Partida Rol por web

Elenna que, estaba hablando con Yâzan, volvió la cabeza como un rayo al escuchar el nombre que había pronunciado Roncillo, y dejando al teniente para que rumiase sus palabras, fue a ver que era lo que se traían los corsarios entre manos.

-¿Qué es esa charla de Perroloco que te traes, Roncillo? Vamos a ver el secreto ese del que hablas, me interesa a mi también.-dijo, en un tono que no admitía la opción de que no le diesen lo que estaba pidiendo.

Roncillo torció el gesto con la mueca que solía hacerle las veces de sonrisa, orgulloso de estar captando tu atención. Elenna, esperaba impaciente, la mano apoyada con displicencia en la cadera. Él esperó para ver cómo esperabas. Y tú esperabas para ver cuánto era capaz de esperar con los bríos intactos. Mas Roncillo era hombre de arrestos y no se disminuía con facilidad; quería contarte la historia, pero no iba a permitir tu actitud insolente teniendo él la daga por el mango.

-Perroloco-musitó por fin-, fino hideputa, a fe mía.

Miré a Elena, al menos una cosa debía reconocerle: tenía agallas y le gustaban las cosas claras, como a mí, aunque fuera una bruja.

-Si, pero además de eso... ¿Qué más hay? Te pedí que fueras bueno, ¿o te lo sacamos con tirabuzón todo?

Sonreí con altanería, era una broma y esperaba no sacarlo de sus casillas.

-Aquí Roncillo dice que este cofre que me dejó mi padre, con cartas y estos pergaminos, tiene que ver contigo, conmigo y con la muerta... ¿Qué tal, Elena?

Miré a la comitré borrando mi sonrisa del rostro a ver qué tenía para decir.

Elenna suspiró ante la contestación de Roncillo y Elhediel. Poco le gustaban a ella los juegos.

-Poca culpa tiene mi abuela, Roncillo, que si es un malnacido, no fue por obra de quien le parió. Y echa ya a pasear la lengua, hombre, que si buscas que te lo saque con carantoñas, bien sabes que yo las caricias sólo las hago en la cama o con el látigo. Y mis sábanas no vas a probarlas tan fácil.

Roncillo se pone nervioso sólo de pensar en lo que le esperaría bajo tus sábanas. Y sabes que sería capaz de aguantar sin rechistar cualquier castigo que tu látigo pudiera infringirle si cicatrizadas las heridas pudiera yacer contigo sobre perfumado lecho.

Volviendo a la realidad, os dice que os acerquéis todos alrededor de la mesucha, no quiere que por nada del mundo esto salga de estas paredes -Roncillo, por oficio y por carácter no se fiaba ni de la propia sombra que acababa de proyectar sobre la mesa-; y así, todos juntos y apretados bajo la macilenta luz del farol escucháis su historia.
 

-Como sabréis, el padre de Huraiva -al pronunciar el nombre de la infortunada muchacha, Roncillo golpea la primera madera que pilla con los dedos índice y meñique de su gesto apotropaico- era capitán de un bajel llamado Kazuzu, y su contramaestre -y hombre de confianza- era Ka'Shuba Baddum, el padre de nuestra cómitre -el marinero miró entonces a Elenna, hasta que esta confirmó la información con un levísimo cabeceo, sin perder el gesto de malas pulgas-, y curiosamente, también el padre de Elhediel pertenecía a la tripulación de Kazuzu. Él era el piloto de tan malhadada embarcación*.

»Después apareció Perroloco, no se sabe de dónde ni por qué -bueno, al menos Barach no lo sabía-, y fue matándolos uno por uno. De los detalles no me dijo nada, mas supongo que al principio al menos, no sabrían que se trataba de Perroloco, que es el tío de nuestra cómitre, ¿eh, morena?

-El último en matar fue Ka'Shuba, el más escurridizo de todos, y capitán del Kazuzu tras el asesinato del padre de Huraiva, y padre de Elenna, y su propio hermano -Roncillo trataba de adornar el discurso para mantener vuestra atención-. Fue un aciago día en el que por fin, El Rosa de los Vientos dio caza al escurridizo Kazuzu. Lo abordó y prendió fuego, con todos sus ocupantes dentro.

