Partida Rol por web

-No entiendo en qué clase de misión estamos enfrascados que tenemos que huir de esos gondorianos sodomitas- comenta Roncillo, que ha regresado a popa y se recuesta en la regala de barlovento, los pulgares al cinto, donde lleva su cimitarra.

Cyryatan no responde de momento. Tiene los ojos entornados para protegerlos de la furia de Arien y observa atento la superficie del mar y la grímpola que, en el tope del palo, indica la dirección del viento. El corsario se haya absorto en cálculo de rumbos, viento y velocidad, trazando en su cabeza, con la misma claridad que si lo hiciera sobre una carta náutica, el zigzag de rectas, ángulos y millas que se propone recorrer, a fin de poner la mayor cantidad posible de agua entre el Manawsûl y la galera gondoriana. Pues habrá que despistarlos  saliéndose lo mínimo posible del rumbo.

-No convendría que los gondorianos vean que tomamos la osada dirección de sus tierras, capitán. Podría poner en peligro la misión. Habrá que virar hacia el oeste aunque tengamos que desviar un poco la ruta y meternos en esos nubarrones- dice el astrólogo, señalando al cielo.

Me siento bien, a medida que pasan los minutos me siento una más del equipo. He transmitido las órdenes de mi Capitán a la Cómitre y los remeros ya están todos a su labor. Siento que se me agita hasta el último pelo de mi larga melena, pero para mi asombro descubro que sólo es eso, la agitación por tantos acontecimientos, ¡pero no tengo miedo!. Que orgulloso estaría padre de mi.

Después he corrido hacia los palos para ayudar a los marineros en la mediad de lo posible, pues no tengo ni la habilidad ni la destreza de éstos, a amollar las velas. Que sensación más agradable la caricia del viento en mi cara. No puedo evitar pasar unos segundos abstraída en los recuerdos, pero un brusco vaivén me devuelve a la realidad.

Llego dónde el Capitán y escucho como el viejo Kreontas grita que deberíamos virar hacia el oeste desviándonos de la ruta y meternos en unos nubarrones que próximos acechan. Miro al cielo y los veo, unos nubarrones negros como la noche, dispuestos a engullirnos. Aún así confío en la sabiduría de este hombre, su reputación le precede, y presiento que el Capitán así lo hará también.

La curiosidad me puede:

- ¡Capitán!¿Que opinais?

Humildemente le diría que a pesar de lo arriesgado  Kreontas tiene razón. Tomar la dirección de las tierras de los gondorianos es un suicidio, y después de todo desviarnos un poco no altera demasiado, seguiríamos teniendo el viento a favor. La tripulación está preparada, además, el Manawgûl es rápido, y el hecho de esquivar los nubarrones no quiere decir que la tormenta no nos alcance de todas formas, estas cosas son impredecibles.

A Elenna le encantaba su trabajo, incluso llegaba a sentir verdadero placer. El sonido que hacía el rebenque al tocar la piel de sus subordinados le hacía poner la piel de gallina y por su espalda recorría un rápido escalofrió agradable. Quizás no era uno de los mejores trabajos y aun menos para una mujer, pero no lo cambiaría por nada en el mundo. Era lo que siempre habia deseado.

Estaba empapada de sudor y con el cabello revuelto.

-¡Venga pandilla de vagos!-grita con entusiasmo, a la vez que suelta un nuevo rebencazo.

De repente su compañera Elhediel se presenta ante ella, le explica todo lo que está sucediendo en el exterior. Elenna saca una sonrisa maliciosa y con entusiasmo vuelve a su trabajo.

-¡ya habéis oído! ¡ vamos a demostrar al capitan de lo que somos capaces!-dice entre una risa alocada, estaba totalmente eufórica.

