Partida Rol por web

La boga se mantenía a bordo de una forma más o menos ordenada, sin cruce de remos, desfases en las diferentes acciones, ni complicaciones excesivas al intentar cumplir con el ritmo marcado por el espalder, pero quizás no lo suficientemente rápido...

Elenna miraba de vez en cuando hacia arriba, como si en vez de la tablazón tuviera un cielo lleno de estrellas, y suspiraba. Al menos, mientras hubiera viento no dependerían de esta panda de inútiles. Aunque esta vez sabía que los galeotes lo estaban dando todo; al menos los haradrim y los mornumedain; los gondorianos y los representantes de otros pueblos afines remoloneaban un poco más; por lo que habían oído, con un poco de suerte eran sus paisanos los que os perseguían...

Yazan se había dedicado a trabajar en la idea del señuelo codo con codo con lamb. Como el era nuevo en esto de ser marinero se daba cuenta de que le faltaban los terminos marineros para expresarse con la soltura que querría, asi que con algo de papel, hilo, cuerdas y algo de ropa, le presentó una pequeña maqueta a Lamb.

Ves, la idea sería convertir el esquife en algo parecido a esto

- ¿Qué piensas del artilugio, crees que esos perros caigan en la trampa? - Pregunto en un tono casi despreocupado el capitán Cyryatan a su viejo compañero de incursiones Azrûbel, mientras enriquecía absorto el ya agudo filo de su mortífero alfanje con una pequeña y ovalada piedra de agua. De tanto en tanto miraba con preocupación hacia el horizonte en busca de velas blancas que predijeran la ruina del Manawnûl, pero no veía paisajes más que el indómito y despiadado Belegaer.

- Jamás hubiera imaginado que los velas argénteas me tuvieran en tan alta estima. El afán que los impulsa en sencillamente conmovedor... - Prosiguío ahora sonriente el corsario, quién no perdía ocasión alguna de satirizar cualquier esfuerzo de sus despreciables rivales de Gondor. La piedra en su mano derecha había cesado en su meticuloso labor, señal de que la hoja ya estaba preparada para hendir lo que fuera ante los ojos y maestría de su violento amo.

Finalmente el númenóreano se reincorporó con calma, y esgrimiendo su renovada espada lanzó una veloz ráfaga de muy diestros aunque igual de pérdidos golpes que cortaron fugazmente el austero viento que soplaba desde el Noreste. Su último ataque dejò al alfaje recto justo a la altura de su hombro derecho, por el cuál el ofuscado capitán parecía mirar como si de un estropeado instrumento de medición se tratara.

- Por degracia para esos bastardos, esto será lo más cerca que esten alguna vez de conocer el verdadero rostro del hijo de puta que los ha estado atormentado desde el día en que cometieron el terrible error de dejar a un desgraciado como yo con vida. El odio siempre regresa a su ingrato amo...

-Me extraña que vaya a funcionar -escupe Azrûbel desabrido- esta noche nos espera Ithil con su máximo esplendor, llena y reluciente como el Espejo de Galadriel. Y si además llevan un archimago a bordo... -hace un pausa mientras observa a un grupo de juguetones delfines que parecen acompañar al Manawnûl-en cualquier caso, todo depende de los naipes que la diosa fortuna haya dejado sobre la mesa para esta ocasión...

Yazân estaba ayudando  a dar los últimos toques al señuelo, Habían hecho un buen trabajo dado el poco tiempo y equipo del que habían dispuesto.

Echo un vistazo al cielo sabedor de que Ithil podría joderles.- Saben los dioses que esta noche nos vendría bien que el cielo estuviera cubierto de nubes. Quizás Kreontas pueda hacer algo al respecto.-Pensó para si.-  En cargaros vosotros de darle los últimos toques. Voy a hablar con Kreontas.- Estaba sucio y todo sudado.

Yazân recorrió la cubierta y descendió hasta los aposentos de Kreontas y llamó a la puerta. Plom..Plom..Plom

Kreontas manda pasar al haradan y le insta a ponerse cómodo. Todo lo cómodo que uno se podía poner en las angosturas de estos bajeles. No era difícil adivinar que el astrólogo acababa de rezar las cinco veces preceptivas delante del fuego sagrado -ritual diario obligado para con tu raza-, pues el olor untoso del aceite quemado todavía impregnaba la exigua estancia. No pudiste evitar un rictus de sofoco al recordar cuán poco te acordabas tú de reverenciar al Único, salvo cuando tu gola estaba en juego, que ya te cuidabas de rezarle por todo lo que antes no te habías acordado de él. Ahora, el astrólogo permanecía recostado en su silla de madera de ciprés de reposabrazos tallados, los pies apoyados sobre un escabel de manufactura haradan.

-Tú me dirás-te dice por fin.

Ya debe saber el problema que tenemos, nos están persiguiendo y poco a oco nos están dando alcance, hemos preparado una sorpresa esta noche para nuestros perseguidores, pero para ello necesitamos que el cielo este oscuro. Necesito que hagas algo para que esta noche sea noche cerrada

¿Puedes ayudarnos con eso?

