Partida Rol por web

¡¡DISPARAAAAAADDDD!! -dijo Unai-. Et que entonces, que en dando tal órden, que alteró la tranquilidad de todos vosotros, de los asaltantes y de los asaltados. Una ráfaga de saetas voló desde los juncos del río hasta la comitiva. Los ballesteros, incluyendo Fadrique y el pequeño Dámaso, dispararon al mismo son...

Fue entonces cuando cayeron rio abajo varios hombres de la comitiva, alcanzandos por los virotes. Un desconcierto generalizado hizo que la escolta de los dos de a caballo sacara sus armas, dudosos y temblorosos. Las monturas se encabritaron y casi hicieron caer a sus amos...

¡¡AHORAAAA!! -fue entonces cuando Juan Luis dió la voz que detonaría la matanza y captura. El grupo del fanático líder avanzó por la retaguardia, y vísteis a los hombres del noble Sancho asaltar al grupo en vanguardia, por el otro extremo del puente, cerrando entonces la salida... Aquello era una ratonera. Tras unos minutos, comenzó una hondonada de espadazos y filos por doquier...

Los ojos claros de Xilda miraron pentrantemente a los de Fernando mientras hablaba. Cuando terminó de explicarse, asintió intentando empatizar con él.

-Bárbaros...vexo que non ten ningunha reserva en amosar desagrado polas llentes de aqueste castillo. Yo non me podo queijar pois Teresa e as outras sirvientas trátanme bien e case non tenho que tratar con esos dos que chaman Unai e Juan Luis. Con todo, xa tiven tiempo de coñecer las suyas rudas maneras ¿Cómo é que un home tan piadoso coma o arzebispo ten a semellantes llentes ao cargo dos seus dominios?

Fadrique, prudente, se mantuvo en su puesto de ballestero fallando virote tras virote. Eso si, procuraba emplear toda su habilidad en que pareciera mala suerte: a los pies de un corcel, a un árbol cercano. Era un juego peligroso, pero no quería tener deudas de sangre que no eran suyas. Quizá era el peor camino, ya que estar, estaba en la banda et como tal iba a ser tenido. Et iba a ser tenido como el ballestero más torpe de todos, a poco que alguien tranquilo et de sangre fría se parara en mirar punto por punto lo que hacía.

Puerca vida, susurró para sí. Para más inri, todavía le dolían los furacos que le había hecho el señor ballestero que ni su nombre conocía.

Empleando la misma técnica que Fadrique, cosa no muy difícil para alguien que no tenía ni idea de cómo disparar, no tenía que fingir. No sólo fallaba los disparos haciendo como que la ballesta pesaba demasiado, si no que además hacía que el soldado de al lado tuviera que parar para recargarle.

Me levanté de mi escondite lentamente. Mi idea de unirme a los emboscados se había esfumado, pues parecía que estaban perdidos y no esperaba yo mejor cosa del combate. Me retrasé todo lo que pude, no dispuesto a participar en la emboscada salvo para defender mi vida.

No iba a ser yo menos que mi compañero Laureano y me mantuve oculto tras las rocas ajeno al combate. Temiendo la reprimenda de Juan Luis, pero no por eso iba a participar en la refriega. ¿Qué podía ser peor que lo que ya hacíamos?Ser asesinos y captores de nuestros aliados, quizás eso. Esperaba que el noble hubiese salido indemne, y quizás entre todos podríamos organizar un plan de fuga.

Uloxio se mantiene detras del señor Juan Luis, buscando evitar el combate directo y defendiendose de cualesquiera que se aproximen, pareciendo lo mas fiero posible para no ser escogido como enemigo. Estos pobres desgraciados no tienen nada que hacer.

¡Espalda cubierta mi señor! entono mientras mi Hacha golpea a aquellos que se acerquen por la retaguardia de Juan Luis, tratando de no parecer cobarde ni sanguinario con los desdichados. Solo esperaba que la señora de Luna no estuviera entre los nobles.

