Partida Rol por web

Estáis en Pelargir. Vuestra presencia ha sido requerida nada más y nada menos que por la Dama Aegwen, la mujer del gobernador de Pelargir. Una noble de Lebennin conocida además de por su influencia, por su inteligencia y buen hacer. Y por qué no decirlo, por su ambición y su olfato para los negocios. si no te metes en su camino, buena gente. si te metes, arpía despiadada. y encima, fermosa dama. Vamos, que pese a fémina, impone. Tiene ya sus años, pero la edad respeta mucho a los dúnedain.

En cualquier caso, si os ha hecho llamar tan insigne dama es que el asunto es importante. y más si se ponen en contacto con los siervos de los valar. pues sólo se os llaman para cosas turbias o para cosas gordas. aunque esos marrones suelen llevárselos las órdenes de los paladines. Y sobre todo, por esas latitudes, la reciente creación de la élite de Ulmo. Paladines especialmente entrenados en torno al culto a Ulmo y al mar, y sacrificados marineros. Cómo no. Todo el mundo sabe que las galeras de la Religión deben ir siempre las primeras para la lucha y sacrificarse los primeros dado el caso. pero ahora se conforman con un clérigo, y un acompañante que le guarde las espaldas: un paladín, que si además es de diligente razonamiento, mejor que mejor. Aërengoll ha oído hablar alguna vez a sus superiores de la mujer del gobernador, pero ni siquiera sabía que se llamaba Aegwen. Ahora estáis en la alcazaba de Pelargir, y la tenéis delante.

-Caballeros, tenemos un asunto turbio entre manos - en vuestro trabajo, turbio es el término que se usa cuando hay un marronazo, Aërengoll lo sabe de sobra, pero en cualquier caso, si no hubiera marronazos de esos quizás no tendríais trabajo - Al principio no le dimos importancia, pero la cosa parece que no es una casualidad o algo puntual. Vuestras mercedes entenderán más de esto, así que les informo: se trata de una extraña bruma que se levanta de repente en algunos pueblos de nuestra costa, o en alta mar, en presencia de nuestros navíos. Y en esas sibilinas circunstancias hay saqueos, y ocurren cosas extrañas. Los lugareños están atemorizados, porque además, suele pasar en aldeas pequeñas y bastante inaccesibles, donde cuesta acceder a ellos, y no hay soldados. Capturamos a un sospechoso hace poco, pero se les escurrió a los guardias y se tiró al mar. y no volvimos a verlo.
El Gobernador de Pelargir tiene demasiados problemas en la ciudad como para desplazarse a los pueblos afectados por la niebla. Necesita avezados veteranos como vuestras mercedes, que investiguen el asunto de cerca, porque parece cosa de magias.

En principio os mostráis reticentes. Los pueblos costeros son muy supersticiosos, y ven ánimas y cosas raras por todas partes. Y en todo ven suerte o mala suerte. No es de hacer demasiado caso. Pero que os lo esté contando una autoridad de la catadura de la Dama Aegwen... además, este año ha sido excepcionalmente lluvioso, y la mar ha estado inusualmente embravecida... aunque también suele ocurrir cada tantos años... como si Manwë y Ulmo se hubieran puesto de acuerdo para joderos bien, sin duda por nuestra ansía y nuestro orgullo...

Pelargir era una ciudad bellísima, pero el viejo clérigo sólo sabía de ello por las viejas leyendas de bardos, puesto que inmediatamente bajó del navío que le llevó hasta allí, se dirigió al encuentro de la Dama. Aërengoll avanzaba con paso ligero a través del Bulevar de los nobles. La capa azul se levantaba ligeramente ondeada por la brisa procedente de las profunidades del mar. Su mirada estaba fija en el imponente edificio que se levantaba ante él.

Al llegar, se quitó la capucha, dejando a la vista su larga cabellera. Salieron a su encuentro unos hombres que escoltaron al paladín y al clérigo hasta el interior de la Alcazaba. La Dama Aegwen les esperaba, sentada en un trono que había elevado por un par de escalones. Inmediatamente, Aërengoll hincó la rodilla en el suelo, y bajó la mirada.

