Partida Rol por web

Apoyándose en la caña, Cyryatan procura mantener la barca alejada de la orilla, con un ojo puesto en el lecho fangoso proveniente de los pantanos de Balimur. Cuando de repente oís un par de ziaaaaang. Pluc, Pluc.

-¡Nos están disparando flechas!-se alarma Elhediel, señalando hacia unos retorcidos árboles que junto a la turbiedad del pantano de Balimur ocultan lo que parecen unas figuras armadas de arcos y flechas.

-Serán bandidos. No nuestro mayor problema en esta misión -sonríe Kreontas tras haberlo meditado un rato- en mis tiempos de mocedad oí que esos marjales estaban atestados de bandidos, y que en más de una ocasión ayudaron a los corsarios de Umbar. Esos rufianes son capaces de cualquier cosa por unas monedas.

-Estamos lejos y dudo que sean excepcionales tiradores, pero aún así no debemos confiarnos ¡Agachaos!... ¡Ahí vamos!-dijo finalmente Cyryantan haciendo ademanes a Kreontas y a Elhediel para que se pusieran a cubierto, ya que Elenna, debilitada por la herida y el viaje, roncaba envuelta en una gruesa tela a salvo de las flechas.

Agarrado a la barra del timón, Cyryatan agacha cuando puede la cabeza, procurando no perder de vista el fango de la orilla. Así, en el minuto largo que vais a estar a tiro de arco, pueden llover muchas saetas si son suficientes y suficientemente rápidos.

-¡Cuidado!-grita de nuevo Elhediel al comprobar que hay un par más apostados cien varas más hacia arriba, y mucho más cerca que el resto.

Ahora ya podéis comprobar que no parecen soldados. Pero tampoco conocéis sus intenciones. Quizás os tomen por mercaderes a los que robar, pero también por corsarios infiltrados a los entregar a los soldados gondorianos. Sin duda una suculenta recompensa. A estas alturas puede que incluso ya estén buscando a los autores de la matanza de las salinas.

Ahora sí, los flechazos sisean como mortíferas serpientes. Menudean los ziaaaaang y los pluc, y a ellos se suman unos chasquidos aún más siniestros: impactos en la tablazón de la lancha...

Un flechazo apenas sin fuerza se clava en la regala, a tres palmos de Cyryatan. Otros atraviesan la vela o pegan en el palo, encima de los cuerpos acurrucados de Elhediel y Kreontas. Sólo queda esperar que pase pronto, y que a Elenna no le de por incorporarse de repente tras un mal sueño.

Pendiente de gobernar la embarcación e impedir que las rachas de viento la desvíen de la ruta segura, no  hago otra cosa sino apretar los dientes, encogerme cuanto puedo -los músculos de todo el cuerpo me duelen, contraídos a la espera de un flechazo- y confiar en que ninguna de esas monedas de madera y metal lleven mi nombre escrito.

Los últimos disparos llegan por la aleta y quedan atrás, con la embarcación alejándose del puesto de bandidos. O lo que aquello fuera. Que más parecía que estuviesen jugando al tiro al blanco que en emboscada rigurosa. Un postrer flechazo pega en la contrarroda, sobre la caña del timón, cerca de Cyryatan, pero sin consecuencias. Y de nuevo vuelve a reinar la calma, rota sólo por los ronquidos de Elenna. ¡Joder! ¡Ni siquiera se había despertado!

La barca se desliza ahora saliendo de la zona que los marjales roban al lecho del río, cogiendo de nuevo velocidad...

-Es cierto, no son soldados…pero estos mal nacidos nos están acribillando. De buen seguro que andan ya frotándose las manos pensando en la recompensa que van a obtener por nuestras cabezas.- sin pensarlo dos veces me acurruco junto a Kreontas, no voy a dejar que estos rufianes me atraviesen el cuerpo como los soldados gondorianos hicieron con la pobre Huraiva. Una mueca de dolor se pinta en mi cara. La imagen moribunda de la que fue mi amiga me produce más dolor que cien dagas afiladas dejándome como un colador.

