.

Ictor dio unos pasos y cogió las hojas que te había dado para darles un repaso.- Mirella, 28 años, viuda disponible. De buena familia y mala reputación, se dice que toda la guardia de su padre conoce el color de sus sabanas. Es perfecta si quieres cabrear a padre o coger una enfermedad en tu hombría, pero hay otra mejor.- dijo y te enseño la hoja de la chica que no tenia apenas información.
- Esta es ideal para ti.- dijo y sonrió.- Al menos hazme el favor de conocerla, te va a encantar. Es dulce, inocente, divertida... y se abrió la cabeza cuando tenia siete u ocho años... lo que la hace completamente ideal para ti.- insistió.

Germund III se le quedó mirando frente a su discurso y no tuvo ninguna palabra para decir. Bajó la vista hacia la mujer que se pasó por toda la guardia y asintió con lentitud, esa le valía. No obstante cuando le enseñó la otra, también volvió a asentirle.
—Cualquiera, cualquiera. Ya te he dicho que no me molesta si es la más fea —dijo con una pequeña sonrisa.
Pronto miró hacia su alrededor un instante y volvió a centrarse en él.
—¿Eso es todo lo que tenemos pendiente? Mi cama ha quedado caliente.
Mantuvo en todo momento los brazos cruzados y una ceja alzada con una pequeña sonrisa.

La mano de Ictor tapo su cara en gesto de astió.
-Intento ayudarte, no es que te tenga un gran aprecio pero llevamos la misma sangre y no te quiero ver colgado, envenenado o algo peor.
Resoplo cansado.
- Esta bien, vete a la cama, yo me ocupare de arreglarte una primera cita y si te gusta la moza arreglaremos el matrimonio. ¡Y no me vengas con que nos podemos saltar los tramites e ir al altar directamente!.- te aviso levantando la voz un poco más de lo lógico. Se disculpo con un gesto, era evidente que en la cabeza de Ictor había miles de preocupaciones.
- Descansa.- resoplo dejandote ir.

No podía conciliar el sueño. ¿Cómo se le había ocurrido sugerir al bastardo como esposo para aquella pobre joven? Seguía dándole vueltas a que aquello sería contraproducente para ambas familias. Se levantó de la cama y cogió la túnica azul grisáceo que usaba para moverse por el hogar de los Ferom por la noche. Se calzó y cerró con un cinturón de tela dorado la túnica para no dejar ver debajo su camisón de dormir. Tras salir de su dormitorio, se dirigió al salón donde habían estado cenando por si Lord Germund aún seguía allí. Llamó a la puerta antes de pasar al interior, bajando la cabeza mientras hacía una pequeña reverencia.
—¿Es este un mal momento, mi señor?

Germund III se quedó viendo a su hermano hastiado y se rió cuando dijo lo de intentar ayudarle. No obstante no agregó nada más y se giró para comenzar a irse con pasos largos, sin ninguna clase de interés en casarse o seguir escuchando acerca de pretendientas que no le interesaban en lo más mínimo.

Cuando salió de la biblioteca, comenzó a caminar directo hacia la salida al patio, iría a su casa. Si estaba de camino al salón al cual Eliane iba, la cruzaría más que seguro. Aun así, iba algo serio y pensativo mirando hacia el frente con la mirada entrecerrada. Se lo percibía algo frío incluso, sin tanto circo.

- Dejadla pasar.- se escucho roncamente desde el otro lado. Los guardias abrieron la puerta para ti cerrándola tras tu caso.

El Lord se encontraba enclaustrado en su asiento, sombrío, y demasiado bebido para mantener una conversación sensata pero aun así lo bastante lucido para escucharte.
- ¿Que se le ofrece a estas horas que no pueda aguardar al alba?.- pregunto con su copa llena en la mano.

Germund vio como Eliane entraba al salon donde habia tenido lugar la cena, seguramente ella no le habia visto en el pasillo.

No obstante algo llamo la atencion del bastardo, atraves de las ventanas, en los jardines Beren se movia como si se estuviera escondiendo o buscando algo. Era su silueta sin lugar a duda.

—Mi señor, he tenido conocimiento recientemente de la llegada de los diplomáticos de mañana, y os pido por favor que no caséis a vuestro hijo Germund. Nuestros aliados son cada vez menos, y casarle con alguna familia amiga podría poner en peligro nuestra relación con ellos. No es para nada un buen candidato a menos que antes se le haga entrar en vereda.

