Partida Rol por web

Cornago

I. La marcha lúgubre

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30/09/2015, 20:04
Director

Primavera de 1464, Lérida.

Formáis parte del séquito de Juan de Luna, caballero castellano en el exilio que sirve al rey Juan II de Aragón. Las tropas del rey sitian la ciudad de Lérida desde hace varios meses. Es un reducto de los rebeldes que se alzaron contra el rey, un obstáculo para acabar con la guerra civil catalana.

Después de seis meses de asedio, el campamento alzado cerca del río Segre es un hervidero de actividad, mugriento y rebosante de humanidad. Los heridos son atendidos en un sucio hospital de campaña (en donde se cortan miembros igual que se sacan muelas), los cocineros preparan grandes ollas de gachas, los herreros calientan las forjas y reparan herraduras y armaduras, los sirvientes se encargan de las monturas de los caballeros, que son mejor atendidas que los propios soldados, los cuales patrullan los alrededores, duermen, juegan a los dados o se emborrachan con el vino que los buhoneros les venden a precio de oro. En el centro del campamento se levanta un grupo de grandes tiendas, el centro de mando. A su alrededor hay un primer círculo de tiendas de los nobles más importantes, y, a su vez, otro círculo mayor con los caballeros y señores de la baja nobleza, entre las que se encontraba la de Juan de Luna. Alrededor de todas ellas se extendían cientos de tiendas, carruajes y corrales con el resto de soldados, sirvientes, acompañantes y animales que formaban todo el contingente del rey.

Notas de juego

Comenzamos.

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30/09/2015, 22:36
Xilda

En medio de todo el gentío del campamento, una mujer acarrea un cubo de agua y un cesto de mimbre con trapos limpios hasta una tienda donde un curandero atiende a los heridos. Su figura extremadamente delgada, pero fibrosa, dista de resultar frágil. Parece cansada. Su piel blanquecina se encuentra enrojecida por el sol. Su bello rostro, luce ojeras que hacen adivinar el poco dormir y el mucho sufrir. Su mirada habla de una vida díficil, llena de infortunios pero aquellos que, atraídos por su notable belleza o por la curiosidad se atreven a enfrentarse con aquellos bellos ojos azules encuentran en ellos orgullo y una contenida insolencia; un muro a través del cual, se puede observar algún vestigio de aquella inocencia que nadie le ha podido arrebatar todavía.

Los que la conocen un poco, saben que no gusta de mezclarse con "bien nacidos", expresión que ella utiliza para referirse irónicamente a los nobles. No muestra para con ellos más respeto ni sumisión del justo y necesario para conservar su pellejo, pero por algún motivo, parece que muestra alguna dereferencia especial hacia Juan De Luna.

Los que la conocen mejor, saben que no es bueno faltar a su honra, ni hacerla enfadar en modo alguno pues es dada a responder. No es de muchas palabras, tan solo las justas y las más veces, mezclando castellano y gallego-portugués sin ningún pudor, mas cuando no responde con palabras lo hace con acero, según sea menester. Y si sus palabras son duras y ásperas como el esparto, su acero es rápido y mortal.

Así es Xilda.

La mujer entra el la tienda del curandero y sale al momento con otro cubo con agua sucia y un cesto lleno de trapos ensangrentados y se dirige hacia el arrollo cercano al campamento para lavarlos, cuando un hombre, en apareciencia un soldado, se acerca a ella. Hombre y mujer intercambian unas palabras; ella asiente y deja el cubo y el cesto a la orilla del arrollo y le sigue.

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01/10/2015, 07:52
Manuel de Fonseca

Estaba comiendo con unos soldados unas pocas gachas, la verdad que ya estaba un poco harto del rancho que nos daban, pero era eso o morir de hambre.

Todavía no entendía cómo había acabado aquí. Seguí al capitan y me puse a las órdenes de don Juan de Luna, pero los servicios que estaba prestando más se parecían a los de un soldado ordinario que a un hombre con estudios. De momento había tenido suerte, o me había colocado en buenos lugares durante la batalla. El caso es que todavía estaba vivo y entero, que es más de lo que podían presumir muchos de los soldados que aquí estaban.

Había demasiados tiempos muertos, durante los cuales intentaba llevar a cabo mis experimentos. Me frustraba trabajar así, pero no había otra manera. De modo que poco a poco fuí acostumbrándome a compartir mi tiempo con la soldadesca, y en los momentos de soledad a indagar en mis libros, pociones y pergaminos. Los avances eran muy lentos, pero se compensaba con la sensación de aventura que me embargaba.

