Partida Rol por web

En la soledad de la cabina del capitán Cyryatan se dispuso a reunir sus cosas preparándose para el peor de los escenarios. No sorprendía ver entonces sobre la mesa el típico yelmo que solía llevar en los combates, así como su firme escudo y otras piezas de menor relevancia a simple vista, como algo de papel para escribir y una pluma de dudosa procedencia y calidad

Pero todos aquellos objetos eran meras baratijas ante la presencia del endemoniado cofre. Cyryatan no apartaba la vista de él ni por un instante, aunque su mirada era más contemplativa que sombría en esta ocasión. Estaba evaluando alternativas, la situación era pésima pero aún podía empeorar un poco más. Al final no tardó en deducir que la única posibilidad de escapatoria para todos en el barco incluiría entregar ese condenado recipiente de poderes corruptos.

Pero antes tenía que convocar a Kreontas y pedirle un último favor al viejo y adepto astrólogo. Las vidas de todos reposaban ahora en las marchitas palmas de las manos del erudito de Suk Akhôr.

Ya habían pasado un par de horas desde que Cyryatan se encerrara en su camarote, cuando de repente la recia puerta volvió a abrirse y el capitán emergió a cubierta con un plan improvisado para salvar a un par de camaradas dignos y fastidiar quizás por última vez las ambiciones de aquellos condenados cazadores del mar de Gondor.

Kreontas se personó en tu camarote para ver lo que tenías que decirle.

- Kreontas, mi viejo compañero, nuestra fortuna se desangra sin esperanzas atada a ese corrupto cofre que en mala hora el destino puso en mis manos. Y ha de arrastrarnos a todos a la muerte si no hacemos algo con presteza. Por eso te he convocado ante mí para que realices un último prodigio en favor del Manawnûl. - Dijo con firmeza el capitán a modo de introducción, preparando un poco al anciano para comunicarle sus desesperadas ideas finales.

- Tengo decidido entregar el cofre a nuestros enemigos. Pero antes necesito que uses tus artes místicas para abrirlo y extraer de su interior lo que sea que encuentre atesorado dentro y vuelvas a sellarlo de ser posible. Del resto de la farsa me encargaré personalmente.

-Mucho me temo, señor, que eso no es posible. Y además, muy imprudente -te dice apesadumbrando-. Debe hacerse cargo de que este objeto es muy poderoso, sea lo que sea lo que contenga. Si se fija, el cofre no tiene cerradura. Sólo un sello mágico. Y una runa. Una runa defensiva de gran poder y que ahora se encuentra desactivada. Y mucho me temo que si tratáramos de abrirlo por la fuerza se activaría con consecuencias impredecibles.

Observas el cofre mientras Kreontas habla. Su decoración atiende a indicios matemáticos y pictóricos de extraña manufactura. Todos los motivos aluden a remotos abismos oceánicos, y la naturaleza monótonamente acuática de los relieves resultaba casi siniestra. Entre dichos relieves hay fabulosos monstruos y numerosos motivos a base de conchas y moluscos. Y efectivamente, lo que más llamaba la atención del cofre era sin duda el sello, que asemejaba una grotesca interpretación del rostro de Ossë -entre volutas que no son si no tentáculos-, con una amenazante boca abierta que lucía innumerables hileras de afilados colmillos.

»Ya intenté descifrar estos símbolos criptográficos -Kreontas seguía con las yemas de los dedos los símbolos gravados en el cofre-, como ya sabrá, mas es imposible sin ciertos tomos arcanos en los que profundizar. Precisaría de mi estudio, e incluso de la Biblioteca de Umbar -después hace una deliberada pausa-. Ya ve lo que me pasó la última vez que intenté acceder a su interior. Y eso que lo hice por la puerta de atrás*. Incluso la puerta de atrás estaba bloqueada. Y bien bloqueada... -musita para sí el astrólogo, como perdiéndose en recuerdos que atenazara la bruma.

»Y si ya abrirlo es una auténtica locura, sellarlo de nuevo sólo estaría en manos de un poderoso alquimista, me temo. Y yo no soy ni lo uno ni lo otro. Además, ¿de verdad ha pensado en traicionar a los poderosos señores que le encomendaron la misión?¿es eso prudente? Es más, ¿se va a fiar de esos gondorianos?... ¡Antes me fiaría de los orcos!