Cyryatan hacía caso omiso de los comentarios hechos por su tripulación, haciendo como que no escuchaba algunos como el de Roncillo, o tendría que tomar medidas por cuestionar su autoridad; mientras, se afanaba en que todo saliera bien, poniendose por fin fuera del alcance de la galera gondoriana. Hasta que hablaron Elhediel y Kreontas, era probable que el astrólogo tuviera razón, no convenía demasiado que vieran como el incursor se adentraba en sus dominios o era casi seguro que los perseguirían hasta darles caza, y eso no les convenía. Pero tampoco le hacía ninguna gracia meterse en una tormenta por iniciativa propia. El capitán se quedó pensativo durante unos segundos y después habló:

-Está bien maldita sea ... ¡¡Virad a babor!! ... quiza con la distancia que les hemos cogido y al ver que huímos hacia la tormenta, abandonen la persecución ...-

Según escapáis de la galera gondoriana  comienza a levantarse por cuerdas el viento y la mar, de forma moderada y soportable. Mas en escasos minutos, como temía Cyryatan, arrecia con fuerza la temida Athanered (viento procedente del norte).

Mar y viento golpean entonces el aparejo del Manawnûl con saña, hasta conseguir que las olas, de un tamaño superior al de las colinas de La Comarca y con espuma blanca en sus bigotes, os barriesen la cubierta y entraran por los portillos del sollado hasta los galeotes a su antojo.

Kreontas se manteiene cerca del capitán, ya que en medio de este temporal y dado su frágil estado, prefiere tener cerca a alguien diligente que pueda echarle una mano por si saliera un mal naipe. Y de tener que usar su magia, prefiere que sea en beneficio del capitán. Además, parece tranquilo, y por consiguiente,  Cyryatan también lo está (si el sabio astrólogo se mantiene sereno es porque aún no media el uso de magia); o al menos relativamente sereno, ya que tener en la popa una galera gondoriana y delante al veleidoso clima, no tranquiliza ni al más pintado, aunque vaya protegido de una buena tripulación y un solvente hechicero.

Ya más tranquilo, Cyryatan observo durante un rato más el devenir del navío, que se debatía con una mar enbrabecida, aunque no tanto como para que la situación fuera crítica, al menos de momento. Habían salido de tormentas mucho peores que aquella. El viejo Kreontas se mantenía a su lado en cubierta y Cyryatan, en contra de lo que tenía acostumbrado, aconsejo al anciano que fuera al pequeño camarote que tenía reservado a descansar, si necesitaba de sus servicios lo llamaría. Últimamente estaba preocupado por su salud, el viejo tosía y se le veía más débil que nunca, y el corsario no se podía permitir perder al viejo, menos en una misión como la que les ocupaba.

Mecido por el movimiento del Manawnûl, el cual apenas hacía mella en él debido a su gran experiencia en la mar, el capitán dejo al mando del barco por un momento al piloto y haciendole un gesto a Elhediel le dijo que lo siguiera, se había quedado con la mosca detrás de la oreja al escuchar a la muchacha. Nada más entrar en el camarote, con el sonido de la tormenta amortiguado por la puerta, Cyryatan se quitó la larga y ceñida chaqueta y la colgó en la pared.

-Espero que el destino no haga aparecer otra galera gondoriana para hacer que no hablemos ...-

Sigo a mi Capitán, no sin esfuerzo pues los vaivenes del navío entorpecen mi caminar, hasta entrar en su camarote.Cierro la puerta con sigilo tras de mi.

-Ruego la conversación que vamos a tener quede entre nosotros, por lo menos hasta estar seguros de su trascendencia. No quiero airear secretos de familia en vano. 

-¿Recuerda el día que su barco me salvó de morir ahogada?. Yo era muy niña, apenas contaba 13 años, cuando el navío en el que viajaba se hundió llevándose con el a mi amado padre. Cyryatan, lo que no sabeis es que yo ese día estaba en el barco contra la voluntad de mi padre, el pobre ni siquiera podía imaginarse que yo me hallaba en él pues la noche anterior le había jurado que me quedaría en casa como hija obediente que era.