Fernando miraba a Xilda y le parecía una mujer encantadora. Es más, se diría que aquella chica, desvalida y traída tan a la fuerza, podría ser un buen pilar y un buen apoyo en esa hacienda, tan llena de malhechores y tiparracos. Asentía asombrado a las palabras de la irmandiña, observando sus frágiles y bellos ojos, su tersa y delicada piel, su...

... eh -tragaba saliva-, el caso es que yo tampoco trato ni quiero tratar demasido con Juan Luis et el Unai. Maldito el tiempo que llegaron aquí. Que a los oídos míos llegan muchas veces noticias de asaltos, et que tienen que ver siempre con alguno d'ellos... bastardos sin escrúpulos... Yo... yo conocí al arzobispo de Toledo, Alonso Carrillo de Acuña, y en contraste parecía buen hombre. El arzobispo, tío del marqués de Villena y hombre muy poderoso, mandóme a Cuenca, donde yo resido una carta para el trato de mis servicios con un buen pago: explotar la mina de la suya casa. Resultó que el arzobispo no era mala gente, o así lo considero yo, et que me dio inmunidad para con los hombres que guardan esta hacienda. Una cosa es la mina, et que otra, los "guardeses" -refirió-.

¡Dejad a los de a caballo con vida! -gritó Juan Luis ferozmente mientras alentaba a los suyos a cargar por retaguardia-.
 

La tremenda tormenta de espadas estaba acompañada por un entrechocar de hierros, desgarros y carne ensartada en los filos de varias armas. Las flechas y virotes rebotaban en el lateral del puente o clavábanse en algunos cuerpos, mientras que en vanguardia los primeros hombres de Juan Luis apretaban a las víctimas contra los hombres de Sancho y los agramonteses, que les esperaban bien dispuestos... Los asaltados intentaron plantar cara inicialmente, pero al verse abrumados y diezmados rápidamente, se riendieron cuando quedó la mitad de ellos en pie...

Tras la victoria, Juan Luis mandó a Unai y su grupo a limpiar el lugar, mientras el resto se llevó a uno de los tipos y a los hombres supervivientes a la casa Carrillo. Por ello, Unai y los suyos, entre los que se encontraban Fadrique y el pequeño Dámaso, comenzaron a rematar a los heridos que no podía mantenerse en pie. Seguidamente, arrastraron los cadáveres hasta el río y los hundieron con con piedras atadas a sus cuerpos...

Et que los hombres del noble Sancho y aqueste mismo, en sabiéndose vencedores, despidiéronse de Juan Luis y marcharon por otra dirección. Et que yendo entonces la tropa de Juan Luis et Unai hacia la casa Carrillo de nuevo, los ánimos en ella parecían renovados. Juan Luis dejaba ver una mueca de satisfacción al llevar consigo a aquellos prisioneros.

Rematar a los feridos poca gracia le fizo. Et que ponerles piedras en el cuerpo et tirarlos al río le fizo menos todavía. Murmuró una breve oración por cada uno, et miró con disimulo en sus bolsillos, que lo que tuvieran en ellos poco les iba a importar a donde agora iban, et a Fadrique le podía ser de provecho.

En el camino Fadrique procuró mirar bien a los prisioneros por si conocía a alguno, et se fijó dónde se les guardaba, por si resultaba buen negocio socorrerles en la fuga.

-¿Insinuáis a caso que o Arcebispo non sabe dos...métodos destes homes?-dice Xilda fingiendo sorpresa-Así se entende. Nom podía crer que unha persoa tan piadosa como debe ser un Arcebispo autorizara tal cosa.  Sabed que yo non estou aquí por propia vontade se non porque eles capturaronme et me trouxeron á forza. Non me queixo. O traballo aquí é muito máis de lo que una persoa como yo pode esperar. 

Silencioso como de costumbre, vuelvo a Casa Carrillo - más bien PRISIÓN Carrillo - tras haber evitado participar en la emboscada. Creo que no se ha notado mi actitud, tan ensimismados estaban en su matanza, de manera que puedo estar tranquilo.

