Partida Rol por web

Yazân y sus hombres cruzaron las puertas de Fanuilond sin demorarse mas de lo necesario. Desde que había partido del Manawnûl lo habían tratado como un perro y él había estado aguantando todo tipo de insultos y vejaciones en pos de la misión que tenía asignada. En la puerta le habían cobrado una barbaridad por la entrada pero eran pocas las opciones que tenían siendo haradan y con el documento falso, así que apoquino sin rechistar, al menos abiertamente.

Mientras caminaba, Yazân pensaba en aquel hombre que había oído nombrar en varias ocasiones, Brago. Debería ser el capitán de la guardia o alguien con poder en esa zona, lo cual hizo pensar en las pocas ganas que tenía de encontrarse gente como esa. Malditos gondorianos.

El haradan se encaminó hacía los muelles, era el sitio donde esperaba pasar desapercibido, y estaba seguro que en esa zona podía encontrar mercaderes o al menos información para hallarlos. También estaba el tema del ancla, así que sería un buen lugar para empezar a buscar. Se giró para mirar a Haak'r y Salêm, y eso basto para alertar a sus hombres que se mantuvieran en guardia, por si las moscas. Aunque los puertos fueran ahora su territorio no podía olvidar que estaba en territorio enemigo.

Por fin, volvíais a sentir lo olores del puerto -brea, pescado, madera podrida, multitud apiñada-. Fanuilond se estaba desperezando. Comprobáis que la bocana del puerto estaba flanqueada por dos torres que formaban parte de la muralla. No parecía haber demasiada actividad naval, tan sólo dos galeras con sus gallardetes e insignias tremolando al viento -el ancla  sobre azur y sable de la Real Armada (ceiriath aran)-, y también las de Lebennin -cuadros azur y oro- y Belfalas -el barco en forma de cisne sobre azur- que tanto odiáis. Tus camaradas te siguen de cerca. Quizás Salêm mira demasiado nervioso hacia todos lados.

Yazân avanzaba por el puerto junto a sus compañeros haradan, a veces casi parecía que avanzasen en formación, pues formaban un triangulo casi perfecto y a veces hasta coordinaban sus pasos, esto era resultado de muchos años juntos, peleando espalda con espalda.

Era primera hora de la mañana y aunque había mucha gente trabajando en el puerto, estibando cargamentos de las embarcaciones, haciendo reparaciones y todo tipo de trabajos navales. Yazân buscaba en algún lado a ver si veía algún barco mercante o algún almacén con avituallamiento para los barcos que atracaban en este lado de los Cinco Ríos. Quizá algún garito de mala muerte dónde poder comer pescado en salazón o algo para avivar un poco la moral de sus hombres, que los mas seguro que estaban hambrientos, aunque no era propio de ellos quejarse de cualquier minucia, esa era la mentalidad de los hombres de las tierras áridas.

Intentaba no acercarse demasiado a las embarcaciones de combate que avistaba, pues quizá se habían encontrado alguna vez con él, y aunque sería mucha coincidencia que alguien lo reconociera, mejor sería no jugársela.

Cuando lleváis un rato buscando descubres un almacén de avituallamiento para barcos, además, está justo al lado de un cordelero -que hace trabajos para jarcia- según se lee en un rótulo en adûnaico. También veis entrar en puerto una urca grande y de buen porte.

Dentro del almacén hay todo tipo de pipería- conjunto de pipas, botas, cuarterolas y barriles en que se lleva la aguada-, y cabuyería -todo tipo de cabos menudos-. También algún timón, jarcia recogida que cuelga del alto techo y otros abalorios y utensilios. Y deben trabajar en conjunto con el cordelero ya que hay una portezuela que comunica ambas estancias. 

Al poco se presenta un fulano bajito, ancho, con una más que incipiente calvicie y con cara de malas pulgas. Limpiándose las manos con un lienzo que luego arroja sobre un barril.

-¿Desean algo sus excelencias?-dice con un tono de rintintín.

- Saludos buen señor - dijo Yazân, tragándose su orgullo. - Venimos a por avituallamiento para el jabeque El gondorili. Necesitaríamos aguada y provisiones para toda la tripulación para varios días. - acabó diciendo, esperando una reacción de aquel necio. Sabia que tendría que soportar un poco mas hasta hacer el trato pero tampoco se iba a dejar engañar por esos comerciantes gondorianos de poca monta.

Mientras hablaba con el comerciante, iba paseando su mirada por la estancia, a ver si encontraba alguna ancla que fuera apropiada para el navío, aunque lo dejó en segundo plano, pensando que sería mas importante ocuparse de las provisiones primero.

El tendero sigue parado delante de ti, obstinado.

-¿Y cómo piensan cargarlo y pagarlo vuestras mercedes?

Pues con monedas, maldito - pensó.

Pues con monedas como todo los demás - dijo asintiendo Yazân, intentando esbozar una sonrisa que cada vez le salía peor y le costaba mas de falsear. Luego pensó en el tema del transporte, que ya lo había tenido en cuenta, tendría que vigilar en guardar suficiente dinero para ambas cosas.

