No tan generosas como esperaba, aunque sí prietas y cálidas, fueron las carnes que Fadrique se encontró bajo aquellas telas. La mujer era delgada y fibrosa y sus piernas no eran las de una persona acostumbrada al trabajo y a las largas caminatas.
Cuando Fernando se hubo retirado, Xilda se dirigió abiertamente a sus compañeros.
-É la chave da armería o que buscaba o Fadrique bajo la mía saia. E no que a tí respecta, piolloso, como te atrevas a tocarme dese modo outra vez, valo lamentar. Podemos acceder á armaría cando sea preciso.
Fadrique asintió, algo arrepentido a las palabras de Xilda. Tanto tiempo alejado de su esposa sin catar hembra... Turgentes le habían parecido las carnes, que desde largo tiempo no cataba sino el duro suelo.
Pero las cartas pintaban bastos ahora... o espadas. Se cuidó muy mucho de fijarse si andaba todavía gente en las cocinas, ya que la puerta de la armería estaba en frente et no deseaba testigos indeseables. Luego siguió al bravo Arrugas et, mirando de nuevo si no había moros en la costa, sacó las llaves et abrió la puerta donde estaba el hierro.
Seguí a mis compañeros a la armeria. Llevaba tiempo esperando este momento, ya solo faltaba empezar a rematar a los durmientes y podríamos quemar la hacienda del arzobispo tras liberar a los cautivos. Pero debíamos ir poco a poco pues todavía quedaban Unai y Fernando en pie y puede que algún otro.
Tras un rato haciendo como que bebíais (Xilda estuvo a punto de sentarse sobre las rodillas de algunos de vosotros, como las otras sirvientas hacían entre idas y venidas), fuísteis retirando de uno en uno de la fiesta (aunque no dejando mucho lapsus entre uno y otro). Cualesquiera estaba muy bebido como para hacer nada. Incluyendo el noble invitado de Juan Luis, que con sus hombres también había sucumbido al efecto del vino. Una vez abrísteis la armería, vísteis en ella varios muebles y mesas llenas de filos, espadas, algunas ballestas y virotes. También armaduras apoyadas por doquier y sobre peleles. Reconocísteis enseguidas las vuestras armas y pudísteis tomarlas sin problema.
Armados estáis :)
Si queréis buscar algo más concreto (algún arma u objeto que queráis robar y utilizar) tirad por Descubrir (PER) sin malus ni bonus.
-Bien. Ya tenemos as nosas cosas-dijo Xilda ajustándose el cinto con el cuchillo y las grebas-¿Qué faremos?¿Iremos a por el Juan Luis y el Unai? Fácil presa serán sen os seus guardias. Digo que os collamos e os interroguemos.
Totz dos, si podese estar. No sería bueno que os nuestros oponentes tenesen un lider que les dase malas ideyas. Imos, digo yo.
Antes de ponerse su gambesón, Fadrique probó a encontrar una cota de malla que le viniera bien. También, ya que parecía que la cosa iba de pelear por los pasillos, una buena daga. Por lo demás, tomó su bacinete, su espada, su ballesta...
Tirada oculta
Motivo: descubrir
Tirada: 1d100
Dificultad: 40-
Resultado: 98 (Fracaso)
Una vez descansado salté rápidamente siguiendo a mis compañeros hacia la armería. Que las armas no fueren lo mío no quería decir que no pudiese usarlas con soltura contra unos fardos borrachos. Agarré una daga y una espada corta. No iba a quedarme por detrás de mis compañeros en hacer valer mi lealtad por mi señor.
Cogí mis cosas, me ajusté los brazales y las grebas. Preparé la rodela y daga en mano dije. ¡Listo! Voto por rematar a los guardias que encontremos y amordazar a la gente del servicio y atarlas. No me gustaría que se recuperasen y tener que lidiar de nuevo con ellos. Luego ocuparnos de Unay, rescatar a los rehenes y quemar todo esto.
Curioso giro de los acontecimientos... dice bajito Uloxio mientras toma su Hacha y viste la mejor armadura que encuentra que le permita moverse con cierta gracilidad. Toma tambien un puñal para acabar con vidas rapidamente... las gentes de aqui no merecen vivir. Respira profundamente y susurra.
Es momento de vengar a nuestro señora de Luna.
Vale, la situacion es la siguiente:
La fiesta ha acabado.
-Las sirvientas y el cocinero están recogiendo todo.
-Los borrachos descansan en el propio salón.
-Los que han podido irse a sus alcobas están yéndose (incluyendo Unai y Juan Luis).
-El noble menor y sus hombres se han largado ya.
Vosotros decís.
Espero a que salga el último de los soldados que esté en condiciones. Después amenazo al cocinero y a las sirvientas empuñando mi daga. Mas os vale no gritar si en algo aprecíais vuestra vida. Miro por si hubiera algo con lo que atarlos y amordazarlos. Espero que el resto de mis compañeros me ayuden y acabar pronto con esto, para luego dedicarme a rematar a los soldados borrachos o envenenados.
Motivo: descubrir
Tirada: 1d100
Dificultad: 10-
Resultado: 10 (Exito)
Vamos allá :D, a la masacreeeee!!!
A ixo, Uloxio, rapido, a por Unai y Juan Luis.
