Partida Rol por web

Salgo del camarote a la velocidad que  mi cuerpo me permite, renqueando de un lado a otro a causa del infernal balanceo. Me voy agarrando de donde puedo, tengo que subir a cubierta a echar una mano.

El panorama no es alegre a la vista, por un lado las olas han roto en el casco del navío entrando a la cubierta y a su vez produciendo desperfectos.

Sin pensarlo dos veces me dirijo al palo mayor para terminar de ayudar a arriar las velas, un par de manos más siempre viene bien.

Reina la confusión en el Manawnûl. Y parece detenerse el tiempo cuando una gran ola se estrecha contra su estructura. Elhediel aguanta estoicamente el encontronazo agarrada fuertemente a uno de los cabos, elevándose dos o tres metros hasta volver a caer más allá en la cubierta empapada hasta los huesos. Los marineros hacen su trabajo a duras penas, bastante desconcertados. Pinta regular el asunto.

Vas trastabillando desde tu camarote hasta el sollado donde se encuentra Elenna, golpeándote contra las paredes. Cuando llegas la llamas entre el bullicio de los galeotes. De repente una ola enorme golpea de canto al Manawnûl haciéndote golpear contra el marco de la puerta que da acceso al sollado.

Lucho sobre cubierta junto al resto de marineros, mis pies descalzos sobre la madera mojada, abro los ojos y un muro de agua barre la cubierta arrastrándome dando tumbos. La batayola me frena doblándome el espinazo y con dificultad me agarro a lo que puedo, con la fortuna de sostener la mano de un flaco y jovencito marinero. Debe tener mi edad, pelo negro y rizado, piel oscura y ojos negros, me mira con terror colgando de mi brazo y hago acopio de mi fuerza para lograr subirlo hasta que él mismo pueda saltar a cubierta.

El balanceo del barco hace que caiga sobre mí y resbalemos por la cubierta, el muchacho y yo misma estamos aterrados, pero si las velas terminan de rasgarse no habrá quien las vuelva a colocar. La tripulación está aterrada y los mandamases han huido bajo cubierta como auténticas ratas de alcantarilla.

Me saco al muchacho de encima mirando la vela mayor gritando al muchacho por encima del estruendo del mar

RECOJAMOS LA VELA

Corro por cubierta aprovechando el espacio entre el oleaje y me sujeto a la jarcia iniciando mi ascenso hasta la verga, las cuerdas son firmes y el ruido ensordecedor, escucho un grito y pierdo pie, miro tras de mí y una ola vuelve a embestir el barco haciendome quedar colgando de la jarcia, vuelvo a recuperar el equilibrio iniciando de nuevo el ascenso mientras el agua nos golpea desde todas direcciones, vamos a morir

Elenna sigue enzarzada en su labor, pero el fuerte vaivén del barco no ayuda demasiado. De vez en cuando se tiene que agarrar fuertemente a lo que tiene a su alcance.

-¡Joder! ¡Así no se puede trabajar!- dice enfurecida

De repente observa como por la puerta del sollado aparece el Capitán, pero este se golpea contra el marco a causa del fuerte movimiento de la ola.

Los golpes de mar y los continuos remojones, así como el aire fétido, cargado y húmedo del habitáculo hace que te tambalees de un lado a otro mientras te mueves arriba y abajo por la crujía del sollado, repartiendo rebencazos con portentosa equidad.

Cuando ves al capitán y una ola enorme golpea el casco y la cubierta del Manawnûl, pillándote de improvisto...

Justo cuando el capitán se agarra al marco de la puerta para no caer, golpeándose con la dura madera, tú caes desde la plataforma de la crujía hasta la bancada de boga, entre los galeotes, haciéndote daño en la pierna. De fondo oyes al sotacómitre, mientras hace restallar su rebenque muy cerca de donde tú estás:

-¡Voto a Eru, que si alguno de vosotros, inmunda escoria, osa poner las manos encima de Elenna se las cortaré a rebencazos!