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01/10/2015, 08:30
Uloxio Arrugas

Uloxio sale de su tienda situada en el area destinada a los caballeros de baja nobleza apartando con cuidado la lona de la entrada y mirando desafiante al soldado que ha tenido a bien orinar a su lado. Su rostro desfigurado por el hachazo de un bandido y recosido por una comatrona asusta al indeseable.

¡Habra campo! le grita indignado mientras revisa con cuidados los avios que porta y levanta la vista al cielo.

Como he acabado aqui... yo que era casi dueño y señor de mi castillo. ¿Como lo estara pasando Maria? ¿se habra acordado de recoger los dineros? ¿habra decapitado a aquel violador que capturamos poco antes de irnos? pensaba mientras se dirigia hacia el puesto de mando. Pronto habria que tomar no pocas decisiones pues el futuro del sitio de Lerida podria estar pronto a su fin y ... quien sabe... tal vez consiguiera el ansiado ascenso social

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01/10/2015, 09:00
Dámaso Montalvo

Cercano al círculo de tiendas principal, cerca de una de las hogueras, aún se escuchaban unas pocas risas, que trataban de combatir débilmente el ambiente cargado y lúgubre del resto del campamento. En el centro de todo estaba un hombrecillo que se movía con gran habilidad entre juegos y cabriolas. Dámaso sabía cuánto bien podía hacer una buena moral, así como su señor, el caballero Don Juan de Luna, que le había dado licencia para entretener a los soldados.

Mientras hacía sus malabares y piruetas, aprovechaba para hablarles, como un presentador de "troupes" o un mesmo vendedor. Para hacer que secretamente se encorajinaran con el enemigo y hacerles olvidar sus penurias. Ese era el trabajo del Arroyano, y lo hacía con sumo placer.

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01/10/2015, 14:54
Fadrique

Fadrique vuelve de su turno de guardia vigilando las murallas de la ciudad. Este asedio, como todos los asedios, es en su mayor parte aburrimiento. Pero prefiere aburrirse a hacer ataques suicidas con torres y escaleras, en la que los peones de mesnada como él caen como moscas. Hay que dejar que el hombre macere un poco más a los rebeldes. Él deja sus armas a un lado y se va llenar un bol de gachas.

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01/10/2015, 16:18
Laureano Amezaga
La verdad es que no sé cuánto tiempo llevaba sentado encima de aquella piedra. Si mucho o poco, ignorábalo. El caso es que tenía el trasero como si un millar, o más, de hormigas hubieran decidido caminar por él. Era desagradable, vaya. Me levanté y me froté las posaderas con la ilusión de que aquel picor del demonio cesase. 

A mí alrededor todo era movimiento. Los unos trabajaban, los otros partían de ronda y los de más allá, al otro lado del muro de la ciudad ya podían ir rindiéndose que iba para seis meses que los teníamos sitiados y, ellos, como si nada.

En fin, caminé hasta el río y cogí una piedra lo más lisa que pude encontrar. Tampoco es que buscase mucho. Y al río que la lancé. La piedra fue dando botes por la superficie del agua como si el propio líquido quisiera escupirla hasta que se hundió. Así estuve un rato, piedra va piedra viene, hasta que me cansé y volví al campamento donde tenía mis cosas.

Y todo seguía igual, como todos los días.

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02/10/2015, 12:59
Director

El aspecto de Laureano era temible: un marino venido ahora a tierra que no muchos querrían tener enfadado delante de suya. Claro ques, de igual guisa andábanse Uloxio y Fadrique, hombres de armas que no harían ascos a endosar filo en los hígados por su señor Juan de Luna. Et que claro, que la joven Xilda aún conservaba ese halo de feminidad (pues su presencia y sus curvas así lo mostraban), pero era fiera fémina y de pocas palabras (un enemigo que pocos querrían confrontar con ella). Et que luego, frustrábase un poco el tipo de pelo largo, Manuel, que aún no siendo para la guerra (según el creía) bien servía al de Luna con sus experimentos, su experiencia y su saber. Que no todo en el campo de batalla era la lucha. Et que finalmente, entre todo el ejército, hallábase el único "enano" de la compañía: Dámaso Montalvo. Sus cortas piernas hacíanle un tipo carismático, sus piruetas lo elevaban ya a categoría de respetado. Si. Los soldados, hartos de penurias y esperas, apreciaban al joven Dámaso cuando éste les sacaba una sonrisa. Matarían por ese pequeño bribón, sin duda.