Miré a Elenna, digamos que prácticamente el deseo de Roncillo se había hecho realidad, mejor así. Luego de escuchar su broma, que no me hizo gracia alguna y suponía que a Yazân tampoco se la haría -¿por qué siempre se tenían que pensar que me pasaba por las armas a todos los hombres que se me acercaban?- pero no dije nada, lo mejor era mantenernos alertas.

-Elena, quiero que veas algo...

Le hice una seña para que se acercara y pudiera ver los pergaminos.

- Hemos hecho todo lo posible, los altos mandos pueden irse al fondo del mar con ese maldito cofre. El enemigo va a matarnos de todas formas. Si entregamos nuestra carga al menos tendremos una leve posibilidad de salir con vida. No se me ocurre un final menos amargo. Tenemos que aferrarnos a esa esperanza o enfrentar a un enemigo ampliamente superior en cantidad y calidad. Todas las variantes suenan a locura, debemos aceptarlo... - Explicó con cierto desgano el complicado corsario, quién tenía la sensación de poder percibir ya el implacable avance de la flota gondoriana como si fuera un despiadado e irrevocable edicto de muerte. A su entender había llegado el momento de cortar un dedo para evitar perder el brazo, resignar el cofre para no perder todo lo que restaba en pie sobre cubierta.

-¿Qué has dicho?-te insta Kreontas, nervioso. ¿Dicho? Tan sólo has murmurado palabras inconexas, mas se lo repites, esta vez alto y claro, y con un poco de retintín. ¡Gracias, capitán!-te dice con una amplia sonrisa, y por un momento su apergaminado rostro se ilumina-era lo que me faltaba. ¡Claro!¡Los símbolos lo corroboran! Una de las protecciones -continúa, recorriendo de nuevo los símbolos del cofre con las yemas de los dedos- es invocando a los elementos. Quizás yo mismo pueda activar esta runa y así utilizar a los elementos contra el enemigo.

»Pero nada de esto a la tripulación. Puede que sea una salida, pero tan peligroso como la flota gondoriana. No sabemos cómo reaccionarán los elementos y el poder que alberga esta runa. Mas me temo que mucho. Mira, tiene cinco niveles de poder-te indica, como si tú supieras de qué carajo habla.

»Estudiaré la runa y esos símbolos. Tú sigue a lo tuyo, que no se te note el nerviosismo.

No esperaba Elenna ver también allí a Roncillo, y ocupados todos en lo que suponía eran los famosos pergaminos del cofre de Elhediel. Era más gente de la que quería ella que oyese lo que pretendía hablar con Yâzan, pero nunca en un barco se podía disponer de mucha intimidad.

Cuando Elhediel le enseñó los pergaminos, la respuesta se produjo en un tono seco e impaciente que por una vez se debía más a la situación en la que estaban que a la irritación que siempre sentía cada vez que tenía que tratar con la pelirroja.

-Algún tipo de clave, supongo. Aunque letras no parecen, sólo hay 10 signos distintos, puede que sean número. Y el mapa lleva el nombre de las islas de los brujos, aunque no son esas las que aparecen en el pergamino, desde luego.-aquellos papeles no tenían mucho sentido, pero cosas en aquella misión parecían tenerlo- ¿Qué se yo? De eso sabrá Kreontas, que es a los magos a los que les gustan estos misterios y ocultamientos.Yazân, necesito hablar contigo.-dijo, haciéndole un gesto con la cabeza al teniente para alejarse un poco hacia uno de los rincones de pañol

Creo que se trata de unas coordenadas de posición, ya sabeis una longitud y una latitud, deberíamos ver la forma de traducir esos símbolos en algo legible.- Yazân miraba interesdo los documentos que Elhediel les había mostrado.

Disculpadme un momento. -les dijo a Roncillo y a Elhediel.- He de hablar con Elenna un segundo. - Tras decir esto se apartó con ella hacia un rincón para tener algo de intimidad.

Yazân se dirigió  aun rincón del pañol, donde ya le estaba esperando Elenna.

Dime.¿Que puedo hacer por ti?

Dejo que su corazón se acompasara con el baiben del barco. Había comprobado que ese ritmo monotono le tranquilizaba, solo esperaba que ese baiben no le acompañara en tierra. No le gustaba la forma tan característica que los marinos avezados tenían de caminar, como si llevaran siempre el mar bajo sus pies.

