Partida Rol por web

-Los palos no tenían suficiente sujección, por estar flojas las obencaduras-musita Azrûbel con una driza suelta en la mano-; lo raro es que no hayamos desarbolado antes. Habrá que realizar un aparejo de fortuna con lo que quede del palo de mesana y con lo que podamos juntar.

Liderados por Lamp y Azrûbel convertís en bandolas lo que ha quedado del palo de mesana, que todavía andaba por el combés, atravesado desde la popa hasta las escalas de babor. No había corrido tanta suerte el mayor, que lastraba demasiado el barco y tubo que ser cortado de cabos para que se fuera con las embravecidas aguas.

El resto, fue navegar en bandola, con todas las penurias que ello significaba.

Cyryatan se retiró a descansar luego de asegurarse de que la navegación marchaba lo mejor que podía esperarse. Aquellos inexpertos marineros habían logrado un desempeño loable, en su mayor parte gracias al liderazgo de su capitán y el resto de los oficiales del navío corsario. La promesa de tierra firme parecía haberles elevado el espíritu, y aquello tranquilizaba bastante a Cyryatan. Sólo les quedaba rezar por viento favorable y la certeza en  las palabras del sabio Kreontas. Aquella noche podría descansar un poco al menos. Lo peor parecía haber quedado atrás.

Habían perdido un palo, varios hombres y buena parte de las provisiones y la aguada. Y aún así, puede que fueran afortunados, si se hubiesen enfrentado a los gondorianos directamente no tendrían barco, y estarían pudriéndose en una celda esperando a ser colgados. Había que dar gracias a quien fuera que los hubiese protegido, ya fuera de arriba o de abajo.

Aunque ahora que los asuntos del barco no necesitaban de toda su atención, bien podía ser hora de dedicarle tiempo a un par de asuntos, más personales, que tenía pendientes. Buscó una frasca de vino y con ella ya en la mano, fue hasta el camarote del capitán, y llamó a la puerta.

Cyryatan dormía en su rústico lecho, o intentaba hacerlo, cuando en su sosiego fue perturbado por alguién que llamaba a su puerta. Pensó en ignorar los golpes al principio, fastidiado por la falta de paz que se perpetúaba cruelmente, pero luego decidió levantarse con pesadez para enterarse de las posibles nuevas urgencias que pudieran requerir de su inmediata atención y presencia en cubierta.

- Más vale que sea... - Comenzó diciendo con enfado a la par que abría la robusta puerta de madera, sin llegar a terminar la frase al verse sorprendido por la presencia de la cómitre, a quién hacía poco tiempo había expulsado de mala manera luego de tener que soportar un espectáculo de drama en la puerta de su propio refugio personal.

- ¿Qué sucede, Elenna? - Pregunto en primer lugar, suponiendo que la adepta del látigo estaría allí para comunicarle alguna reciente desgracia del periplo en alta mar. Pero al instante notó que la recia mujer llevaba un recipiente con algo de bebida, así que se limitó a cederle paso y cerrar la puerta tras de ella una vez estuvo adentro.

- No creí que volverías aquí, pero la tempestad parece reunirnos al final...

Elenna pensó en decir algo cortante, recordando su último encuentro en aquel camarote, pero acabó por sonreir.

-Con el barco tal y como está, y con el racionamiento del agua y la comida, es mejor conservar las energías. ¿Quieres que la tripulación piense que el capitán no está en condiciones por mi culpa?-Puso la botella en la mesa, y cogió dos vasos de donde sabía que Cyryatan los guardaba, limpiándolos un poco con un pañuelo.-No he venido aquí para eso, así que no tengas prisa en quitarte la ropa.-Se sentó en un taburete y sirvió el vino, primero el de Cyaratan y luego el suyo. Cogió su vaso, dándole vueltas en la mano, sin mucha prisa por beberlo-Quería hablar contigo de algo personal. ¿Sabías de la relación de Perro Loco con los papeles del padre de Elhediel?

- Un poco de vino me vendrá bien para entibiar el dolor...

El capitán había escuchado a medias los primeros comentarios de la marinera, que hacían referencia a algo que no recordaba haber sugerido. Cyryatan se limitó a sentarse en una silla para beber sin demasiada delicadeza el vino, golpeando con fuerza el vaso contra la mesa de madera al terminar de vaciarlo por completo de un sólo sorbo.

- Sinceramente, no... Pero supongo que podrás esclarecer el asunto para mí... - Contestó finalmente mientras se echaba atrás en su silla, apuntando a la razón que había llevado a Elenna a su camarote.

Elenna tardó unos momentos en contestar, poniendo en orden sus pensamientos. Finalmente, apuró su copa y volvió a llenarse el vaso, vaciándolo de nuevo. Se llevó la mano al pecho, un poco por debajo del esternón, donde una cicatriz afeaba su piel.