La mañana de un día soleado cualquiera (en el que poco o nada más allá de lo común solía hacerse), el ejército de Juan II comenzó a formar para presentar batalla. Según los oficiales, había a la vista unas desgastadas tropas rebeldes a las que abatir. Al no augurarse un encuentro de importancia, sólo una quinta parte del ejército del rey salió en tropel hacia la contienda, aunque como en otros ataques que se habían lanzado con anterioridad, no se consiguió cambiar el curso de la contienda. Juan de Luna los acompañaba, pues era sabido de su buen hacer, pero también de su buen ejemplo: siempre el primero en los peligros. Al mediodía, en el horizonte pudo contemplarse la pequeña lucha, en el que hubo bajas en ambos bandos...

Al poco de quince minutos de desgaste mutuo, los combatientes se retiraron en severo empate, y los soldados del rey volvieron a los campamentos. Una nueva poco agraciada traían, y vosotros lo veíais: Juan de Luna había sido gravemente herido de un disparo de lombarda...

¡¡¡Apartad!!! -soldados del ejército traían en volandas al caballero cristiano-. Su armadura reventada, y el sobreveste sobre ella, venían ensangrentados. Poco pudísteis apreciar porque rápidamente ya que lo llevaron a su tienda... Parecía grave.

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02/10/2015, 14:17
Xilda

Xilda se encontraba dando de comer a los caballos de refresco cuando el ruido de un tumulto llamó su atención. Parecía que los soldados volvían de la batalla. El sonido de sus voces no era eufórico, aquello no eran gritos de victoria. Así que se temió lo peor. Dejó caer el saco de heno que iba a ponerle a uno de los caballos y echó a correr levantando ligeramente el vestido, a fin de no arrastrarlo ni pisarlo, para enterarse de las nuevas. 

La gente se arremolinaba alrededor de los soldados a caballo. La mayoría de ellos ni siquiera los miraban. Por fin llegó a junto de uno de ellos; al que conocía. Fué este el que le transmitió las malas nuevas.

-¡Oh, Dios mío!¡No puede ser! Iré a llamar al curandero

Y de nuevo la mujer partió a la carrera en busca del médico.

 

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02/10/2015, 15:13
Manuel de Fonseca

no había participado en el ataque, me había quedado preparando mis experimentos y demás. Cuando llegaron los soldados con el cuerpo de Don Juan de Luna me amontoné con la multitud alrrededor de ellos, casi molestando. No podía creer lo que se rumoreaba,¿el caballero herido? imposible. Miré y ví como lo llevaban sus soldados sin dar crédito a lo que veían mis ojos.

Escuche a una muchacha llamar al curandero, pero me temía ya fuese demasiado tarde. Cuando lo introdujeron en la tienda me quedé mirando la entrada como esperando algo, todavía sin creer lo que había ocurrido.

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02/10/2015, 23:30
Laureano Amezaga

No calculo que pasara mucho tiempo desde que el sol se había instalado en lo más alto del cielo que un pequeño contingente partió, como cualquier otro día, en busca del ejercito enemigo. Eran todo gritos de ánimo entre sí, que bien sabido es que si vas a morir o a matar unos buenos gritos y unas buenas palmadas en el pecho o la espalda del compañero aparentar dar la inmortalidad, y algún que otro insulto a los de Lérida, hasta que sonó a lo lejos aquel invento del demonio, la lombarda, prima de la catapulta pero muchas veces más mortífera. Era como el crujir de las maderas de los barcos de guerra en medio de la tempestad. Siempre me hacían temblar como un niño chico.

Y aquello no podía traer nada bueno. Y el cesar del ruido del combate así lo trajo. Veloces como el viento, varios soldados traían al de Luna hecho un guiñapo y más rápido aún lo metieron en su tienda. 

Yo, como todos los demás, fuíme corriendo a ver si podía enterarme de la suerte que corría mi señor y si en algo se podría ayudar. Aunque parecía que le habían acertado bien. 

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03/10/2015, 01:55
Uloxio Arrugas

Uloxio corria junto a su señor herido sin quitar atencion al horizonte. Sus ropas estaban manchadas de la sangre que habia derramado a su lado. Poco habia faltado para no ser haber sido el tambien herido.

Como esas viles ratas se enteren de esto podrian intentar un asalto aprovechando el momento de moral..

¡Vosotros! exclama señalando a varios soldados ¡que nadie deje sus puestos de guardia! ¡todos atentos por si nos intentan coger desprevenidos! ¡nuestro señor saldra de esto! ¡por Juan de Luna y Dios! 

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03/10/2015, 09:14
Director

Notas de juego

El que quiera puede colarse en la tienda.

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03/10/2015, 09:27
Uloxio Arrugas

Uloxio se cuela en la tienda en pos de su señor malherido. Lo defenderia el mismo del proximo proyectil si era preciso...

