Partida Rol por web

Liberado ya del bullicio y las estupideces de sus simpàticos marineros, Cyryatan se perfiló en dirección al cofre, que había permanecido oculto desde que le subieran a bordo luego de la exitosa misiòn en Pelargir.

Fue asì que finalmente estuvo delante del objeto envuelto, e inclinándose sobre él comenzó a destaparle con cierta ansiedad y brìo  por conocer de una vez por todas la estampa de aquél recipiente mìstico que bajo ninguna circunstancia se suponía que debiera abrir por su bien y el del resto de la tripulaciòn...

El cofre está envuelto en un saco y bien atado. Al quitar el envoltorio compruebas que tiene una sólida cerradura, y a parte, está aherrojado con cadenas de acero rematadas en un sello mágico. La simbología del sello y del cofre son extrañas, no parecen pertenecer a los Pueblos Libres*. Además, el cofre parece muy resistente. 

Te quedas literalmente boquiabierto ante el extraño y misterioso esplendor de aquella opulenta fantasía extranjera. Un misterioso lustre hacía pensar en alguna aleación con algún bello material difícilmente identificable; podrías pasarte horas examinando los desconcertantes y nada tradicionales adornos del cofre -la mayoría claramente marinos-, cincelados o moldeados con increíble habilidad y elegancia.

Cuanto más lo miras, más te fascina. Y en esa fascinación hay un componente desquiciante y perturbador. Aunque supones que se debe al extraño carácter extramundano de su ejecución, que corresponde a todas luces a una técnica establecida, de infinita madurez y perfección, aunque totalmente ajena a cualquiera de la de los Pueblos Libres*.

Su decoración atiende a indicios matemáticos y pictóricos de extraña manufactura, y todos los motivos aluden a remotos abismos oceánicos, y la naturaleza monótonamente acuática de los relieves resulta siniestra. Entre dichos relieves hay fabulosos monstruos -híbridos mitad ictíneo mitad batracios- y numerosos motivos a base de conchas y moluscos, y tentáculos por doquier.

Aunque lo que más llamaba tu atención es sin duda el sello, que asemejaba una grotesca interpretación del rostro del maia Ossë -entre volutas que no eran si no tentáculos también-, con una amenazante boca abierta que lucía innumerables hileras de afilados colmillos. Amén de unos signos criptográficos ininteligibles**.

Ya en cubierta, en el puente de mando...

- Esta cosa solo puede ser desdichas para mi barco. Cuanto antes me libre ella, mejor para todos. Después de eso, que otros se encarguen con gusto de hacer con ella lo que quieran. Me da igual ... - Pensó Cyryatan luego de echar una mirada detenida a la fisionomía de aquél sombrío cofre. Era de por sí un objeto de singular rareza, de ló más extraño que había visto a lo largo de varios años en la profesión. Y ni hablar de lo que aquella cosa debía portar en su interior. El capitàn consideró mejor ni pensar en aquello, pues serìa mejor simplemente limitarse a hacer lo que se suponía que debía hacer. Entregar la carga, sin enredarse en acertijos o disputas de terceros.

Fue así que el corsario cubrío nuevamente el cofre con su envoltura original, y le dejó nuevamente en su lugar en un rincón del lúgubre camarote.

Por su parte había tenido ya suficientes emociones por un día, así que no tuvo remordimiento alguno cuando se echò finalmente de lleno sobre su rústica cama, en busca del merecido descanso y la tranquilidad.

Preparados para la maniobra, piloto-Azrûbel va departiendo órdenes recorriendo la cubierta -inclinada ahora por la escora-, mientras sitúa a la gente. 

En popa, el dunlendino y otro timonel mantienen firme la larga barra. Azrûbel llega hasta ellos -por la parte de sotavento-, agarrado con una mano a la caseta del tambucho, y mirando por encima de la regala. Yazân y Elhediel están entre el palo de trinquete y el mayor, con la gente de maniobra, vueltos hacia popa y esperando órdenes. La tripulación del Manawnûl ya está acostumbrada a que el contramaestre haga las veces de capitán en las maniobras de navegación.

Azrûbel dirige otra mirada a la grímpola, al mar y a la línea de costa de Tolfalas. Aún estáis suficientemente lejos. Que siga así.

-Orza dos cuartas-dice a los timoneles.

