Partida Rol por web

La fiesta continuaba, y tras servir el primer y el segundo plato, la fruta corría por las mesas del aquel salón. Xilda había captado la atenció del tal Alonso, pero éste parecía no despegarse de la puerta con tan sólo aquellas alegrías para la vista. Mientras tanto, los tipos ya estaban, en su mayoría borrachos. Por vuestra parte, vuestra intervención pasó por pena ni gloria, a excepción de Dámaso, que pasó la mayoría del tiempo intentando sus juegos malabares y recurriendo a sus chistes y anécdotas (unas mejores que otras) para amenizar la noche. Y los hombres de Juan Luis se conformaban con poco. Tras un rato, la evidencia de que Xilda parecía querer atraer constantemente la atención de Alonso fue tan evidente como que Teresa, una de las criadas hijas del cocinero, se había fijado en Fadrique (y le guiñaba el ojo o le miraba fijamente con sonrisa desde la puerta de la cocina).

Me guardé el veneno y volví lentamente a la fiesta, intenté aparentar cara de alegría, acorde a la situación, no me costó mucho, pues ya imaginaba a los guardias dormidos y atravesados por sus propios filos. Aunque estaba preocupado por el espía, maldita mi torpeza que fuí incapaz de verle la cara. No sabía en que podría acabar esto, pero fuí a buscar a los demás, expecialmente a Xilda y ver cómo iban ellos y ver si ya andaban todos los guardias borrachos perdidos.
 

Tras ese tiempo de dos horas, vísteis que llegó a la escena de la fiesta Manuel.

Me acerqué a Xilda y le susurre al oido Lo tengo, mas creo que alguien me ha estado siguiendo. Puse una fingida sonrisa de cara a la galería y tomé un trago de vino.

Fadrique andaba, como siempre que alguna hembra le miraba bien, sorprendido, que no era la alegría de la huerta. Mas a veces las mujeres gustaban de eso: hombres serios et sin gracia alguna, pero aparentes. Visto cómo andaba el percal, se hizo con una jarra de vino sin mezclar et buscó una copa para convidarla, distraerla con la borrachera et facilitar la labor de Xilda. Todo eso sin marchar durante mucho tiempo de las cercanías de la armería, ya que había de estar al tanto para armarse en el tris de que la abrieran.

Xilda aceptó el vial del veneno de mano de Manuel con gesto discreto y se lo guardó en el delantal. Luego fue a cocinas a rellenar la tinaja de vino. Hizo por quedarse sola lo suficiente como para poder vaciar parte del vial en la tinaja y mezclaro bien con el vino y luego siguió sirviendo. Intentaba servir a aquellos a los que viera más serenos, pues al resto ya el alcohol les dejaría en bastante mal estado como para poder ser rivales dignos en combate. Hizo el gesto convenido para advertir a sus compañeros del contenido de la tinaja que estaba sirviendo. Acabada la tina, repitió esta operación y siguió sirviendo el vino.

Ya cuando iba bastante avanzada la cena y Alonso estaba lo suficientemente borracho para no ser una amenaza, acercose a servirle otra copa de vino y aprovechando el gesto, acercó la boca a su oido y le dijo.

-Venid en media hora a la despensa, que os serviré un postre especial...solo para vos.

Su voz, apenas un susurro que no debería ser percibido por más que su destinatario, sonaba sensual y cálido. Tan solo esperaba que causase el efecto deseado.

Los días pasados en la mina habían dejado mi cuerpo muy rígido y además ya estaba agotado. Pero no estaba dispuesto a defraudar a los demás y mientras hubiera alguno suficientemente alerta no iba a dejar de actuar. Mantenía un ejo echado en mis compañeros de vez en cuando para ver si les iba bien a todos.

Uloxio no perdio de vista la entrada a las cocinas, expectante, por si veia entrar a alguien sospechoso que fuera el persecutor de nuestro envenenador particular.

No tomo nada mas fingiendo estar ligeramente mas ebrio de lo que podria estar un hombre como él acostumbrado a estos menesteres y habiendo tomado lo minimo para ser educado.

Solo espero que estemos haciendo lo correcto.

Vísteis todos cómo Fadrique se arremolinaba en torno a una de las criadas, compañeras de Xilda. Aquella joven era Teresa. Parecía estar fijándose en el soldado aragonés, et aqueste en ella. Que tras un pequeño tiempo, Fadrique con una jarra limpia (el suyo interior sin ponzoña del Fonseca), que se marchó fuera de la escena de la fiesta, yéndose cerca de la armería (quien sabe si a algún rincón que la criada supiera).

Mientras tanto, que la fiesta comenzaba a decaer. No porque el nivel de festividad fuera menor, sino porque el vino (aún no ponzoñeado), hacía sus delicias y borracheras desde la lengua al paladar, y desde éste  a sus estómagos. Xilda, que vió de tal guisa al Alonso (quien guardaba la armería), intentó embaucarle, et que aqueste fuóse con ella a las cocinas.

Manuel, tras darle previamente el veneno preparado (olía un poco mal y tampoco era mucho mejunge), marchó con Dámaso, Uloxio y Laureano. Dámaso dejó ya de actuar, pues la atención de la gente estaba ya en decadencia.

Tras de vosotros, después de haberos sentado juntos (el que más y el que menos se levantaba y se iba a charlar o bebero con otro invitado), llegó por detrás Fernando. Sabía muy bien que trabajábais bien en la mina (lo vió esos pocos días que llevábais). Con un vaso en la mano, se sentó a vuestro frente, os saludó con la cabeza y levantó la copa en señal amistosa.