-La primera vez que me viste desnuda, ¿lo recuerdas? Me preguntaste por mi cicatriz. Quizás no lo recuerdes, los dos estábamos bastante borrachos ese día y la historia no es tan interesante, pero te dije que era un recuerdo de familia. El barco de mi padre había sido hundido y en mi casa estábamos de duelo. Nuestro tío, el padre de mi hermano, llegó para acompañar a mi familia y mi madre lo alojó en nuestra casa. La misma noche en que llegó...-Elenna volvió a servirse otro vaso, que no permaneció lleno mucho tiempo.-La misma noche en que llegó hizo que su hombres entraran en la casa. Mataron a los criados y cogieron a mi madre y a mis hermanos y los arrastraron al patio. Mientras sus hombres registraban toda la casa, Perro Loco intentó que mi madre le diese...lo que era, no lo se muy bien. Yo era una cría asustada, no recuerdo todo lo que hablaron. Quería algo que creía que mi padre había dejado. Mataron a mis hermanos uno por uno delante de ella. A mi me dejaron por muerta. No llegué nunca a saber lo que mi madre les dijo, si sabía algo o no, pero a ella también le cortaron el cuello. Meses después supe que el que había hundido el barco de mi padre también había sido Perro Loco.-El cuarto vaso fue llenado hasta casi rebosar, aunque permaneció en la mesa por el momento-Pero parece que del barco de mi padre hubo algunos supervivientes que se le escaparon a mi tío. Cosas de la vida, parece el padre de Huraiva era el capitán del Kazuzu antes de que lo mataran, y luego su contramaestre, mi padre, asumió el cargo, con el padre de Elhediel como piloto. Y los papeles de la pelirroja podrían tener el secreto de lo que Perro Loco busca tan desesperadamente. Supuestamente, los tesoros capturados por los tripulantes del Kazuzu podrían esconderse en esos papeles.

El lúgubre corsario escuchó con cierto interés el cruento relato de su recia subordinada, sin poder evocar claramente el episodio en el que había visto por primera vez la cicatriz mencionada en el cuerpo desnudo de la cómitre. Ese detalle lo distrajo un poco de tema, pero finalmente logró reubicarse en el foco de la charla y entender hacia donde apuntaba la marinera de férreas manos y provocadora figura. Aquellos condenados papeles...

- Interesante... - Comentó secamente, quizás demasiado cansado para demostrar entusiasmo. - El problema es que esos pliegos contienen sólamente un puñado de signos que no tienen ningún sentido para mí. Puede que Kreontas sepa algo más de ellos, le pediré consejo cuando logremos estabilizarnos un poco más.

El oro era siempre bien recibido por un corsario ambicioso como él, pero hasta eso parecía demasiado distante en su gris presente. La mera supervivencia y entregar el cofre de la miseria, esas eran metas más realistas y no menos complicadas que discifrar los garabatos de aquél papiro que estaba en manos de la corsaría cabellos de rubí.

- Agradezco tu testimonio, Elenna. Pero deja ya el vino, deberías descansar un poco.

-No he venido sólo para que sepas lo que pasa,-dijo Elenna, aún sin levantarse de la silla-He venido porque necesito pedirte un favor. Por todo el tiempo que llevamos juntos. Sabes que siempre he estado a tu lado, por más que las cosas se torcieran, has podido contar conmigo. Ahora te pido que me ayudes. Necesito acabar con ese cabrón. Con Perro Loco.

Cyryatan ya se había puesto de pie cuando Elenna reveló por fin el verdadero motivo de aquella visita. De inmediato avanzó con cierto aire solemne y fatigado hasta el lugar donde se hallaba la corsaria y se inclinó sobre ella para hablarle en un tono sosegado pero muy decidido y aparentemente igual de sincero también.

- Te prometo que tendrás tu venganza, Elenna, tu barco y las riquezas que él pueda darte. Y por supuesto, la libertad de partir con él hacia donde quisiéras. Has sabido ganarte ese honor...

Posó su mano derecha sobre el hombro de la cómitre y la observó directamente a los ojos por unos fugaces segundos, como si escudriñara algo en su interior. Luego acarició su frondosa caballera azabache de la manera más sutil y tierna que pudo, pero finalmente se apartó de súbito, como si despertara de un sueño ligero.

- Ahora dencansa. No hemos ganado ni perdido aún, pero de todas formas debemos seguir batallando hasta llegar al final de nuestro periplo. Sólo entonces recuérdame mi promesa, y allí estaré...

El capitán se dirigió así hacia la puerta y la abrió a la espera de que Elenna se retirara a dormir un poco. El vino parecía haber entibiado bastante su dolor, y sus ánimos parecían acompañar también esa leve mejoría.

Elennase levantó de la silla y salió del camarote. Al atravesar la puerta, se detuvo durante un segundo y su mano rozó un momento la del capitán.

-Gracias.-Se le oyó decir antes de marcharse. No era una expresión que usara a menudo.