»Afortunadamente, este que viste y calza -dice señalándose reiteradas veces con el pulgar-, estaba en la cofa del Manawnûl ese día y vio la columna de humo en la lejanía. Fuimos hacía allí y rescatamos a los supervivientes, que fueron pocos. El abordaje había sido salvaje y el fuego desolador. Sólo sobrevivieron el afortunado Barach y la astuta Elhediel. También subimos a bordo a otro par de marineros, mas tenían gran parte de su cuerpo quemado y murieron por las infecciones en pocos días, sin que Kreontas pudiera hacer nada por ellos.

»Aún hay muchas incógnitas, como el por qué escondieron de repente el magnífico tesoro de todas sus andanzas. Y lo llevaron todo con tanto secretismo -Roncillo se estaba quedando sin saliva y aliento-.  Y cuando me había ganado ya casi la confianza de Barach, mataron al pobre diablo...

Despues de todos estos años, empezaba a tener respuestas sobre el por qué de la muerte de su familia. No es que eso cambiase mucho la cosa, con motivo o sin él, todos los días rogaba que Eru le conservase la vida a su tio. Porque la deuda que le tenía que pagar, se la iba a cobrar ella en persona cuando lo encontrase, y pobre del que se atreviese a meterse en medio-

-¿Qué pasó con las cosas del tal Barach? Normalmente se subastan o se sortean entre sus compañeros, y conociéndote, habrías de intentar echarles un ojo ¿No tenía ningún papel ni anotación?¿Ningún mapa?

Respiré profundo, demasiadas cosas para asimilar pero también un par de pistas y quizás si Roncillo contestaba a la pregunta de Elena, tendrían algo más. El tema era, ¿por dónde empezar a buscar? Ya lo sabrían, de momento quedaba enterarse de qué significaba todo aquello, pues no sabían ni qué era el tesoro. 

Todo eso era muy revelador, pero incluso con toda esa información la pregunta seguía sin poder ser revelada ¿que significaban los mensajes en los pergaminos?

Una cosa estaba clara, cuanta más información tuvieran más facil sería descifrarlos. Yazân esperaba que la respuesta de Roncillo revelara algo nuevo y revelador y que les ayudase.

Roncillo adoptó un gesto grave, que se acusó más aún bajo la macilenta luz del farol, que arrojaba sombras de caprichosas formas endemoniadas por las paredes a causa de las guiñadas del Manawnûl. Todos esperaban respuestas que desgraciadamente Roncillo no tenía.

Barach no dejó nada, o al menos nada le dijo. Por otra parte era lógico, ya que le pillaría en medio de un zafarrancho de combate. Y desde luego no debieron ser rival para El Rosa de los Vientos. Las pocas cosas que guardaba fueron arrojadas al mar como es costumbre entre los corsarios.

-La verdad es que no me gustaría tener que enfrentarme a Perroloco, ese caimán es un áspid peligroso-musitó por fin.

»Y no sé si sería cierto o no, pero Barach me contó que el padre de Huraiva vendió cara la vida. Y dejó un regalo a PerroLoco, causándole fea herida en el estómago. El hideputa, con cuatro pulgadas de acero entre las tripas, juró que volvería a por el resto, mientras echaba sangre por la boca como un verraco. Salpicó el Kazuzu con la sangre derramada y los maldijo -Roncillo miraba de un lado a otro con los ojos muy abiertos, como tratando de meteros el temor en el cuerpo-. La tripulación del Kazuzu quizás se confió pensando que no podría sobrevivir a esa herida y que lo tenía mal para volver a por ellos -hace un pausa esperando reacciones, mas no da tiempo a que toméis de nuevo el verbo-... cierto es que Barach, muchas veces escupía historias inconexas, entre el miedo que tenía a Perro Loco y el abuso del grog... y difícil era saber dónde empezaba la realidad y acababan sus delirios...

»Lo que si puedo asegurar fue su cara de satisfacción, casi de alivio, cuando murió en la cubierta de esa saetía gondoriana. ¡Eso lo vi con mis propios ojos! No le dio tiempo ni a pedir confesión. Dos espadazos y cuando tocó el suelo ya estaba muerto.

Las persecuciones cansaban más de lo que parecía. Que se lo dijeran si no al hombre sobre el caía toda la responsabilidad. De la misión y de sus hombres. Cyryatan estaba realmente agotado. Quizás por eso se había encerrado en su camarote, para que la tripulación no lo viera cansado y entristecido por el devenir de los hechos. Se temía lo peor y no era bueno que los marineros captaran ese halo pesimista en su capitán. Así que, sintiendo que el Manawnûl navegaba como guiado por Ossë -el haber soltado tanto lastre había dado alas al incursor- hizo un par de visitas al grog y se recostó sobre la mesa de su camarote. Y el sueño, aprovechando que los galeotes habían parado un rato de remar -Elenna les hacía remar a intervalos de veinte minutos-, lo arrastró a los mundos de Irmo...