Esuchó con atención las palabras de la mujer. Después de ello levantó la cabeza hacia ella, como pidiendo permiso para poder hablar. Una vez consideró que se le había permitido dijo:

- Mi señora, las Aguas están últimamente amenazadoras. Sin duda, hay algo que les atormenta, no sabría si decir si está relacionado con nuestro pasado, quizás con nuestro futuro. Si me permitís el atrevimiento, me permitiría aventurar que nada tiene que ver con el nombre del 'Señor de las Aguas', pero el hecho de que alguien pueda estar haciendo algo en su nombre, no debería dejarse pasar bajo ningún concepto. No sólo le prometo mi ayuda, mi señora, sino que además, tenga la certeza de que mi persona no descansará hasta haber resuelto el halo de misterio que se ha cernido sobre el nombre de Mi Valar. - no dijo ésto con tono de posesión, sino más bien, para dar a entender que su vida dependía por y para su deidad.

Dicho ésto, esperó a que la mujer respondiera, o le despachara. En cualquiera de los casos, ella sabría que había elegido al mejor hombre para el trabajo.

Erandil Thyrar sirar era un avezado Paladin de la Orden Rynd Anathoran (Que Residia en Minas Anor), hace algunos años transitaba por todo Gondor como Caballero Errante, con el afan de ganarse el titulo de Caballero de la Orden. Su aspecto no era el habitual entre sus hermanos, con sangre Dunadan sus rasgos eran mas parecido a los de los Numeroneanos Negros. Aun asi llevaba con orgullo los escudos de la Orden y su codigo de Honor era intachable.

Habia sido encomendado junto aun Clerigo, a una Mision a los extremos Sur de Gondor, y aunque paresca extraño era poco habitual que se encomendara una mision en conjunto. Generalmente los Paladines de Gondor actuaban en solitario. Solo aquells que habian sido encomendados al norte en el Reino de Arthedian, actuaban en grupo. Si bien la Orden habia comenzado a crecer, el estrico codigo de seleccion (solo se permitian Dunadain) y la dificultad de las pruebas para ser nombrado hermano de la Orden hacia que el numero de Paladines en actividad se mantuviera bajo. Aunque los Maestros del templo prodigiaban un gran crecimiento a debenir.

Ni bien puso un pie en Pelargir se sintio muy lejos de casa, el fresco aire del mar era extraño en él, y al cruzar el muelle volco la capucha de su tunica azul oscura (simbolo de su jerarquia) por sobre su cabeza.

Su rostro oscuro, marcado por las cicatrices de un pasado dificil, no encajaba con la luz que irradiaban el resto de los paladines, pero sus jos estaban lleno de vida y podian demostrar la mayor ira, asi como una gran compasion.

Le habian comentado que Pelargir era una imponente ciudad, pero otra cosa era verla, se veia agua para donde se mirase y las disposiciones militares estaban muy bien ubicadas.

El Paladin se mantenia por detras del Clerigo como muestra de respeto ha un sirviente de los Valar y asi fue como ingreso a la Alcazaba sn dejar de observa la obstentacion que marcaba el Boulevar.

Al entrar a la camara donde los esperaba la Dama imito al clerigo  en su actuar, quitandose la capucha y tomando la posicion de rodilla al piso un paso por detras del hombre de fe. Su cabello denso y negro como la noche, lucia desprolijo sobre sus hombros; denotando el poco cuidado que  tenia Erandil por su apariencia.

Escucho atentamente a la Dama, asi como a su compañero. Al terminar hablar este ultimo, se puso de pie y con una postura firme, digna de un gran militar, tomo el la palabra, sin dejar que su mirada suba hasta encontrarse con la mirada de la Dama.

-Mi Señora, es un honor estar bajo su servicio y demostrare de los valores que tiene nuestra Orden al servicio de gondor-, uno d elos objetivos que le habian encomendado, era dejar bien parada a la Orden de Rynd Anathoran, para iniciar las conversacion de apostar una sede dentro de los muros de Pelargir, -Para eso necesitaremos mas informacion-. Hizo una leve pausa para asentuar la importancia de esta. -Si usted me lo permitiera, me gustaria contar con el servicio de aquel miliciano  que trajo esta inquietud a usted, asi poder contar con mapas, descripciones y otros meresteres de gran importancia-.