Miro a los pobres desgraciados que han sido capturados y no me cuesta mucho ponerme en su lugar, aunque quizás podamos unirnos y lograr nuestra libertad entre todos, en fin, ya se irá viendo...

Iba yo alicaido tras la victoria. Intentaba poner cara de satisfacción, pero sabía que estábamos en el bando equivocado y a Dios gracias, que si no habríamos corrido la misma suerte que estos hombres. Hice pues lo que me dijeron con la mayor diligencia, pero con el corazón en otra cosa, en realidad pensando en cómo encontrar la maldita comadreja para hacer el maldito bebedizo y que toda esta salida no iba a servir para nada mas que para oscurecer nuestros corazones y acercarnos a nuestros captores. Con un poco de suerte las cosas cambiarían después de esto y dejaríamos de cargar piedras como animales, pequeñas esperanzas, pequeños pasos para al final lograr nuestro objetivo o morir intentándolo.

Estuve yo más tiempo registrando los cadáveres y moribundos que rematándolos, cosa que tampoco llamó la atención al no ser el único que lo hacía. -Buscando cosas de valor, -le dije al soldado que se me aproximó -seguro que algo tienen entre las ropas, si encuentro algo podemos compartirlo después.

No me interesaban las cosas de valor, por lo que podría quedárselas todas, me interesaba lo útil, que era lo que podría sacarnos de allí, pero así me aseguraba no tener que matar yo a estos pobres diablos.

Uloxio se dedica a la tarea encomendada por su nuevo y tirano señor, acabando con las pocas vidas que las armas no han sesgado ya. Huir sabia era imposible.

Escucha el comentario de Damaso y tambien intenta encontrar algo de provecho... tal vez algo con lo que sobornar a algun guardia descontento.

Fadrique marchaba con desgana en la columna de Unai. Miraba a Juan Luis a veces con bastante resquemor.

A este lo pillaba yo de rehen y marchaba d'iste apestoso puesto. Bien ibas tu a saber qué ye un cazador cazau.

Pero ahora no estaba de Dios hacerlo, que Juan Luis marchaba con otros, y no con él, et puede que considerara sacrificable a Unai si le ponía una daga en el cuello et amenazaba matarlo, et hacía que le pusieran otro virote en el cuerpo. Morir así, a lo tonto, et habiendo matado por detrás. Ni le apetecía lo uno, ni quería irse derechito a los infiernos tampoco, en pecado mortal, que a todos los detalles había que atender.

Siente, Manuel, susurró a Manuel de Fonseca. Y no sería millor fer con o chefe, meter-le una daga a o cuello como rehen y volar con os prisioneros de calidat? No, agora, no, se apresuró a añadir. Contando con a moza, que irá conoixendo bien o castiello. Ye que ixo d'a comadreja... No se. No me sona muit cristiano.

Me encojo de hombros ante la propuesta de Fadrique, lo de acuchillar a Juan Luis, aunque me apetecía me parecía una muerte segura. Cuando se reprende respiro aliviado.

Es para un ....estuve a punto de decirlo, pero temo no fuese el momento. Una pequeña travesura que aprendí en los libros. Hago una pausa, miro alrrededor, sonrio a uno de los soldados y prosigo hablando después de comprobar que nadie escucha. Nada por lo que tengan que temer nuestras almas. Asiento a lo que dice de Xilda, me parece que es quien puede ayudarnos a salir de esta, toca esperar nuestro momento.

Hombre chiquilla -dijo Fernando-... He de reconocer una cosa: esos malnacidos saben guardar bien esta casa. Esa maldad suya, por lo menos, hace alejarse a otros tipos. Lo tuyo fue lo que a pocos: a quienes traen lo meten en la mina, y si no valen, los roban y apalizan. Matarlos pocas veces, por cuestiones de muertes en la casa del arzobispo, lo cual no queda bien. Ahora, he de volver al trabajo. Me alegro de hablar con vos, alguien cuerdo y sensato -dijo con amabilidad-. Fue entonces cuando se marchó.