Notas de juego

Añado a mi otro post xD

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03/10/2015, 16:12
Dámaso Montalvo

Dámaso se encontraba descansando de una de sus sesiones, rodeado de soldados que le invitaban a vino y viandas. La moral debíase quedar alta mientras su señor iba a la batalla, y ese era su trabajo. Entonces llegaron los gritos. Curioso, escabullose hacia donde provenían, con la dificultad de su pequeña estatura entre soldados. No lo consiguió y se limitó a preguntar al más cercano.

-Es Don Juan de Luna, una lombarda le ha herido, dicen que la Parca no tardará en visitarle.

Consternado y tras unos instantes para asimilar lo así dicho, corro sin importarme lo que se me pueda cruzar hasta llegar a la tienda de mi señor y entro a como pueda ser.

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03/10/2015, 19:35
Manuel de Fonseca

Después de quedarme un rato mirando la puerta de la tienda me decido a entrar, soy uno de los muchos que están allí mirando la suerte de su señor.

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04/10/2015, 09:50
Xilda

Notas de juego

Mi idea era volver con el curandero y acompañarlo al interior de la tienda. Pero no sé si doy con él o no.

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04/10/2015, 18:40
Director

La joven Xilda corrió a buscar a uno de los pocos curanderos que se encontraba en las filas del ejército de don Juan de Luna. Mientras tanto, Manuel de Fonseca, que estaba embebido en "nosequé historias" según relataban literalmente mucho soldados, salió de su tienda y comprobó todo el revuelo. Laureano casi se chocó con el joven de Fonseca, mientras ambos miraban con desánimo al malogrado señor noble. Uloxio, acostumbrado a dar órdenes como alcaide de castillo, hizo lo propio con la fila de guardias desolados al haber visto a su señor abatido. Mientras Dámaso y Fadrique comprobaban también que don Juan llegaba en volandas, Xilda regresó con un curandero hacia la tienda...

Ella y Uloxio se colaron en la pequeña pero cómoda estancia provisional de don Juan. Allí le habían puesto encima de la mesa de estrategia, una vez habían quitado de allí los mapas y pequeñas figuras de simulación. El aspecto del caballero es infame, la herida era practicamente total, y los curanderos y algún médico que llegó no sabían cómo empezar... Si es que podían hacer algo... Xilda y Uloxio supieron claramente que don Juan moriría esa misma noche, o quizás antes. Tras unos instantes, todos vosotros os lográis colar en la tienda. Tanta es la expectación que Fadrique y Manuel se acercan, Dámaso se cuela entre las piernas y el gran Laureano lo hace a golpe de barrigazos...

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04/10/2015, 18:41
Juan de Luna

El propio don Juan, dándose cuenta de que no sobrevivirá, se dirigió a su oficial al mando, Pedro Sáez, y también a vosotros, que estábais allí presentes.

Amigos, me ha llegado la hora -dijo con voz ronca y desgastada-. Ha sido un honor luchar a vuestro lado, y Dios sabe que habéis servido lealmente a este caballero. Tras mi muerte, seréis libres para regresar a vuestra casa y de pacer con esposa e hijos, mas una última tarea os pido: llevadme a mi tierra. Quiero que mis huesos descansen en el camposanto del convento de Campolapuente. Prometedlo... Mira fijamente a los PJs y, al cabo de unos segundos...

...prome... -expira-.

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04/10/2015, 18:42
Pedro Sáez

Lo prometo mi señor, os llevaremos –dijo Pedro Sáez-. Tras girarse un intantes, y mientras los soldados quedan aún allí, el oficial miró a cuantos tenía alredodor. Tú, tú, tú... -comienza a señalaores a vosotros séis, incluido al pequeño Dámaso-, será mejor que os preparéis para el día que está por venir, el resto, salid -les ordenó a los soldados-. De esta forma quedó de cuerpo presente don Juan, junto con su oficial y vosotros. Vamos a ir a cumplir la última voluntad de don Juan. A ver... Xilda, Uloxio -os dijo-, haced guardia en la tienda esta noche. Si algún villano se acerca a robarle al cuerpo de don Juan durante ese tiempo, hacédmelo saber. Vosotros cuatro -le dijo a Laureano, Fadrique, Dámaso y Manuel-, hacéos con un carro y un animal de tiro antes de que anochezca. Ahí transportaremos a don Juan al amanecer. Cuando salga el sol, partiremos.

Pedro Sáez parecía muy afectado, y miró de reojo el cuerpo del fallecido, puesto que le dolía la impresión.

Desde ahora hasta que lleguemos a Campolapuente, habremos de ser discretos. No quiero que una banda de bribones nos asalte para robarle la armadura a nuestro señor ni defenestrar su cuerpo.

Luego salió de la tienda, et que quedaron allí de guardia Xilda y Uloxio; el resto de vosotros se marcharon. En breves anochería.