Embrazaba el escudo et la espada. El casco cubría su rostro sudoroso et en la voz se le escapaba el aliento más fiero que de costumbre, contagiado del nervio que siempre incitaban los miedos de antes de la pelea.
Viendo que Manuel cubría la puerta de las cocinas, se dirigió a Montalvo et a Xilda. Distrayetz-los a Juan Luis y a l'atro, vusatros que itz mas lichers, ta que no se nos escapen.
Besó la cruz de la espada, que nunca estaba de más la ayuda, fuera de donde viniere, y se lanzó a por los hideputas sin rebasar en momento alguno a Uloxio, para formar frente unido et guardar las espaldas et los flancos.
Al final no me has dicho si me he hecho con una lóriga de mallas. Caso de no haberla encontrado, me basta con mi gambesón reforzado.
No, de momento continúas con tu gambesón, Fadrique.
Manuel de Fonseca fue directo. El alquimista parecía tenerlo todo claro (tras tantas horas seguidas en la mina parecía que la cabeza dejábasele de nublar) y, ni harto ni perezoso, con los aullidos propios de las mozas, ató a las sirvientas con unos trapos de la cocina cerca de los fogones. Todo ocurrió en cuestión de minutos. El cocinero y las sirvientas estaban anonadadas de lo que pasaba. Dámaso, por su parte, se hizo en este tiempo con una daga y una espada corta, y corrió donde estaba el de Fonseca y Xilda. Los tres, junto a Laureano, comenzaron a rematar a los borrachos y a los que ya estaban embebidos con líquido casi mortal (que apenas podíais distinguirlos).
Mientras ocurría todo ésto, Fadrique y Uloxio ya iban escaleras arriba a por Unai y Juan Luis. Fadrique portaba espada y escudo, mientras que Uloxio el hacha. Ambos iban bien pertrechados con sus armaduras... Abajo ya sonaban el relincho de filos sobre las gargantas, pechos y cuellos de la pequeña escuadra, y ambos dos subían gráciles las escaleras.
Dámaso: apúntate una Daga: 2d3, y una Espada corta: 1d6+1
A todos: las armaduras no os las quitaron (poseéis las vuestras). Os retiraron vuestras armas, pero no las armaduras.
Mientras rematábais a los borrachos, se personaron en la sala dos soldados armados. Eran los que estaban vigilando en las mazmorras, que habían subido al oir el jaleo dentro (pues ya no eran cánticos, sino algunos aullidos y algún que otro golpe). Al ver el panormaba de brebaje y borracheras mezclados con fiera sangre por doquier, miraron a Manuel, Xilda, Dámaso y Laureano. Se lanzaron entonces contra ellos.
Postead ahora para vosotros: Dámaso, Manuel y Xilda.
Tirad Iniciativa (1d10+AGI) y declarad ya dos acciones de combate o una acción extendida (sólo declarar).
Subísteis las escaleras, y ya en el piso de arriba, junto al último descansillo (habiendo superado ya la escalera, andábase Juan Luis con la oreja puesta en una habitación. Hacía señas a Unai para que fuera a oir también. Tras unos instantes, mientras que ambos tenían cara de extrañeza, la puerta se abrió, golpeándo sevreamente a Unai en la ceja y partiéndosela. Quien abrió allí no era sino un tipo... ¡Era Alonso! ¡El guardia de la armería! Se encontraba desnudo completamente, con la boca amordazada y las manos a la espalda. Las piernas, al menos las tenía libres... Juan Luis le quitó entonces la mordaza y habló... Decía algo así como "La puta de la Xilda, me cago en la puta de la Xilda..."
Sin comprenderlo mucho, Juan Luis y Unai entonces os vieron subir, armados. Ambos dos, sin decir mucho más (con el episodio de Alonso y la desconfianza aún hacia vosotros) corrieron hacia vuestra posición, sacando sus armas.
Postead ahora para vosotros: Fadrique y Uloxio.
Tirad Iniciativa (1d10+AGI) y declarad ya dos acciones de combate o una acción extendida (sólo declarar).
¡Hijos de puta! ¡Venid aquí! -gritó furioso Juan Luis, atando ya cabos en su mente-.
Viendo que cualquier retraso podría poner en peligro la misión que habíamos ocupado, me lanzo con ambas armas hacia el soldado más cercano.
Motivo: Iniciativa
Tirada: 1d10
Resultado: 10(+20)=30
Fadrique no gastó saliva, que bien le iban a hacer falta sus humores si le abrían brecha. Embrazó el escudo con gesto profesional y se acercó sin bajar la guardia, tranquilo pero resuelto.
Motivo: iniciativa
Tirada: 1d10
Resultado: 1(+20)=21
Ataque y parada. Dado que voy a la par con Uloxio, ataco al que cuadre cuando lleguemos. Guardo la formación.
Vióse Xilda sobresaltada de tal modo por la irrupción de los dos soldados que a punto estuvo de irse al suelo, mas consiguió mantener el equilibrio a tiempo de ponerse en guardia, daga en mano, preparada para evitar la envestida de cualquier enemigo y devolverle el favor clavándole su daga en las costillas.
Motivo: Iniciativa
Tirada: 1d10
Resultado: 1(+20)=21