Partida Rol por web

Bien... vayamos un paso más adelante y tratemos de entender todo.

- ¿Ha oído hablar usted de Zarono, el Negro?

Las preguntas que haría servirían también para el paladín e incluso por si el bardo sabía algo. Había llegado el momento de coger las riendas de la investigación con mano dura, y llegar hasta el fondo del asunto. Aunque su vida le costara.

-¡Zarono, el Negro... sí... baliente vellaco! Debe ser un corsario de Umbar que merodea por estas costas... quizás tenga que ber con que ya no se bean barcos gondorianos por aquí, ni de pesca ni de guerra. Total, en engurz no hay nada de balor y los arrecifes son peligrosos. Y ese Zarono tamvién...

Aërengoll miró a sus compañeros esperando una respuesta algo mejor, que se le hubiese pasado por alto. Después, lanzó al aire otra de sus muchas y numerosas dudas.

- ¿Qué me dicen de éste símbolo? - dijo dibujando en el suelo el tatuaje de Salmar que le había visto al mendigo en Ostara. - ¿Entienden que pueda tener una relación?, yo realmente creo que no tiene mucho que ver con lo que nos atañe, pero cualquier pista parece poca. ¿Lo reconoce vuaced, Zadok?

-¿Dónde vieron eso? -se interesa Atandil con el ceño fruncido- un Mentor mío, más exactamente mi maestro de Historia y Mitología -allá en la Torre de hechicería-, creo recordar que me habló de ese símbolo. Pero apenas sí recuerdo que pertenecía a una orden secreta. Quizás de paladines. Si tuviera aquí los libros de la Biblioteca de Lond Ernil...

Zadok no parece reconocerlo, o al menos no lo recuerda.

- Entiendo, gracias Atandil. - Entonces miró a Zadok. Quizás él pudiera poner algunas cosas al descubierto.

- Zadok, - quizás los dioses estuvieran tratando de comunicarse con él de algún modo - Atandil. Tengo un sueño persistente. En él se ve un agujero en el fondo del mar, con unos símbolos - Comienza a dibujar más símbolos en el suelo, y trata, ahora que los ve de forma fija, de reconocer alguno - Asimismo, veo una criatura marina aparentemente apacible, que de pronto se convierte en un monstruo de dientes afilados. ¿Qué relación creeis que puede tener con todo lo que Zadok dice? - Incluso podía que el propio anciano supiese algo más.

Erandil mira ojiplático el símbolo dibujado toscamente en la arena: -Ese símbolo lo tenía aquel mendigo. Era un tatuaje... -después entorna la vista como exigiendo un esfuerzo extra a su cabeza, para hacer memoria- ¡Yo estuve hablando con él en la puerta del templo de Ostara! Era un individuo curioso creo recordar. Y para ser un simple mendigo hablaba con mucha corrección. De hecho, algo en su jerga me era familiar... algo me dijo de la Fe perdida y de que no sé qué horror se acercaba... Incluso cosas que ahora cobran sentido aunque entonces me parecieron los desvaríos de un triste pordiosero... ¡A fe mía que fue una torpeza no haber podido hablar más con él!¡Si lo llego a saber!

Aërengoll se quedó unos segundos mirando los símbolos. Entonces pegó un salto y dió una vuelta. Alargó la mano, tapando uno de ellos y mirando los demás. Su cabeza funcionaba a mil revoluciones y parecía que estaba llegando a algo.

Esos símbolos eran muy parecidos a unos que estudió hacía mucho tiempo. Eran símbolos que había visto en los libros antigüos, los que hablaban de las creaciones de los Hijos de Ilúvatar. Luego ¿eran acaso anteriores a ellos? Se detuvo, mirando el símbolo central...

Entonces miró también el símbolo de la órden del Paladín. Era un símbolo religioso entonces. Trató de recordar sus viejas enseñanzas. Él había tenido una educación en todo lo que significaba la religión de los Valar, pero con más ahínco en Ülmo y sus maiar. Quizás estuviese relacionado con Osse, Uinen o Salmar... 

Atandil y Erandil miraban los símbolos sin entender nada. Zadok era ya presa de un profundo sopor por el licor ingerido y balbucía entre dientes mientras movía la cabeza. Mas en un leve atisbo de lucidez se queda mirando uno de los símbolos que acababas de esbozar en el suelo, que además coincidía con la boca del pozo.