Tomo aire, me da miedo que este hombre al que adoro piense que soy una niña caprichosa y desobediente, si bien estos últimos años a su servicio deberían contar a mi favor.

El sonido de la mar y la lluvía amortiguado por la puerta de madera, hacían que el camarote de Cyryatan fuera más acojedor que de costumbre. Allí se encontraban frente a frente, el capitán y la muchacha, que empezó a contar una historia mientras el hombre se secaba con un trozo de tela y la escuchaba con atención.

Cuando esta jijo que iba a confesar un secreto, Cyryatan asintió con la cabeza con gesto serio. Apreciaba a Elhediel, que llevaba años en el barco desde que su padre murió. Precisamente, la muchacha comenzó a contar esa historia, el corsario se acordaba prefectamente de aquel día, y como después la chiquilla se convirtió en lo que en ese momento tenía delante, una preciosa y valiente joven codiciada por cualquier hombre. Lo que el no sabía era que el bueno de su padre no había subido la carga por voluntad propia, sino que había sido ella la que se coló en el barco e hizo que después tuvieran que encargarse de ella. Si se lo hubieran dicho por aquel entonces hubiera sido capaz incluso de tirarla por la borda pero ahora ... no podía hacer eso. La chica era lista, se había esforzado y ahora era una más de la tripulación, asi que Cyryatan apenas se inmutó. Elhediel estaba muy nerviosa e hizo una pausa esperando la reacción del Capitán. Este comenzó a hablar con voz grave mientras seguía secandose ...

-Hiciste bien en no decirlo en su momento, fue duro enseñarte y no teniamos ninguna necesidad de tener una chiquilla en el barco, pero por respeto a tú padre te acepté. De haber sabido que él no quería que estuvieses aquí te hubiera mandado a algún hospicio en tierra firme ...- Los ojos del capitán escrutaron los de la muchacha -Agradezco que me lo digas ahora ... ¿bien? ¿que es lo que había en ese cofre para que sea tan importante y tengas que contarme todo esto?-

La boga se mantiene a bordo de una forma más o menos ordenada, sin cruce de remos, desfases en las diferentes acciones, ni complicaciones excesivas al intentar cumplir con el ritmo marcado*.

Muy pronto el contramaestre ordena arriar casi todas las velas, hasta dejar tan sólo la mayor de proa con los rizos tomados. La galera gondoriana ya debe estar completamente despistada.

Es entonces cuando ordena boga dura a la cómitre para salir cuanto antes de aquí y entrar en el bendito socaire** que os podría proporcionar la costa gondoriana.

Elenna estaba eufórica, había dejado atrás a esos bellacos pero aun no se había acabado todo, quedaba lo que pensaba que quizás sería peor… el temporal.  Tenían que salir de allí inmediatamente si no querían acabar en las profundidades del mar.

Alza nuevamente el rebenque por encima de su cabeza y lo deja ir con gran entusiasmo encima de las espaldas de los galeotes.

-¡Venga panda de holgazanes! ¡O juro que seréis la próxima carroña de los tiburones!

Con el dorso de la mano rápidamente se seca la sudor de la frente, no podían perder ni un segundo. Solo habia comenzado la faena y aun quedaba mucho por hacer.

-¡Boga dura! ¡Hay que salir de esta tormenta!

Sé que tiene razón, noto como unas lágrimas resbalan por mi mejilla, me seco con avidez y disimulo pues no quiero mostrar debilidad.

  - Tiene que ver con el destino de este viaje, Capitán. En el interior del cofre, entre otros documentos, encontré una nota donde se citaba a mi padre para el  día en que falleció. Más concretamente puedo decir que el punto de encuentro era en una isla de nombre impronunciable. Al principio no le dí demasiada importancia…pero al conocer el destino de nuestra misión me puse muy nerviosa, llámemoslo instinto femenino.