Necesitaba saber unas cuantas cosas, pero no le parecia correcto un interrogatorio a aquella agraciada Dama. En silencio y sin levantar la vista aguardo que le contestaran.

-En realidad, se nos avisó desde las Torres Vigía. Método de aviso usado también cuando los pueblos son atacados por corsarios. La bruma se levantó de repente, dicen los lugareños, en Sarlond y posteriormente en Ostara. Eso se sabe a ciencia cierta. El resto son rumores. Os indicaré los pueblos en un mapa, así como los avistamientos fiables de dicha niebla en alta mar - y diciendo esto, ha suavizado la voz, os entrega un mapa.

-Lo mejor es que vayáis a los pueblos afectados a investigarlo, pues después de lo de Ostara, ya nadie se atreve a hablar. Y con las presiones de la administración se están volviendo demasiado hostiles hacia los soldados. Quizás dos 'inofensivos' hombres de fe como vosotros os ganéis su confianza.

-También hay un osado y astuto corsario acechando al otro lado de la península de Belfalas, no demasiado lejos de Endil. Por lo que esa zona está volviéndose muy peligrosa últimamente. El caso es que no es un enclave estratégico pero nos está perjudicando bastante. Quizás los arrecifes y los bajíos le sirven al corsario para acechar a las presas, y sea ese su único divertimento.

-En días aciagos como estos sólo podemos fiarnos de la Religión.

-Muchisimas gracias Milady-, dice llevando su puño derecho al pecho a modo de reevrencia militar, para luego tomar el mapa que le entregaba la dama y dando tan solo una ojeada a los pueblos que nombraba. -Muchas gracias por su informacion, veo que es una gran esposa que mantiene los intereses de su pueblo-, deja una leve pausa a modo de corte y tras dudar 2 veces dice, -No quiero sonar molesto, pero tal corsario ¿tiene un nombre que llegue a sus oidos?

Aërengoll deja que su acompañante coja el mapa. Después de ésto espera a que la mujer termine y escucha los piropos de su acompañante. Sin levantarse del todo, termina la reunión con una nueva reverencia. Consideraba que hablar ahora estaba de más, ella se había explicado, él había entendido, y ya no había nada que le retuviera allí. Sentí curiosidad y odio hacia aquellas personas que mancillaban el nombre de su Valar de aquel modo. Un corsario que atacaba navíos era algo altamente castigable. Los únicos barcos que debían hundirse era aquellos que el señor de las Tormentas deseaba que se hunideran. No eran objetivos al azar, pues él todo lo sabía.

Se permitió sonreir un poco cuando Aegwen dijo aquello de: "En días aciagos como éstos, sólo podemos fiarnos de la Religión" Ella tenía más razón de la que pensaba, pues la Religión no era cuestión de fiarse o no, la Religión era un camino, era... El Camino, hacia el bien, hacia la moral, hacia la sabiduría, hacia la salvación de la persona,...

Aegwen se despite de vosotros amablemente. Se nota que hasta la más alta alcurnia reverencia a los representantes de la Religión. También os ofrece un pasavante en regla que os permitirá circular por todo Gondor, al menos por el Gondor meridional, así como cualquier cosa que preciséis para el viaje que tendréis que emprender cuanto antes para poder investigar los pueblos y aldeas afectadas. Faltan demasiadas incógnitas por resolver, ya que como habéis comprobado, la Dama Aerwen no parece saber mucho más de lo que ha oído por terceros.

El clérigo inició la marcha hacia las afueras. Su acompañante paladín había tenido la idea de ir a hablar con los guardias que estuvieron relacionados con el hombre "desaparecido". A Aërengoll ésto no le pareció mala idea, asi que no dijo nada y se encaminó hacia la torre vigía.

Su paso era lento pero constante. Mientras, rezaba algúna plegaria y trataba de explicarse qué podría haber pasado. ¿Quizás era un castigo divino? ¿Querría Ulmo hacernos pagar a mala vida que llevabamos los Dunedain? Si era asi,... ¿Qué haría Aërengoll? Seguramente, renunciaría a su trabajo, y se dedicaría a rezar por el alma de aquellos menos afortunados, aquellos que no entendían el camino de la religión como el único capaz de salvarle a uno.