El silbido de las flechas, una tras otra, que no cesa me alerta de nuevo.- ¡Cuidado!- grito mientras me llevo la mano a la boca presa de pánico. Una puntiaguda flecha parece dirigirse sin piedad hacia nuestro capitán. Mientras el resto nos encontramos a mejor recaudo en la proa del barco, Cyryatán tiene que velar por nosotros en la popa, manejando el timón y sin un lugar tan seguro para guarecerse. Con la respiración cada vez más agitada no me queda otra que esperar las consecuencias. 

-¡Por todos los valar! –  la flecha ha ido a parar a la contrarroda…afortunadamente.

Juraría que ha cesado el aluvión de flechas, y aunque puede parecer una locura asomo la cabecita por la regala - ¡DESPEJADO! No hay orcos en la costa – grito de la emoción, aunque poco a poco tomo conciencia de donde estamos y bajo la voz.

No me lo puedo creer, pienso mientras ladeo la cabeza mirando a Elenna, no ha dejado de roncar…ni siquiera ha pestañeado.

Me pongo en pie de un salto y me dirijo al timón – Capitán, parece que la tormenta ha pasado pero no debemos confiarnos, estos malhechores pueden poner sobre aviso y alertar a los soldados gondorianos, a riesgo de perder su botín.

Poco a poco salimos de la zona los marjales, mientras la barca va cogiendo de nuevo velocidad...la embarcaión ha sufrido algunos daños pero nada digno de mención.

El capitán sabía que desde esa distancia era muy dificil que los arqueros dieran en el blanco, pero aún así  habían sido momentos de tensión. Después de todo lo vivido, caer en esas circunstancias, manejando una simple barca y a manos de unos saqueadores de río, no era algo que entrara en su mente, aunque sabía que la muerte acecha en cualquier esquina. Por otro lado, estaba practicamente seguro de que de no atraparlos, aquellos bandidos no iban a dar parte al ejercito gondoriano. Probablemente ellos mismos tenían problemas con la guardia, no queriendo tener más que la mínima relación con ellos.

-No lo creo Elhediel, si son proscritos cuanto menos los vean mejor ... puede que por unas cuantas monedas nos llevaran hasta ellos, pero si no nos echan mano no tienen nada que ofrecer ...-

La incursión en tierras gondorianas estaba resultando tan peligrosa como se había imaginado. Huraiva ya había caído y, sería un verdadero milagro que los cuatro llegaran vivos al Manawnûl ... pensandolo mejor ... sería un milagro que si volvían el Manawnûl estuviera en su sitio, estaban jodidos ...

Arriba esa bandera, Elhediel, que la vean los salmonetes*-dice Kreontas a la corsaria señalándole un trapo arrebujado entre aparejos de pesca en un costado del cair-ethir, y que lo identifica como pesquero gondoriano.

A estas alturas, vuestra vela tiene que distinguirse desde Barfalas. Así que, presta como el rayo, la joven corsaria, que ya tenía el trapo amarrado a una driza, lo sube por encima de la entena, al extremo del palo. Un instante después, con movimiento firme del timón, Cyryatan hace pasar la barca entre unas isletas y mete luego a una banda, embocando de nuevo el Anduin hacia vuestro destino final: Pelargir.

Estáis a punto de salir de la lengua de fango que penetra en el Anduin casi hasta Pelargir cuando el viento empieza a remitir. Y más allá de Barfalas, sólo una hora después y ya en las cercanías de Pelargir, se empieza a levantar una bruma opaca.

Lenta pero inexorablemente, parece surgir del río y de la atmósfera circundante. Al tiempo que Elhediel, e incluso Cyryatan a veces creen ver sombras difusas y serpenteantes moverse bajo el lecho del río. Alguna vez incluso bajo la barca. Pero ni un solo chapoteo. Hasta Kreontas frunce el ceño ante tan extraña y repentina manifestación de la naturaleza.

Una vez más, los dioses les daban la espalda y les retiraban el favor del viento. Cyryatan respiro hondo intentando coger nuevas fuerzas para el trabajo que tenía por delante y se puso manos a la obra a la vez que se dirigía a los demás ...

