Partida Rol por web

Amanece en Umbar. Cyryatan observa la grímpola del Manawnul, que señala la dirección del viento, y luego el estado del mar y las nubes, que corren altas en el cielo. Se ensancha la sonrisa en su rostro, y también en el del primer timonel- un individuo recio y pelirrojo apodado el dunlendino, aunque se llama Kirik y es de Mirlond.  Después, Cryartan se dirige a proa a comprobar que todo está arranchado en cubierta y las escotas y las drizas claras para la maniobra. Y aunque parte del equipamiento está sin estibar y una de las dos anclas de diez quintales está sobre cubierta y la botavara y el resto de la arboladura al pie del palo mayor- la sonrisa se contagia al resto de la tripulación.

No es la peor gente, dentro de lo disponible, y con los tiempos que corren, tampoco fue fácil enrolarlos. De los 49 hombres a bordo -eso incluye un pajecillo de 12 años y un grumete de catorce-, la tercera parte son gente de mar, pescadores y marineros atraídos por la perspectiva de buenas presas y la paga fija de 130 mc al mes a cuenta de futuros botines. El resto es chusma portuaria, ex presidiarios sin delitos de sangre que han esquivado la leva ordinaria sobornando a funcionarios de tierra y algunos extranjeros enrolados a última hora en Pellardur, Batina y Maros para cubrir bajas: dos haradrim, un variag y un artillero númenóreano.

Todo está casi a punto para partir: el cabo se veía adujado en su sitio, la jarcia firme recién embreada, el casco acababa de recibir una mano doble de pintura negra por encima de la línea de flotación, la regala y los pasamanos olían a aceite de teca, y la cubierta estaba recién fregada con lampazos y arena arenisca. El día era soleado y el agua parecía un espejo. En Manawnul se veía hermoso, inmóvil sobre un ancla frente a la punta del Minotauro, aproada a la brisa ligera que soplaba a lo largo del arrecife.

Al menos todo parece en orden: los listones en abanico clavados bajo la caña para dar apoyo al timonel en las escoras fuertes; la bomba de achique situada tras la lumbrera de la camareta; las fogonaduras detrás del palo para enviar abajo los cabos de las anclas, y el largo bauprés casi horizontal,alineado a babor de la crujía. Todo característico de este tipo de embarcaciones rápidas y ligeras, capaces de desplegar mucha lona sobre dos palos y perfectas para el corso, el correo y el contrabando. Dos magníficos palos, con su pronunciada inclinación hacia popa: madera de riga flexible y resistente, sin nudos, procedente de la verga mayor de uno de los Palanrist gondorianos que pertenecieron a la escuadra del Almirante Aldarion, leyenda entre los malcarados descendientes de Eldacar.

-Todo en orden, capitán- se presenta el contramaestre -Confirmado destino. He hecho clavar y sellar escotillas -Nunca tutea al capitán delante de la tripulación, y Cyryatan responde con el mismo tratamiento.

Los hombres dejan las armas en las cestas de mimbre que hay al pie del palo mayor y se desperdigan por cubierta, ruidosos y satisfechos. Con chirriar de canalizas, seis corsarios izan la chalupa y la trincan en cubierta, chorreando agua.

-Nos Vamos, soltad amarras...- El Capitán observaba las evoluciones de sus hombres y las respuestas del Manawnûl desde el castillo de popa con el gesto serio. Poco a poco, el barco se separó del muelle como si no tuviera demasiadas ganar de irse. El día anterior, el de los preparativos, había sido muy duro, Cyryatan quería salir cuanto antes hacía destino ya que la importancia de la misión así lo requería, por lo que todos los miembros de la tripulación habían trabajado contrarreloj para tenerlo todo apunto. El Capitán estaba inquieto, aquella era una misión extraña, fuera de los cometidos que le encargaban habitualmente, algo muy importante tenía que portar el paquete a por el que se dirigía y, lo más importante, todos morirían si no tenían exito.