Roncillo estaba cada vez de peor humor. El asunto era demasiado importante como para andar con frivolidades. Concernía al padre de Elenna y a ella también. Y se estaba tratando el paradero de un gran tesoro. ¡Parecía que ahora a nadie le importaba un diente de ajo el oro! Y eso que llevaban siglos sin conseguir un botín. Roncillo se estaba poniendo rojo de la rabia, ya que tanto Elenna como Yazân tenían más rango que él en el Manawnûl y no podía traerlos al orden. Así que lo que hizo fue escupir como solía, sonando el larbazo como un disparo de ballesta. Tras lo cuál, se golpeó en la cocorota contra uno de los baos del pañol, y entonces sí, empezó a maldecir por lo bajo, apellidando a todo el panteón de Señores de Arda -sin olvidarse de ningún maiar-, se acordó hasta de algunos de los que desconocíais su existencia hasta ahora.

Elenna se inclinó junto al oído de Yazân, cuchicheando con aspecto preocupado.

-Los ánimos se están calentando entre los marineros, y más que lo harán en cuanto les empiece a faltar el agua y la comida. Será mejor que nos preparamos, porque a algunos de ellos podrían ocurrírseles malas ideas. Hay que asegurarse de que no puedan armarse si organizan un motín, y deberías pensar en que tus hombres de confianza tengan sus armas a punto y estén sobre aviso, si alguno intenta pillarnos por sorpresa o aprovechar mientras dormimos.

Aguardé pacientemente a que esos dos hablaran, aunque alcanzaba a escucharse algo, la verdad es que tampoco le puse demasiada atención, eso sí, a Roncillo lo vi a punto de asesinar a alguien y sonreí.

-Bien, cuando esos dos terminen su asunto, voy a explicarle a Elena por qué la hice venir y luego, bueno, supongo que luego cada quien se irá a hacer sus cosas, especialmente si tememos un botín... 

Miré a Roncillo con una media sonrisa, seguía siendo incómodo estar allí y mirando a Yazân y Elena hablar.

-Si hay que buscar algo, bueno, ya lo buscaré con quien quiera sumarse, sólo una cosa me queda por descubrir, marinero de... Ah, una cosa, sí: ¿Cómo sabes tú que esto le atañe a Elena y a la difunta?

El barco se movía al compás del mar y mi cabellera roja desordenada, se enredaba aún más con el viento pero había cosas que quería saber.

Tú no fuiste la única superviviente del Kazuzu, mocosa. Barach también lo fue -te mira para ver tu reacción- ¿Te acuerdas de él? Murió en el asalto a aquella saetía gondoriana. Quién iba a pensar que llevaría tantos guardias... -hace una afectada pausa. O tal finge-. En realidad, nada me hubiera dicho si no hubiera sido tan amigo del trago. El secreto era inconfesable y Perroloco muy peligroso. Mas el grog le soltaba la lengua... -Roncillo echa un ojo a Yazân y a Elenna, que cuchichean en un rincón, como cercionándose que pueden escuchar, y después continúa- Siempre pensé que eran fantasías suyas, pero en cuanto supe lo de tu cofre, até ciertos cabos... recuerdo que una vez me lo comentó, que tu padre tenía intención de darte algo importante respecto del asunto.

Me vi sorprendida de que más personas tuvieran datos de mi padre, de mí, del barco, del naufragio y de nunca saber que había habido más sobrevivientes a aquel fatídico día.

-Ya veo pero Elena... Supongo que te habrá contado él también.

Respiré profundo, nunca en toda mi vida me había mareado en el mar pero aquel parecía ser el primer día.

-Bien, entonces nos hará falta una pieza clave de este misterio y ella está muerta... Cada vez las cosas se complican más. Roncillo, ¿hay algo más que sepas? Digo, lamento no haberte creído antes pero ya ves que tengo que ser cuidadosa con esto y no porque no quisiera compartirlo, sino porque a saber qué me querrán hacer para enterarse de lo que me dio mi padre...

Le hice una seña para que se acercase un poco más.

-¿Serás bueno? 

Cierto que no había sido muy amable con el marinero pero bueno, nunca era tarde para empezar. No me agradaba nada no ser dueña absoluta de aquello que mi padre me había dejado pero al parecer no tenía muchas más opciones.