El viento ha amainado, tendremos que remar. Precisamente ahora que no debe quedarnos mucho.

-¡Arriad!... ¡A los remos!

Apoyada en la cureña, taponándose la herida con una mano, la cómitre se queja a ratos.

-Vamos, pelirroja, ayúdame -solicita Kreontas- que Elenna no parece en condiciones de remar.

Así, el viejo Kreontas y Elhediel sueltan la escota, hacen bajar la entena y aferran la vela de cualquier manera. Después cogen un remo cada uno, se sientan mirando a popa y empiezan a bogar, apoyados los pies en los bancos*.

Entre sus cabezas, Cyryatan ya distingue, bajo la turbidez blanquecina de la niebla, los parapetos, los muros bajos del segundo nivel y las troneras artilladas del baluarte gondoriano. En ese momento, una racha de levante descorre la bruma por un momento y un rayo de Arien ilumina el trapo izado por Kreontas y Elhediel, que flamea levemente en el palo del cair-ethir.

Pronto, todo rastro de viento ha desaparecido por completo, y la densa calima empieza a hacerse molesta. Traerá no pocas dificultades**. No obstante, ¡Alabados sean los Reyes de Númenor! os vendrá de perlas para entrar en Pelargir muy discretamente. Apenas sí podríais ver un falucho a cuatro yardas.

Kreontas tiene razón, Elenna no está para muchos trotes y cualquier esfuerzo puede abrir todavía más su herida.

- cof cof cof…si, voy. .pero antes sería conveniente izar esto – digo señalando un trapo de color azul-  debe de ser la bandera que usan los pescadores para no tener problemas en aguas gondorianas.

Kreontas está mayor, pero todavía tiene fuerzas para ayudar a una servidora a soltar la escota y bajar la entena.

-Ahora si…¡a remar se ha dicho!

Los dientes me castañean..estoy temblando de frió. La primavera no está resultando tan cálida como esperaba, y el aire húmedo y helado penetra a través de las capas de mis ropas.

Después de bogar más de una hora apenas me siento los brazos, eso sí…he remado como una jabata…es una lástima que no podamos contar con Elenna para ir rotando. Afortunadamente ya debemos andar cerca. La niebla que lo envuelve todo, flotando a nuestro alrededor como un alfombra de algodón de azúcar, no se ve el horizonte…pero si se intuyen unos muros que deben ser los de Pelargir. Por raro que parezca esto nos va a resultar beneficioso, la visibilidad es tan mala que dudo mucho que las torres vigías nos avisten.

- Capitán ¿Qué hacemos ahora?

El capitán estaba completamente concentrado en el borroso camino que se abría ante sus ojos, quedaba muy poco para llegar a su destino y no quería meter la pata en el último momento. Casi nunca le pasaba, pero tenía ganas de poner los pies en tierra firme, aquello no tenía nada que ver con los grandes navíos que estaba acostumbrado a capitanear y se sentía vulnerable ...

-Buscar un sitio en el que esconder la Barca y adentrarnos en la ciudad ...-

Contestó a la pelirroja en voz baja.

El trayecto había discurrido mejor de lo inicialmente previsto, pese al pequeño contratiempo con los bandidos. Aún así no puedo dejar de sentirme nerviosa.

El viento había amainado pero la frescura del ocaso se hacía notar. ¡Y yo todavía con catarro!

Lo poco que se podía entrever del agua era  su color, de un gris plomizo y su quietud, casi del todo en calma. Sorprendentemente reinaba un silencio casi sepulcral.

- Si me permitís la osadía, deberíamos llegar hasta el muelle y allí dejar la barca. Si gustáis la escondemos para asegurarnos, cierto es que ser precavidos nunca está de mas. Hasta la hora de las ánimas todavía quedan algunas horas, y pasarlas a la intemperie o en zonas poco propicias no es lo conveniente. Siempre podíamos buscar algún tugurio por las inmediaciones, dónde los nobles nunca osarían  pisar tan indigna estancia. A la hora señalada marcháis junto con Kreontas a recoger el cofre, mientras Elenna y una servidora os esperaríamos en la embarcación.