Las cosas no eran fáciles, y la mujer lo había dicho: "En éstos tiempos aciagos, sólo podemos fiarnos de la Religión". Le daba vueltas una y otra vez a esa frase, que llegaba a su cabeza constantemente. Él hubiese cambiado cierta parte de la misma: "En éstos tiempos haciagos sólo queda depositar nuestras esperanzas en la Religión. Sólo puedes basar tu vida en su comprensión y su aprendizaje. Ha de ser tu guía."

Le dedicó otra oración a Ulmo, que cantó en voz alta. Esperaba que el Paladín le acompañase, aunque realmente no le importaba. Se fijaba en los ciudadanos que había a su alrededor y subía el tono de voz cuando pensaba que alguién le escuchaba. Un hombre predicando siempre era mal visto por algunos, pero a Aërengoll le gustaba pensar que siempre había gente que alegraba su día cuando le escuchaba. Que lo consideraba como una buena señal y que reafirmaba su Fe. Y realmente, si no tenían Fe,... ¿Qué les quedaba a algunos?

Se despide de la Dama con un gesto y vuelve sobre sus pies para dirigirse a la salida. Por supuesto siempre por detras del clerigo.

Una vez fuera de la sala, mientras caminaban por el Boulevar busca la opinion del clerigo

-Que te parece Aërengoll, nos quedamos a esperar a los Guardias o empezamos nuestro viaje?-, se detiene dos segundos, ya Aerengoll esta acostubrado a su hablar pausado, mas bien el clerigo lo llamaba hablar meditativo. -Yo creo que debemos saber mas sobre ese presunto sospechoso nos dar un indicio de auqe nos enfrentamos y que podremos preguntar en el pueblo.

Al día siguiente os conducen ante los guardias implicados, en las intendencias de la Puerta de Foso, en el barrio del Mercado Antiguo de Pelargir. Después de los saludos de rigor os cuentan a grandes rasgos todo lo que saben.

-Estuvimos en Ostara sin sacar demasiadas cosas en claro. Los lugareños hablaban de días brumosos y de una extraña niebla. Al individuo en cuestión lo pillamos en una de estas, simplemente porque nos pareció sospechoso. Y como intentó huir y no decía palabra, nos lo traimos a las intendencias de Pelargir. Para ver si le animábamos a hablar - ríe - ya me entiende vuestra merced. Era un bastardo inquieto y escurridizo, y apestaba a pescado. No habló en ningún momento. Y no sabemos muy bien cómo, se escurrió de la cadena y desde una saetera se tiró al Anduin. El muy rocín mal parido.

El clérigo salía con paso tranquilo. Siempre andaba tranquilo, hablaba tranquilo. Su visión del mundo iba mucho más allá del plano terrenal, entendía que existía la posibilidad de ver las cosas desde un punto de vista global, un punto de vista inmortal. Ésta se lo proporcionaba la Fe, que era su sustento. Por ello, el tiempo para el clérigo de Ulmo no era tan importante, y no corría por la vida pensando en la fugacidad de la misma.

A las palabras de su compañero respondió con una frase. Aërengoll no hablaba demasiado, pero normalmente cuando lo hacía era para decir algo plagado de sabiduría:

- Todo llega para el que sabe esperar, Erandil. Sólo entendiendo el tiempo como una continua lección, sacarás algo en claro del futuro próximo.

Pasaron la noche en una buena posada. Pese a que normalmente Aërengoll y Erandil no se permitían demasiados lujos, la Dama Aegwen lo había dispuesto ya todo para ellos. La noche fue tranquila y agradable, y al día siguiente no se extrañó, cuando fueron a buscarles. Les llevaron ante los guardias y una vez allí, pudieron mantener una conversación con éstos.

Esuchó con atención las palabras de los guardias, y se aventuró a preguntar.

- ¿Podrían describir, vuesas mercedes, a éste "hombre"? Su aspecto físico, sus gestos, algo que notaran que era especial de algún modo,...- no quería hacer referencia a las "torturas" a las cuales estaba seguro que le habían ocasionado. De hecho, algunas de las palabras, unidas al comportamiento de los guardias, enfadaban a Aërengoll, pero si algo caracteriza a los cléridos es un perfecto auto-control.