Cuando la maniobra estuvo más o menos completada Cyryatan consiguió alejar los malos pensamientos de su mente y relajarse un poco. Fijó su mirada en la comitre que se dejo caer un momento por la cubierta. Al final, no había podido estar con ella el día anterior y se moría de ganas por incarle el diente. También vió a Huraiva y a Elhediel trabajar duro, sin que huubiera diferencia a como hacían los hombres, hacía falta ser valiente para estar allí ...

Huraiva jugueteó con sus rastas mientras alzaba la mirada observando el curso y fuerza del viento

Haria falta el restallar del látigo sobre las espaldas de los hombres para sacar el Manawnûl del puerto, y para cuando encarasen el rumbo soltarían el velamen, por lo que Huraiva se adelantó a los movimientos buscando la posición para cuando el Capitán diera la orden estar ya lista.

Echó una carrera por cubierta, sus finísimas sandalias chapoteaban al pasar junto a la chorreante chalupa y le proporcionaron la adherencia necesaria para dar un salto sobre la batayola e impulsarse con un pie para subir como una mona a las jarcias y comenzar a trepar hasta la verga de la vela mayor.

Huraiva no era tan fuerte como los hombres, pero a la hora de deslizarse entre jarcias y aparejos era una auténtica acróbata, y antes de que nadie echara en falta las largas rastas de la haradan ya estaba encaramada sobre la verga con una mano sobre las cuerdas esperando que el barco encarara mar abierto y oir la orden de desplegar las velas.

Era casi mágico ver desplegarse las velas del incursor abanicos recios que poco a poco serían inflados por el viento empujando a la enorme embarcación.... pienso que sería mucho más prudente utilizar el subterfugio en aguas enemigas, no tiene ningún sentido lo que dice el contramaestre

Si vamos con el Manawnûl, gran peligro de que nos ataquen los enemigos, y si vamos con una embarcación pequeña, gran peligro que nos ataquen los corsarios..... ¿De quien se supone que eran esas aguas? No deberíamos encontrar corsarios allí y de encontrarlos supondrían un buen refuerzo, no una amenaza....

Con este pensamiento Huraiva se agarra bien a la cuerda apoyando la pelvis sobre la verga y los pies sobre el mástil, como si este, fuera su trono en el que se esconde durante las largas y aburridas travesías.

Abandonáis la dársena del puerto. Nada más encontrarnos fuera de puntas*, el capitán hace arrumbar la nave hacia la costa norte para ceñiros a ella a vista de piedras por medio de la boga.

Continuáis costeando muy cerca de tierra hasta la llegada de la noche, momento en el que Cyryatan, aconsejado por Kreontas, decide fondear el ancla en una cala muy cercana al pueblo del astrólogo, Suk Akhôr. Acariciados por una suave brisa de tierra, ese viento nocturno que por allí llaman terral intentáis conciliar el sueño, pues intuís que quizás sea esta la última noche que dormiréis medianamente tranquilos, todavía en aguas corsarias...

Continúa el periplo con más trapo que boga para delicia de la chusma, os mantenéis con la proa hacia el norte durante un día más. Los más bisoños nunca se habían encontrado tanto tiempo sin observar el perfil de la costa, lo que se llama navegar en altura o por alta mar, una situación que suele producirles una sensación de pérdida e intranquilidad por verse siempre rodeados de agua.

Tras una amanecida sucia con horizontes tomados, escasa visibilidad, amplio despliegue de nubarrones negros y notable aumento de la mar, descubrís que os halláis cerca de la costa.

El Capitán no cabía en si de gozo, por fin se encontraba de nuevo en su medio. Cyryatan respiró profundamente el aire del mar impregnado de salitre mientras se alejaba del ruidoso puerto, poco a poco la distancia amortiguaba aquellos miles de sonidos y dejaba solos a los hombres con el crujir de la madera y el romper del agua en la proa.

Después de dar las ordenes oportunas, el Manawnûl siguió bordeando la costa aún en terrtorio conocido. Tanto que pasaron la noche fondeados cerca del pueblo del astrólogo Creontas, aconsejados por este. A la mañana siguiente, con buen viento, el navío puso por fin rumbo a alta mar. Cyryatan, que observaba todos los movimientos de su tripulación con ojo crítico, se encontraba más serio de lo normal. Llevaba días rumiando ideas, rumbos y tiempos y, estaba convencido de que aquella misión era diferente a todas las que había llevado a cabo con anterioridad.