Me parece notar una expresión de asombro en la cara de mi Capitán y no dejo de sentir una pequeña satisfacción, aunque es sólo una percepción mía. Aún así tendré que ir poco a poco para poder expresarme con claridad y que llegue a comprender todo lo que bulle en mi cabecita.

-Hasta hace poco no recordaba el nombre de la isla, era demasiado pequeña. Además había pasado demasiado tiempo y demasiadas cosas como para considerar esto importante. Sin embargo, hace unas horas estando en cubierta han venido los recuerdos a mi cabeza como afilados cuchillos y he comprendido el motivo de mis nervios, el nombre de la isla kjwajyarantan.

Esta vez mientras espero las preguntas de mi Capitán ya no intento disimular el torrente de lágrimas que brotan de mis ojos y caen como cascadas por las mejillas. La imagen de padre vuelve a mi cabeza.

El estado de la mar se torna a males. Y empezáis a manteneros de forma permanente mojados, ateridos de frío y apretujados unos contra otros. El viento empieza a bufar como si se estuviera cagando en vuestras madres.

Pronto, se empiezan a levantar olas en ataque de martinete contra la embarcación obsequiándoos con daños de cierta importancia pese a que la tripulación hace su trabajo lo mejor que puede.

-¡Que alguien llame al capitán! ¡¿y dónde está Kreontas?! ¡esto se está poniendo feo!

A consecuencia del temporal corrido, dos velas se habían rifado (desgarrado) como andrajos al viento, algunas vigotas volaban en peligrosa libertad al partirse sus acolladores, y el reluciente esquife presentaba dos brechas de consideración. Un violento golpe de mar lo había destrincado de sus calzos, con lo que, libre y a su aire, golpeo contra un grupo de marineros hiriéndolos de consideración.

-!el bote¡ !cuidado con el bote¡- se oye un grito apenas imperceptible entre el rugido del viento.

¡Cuando de repente, una poderosa ola golpea al Manawnûl con saña y parte el aparejo del ancla aferrado a la amura** de babor!

El tiempo arrecia y empieza a balancear el barco hasta haceros fruncir el ceño, pero no puedes dejar de escuchar a Elhediel. Su inocencia, su belleza y su secreto aprisionan toda tu atención.

Cuando, de repente, alguien llama insistentemente a la puerta.

-¡TOCK!¡TOCK!¡TOCK!

-capitán, tiene que ver esto...- es la voz de Kreontas.

La fascinación por la historia que va contando la mucha creció poco a poco en Cyryatan, tanto que el capitán solo escuchaba lo que estaba pasando en su camarote, completamente aislado del exterior por la fuerza del momento. Al parecer, Elhediel poseía un documento en el que se citaba a su padre en la misma hisla que en ese momento y años más tarde, era su objetivo ¿Tenía algo que ver aquel hombre con su misión?. Cuando el capitán iba a preguntarle por la naturaleza exacta del documento, unos golpes sonaron en la puerta. Era Kreontas, el temporal estaba arreciando y la cosa se estaba poniendo fea.

-Tienes mucho valor al contarme esto, ahora recomponte y centrate, estamos en peligro ...-

El corsario cogió su chaqueta y salió del camarote apresuradamente, evaluando los daños con un rápido vistazo.

-Kreontas ... haz algo inmediatamente ... ¡¡Maldita sea!!- rumia por lo bajo antes de ponerse a gritar -ARRIAD LO QUE QUEDA DE ESAS VELAS, ASEGURAD EL ESFIQUE EN SU SITIO Y SOCORRED A LOS HERIDOS!!-

Antes de ponerse a trabajar con los marineros, Cyryatan quería ver como se encontraba Elenna y decirle en persona que tenía que hacer lo posible por salir de allí cuanto antes, aunque eso ya lo sabía. Practicamente corriendo se dirigió a las bodegas y comenzó a bajar las escaleras

-Elenna ...- dijo antes de aparecer en la bodega