¡Por el amor de Ulmo! – es lo único que puede salir de mi boca en estos momentos.

La mar revuelta, las olas estremeciendo con sus golpes el que ahora me parece un frágil navío. El crujido de las entenas y el furor del agua…cuando de repente veo venir una ola hacia mi. Me agarro fuertemente,de manera instintiva para protegerme, al cabo que estoy manipulando y cierro los ojos rogando al cielo que me proteja.

El impacto de la ola en mi cuerpo me sacude tan violentamente que me eleva varios metros desplazandome de un lado a otro de la cubierta.Todo era confuso, algunos grumetes vomitando por la borda y cuando no blasfemando. No voy a acobardarme, soy una luchadora nata.

Pese a  los golpes recibidos en mi delicado cuerpo y tener empapados hasta el último de los huesos no suelto el cabo y lo asío con más fuerza si cabe.Me pongo en pie, tengo que maniobrar rápidamente pues si no se arrian las velas rápido estas pueden rasgarse.

Entre el griterio acierto a distinguir los quejidos de Huraiva, es posible que mi compañera y amiga esté en apuros.

Las enormes velas gualdrapean a medio arriar, dando bandazos en la mar gruesa, con fuertes tirones que estremecían el palo y el casco negro del incursor. A popa, al lado de los dos timoneles que manejaban la caña de hierro forrado de cuero, el contramaestre parece salir del sopor contagioso en el que parecía envuelta toda la tripulación. Y es que ¡nunca es bueno confiarse!

-¡Condenación de Ossë! ¡Vosotros, todos a la batayola de estribor!-ruge el contramaestre.

La indolente tempestad convierte el Manawnûl en una orgía de voces y lamentos del estilo:

-¡hemos pefuuuuuuuuuuu un ancla, cppppffffuuuán...!

Entretanto, Huraiva sube por los obenques de la aleta de babor del incursor retando a los golpes de agua y entre ocasionales traspiés, hasta que, coincidiendo con esa gran ola fatídica que tan de improvisto pilló a todos, y de las que habrá más, uno de los flechastes cede y Huraiva vuelve a quedar colgando boca abajo, enganchada en cabuyería variada.

A pesar de los pesares, Cyryatan consigue llegar hasta la comitre y ponerla fuera del alcance de los galeotes. En el violento empellón de la ola, parece haberse echo daño en una pierna sin ser nada grave. También esta visiblemente aturdida, pero aún así el capitan coge su mandibula con la mano derecha y la hace mirarle directamente a los ojos.

-Escuchame Elenna ... nos hemos metido en una galerna ... tienes que exprimir a la chusma y sacarnos de aquí, como sea ...-

El Capitán no puede entretenerse más y se dirige a cubierta, pero antes de salir le pide al subcomitre que cuíde de ella. Nada más hacerlo, desaparece por las escaleras y sale de nuevo a la cubierta, viendo lo que la tormenta le estaba haciendo a su barco y el caos que allí reinaba.

-Aquí, capitán. He creado una esfera que me protege del viento y la lluvia, y permite oír mi voz; supongo que vuaced podrá caber también. Aunque tendrá que estar bien pegadito a mi, jijijjiiiiii- te sorprende oír a Kreontas en medio de semejante vendaval, pero pronto razonas que hay muchas cosas al alcance de los hechiceros que no lo están para el resto de los mortales. Se halla cerca del timón, en la popa del navío, asido fuertemente a los obenques del palo de mesana.

Y curiosamente, pese a su avanzada edad y su aspecto frágil-- y esa enfermedad que lo carcome por dentro y de la que nada te ha comentado, aunque no por ello se oculta a tus sentidos-- ni siquiera lo ves despeinado, frente al resto de la tripulación que anda como loca de aquí para allá sino por los suelos empapada o haciendo raros equilibrios por las jarcias.