- Mientras usted prepara nuestro encargo, iríamos a buscar lo necesario para transportarlo - dijo sin entrar en mas detalles. - Quizá conozca a alguien que se dedique al transporte y que nos pueda hacer un buen precio - dijo sin demasiadas esperanzas de que aquel hombre cooperara.

También sopesó la idea de alquilar una barcaza fluvial para transportar el avituallamiento hasta el Manawnûl, tendría que ver los precios que tasaban esos gondorianos antes de decidirse.

-Sólo quiero ver esas monedas contantes y sonantes, antes que ningún trato-gruñe adusto. Parece que no se fía mucho de vosotros. O eso, o los gondorianos son peor que los enanos de las montañas. En cuanto a lo del transporte, parece que le confunde, pues no concibe que no tengáis el barco en la dársena.

Yazân agita la bolsa que había cogido con el dinero del Manawnûl, lo hace desde dentro de su túnica rojiza pero intenta que el sonido sea suficiente esclarecedor.
- ¿Hace este sonido buena vista para abrir un trato? - pregunta Yazân algo molesto por el comentario del mercader.

El haradan percibió la confusión de aquel hombre, en parte, era extraño que alguien estuviera comprando ahí sin un barco amarrado en el puerto, así que intentaría ser algo mas cauteloso con las palabras. Se decantó que sería mejor idea alquilar una barcaza fluvial, por cercanía al almacén y porque tampoco tenía ganas de toparse de nuevo con ese puesto de guarda con soldados del ejército de Lebennin. Y si viajaba con una carreta, no podría evitar los caminos principales.

El individuo parece entrar en razón cuando oye el sonido de las monedas. Después apunta vuestro pedido y se mete en el almacén para empezar a prepararlo. No sin antes recordaros que no os dará ni una hidria de agua antes de que le deis hasta la última moneda. Volved en cuatro o cinco horas-os dice finalmente.

Después buscáis alguien que alquile barcazas. Quizás un Cair-ethir*. O quizás algún navío similar a vuestraFaluca**. Y finalmente dais con un pecador de Gaersûl, que por 8 mb monedas además os ayudaría a estibar la carga y en el manejo de la barcaza. Ethir Anduin le viene de paso.

Yazân estaba satisfecho por el trato con el pescador, la verdad que era mas de lo que esperaba. Después de sopesarlo detenidamente se había decidido en buscar transporte fluvial mejor que carretas, por eso cuando habló con ese hombre que les ofreció no solo ayudarles a estibar la carga en su barcaza sino que los iba a ayudar en el transporte.

Una pena.., pensó Yazân. El único gondoriano que se ha portado con unos extranjeros y vamos a tener que atarlo o matarlo una vez llegaran al Manawnûl, pues no podían dejarle ir si veía y conocía la localización del barco corsario de Umbar. Pero bueno una vez allá, vería lo que tendría que hacer con ese hombre, ahora no le preocupaba.

Gracias a las indicaciones del pescador, encontraron un pequeño recodo en el puerto dónde hacían puchero con las sobras de algunos pescadores, por lo que Yazân aprovechó para ir a llenarse el estomago antes de tener que partir, pues no quería demorarse mas de lo necesario en Fanuilond.

-¿A dónde van vuestras mercedes?... -dice con acento de pueblo alargando las vocales- No pueden perderse el Auto de fe que a las siete tiene lugar en la Plaza Mayor. Ya comerán después-ríe el buen hombre.

- Eh... uh.. claro - dijo Yazân, pillado totalmente por sorpresa. No tenía ni una pizca de ganas de ir a la Plaza Mayor, pero aquel hombre lo había pillado desprovisto y tuvo que reaccionar rápido. Quizá fuera una falta de respeto no asistir a es evento popular.

Sus hombres lo miraban extrañado, pero él se limitó a enarcar las cejas y encoger los hombros, ¿Qué querían que hiciese? pensó el haradan. Esperaba que es evento no durase demasiado, tampoco quería estar en medio de la plaza de Fanuilond, pero ahora mismo lo mejor que podía hacer es ir con ese hombre e intentar escabullirse rápidamente una vez ahí.

Salêm se acerca a ti discretamente y señala hacia dos figuras furtivas que disimulan en una esquina. Creo que nos vigilan-te susurra.

A Haak'r por su parte, maldita sea la gracia que le hace ir a esa mierda gondoriana en vez de enjuagar las encías en una taberna de mala muerte.

-¿Y qué es eso tan importante de Auto de fe?-rumia por fin.

-Creo que van a ahorcar a unos corsarios de esos que tan mala fama dan a vuestra raza y a vuestra tierra. Ha sido bastante sonado-responde el pescador mientras empieza a dirigirse -buscando la mirada cómplice de Yazân- hacia la plaza.