-Olía a pescado muerto. Pero esos sucios aldeanos huelen todos igual de mal - los guardias se miran y ríen - era un individuo raro, señor, sólo eso - se encoge de hombros - y vestía harapos enrollados a modo de gasas alrededor de una estameña y del cuerpo. No sé qué más quiere saber vuestra merced...

Entonces, el otro guardia apunta - su mirada era bastante inexpresiva, y sus ojos saltones estaban desorbitados a causa de los golpes y el terror, supongo; y eso que no habíamos empezado a interrogarlo...

Quizás era un poco pronto para aventurarlo, pero la relación con el mar parecía tan evidente... Además todo parecía encajar. Olor a pescado de un modo especial. Es cierto que los guardias le quitaban importancia, pero si ese olor era tan normal, el clérigo no entendía porque lo sacaban a la luz una y otra vez. Tenía gasas alrededor del cuerpo, y los ojos saltones... Además los tenía desorbitados sin haber empezado a interrogarle.

- Quizás se estaba ahogando... - sabía que éstas palabras no significarían nada para los guardias. Le mirarían raro y no entenderían lo que él quería decir. Eran cortos de miras, pero quizás su compañero sí que entendería. Lo que Aërengoll pensaba era que ese "Ser" claramente no humano, podía provenir del mar, ser quizás una especie desconocida, o fruto de la magia o del poder del Gran Valar Ulmo. Quizás era un pez con aspecto humano. Si no había hablado, quizás era simplemente que no podía. Era pronto para poder sacar todas éstas conclusiones. Pero al menos era un inicio. Esperó que su compañero hiciese alguna pregunta más, aunque el clérigo pensaba que era inútil, parecía que aquellos hombres no habían estado demasiado con él. Así que una vez respondidas todas las preguntas les indicó...

- ¿Podrían llevarnos a su celda, si son tan amables? Puediera ser que encontráramos algo que nos diera alguna pista sobre él.

Erandil Thyrar disfruto del buen descanso en la comoda cama de la taberna, hasta se dispuso un baño de agua caliente. No era una persona que dependiera de estos placeres pero cuando contaba con la posibilidad se daba el gusto, aunque con un poco de culpa que le traia este vulgar disfrute.

Las noches con el clerigo no eran una fiesta, los 2 eran personas calladas y siempre cuando el Clerigo hablaba parecia que le estaba dejando una enseñanza de vida. Si bien el Paladin mantenia el respeto que le habian enseñado en su Orden por los Hombres de los Valar, no le gustaba que lo estuvieran tratando todo el tiempo como a un niño que le faltara tanto por conocer (y muchas veces Aërengoll habia dejado esa evidenca en él). Asi Erandil se mantuvo limpiando su armadura y afilando sus filos, en silencio, mientras que el clerigo se adentraba a aquellos libros y oraciones que tanta curiosidad le daban.

Al comenzar otro día fue el hombre de armas que se desperto primero y se tomo el tiempo en acomodar su equipo en la mochila.

Una vez frente a los guardias dejo que el Clerigo tomara la iniciativa mientras él estudiaba a aquellos que se hacian llamar milicianos. Una semana con entrenamiento en su Orden bastaria para que huyeran despavoridos.

Cita:

Ya con el tiempo que pasaban juntos, habia logrado descubrir por donde pasaba la mente del Clerigo y sabia que no decia nada que no lo haya pasado unas 2 veces por su mente. El hombre de fe le habia puesto su caliz mistico al asunto. Erandil era mas pragmatico y no daba supuestos sin la informacion necesaria, por lo menos no los daba abiertamente.

Aprovecho el tiempo de confucion de los guardias con las palabras de Aerengoll para tomar la posta.

-Tenia rasgos Gondorianos o se podia decir que era mas bien sureño??

Ni bien le contestaron la pregunta fue Aerengoll que marco el ritmo pdiendo que lo llevaran a la celda, estab de acuerdo aunque tambien deberian agregar a su tour la visita por la zona donde el sospechoso se arrojo al mar.