Habías llegado en esquife a una playa de aguas anaranjadas, acompañado de dos sombras que iban contigo pero que no sabías quiénes eran. Sólo que eran de confianza y que te preocupabas por ellas. Así que cogiste el cofre y empezaste a subir por la montaña que tenías delante.Trepabas por un escarpado risco, volcánico -pues apenas había vegetación-, y la escalada se te antojaba interminable, ya que el pico era enorme.

A medio camino, y a pesar de pisar sobre dura roca, los pies empiezan a hundírsete, y apenas puedes avanzar. Como si la roca se convirtiera en barro bajo sus pies. Y cuando tratas de sacar los pies del barro con ayuda de sus manos, ese barro es rojo. Rojo sangre. Este sueño, más o menos cambiado ya se te había repetido más de una y más de dos veces. Y nunca podías llegar hasta la oquedad de una cueva a la que parecías dirigirte.

Después te veías a ti mismo desde lejos -una vista general de tí mismo trepando por esa montaña-, y según se iba alejando la vista, comprobabas que no era una montaña, si no una ominosa calavera. Y que la caverna a la que te dirigías no era otra cosa que una de las cuencas de esa ciclópea calavera... un sueño, que por demasiado real, te tenía tomado los pulsos.

Y así te despiertas, bien por la pesadilla o bien por instinto, e inmediatamente subes a cubierta, para despejarte. El cielo seguía despejado y ya se veía a Ithil reluciente, copando el protagonismo del firmamento.

Demasiadas cosas para asimilar pero era momento de ponerse manos a la obra.

-Bueno, veo que tenemos más que historias en común...

Miré a Elena y asentí.

-Será mejor que dejemos de llevarnos cómo perros y gatos si queremos resolver esto.

Me volví a Roncillo y puse una mano en su ancho hombro.

-Gracias por tomarte la molestia de decirnos todo esto... Ya veremos si conseguimos algo o no y por supuesto, estás invitado.

Eché una mirada a Yazân por si tenía algo más que decir.

Si la realidad era cruda para el capitán corsario y sus ambiciones, mejor cara no tenían sus ilusiones a la hora de intentar descansar un poco su turbada mente. Al menos las palabras de viejo Kreontas le reconfortaban un poco, o eso creía mientras recorría en silencio la cubierta del navío con su mirada fija en el horizonte. La cacería se acercaba lentamente a su fin, y el destino de todos reposaba ahora en los saberes de un decrépito astrólogo y en las facultades ocultas de una condenada e inexpugnable caja de madera.

-  Todo esto es en verdad una horrenda pesadilla. Con gusto volvería al Monte de la Calavera ahora mismo... - Pensaba con descaro Cyryatan entre las penumbras mitigadas por el poder de la plateada Ithil. En su rostro se dibujaba una rígida media sonrisa, que combinada con su desaliñado aspecto general y un semblante de fiera enjaulada, daban a su persona un aspecto bastante aterrador y que bordaba por momentos con una lúgubre demencia.

-¡Vive Melkor que me acomoda!-Roncillo agradece tu gesto, y crees que el atravesado rictus que siempre cruza su boca, es por primera vez una sonrisa. Después mira al resto, que pareciera que les hubiese comido la lengua el gato...

Elenna miró a Elhediel con mirada torva, pero asintió. Si soportar a Elhediel y morderse la lengua era lo que tenía que hacer para conocer los planes de Perroloco, pagaría gustosa el precio. O, al menos, lo pagaría.

-Qué remedio, trabajaremos juntos y esperemos que el premio sea del valor que parece. Pero te lo advierto, pelirroja, si gracias a esto nuestros caminos se cruzan con los de ese cabrón, Perroloco es mío. -Se acercó a ella los pergaminos para volver a mirarlos-10, no, 11 símbolos. Puede que sean números y una señal de otra cosa, o puede que sean letras. No mucho se podría decir con tan pocas, aunque tampoco es tan largo el mensaje. Pero... no me parecen a mí frases. ¿Has probado a mirar el mapa al trasluz, o buscar marcas escondidas mediante magia o acercándolo a una llama? No recuerdo qe Huraiva hablara nunca de que guardara algo de su padre, pero tú eras más cercana a ella que yo. Y quizás Kreontas pudiera decir algo sobre ellos.