A Kreontas le parece sensato lo que dice la corsaria, así que continuáis bogando en silencio, roto por algún estibador dando voces a intempestivos barcos que frecuentan el muelle en horas de niebla -por urgencias variopintas, suponéis; o de alguna embarcación que pulula por la zona, y que siempre evitáis en todo lo posible. Amen de algún ocasional chapoteo producto de una brusca palada por parte del hechicero o de Elhediel -siempre acompañado de un sensual ooooh o de un inocente ¡ups! Demasiado inocente como para reprenderla...

Y así seguís durante un buen rato -que se os hace eterno-, acompañados de jirones de bruma que os flanquean cual silenciosos y etéreos guardaespaldas... -Curiosa bruma -susurra Kreontas tras haber estado realizando infructuosamente ademanes imposibles con las manos-. He tratado de disiparla delante nuestro con uno de mis sortilegios y no hay efecto a mi magia. No parece estar hecha de ínfimas partículas de agua, que es sobre lo que actúa realmente el sortilegio. Mas tampoco siento magia o sortilegio en el ambiente circundante -continúa el astrólogo, haciendo vagas circunferencias con los antebrazos, para finalmente encogerse de hombros-. Pero en fin, a veces Ulmo o Melkor, guían nuestros pasos en la dirección adecuada y de las formas más extrañas...

Una mole con una luz difuminada en su cúspide es todo lo que veis de una isleta en medio del Anduin a su paso por Pelargir. Sin duda algún tipo de Torre Vigía. Aunque ya hace tiempo que extremáis las precauciones...

-¡Sigamos remando! No nos oirán -susurra Kreontas, enigmático como siempre, mientras juguetea con un zafiro incrustado en filigrana de plata entre sus huesudos dedos -¡Que Melkor los confunda!

Al poco oís un cuerno soplar y voces hablando en adûnaico muy cerrado. Después chapoteo de remos. Cyryatan vuelve a meter mano al timón y os alejáis de la zona. Luces difuminadas por la niebla delatan una embarcación, sin duda intentan meterla en la ensenada de Pelargir.

Elenna se despierta con un gran bostezo, abre los ojos lentamente y se endereza a la vez que estira ambos brazos hacia arriba, un pinchazo que procede del pecho le hace estremecerse. Mira a su alrededor y observa que hay flechas clavadas, un poco confundida busca con la mirada rápidamente al capitán, al encontrarlo se calma un poco- ¿pero qué ha pasado?- se pregunta para sí misma a la vez que se levanta con cierta dificultad.

Apoyandose en la regala se incorpora-Buenos dias...- dice a su compañeros que andan atareados.

- Buenos días dormilona...¡te has perdido una buena! - digo muy bajito, señalando un par de flechas clavadas en el barco - Nos han atacado los bandidos, pero se han quedado con las ganas esos hijos de mala madre.

Pobre pescador, pienso en él y también en su familia. Le robamos su medio de vida...les hemos dejado sin sustento una buena temporada y ahora, encima, le devolveremos una embarcación en peores condiciones...si se la devolvemos, porque esta aventura todavía no ha terminado.

- Cof cof cof..¿Tú estas mejor? - toso a la vez que miro a Elenna esperando que asienta con la cabeza. La necesitamos, ahora sólo somos cuatro y toda ayuda es poca. ¡Y yo con esta tos!

El Capitán se mantenía completamente concentrado en el manejo de la barca y en las evoluciones de los posibles elementos de su entorno, como barcos de mayor calado, guardias... Se había dado cuenta de que Elenna despertó, y se alegró por ello, pero rápidamente vió que Elhediel la ponía al corriente de la situación, por lo que Cyryatan se mantuvo callado para no levantar sospechas. Tenía exactamente las mismas ideas sobre lo que hacer al llegar que la joven corsaria, y eso era lo que iban a hacer una vez dejaran la barca.