Llevo demasiadas horas en pie, no me atrevo a cerrar los ojos por miedo a tantas cosas. ..pero más pronto que tarde voy a tener que armarme de valor, así que toda decidida me dirijo en busca de mi Capitán. Ya es hora de que comparta alguno de mis secretos con el hombre que, después de mi padre, mejor me ha sabido entender. Y no es que no quisiera compartirlos antes por desconfianza hacia él o por recelo de guardarme para mi lo que padre me entregó ya en su lecho de muerte, la única razón es que no lo consideraba importante. No sé cual fue el hecho desencadenante de esa  necesidad de querer hacer partícipe al Capitán de mis secretos, pero algo me decía que  iban a ser cruciales para salir airosos en esta misión tan delicada.

Por fin le encuentro y con el corazón acelerado acierto a decir:

-Mi Capitán, ¿tendríais un momento para dedicarme en privado?, es por un asunto que considero es necesario que sepais.

Termino de hablar esperando su respuesta y noto que estoy temblando, quizás sean nervios acumulados, o quizás no.

De repente, oís un fuerte e inesperado grito del vigía desde la cofa, que os sobresalta:

-¡Una vela, cinco cuartas a babor!

El grito del vigía suele salpicar de escarcha los corazones de los hombres de mar y los templa a batir tambores, a la vez que los saca de la rutina diaria. Una velas en lontanaza podía significar muchas cosas, mejores y peores. En cualquier caso, el secreto de Elhediel tendría que esperar...

La muchacha interrumió al capitán mientras ahondaba en los posibles obstaculos que se iban a encontrar a partir de ese momento que , al igual que el cielo, todo se veía bastante negro. Cyryatan salió de súbito de sus pensamientos y accedió a escucharla, no sabía lo que iba a decirle pero la cara de Elhediel le hacía intuir que iba a ser importante.

-Esta bien, vayamos al camarote del Capitán-  En un barco como aquel era dificil mantener los secretos y el camarote de Cyryatan era el mejor sitio para mantener la privacidad. El corsario y la bella muchacha bajaron el corto extremo de la escalera y entraron en el habitaculo, donde las botas del hombre resonaron en la madera.

Cyryatan se quitó los guantes de cuero que casi siempre portaba y se dirigió a ella con su habitual gesto de seriedad, la chica parecía más nerviosa de lo habitual aunque Cyryatan siempre despertaba ese tipo de reacción en los demás ya que imponía bastante.

-Tú diras Elhediel ...-

Mientras Cyryatan atiende las inquietudes de Edheliel, el contramaestre toma el mando.

-¡guardamarina, a la cofa¡

-¡Y tú, grumete, avisa al capitán que me temo que nos van a joder el culo como no nos andemos listos!

La algarabía de la tripulación de cubierta se coló sin demasiadas dificultades en el camarote del capitán. Cyryatan volvió a coger los guantes de la mesa y se los puso a la vez que interrumpia a la joven pirata

-Parece que nuestra pequeña reunión va a tener que esperar ...-

El capitán salío por delante de ella, mirando al horizonte y dirigiendose de nuevo al castillo de popa nada más hacerlo. La situación no le sorprendía en absoluto aunque había confiado en mantener la tranquilidad alguna jornada mas.

-¡¡Quiero saber que barco es ese cuanto antes!!- Ordeno al contramaestre mientras cogía el catalejo y echaba un vistazo a ver si podía ver algo desde aquella posición -¡¡Que venga Kreontas inmediatamente!! necesito saber si puede hacer algo que nos aporte ventaja ... Tranmitirle la orden a Elenna de que tenga a la chusma preparada para avanzar con los remos en un posible abordaje o huída!! ¡¡Todos a sus puestos de combate!! ¡¡YA!!

Salgo del camarote de manera apresurada, tras los pasos de mi Capitán. Una vez en cubierta, aprovecho el momento oportuno y le pregunto:

- ¿En que puedo serle útil?