Llevan estos la barra a babor y el espolón del Manawnûl se desvía de la línea de costa de Tolfalas, apuntando de nuevo al sur, hacia el Estrecho de Uinen. Brazas y escotas acallan de inmediato el ligero flameo de la lona, que ciñe más el viento.

El Manawnûl navega prevenido, apuntando su largo espolón al sur, ciñendo el viento noroeste con todo el trapo arriba -tres palos enteros con sus grandes velas de ala de dragón-, sin izar bandera, con media tripulación todavía atenta a brazas y escotas.

Yazân estaba en su posición, ayudando con las maniobras del Manawnûl, prestando una mano allá donde sus hombres lo necesitarán, aunque lo que hacía era vigilar que todo fuera correctamente. Últimamente el cariz de la embarcación y toda la tripulación estaba cambiando levemente y no quería que se desmadrase. Avistó a lo lejos la costa de Tolfalas y asintió sin decir nada, pues el rumbo era bueno y tenían que mantenerse a cierta distancia para evitar el máximo de problemas.

Tenía a Elhediel cerca suyo, así que se encaró a ella y sonrió. Luego miró de reojo hacía atrás, dónde a unos metros estaba el contramaestre. Aún no había aparecido el capitán, cosa que lo extrañó, pues normalmente le gustaba estar al tanto de cualquier maniobra que realizara la embarcación.

- Nunca me cansa, el surcar los mares con esta embarcación, pero ahora tengo unas ganas locas de llegar a nuestro destino. - comentó finalmente, quería ver como se desarrollaban las cosas, y desvelar todo el aura de misterio que rodeaba aquella misión que tenían en mente y el asunto del cofre misterioso.

El haradan pensaba que todas las respuestas las encontrarían a tierra firme.

En cubierta, el ajetreo que conlleva las tareas que nos son propias, nos mantiene ocupados. De vez en cuando se agradece cualquier tipo de distracción que aparte los malos pensamientos de mi cabeza, aunque lal distracción sea trabajo.

Yazán parece preocupado. Le observo. Noto como me observa, disimuladamente, hasta que decide hacerme partícipe de sus inquietudes.

- Si, te entiendo - digo con la mirada perdida en el horizonte- El Manawnûl es como mi casa, pero esta vez presiento que voy a estar más segura en tierra firme - es un presentimiento, puede que tonto, pero no puedo evitar sentirme confusa con esta misión de la que apenas sabemos nada. Y para colmo, el Capitán no está demasiado disponible.

Roncillo, que no ha podido evitar escucharos, se acerca a vosotros. Y con su típico aire altanero se apoya en la regala, los pulgares al cinto, donde sobresale su famoso cuchillo rajaGolas -Roncillo tiene algo de sangre gondoriana, a diferencia de la mayoría de la tripulación del Manawnûl-, regalo de su padre y que aún conserva. Os espulga un rato moviendo un palillo que lleva en la boca de lado a lado. Después sonríe, bueno, si a ese rictus que le hace las veces de sonrisa se le puede llamar sonreír. 

-Los hombres se hacen preguntan -rumia por fin. Después mira furtivamente a un lado y a otro antes de continuar-. El capitán está raro últimamente, y no ha dicho ni mu de esta última misión, cuando sabéis de sobra que suele darnos, al menos, los suficientes detalles -entonces deja su posición en la regala y se acerca un poco más a Elhediel-. Qué fuisteis a buscar a Pelargir. Dónde está. Qué les digo a los hombres... ¿habrá botín?

Yazân se interpuso en el camino de Roncillo, de una manera un tanto brusca, interponiendo ligeramente su hombro entre ellos dos. Sin duda la tensión se palpaba en el ambiente de los demás corsarios y el haradan ya estaba esperando cuando llegarían las preguntas y especulaciones de los demás tripulantes.

- No es de tu incumbencia.. Roncillo - dijo demorándose unos segundos para recordar el nombre de ese marinero, sin duda no era de los que mas aprecio sentía. - Obviamente habrá botín en esta misión como siempre. De los demás detalles el capitán se encargará de dároslos en el momento oportuno. Ahora tenéis que seguir con las maniobras e intentar que no nos detecte ningín navío de la costa de Tolfalas.

Por dentro maldecía al capitán, pues les estaba complicando las cosas, y realmente él también se sumaba a los demás tripulantes, en la búsqueda de respuestas a todas las preguntas que se planteaban. Pero a diferencia de ellos, él era el teniente del Manawnûl y tenía que mantener cualquier problema a raya.