A los gondorianos les encantaba ahorcar herejes corsarios. Los Autos de fe siempre atraían a muchas personas, desde la aristocracia al pueblo más villano. Y según os dice el pescador, en Fanuilond llevaban preparando uno un par de días. En realidad solían hacerse en Pelargir pero en este caso un gerifalte importante lo había solicitado por ir su honra en ello.

Así que con mucho ir y venir de carpinteros -y sus oficiales- en la Plaza Mayor, estuvieron construyendo un tablado alto, de treinta pies de largo y habían preparado la plaza para la acumulación de gente. Como digo, detrás de todo no estaban los simpatizantes del Príncipe de Pelargir, si no los del Inquisidor Adamekrot, que también residía en Pelargir y que estaba obstinado en desterrar el mito de los valar -que tanto le gustaba a los elfos- y el culto a los antepasados -que tanto le gustaba a los dúnedain- en pos de un culto único a Eru-Ilúvatar, mucho más exigente y riguroso. Que para algo era "El Único"-os va contando el pescador. Así que, imagináis lo que pensaría tan taimado individuo de la religión y cultos de los haradrim. La vuestra.

Era tal la expectación causada por esta clase de sucesos, que las boletas para conseguir ventana solían convertirse en solicitadísima materia; y había quien pagaba muchas monedas de oro por hacerse con los mejores sitios. Según os dice el fulano -que parece muy enterado de todo- está organizado y sufragado por un hidalgo de Lebennivet -a cuyas hijas secuestraron unos corsarios de Umbar en una de sus incursiones y que aunque pagó buen oro por el rescate, nunca más volvió a saber de ellas-. Como se pueden imaginar vuestras mercedes, no puede ni ver a los haradrim ni a los númenóreanos. Y no me refiero a la gente de bien como vuestras mercedes, si no a esos hideputas que asolan nuestras costas y se hacen llamar corsarios. Parece que el hidalgo era simpatizante del Santo Oficio y quiere que este Auto sea ejemplar.

Habían sido capturados un grupo de corsarios haradrim entre los cuales había uno más oscuro y cabrón*. Parece que el hidalgo engrasó manos para que todo se moviera con diligencia. O simplemente buscó a unos infelices que hicieran de cabeza de orco.

Elenna mira de reojo al jayán, si las miradas matasen él estaría más que muerto, lo miraba con rabia- ya te daré tu merecido...- piensa para sí misma, manteniendo el silencio… no quería seguir sus malas intenciones, se notaba que solo queria perjudicarla. A parte no estaba de humor y tenia el “as” de perder.

Dirige la mirada de nuevo al posadero, agachando un poco la cabeza- espero que no haga caso a ese…- dice en un susurro- y siga su buen juicio...como buen posadero que me a mostrado...-añade intentando estar calmada

-Estoy seguro de que tus compañeros pagarán tus cuentas-rumia por fin, y crees vislumbrar un y si no, se pueden romper más huesos. El posadero, un fulano que de tan tranquilo da miedo- ¿Quiere otra vuestra merced?-dice finalmente señalando tu jarra.

Elenna se relaja al observar que el tabernero no la ha tomado con ella-…muchas gracias… pero ya estoy servida…-dice con una sonrisa de complicidad- mañana mismo le pagaré lo debido…-añade a la vez que pega un pequeño sorbo a su jarra, más tranquila la saborea y disfruta de ella.

Una vez que se ha bebido toda la jarra se levanta del taburete, un poco aturdida por la bebida- buenas noches…- dice a la vez que  decide irse a dormir, mañana le esperaba un largo y duro dia- y …gracias…- añade sin girarse, alzando la mano derecha.

El tiempo transcurria a cuentagotas para el atormentado capitán, quien velaba en la oscuridad sin demasiados deseos de mezclarse otra vez con sus funestas pesadillas. Pero la conciencia tampoco lo cobijaba gentilmente: la incertidumbre de la misión, las duras muertes sobre sus espaldas, el peligro que podìan correr el resto de sus hombres lejos de su mando, los rumores de Kreontas haciendo eco en su cabeza...

Todo aquello perturbaba de sobremanera a Cyryatan, demasiado como para aguantar el estupor al que se estaba sometiendo en aquèl sillón. Fue por eso que sin haber pasado màs de una hora en aquella habitaciòn, no pudo màs que reincorporarse con firmeza y dispuesto a continuar con su cometido cuanto antes.

Sacudiò entonces sin mucha delicadeza a Elhediel, quien roncaba aún dormida cual troll ebrio, y la instó a prepararse para la inminente partida.

- Ya es hora de irnos, avisa al resto. Los esperaré abajo... - Por la brusquedad en su tono de voz y su mirar algo distante, se podía distinguir a la milla que Cyryatan no había amanecido con el mejor humor de su vida.

El sombrío corsario salió entonces por la puerta sin más comentarios y bajó la escalera de aquel antro de perdición con aplomo en su andar y un semblante turbio que pocos se atrevieron a contemplar mientras aguardaba de pie y con sus brazos cruzados a que sus compañeros hicieran acto de presencia antes de proseguir con lo que les habìa traìdo hasta allí.