-No estoy seguro, capitán- el tono de la voz del joven guardamarina era temeroso, posiblemente por no ser capaz de identificar el objetivo -podría ser una galera. Grande, más que las de Umbar. Tiene dos palos pero no tiene arriadas las velas, sino que aproan hacia nosotros a golpe de remo.

-Es imposible distinguir el pabellón todavía, pero juraría que no es de los nuestros- apunta el contramaestre corroborando la predicción del guardamarina.

Al poco llega Kreontas con su paso dificultoso, y observa la grímpola:

-Si es una galera el viento nos favorecerá en la huida, pero como sea un bajel rápido o role el viento y nos aborden, esta noche cenaremos con Melkor. Estaré preparado para invocar al Señor de los Vientos; los espíritus aún me deben algunos favores... jijijijiii.... cofff, cofff*

Cyryatan daba ordenes a diestra y siniestra, escuchando atentamente de vez en cuando las indicaciones de los mieembros de su tripulación. Cuando la joven Elhediel se dirigió a él le contestó rápidamente.

-Transmite la orden a la comitre de que quiero que esten preparados ahí abajo, a mi orden todos a remar al máximo, no me imorta si echan los livianos por la boca ... trataremos de ponernos fuera de su alcance a vela inmediatamente, si nos van dando alcance nos ayudaremos de la boga.  Ah ... cuando lo hagas ayuda a soltar las velas y vuelve aquí inmediatamente, puede que vuelva a necesitarte ...-

Lo que decía era verdad solo en parte, Cyryatan confiaba en la chica y sabía que haría las cosas bien, pero debido a su juventud también quería protegerla y tenerla a la vista, de momento ...

-¡¡Largad todo el trapo y poned rumbo de escape!!- Gritó

Cyryatan, encaramándose a la regala, trepa un poco por los flechastes, extiende el catalejo élfico* y mira por él, procurando adaptar el pulso y la vista al movimiento que la marejada que está arreciando impone a la lente.

-¡Es una galera!**

-Ya habéis oído al capitán- ruge el contramaestre- ¡Gente a la maniobra!

Mientras Cyryatan da órdenes a proa, el contramaestre Azrubêl empuja a sus puestos a los remolones. Desconcertados al principio, conscientes al fin del peligro que se cierne sobre vosotros, los hombre corren a largar las canalizas de la vela mayor, que se extiendo con un sonoro batir de lona libre mientras, a proa, el foque grande y la trinqueta suben por los estays con las escotas sueltas, dando zapatazos.

-¡Caza la mayor!... ¡Caza todo a proa!- sigue rugiendo el contramaestre.

Tiran los hombres de las escotas por estribor,y el incursor escora varias tracas hacia esa banda cuando el viento embolsa y tensa las velas. El piloto mueve la caña hasta la situar la marca del compás que hay sobre el norte cuarta noroeste.

Finalmente, Cyryatan comprueba que las velas reciben bien el viento y que el incursor, impulsado por las lonas henchidas de aire, responde hendiendo el mar mientras gana velocidad y la gente termina de cazar y amarrar escotas**.

La galera gondoriana os intenta dar caza, más confiando en un fallo vuestro que en acierto suyo. Estáis seguros que habrán ordenado Caza a muerte y que sus galeotes, muchos de vuestra raza, tendrán que remar al tope de sus fuerzas, escupiendo el corazón por la boca. Y también estáis seguros de que un pájaro que pudiera ver desde arriba la galera gondoriana podría observar como los robustos guiones de los remos se curvaban por la presión ejercida sobre ellos, con las palas bien clavadas en el agua... con la poderosa guarnición de combate que posee una galera de Gondor, con que uno de sus arpeos se agarrara bien a vuestro barco, estaríais perdidos.

Sin duda, había tomado la decisión acertada acertada al ordenar la huída, pues el combate contra una galera no entraba dentro de las posibilidades de un barco como el Manawnûl, mucho más ágil que estas pero con un potencial de ataque menor. El capitán obserbaba las evoluciones del navío desde que se desplegaron las velas, las ordenes y su ejecución se habían realizado en un muy corto espacio de tiempo, y eso les había proporcionado algo de ventaja que el corsario no pensaba desaprovechar. Mientras, Kreontas y los remeros esperaban la orden por si cambiaban las tornas.