Yazân se dirigió hasta donde estaba Elhediel.

Acepta mis disculpas Elhediel, los preparativos de esta noche me han tenido absorvido, pero no me he olvidado de ti.- A  Yazân  se le veía cansado.

Prometo ayudarte en todo lo que este en mi mano.

-Sobrestimas mis capacidades, muchacho-ríe Kreontas, su risa de siempre, chasqueante, opaca-. No es fácil invocar tanta bruma como para ocultar a ithil. Al menos este pobre viejo no puede-las risas habían quedado en una afable sonrisa-. Sólo un viento favorable y la diosa fortuna puede ayudarnos en esta ocasión. Eso y la audacia de Cyryatan-un silencio, roto sólo por el eco de los restallidos de rebenque que provenían del sollado y por el agua golpeando el costillar del Manawnûl-... pero estate tranquilo, que tú has hecho y de seguro harás todo lo que esté en tu mano. Y yo también haré todo lo que pueda para que esos cerdos no nos cojan. Al menos vivos. No te preocupes.

Grácias.- Dijo con amabilidad. Su voz dejaba escapar un matiz cansado que Yazân intentaba disimular

Acto seguido se levantó para irse, aún tenía una cita con Elhediel, su comañera. Estoy seguro que mañana esos perros serán historia. - Dijo antes de marcharse

Al recordar las palabras de roncillo pensó que en todo este asunto había algo más de lo que parecía a simple vista. Algo le decía que si quería salir vivo de esta aventura sería mejor averiguar que estaba pasando.

Tomó nota mentalmente de hablar con Roncillo y esta vez ya se dirigió hacia la puerta.

Gracias otra vez, espero poder traerte buenas noticias dentro de poco.- Dijo esbozando una sonrisa

Salió del camarote y se dirigió a ver a Elhediel

Miré a Yazân y luego a Roncillo, daba lo mismo. A poca gente parecía interesarle lo del cofre, especialmente al capitán. Me gustaría deshacerme de los mapas y pergaminos, de ese modo la responsabilidad sería de otro pero eran de mi padre y necesito saber qué significan.

-Quizás este no es el momento de revisar los pergaminos, ambos tienen cosas que hacer y yo también. Roncillo dice que Elenna tiene que verlos también y yo no estoy por la labor de guardar secretos, así que si lo prefieres, podemos reunirnos todos juntos luego.

Estaba de malas, algo que creía mío, no lo era. Ya me había casi olvidado de que no era especial para nadie vivo y los muertos no se manifestaban o al menos yo no lo había visto.

Kastanguluka -el escribano del Manawnûl- era un gran amante de los kelvar, y sabíais que sentía especial cariño hacia los delfines; y hacia rato que venía observando una bandada que acompañaba al Manawnûl desde la punta de la proa, inclinado sobre el mascarón. Los delfines, saltando juntos, pasaban cerca del costado de babor hasta llegar a la estela, y, después de jugar un poco en ella, iban hacia delante otra vez. A veces, al pasar nadando junto al incursor, rozaban el costado e incluso el tajamar, pero la mayor parte del tiempo saltaban, y Kastanguluka podía ver sus caras risueñas fuera del agua. Era la misma bandada que había aparecido varias veces antes, y el corsario estaba convencido de que notaban su presencia y agitaba la mano en el aire cada vez que salían del agua porque tenía esperanzas de que le reconocieran e incluso simpatizaran con él.

El Manawnûl subía con las olas como si fuera un cisne, y a veces, cuando bajaba a senos más profundos entre olas más altas, el escribano podía ver los delfines nadar dentro de las enormes masas de agua transparente. Se había colocado y permanecido allí, recostado cómodamente, a veces reflexionando y otras simplemente mirando hacia el mar, azotado por ráfagas de viento, mientras el bauprés, que estaba justo arriba de su cabeza, crujía a causa del cabeceo del incursor y los tirones de la trinquetilla.

Cuando de repente, el vigía dio la temida voz que llena de escarcha los corazones. Había avistado varios puntos blancos, más exactamente, dos por la aleta de babor y uno por la de estribor. Y en media hora era ya visible la jarcia del palanrist y de dos jabeques; incluso otro punto más creyó ver el grumete en lontananza, en la estela del palanrist. Sin duda os daban alcance. El grumete, inexperto, o quizás entretenido por los delfines, había dado el avistamiento un poco tarde, y nadie más en el barco había alertado nada, ni siquiera Kreontas, que se hallaba en su camarote (recientemente había ido Yazân a visitarlo). O Roncillo, Elhediel y Yazân, que andaban enfrascados en sus cosas.

Elenna ya no estaba en cubierta, no hacía mucho en cualquier caso que había empezado la boga. En cualquier caso era una muy mala noticia, pues si os podían ver y con Ithil tan brillante en el cielo, esa noche no sería factible el truco del artilugio y quizás ningún  otro. Había que sacarles lo suficiente antes de que llegara la noche, o poco podríais hacer.