Hizo una pequeña pausa tras hablar sobre lo que pensaba del bastardo y de cómo podría afectarles casarle con cualquier dama. Se había acercado para ello, no debiendo así de alzar en exceso la voz ni desde un lado a otro. No sabía qué tanto la escucharía a ella, una aprendiz, pero esperaba que el hecho de que la considerase hija bastarda ayudara.
—Ofreced a Beren y dejad en mis manos el hablar con él. Le haré ver los beneficios que le puede traer un matrimonio, a él y a vuestra noble casa. Es mejor tener casados a todos vuestros hijos legítimos antes de casar a vuestro bastardo, al menos a ojos de los demás.

El Lord sonrió de lado.
Solo he mandado a Germunt a buscar esposa para mantenerle entretenido. ¿Quien querría que su hija terminara con alguien como él?.- pregunto sin buscar respuesta.- La dama debería estar en verdad desesperada para aceptar y sus padres locos para permitir que en su casa entrara un bastardo.

Se rió y bebió un largo trago de su copa.- El hombre que llegara mañana debe llevarse una buena impresión, hablar a Beren si eso pensáis que ayudara a concienciar le. La dote dispuesta por ese enlace llenaría la mitad de nuestras arcas y nos hará fuertes ante nuestros enemigos. Nada debe torcerse.- dijo tajante.

—Tendríais más suerte casándole con mi yegua, porque ni la mujer más desesperada del burdel más pobre querría casarse con él.
Pronunció aquellas palabras con una pequeña sonrisa. Sabía que Germund se hacía inaguantable a propósito, y si querían casarle... Bueno, uno siempre es libre de soñar, ¿no? Al menos tuvo suerte de que no le pidiera que le metiera ella en vereda para poder concertarle un matrimonio, porque aquello era una tarea titánica y de lo más imposible.

—Creo que Beren necesita la opinión de una hermana, mi señor, una opinión sincera y que sepa convertir los peores aspectos del matrimonio en algo con lo que podría incluso soñar.
Inclinó la cabeza. No sabía realmente cómo podría lograr tal cosa, pero lo intentaría como mínimo. Los deseos de matrimonio eran distintos para las mujeres que para los hombres, y sus anhelos distaban mucho de los de Beren, pero tal vez podría ingeniárselas.
—Eso era todo, mi señor. Si no requerís nada más, os deseo una buena noche.
Si Lord Germund le daba el visto bueno para retirarse, le haría una pequeña reverencia y volvería a sus aposentos para descansar. Quería que el día terminara de una vez.

Cuando vio que Eliane ya había entrado, se detuvo en contra de la pared junto a la puerta a esperar a que salga. Cruzado de brazos y con las piernas adelantadas a su cuerpo parecía tener todo el tiempo del mundo. Estaba algo serio y quería tener un intercambio de palabras con ella cuando saliera de hacer lo que sea que estaba haciendo allí dentro. A estas alturas ya se imaginaba cualquier cosa de la mujer.

Eliane no tardo en salir. Apenas unos minutos y las puertas se abrieron para permitirle la salida, solo que esta vez el bastardo parecia estar aguardando a su salida.

En cuanto salió del salón principal, suspiró, pero cuando se encontró con el bastardo se sobresaltó. Cerró el cuello de la túnica que llevaba sobre el camisón.
—¿Qué hacéis ahí plantado? Me habéis asustado.
Los cabellos descendían sobre sus hombros y espalda por igual, esta vez sueltos. Ni siquiera había recordado apartarlos del rostro antes de acudir al encuentro con su señor con alguna cinta o similar, como solía hacer. No le parecía apropiado que la vieran así, pero las prisas le habían hecho descuidar un poco detalles como aquel.
—Vuestro padre necesita descansar. Sea lo que sea que deseéis decirle, os aconsejo que aguardéis hasta mañana.

Se encontraba de pie junto a la pared y cuando ella salió, se le quedó mirando un momento sin sonreir, con los párpados caídos en una mirada prejuiciosa. Notó cómo se acomodaba el cuello de la túnica y ladeó un poco la cabeza. Sus cabellos despeinados repasaron el movimiento.
—Oh hormiga, al parecer no soy el único que habla con rima —dijo esbozando una sonrisita—. Descartaré el intercambio de argumentos por cómo las tetas te ordenabas hace un momento...
Luego de esas palabras, se despegó de la pared y se acercó unos pasos afilando su mirada.
—...Te quería preguntar si vendrás a mi casamiento.
Se mostraba ácido, con una vista llena de carácter y las manos cruzadas, un antebrazo sobre el otro. No parecía gustarle nada el tener que celebrar una boda y no le hacía falta preguntar de quién era la culpa.