- En breves el capitán os informará de todo lo que necesitéis saber - comentó, dando por concluida su explicación. 

- O eso espero.. - musitó entre dientes, sin que lo oyera nadie, quizá Elhediel tan solo.

- No debeis temer nada - digo mirando a Roncillo con cierta lejanía- el Capitán ha estado muy ocupado, pero siempre ha dado la cara por todos nosotros. Ahora está descansando, el viaje ha sido más agotador de lo esperado. En breve tendremos una reunión, ya se os informará de todo al debido tiempo.

- Vamos -digo en un susurro a Yazan - Aquí no podemos hablar tranquilamente, y no quiero habladurías de ningún tipo.

-Difícil saber donde acaba el culo del capitán y empieza vuestra lengua -farfulla para sí Roncillo irritado por el desaire-. Pero no olvidéis que yo estoy de vuestro lado. Y del lado del capitán. ¡Sólo os informo, pardiez! -finaliza el hombrecillo, esta vez para que le oigáis bien. Después, escupe violentamente por encima de la regala, al mar, en dirección a la costa de Tolfalas; uno de sus característicos esputos, famosos pues se dice que una vez mató a una paloma con uno. Y se larga malhumorado, dejando únicamente el eco de sus pisadas en la tablazón del Manawnûl.

-Curioso y rencoroso fulano -oís a vuestras espaldas. Es el rubicundo y atractivo Fanatar -desgraciadamente no demasiado listo ^^-, que pasaba por ahí y que tampoco ha podido evitar oír parte de la conversación-, pero no se lo tengáis en cuenta, últimamente andamos escasos de botín y de emociones. Y efectivamente, Roncillo es un tipo inquieto, atravesado y respondón, que digiere mal el no ser ya oficial del Manawnûl, pero cumple con su trabajo en el barco y es buen amigo de sus amigos, aunque éstos no sean demasiados. Y vuestra precariedad económica pronto empezará a hacerse notar. 

- Cierto es lo que dices Fanatar - respondió el haradan - Pero al menos tenemos las despensas llenas de comida y los toneles con agua.

Yazân había gastado gran parte de las arcas del Manawnûl comprando avituallamiento y aguada para todo el navío, cierto es que no había conseguido un trato demasiado bueno, pero tuvo que acelerar el proceso por razones de su propia seguridad entre otras cosas.

Ladeó la cabeza inquieto mirando a ver si había rastro del capitán, que al parecer seguía encerrado en su camarote, con el maldito cofre y la cómitre. Necesitaban algo de acción también como decía Fanatar, sino los hombres se ponían nerviosos ante la perspectiva de otra temporada de sequía sin botines.

Una vez en la habitación coge las primeras ropas que encuentra sin pararse a pensar demasiado. -¿¡Cómo puede haberme tratado así el capitán!?- piensa para sí misma, a la vez que da un fuerte golpe contra la mesa de su camarote, estaba muy rabiosa y esto no iba a quedar así.

Al cabo de un rato escucha unos gritos en el exterior, sin dudarlo se dirige hacia la cubierta.

Elenna sale de su camarote y se dirige hacia la cubierta, observa que la gente está alterada. Un soplo de aire fresco le golpea en el rostro volviéndola por unos instantes a la realidad y hacerle ver su misión en el Manawnûl.

Sin dudarlo se dirige de nuevo a su puesto de trabajo, era una buena forma para descargar energía negativa que llevaba acumulada.

Al ver como salía Elenna de los camarotes Yazân alzó la vista a ver si el capitán le iba a seguir los pasos, pero al ver que salía sola le hizo un ademán con la mano, para que se acercase.

- Pssst, Elenna - chistó el teniente haradan, para que se acercara - ¿Has podido comunicar al capitán que necesitamos hablar con él? - dijo algo impaciente, y luego añadió: - La tripulación está nerviosa y necesitan respuesta, aparte que necesitamos realizar maniobras para llegar a nuestro destino y pasar desapercibidos, no estaría de más que ejerciera su puesto como tal.

Yazân estaba apoyado en una de las barandillas laterales del Manawnûl, agarrado a uno de los cabos que subían hasta una de las velas mayores, para tener mayor estabilidad en caso de maniobras que fueran a escorar la embarcación.