Por aquí ya los hay bien bebidos... -os dijo amistosamente-. Pero parece que vosotros no. Tampoco me parecéis malos hombres, en comparación con... -miró en derredor, de reojo a cualesquier parte, refiriéndose a todos los hombres de armas de la Casa Carrillo-. Et la vuestra amiga, Xilda, también es honrada, por lo que hablé durante vuestra ausencia con ella. ¿Qué tal "la caza"? -dijoos preguntando por la trampa del día-.

Entró Alonso tras de tí en las cocinas, yéndose a una esquina donde no miraba el cocinero.

¿Me habéis invitado vos a un postre? -dijo expectante-. De qué se trata... -sus palabras llevaban cierta lujuria-.

Teresa te agarró de la mano cuando te acercaste. En su otra mano llevaba una jarra de vino. Entonces echó a correr con su característico contoneo. Tu ibas tras de ella, et que no encontraste con nadie más, pues todos andaban en el comedor. Alonso estaba ahora en las cocinas con Xilda, y la criada que te llevaba et tu os metísteis en un pequeño cuarto del castillo. Allí ella se puso frente a tí y te dió varios besos. Sin embargo, rápidamente se detuvo: te ofreció con su otra mano la jarra para que bebieras, para "ponerse a tono".

Acercose la mujer tanto al hombre, que su escote quedó cerca, muy cerca de su cara. Llevaba un mechón de pelo rojizo suelto a cada lado enmarcando su hermosa cara blanquecina. Sus ojos se fijaban en él con un descaro cautivadora, irreverente; casi salvaje, mientras su boca se acercaba a la oreja del hombre, hasta rozarla sutilmente y le susurraba. Con su mano derecha, suave y fría, cogió la izquerda del hombre, cayosa y áspera y caliente y disimuladamente, la llevó bajo sus faldas posándola sobre su pierna e invitándolo a subir hacia sus caderas y su pubis. Sabía que el contacto con su piel suave lo haría enloquecer. Eso era lo que buscaba. Frenó antes de llegar a tal lugar.

-Levádeme a un sitio máis privado e volo amosaré pois o que teño que ofrecervos non é para los ollos de nadie máis que vos. Non vos arrepentiredes, volo aseguro.

La mujer volvió a mirar al hombre y sonrió con picardía.
 

No fería buen papel si bebese, moza. Et era verdadero lo dicho, pues con el vino que le ofrecía metido en el cuerpo, et con los nervios que traía por que todo saliera como debía, no se le iba a levantar la verga. Agora fería goyo mas de tastar...

Et "tastó": cató, paladeó a la moza sin meter más palabra en el asunto, et sí la lengua, que la tal Teresa era suficiente licor para un hombre como él, que llevaba hartos meses perdidos en un mal asedio. Sintió una punzada de remordimiento, por ser casado, pero dejó hacer a Satanás, que era pecado leve por lo antes mencionado.

Una vez magreada et puesta a tono, se obligó a parar.

No soi contento con o tuyo sinyor, Teresa, me remuerde a consciencia cómo ha avasallado hue tant buen nutrido grupo de cristians.

Me siento un poco incómodo ante la presencia de Fernando, siempre nos ha tratado bien y me duele lo que tenemos que hacer, no por los demás, pero si por el. Me pregunto si será el el que me siguió y todo esto es una pantomima antes de descubrirnos. Un hombre que se precie de serlo debe saber beber con moderación, digo de manera amistosa.Callo cuando habla de malos hombres, no somos malos, estámos en bandos opuestos y pensamos hacer una canallada al canalla que molesta a la señora de nuestro antiguo señor, igual que Xilda. La "caza" fué bien, no tuvimos grandes bajas que lamentar. Digo en tono seco, el tema me molesta y es evidente.

Cuando todos cayeron bajo los vapores de las diversas sustancias embotantes, me desplomé en el asiento libre más próximo, con el agarrotamiento y el cansancio pegados hasta a los cabellos de mi cabeza.

¿Caza? Caza es encontrarse con un hombre de frente armado y seguir viviendo... aquesto fue una masacre...un atraparatas... pero si... fue bien dice Uloxio apurando la bebida y mirandolo de soslayo.

Solo espero cumplir con los deberes de mi señor... Xilda es una mujer digna de un rey...

Marchaste pues, que tenía Alonso el encargado de la armería la lujuria ya hecha deseo; et que tomándote de la mano (por eso de no tomarte en sus brazos y llevarte y ser vista por otros) que hízote correr escaleras arriba. Allí, seguramente llevárate a su cuarto, como así te dijo, et una vez allí, ya seducido por la joven irmandiña, que en habiendo cerrado la puerta, comenzó a desnudarse. La suma prisa hacíal estar mirando en demasía al suyo pantalón et botas, et desatendiéndote (por mirar hacia abajo, al instrumento de todos los placeres).

Tras la "magreada", tras haberse fundido en un beso bastante placentero, que las últimas palabras tuyas no pareció hacerle a la moza sirvienta a bien; que decíate que porqué le hablabas ahora del suyo jefe, en estando como estaba, et que porqué rechazabas el vino que diérate a ofrecer... La mujer pareció enfadarse, "enfurruscarse" y molestarse por aquel "corte" en medio de un suceso casi inevitable. Que entonces dióse la vuelta, como queríendose ir (pues tenía la mano en el pomo de aquella estancia pequeña).

¡Sois estúpido! -decía molesta, como por haber parado-. Entonces, se largó del pequeño cuarto.