El capitán mueve la cabeza de un lado a otro intentando abarcar la totalidad de la destrucción. En un lado ve a Kreontas, protegido por una especie de escudo que ha creado. En cuanto lo tiene en su campo de visión le grita ...

-¡¡MALDITA SEA!! ¡¡ES UNA GALERNA DE BELFALAS!! ¿¿NO PUEDES HACER NADA PARA PROTEGERNOS A TODOS O QUE SALGAMOS DE AQUI CUANTO ANTES??-

Sin entretenerse más Cyryatan se pone manos a la obra -¡¡HAY QUE RECOGER DE UNA VEZ ESTAS VELAS!! ¡¡TÚ, TÚ Y TÚ!! AQUI- rugió a tres marineros que se encontraban cerca. Al mirar hacía arriba para comprobar el estado del velamen, Cyryatan vió a Huraiva medio colgada de las jarcias y completamente aturdida. El corsario estaba obligado a quedarse en cubierta supervisando las acciones de los suyos así que encargó a la joven Elhediel, que también estaba ayudando en las labores de recogida que se encargara de ella.

-¡¡Elhediel!! Encargate de Huraiva, sacalá de ahí ¡¡vamos!- le ordenó a la vez que señalaba su localización exacta ...

Corriendo tanto como podía, el capitán llego por fin al castillo de popa y arrebató el timón a su piloto, poniendose a navegar por el embrabecido mar lo mejor que sabía.

Empiezo a mirar a todos lados desesperadamente intentado localizar de donde provienen  los gritos de mi amiga. Aún  resacosa y magullada de los golpes corro por la cubierta afanada en la búsqueda cuando me doy de bruces con mi Capitán:

-¡¡Elhediel!! Encargate de Huraiva, sacalá de ahí ¡¡vamos!!.

A la vez que me da las órdenes me señala con el dedo la jarcia de la aleta de babor.

Me quedo sin palabras pero mis ojos hablan solos, reflejan gravedad. Veo a mi amiga colgada de la jarcia, enredada con la cabuyería y boca abajo colgada de un pie, parece aturdida, como si no supiese exactamente donde se encuentra, sus movimientos son torpes.

Asiento con la cabeza y me apresuro en su auxilio, cosa que a pesar del panorama no me resulta difícil, grumetes y marineros, unos en sus puestos otros desorientados entorpecen mi paso.

Trepo por la jarcia con suma facilidad, aún con el viento en mi contra. Ni siquiera el peso de las ropas empapadas me dificulta las cosas. Estoy más pendiente de salvar a Huraiva que de mi misma.

Por fin le doy alcance:

-  ¡Tranquila amiga, ya estoy aquí! ¡Coge mi mano, deprisa!

Aún aturdida me da la mano. La sujeto con fuerza, la medio incorporo y la dejo bien agarrada a las cuerdas mientras me dispongo a desenrollar los cabos liados alrededor de sus pies.

Ardua tarea pero fructífera, al final todo ha salido mejor de lo esperado.

- ¿Estas bien para seguir?

Elenna cae entre los galeotes pero rápidamente le atiende el capitán- ¡Joder!- se queja tocándose el tobillo con los ojos fuertemente apretados, al caerse se había hecho daño, no era nada grave pero era molesto y por cosas peores había pasado.

Se incorpora con cierta dificultad, nota los ojos de sus subordinados clavados en su nuca. Se gira rápidamente- ¡¡pero que estáis mirando ratas inmundas!!- dice alzando la voz y enfurecida, odiaba que se le quedaran mirando y aun mas por esa situación. Había oído unas pequeñas risas a sus espaldas o eso le había parecido a ella, lo más seguro que hubiera sido el rugido de las olas.

Se acerca hacia su subcomitre le quita el látigo de las manos y los azota con más fuerza y entusiasmo- ¿¡¡ahora quien ríe!!?- dice entre una risa alocada.