Y entonces, a Zadok se le crispa el gesto en un rictus de horror inextricable, como si todo el sopor del vino ingerido desapareciera de repente, violentamente. Y retrocede arrastrándose sobre su trasero, impulsándose con sus manos. Después te mira a ti con inusitado terror. Durante unos instantes. Hasta que un hilillo de saliva le descuelga del labio hasta confundirse con las rocas. Después se gira, alertado por Eru sabe qué, para volver a mirar de nuevo a Aërengoll cuando este vuelve a moverse. Y os espulga a los tres ojiplático.

Era exactamente el mismo símbolo que Aërengoll se había quedado mirando. Más no terminaba de saber a qué se debía.

- Explicame, buen hombre - dijo Aërengoll - ¿Qué significa? Yo también lo conozco más no lo sitúo. - Entonces trató de tranquilizarle.- Sabe vuesa merced, que soy un hombre de Fe, los dioses hablan a través de nosotros. Los sueños no son más que mensajes cifrados que aquellos que entienden han de descifrar, más la confusión hace mella en mí y estoy cansado. Ayúdame, pues quizás con ello consigamos poner fin a la maldad que asola estas tierras, y vengar todas las muertes que han acaecido aquí innecesariamente. Ayudame, por favor, Zadok, a descifrar lo que pasa. Y te recompensaré con el mejor de los vinos una vez haya acabado todo.

-¡No, no! -te grita- ¿Tú soñavas con eso, ominoso advenedizo?¿sin conocerlo? -te mira como si te hubiera visto ahora por primera vez- ¿O es que bienes con ellos?  ¡Es el símvolo de Dagon! ¡De Dagon! Iä! Iä!

- No me malinterprete, ni me falte al respeto, le pido. - dijo Aërengoll muy tranquilo. - Yo soy lo que soy, no me creo más que eso. Si tengo ese sueño, premonitorio o no, es porque "Aquel que todo lo sabe" guía mi senda. Los hombres de Fe nunca perdemos la esperanza. Que sea el dímbolo de Dagön - dijo acordándose ahrora - no hace sino transmitirnos que estamos más cerca de entender todo.

El clérigo no quería que el anciano se marchara aún. Tenía preguntas que hacerle. Muchas. Así que las pronunció en alto esperando que éstos, sus compañeros, o Zadok le contestaran.

- Quedan muchas incógnitas que debemos contestar. ¿Cuales son los juramentos que hicistes? Además, ¿Quiénes eran los otros extranjeros con los que hablastes, qué querían? - Miró a Atandil - Además, amigo, sigo creyendo que sabes algo que no nos quieres contar. Y creo que, si has de hablar, es el momento perfecto.  - Las otras preguntas, las pensó para sí mismo antes de nombrarlas en voz alta.

¿Quién es Blaugir? ¿Qué es la órden exotérica de Ossë? ¿Qué sucedió realmente en 1640? ¿Quiénes eran Dagon e Hidra? ¿Qué había pasado y quienes eran los hijos de Obed?

Además de eso, pensó en las Lenguas antigüas, Zadok había dicho: " Iä! Iä! Ossë fhtag! Ph´ngui mglw´nafh Ossë R´lyeh wgah-nagl fhtagn.. " Y el clérigo quería saber su traducción.

Atandil te mira sorprendido, dando un leve aunque apreciable respingo.

-¿Ocultarte yo?¡Válganme los Jardines de Lórien! -después continúa tranquilo- todos tenemos nuestros secretos y nuestros rincones oscuros, Aërengoll, mas veo insensato e injusto que sospeches de mi. Y no sé que te ha pasado desde hace un rato, es como si el viejo te hubiese contagiado parte de su locura, o hubieras visto una luz que antes no estaba ahí...

-Tó er mundo lo save... -te increpa Zadok ajeno a tus palabras, con los ojos inyectados en sangre y señalándote con temblorosa mano- Dagon sólo se aparece a sus aliados... sólo da señales a los suyos. Pero yo soy inocente, ¡oh, Padre Dagon! -balbuce, sin saber si mirar a los Cielos o al Mar- ... forasteros como tú -increpa al poco, como si tu pregunta le hubiera llegado con retardo, como víctima de un nuevo y brevísimo episodio de lucidez-... Y si no pertenece a ellos deberían marcharse, porque lo peor no es lo que an echo, sino lo ke están por aser...

-¡¡AYEEEEEEEEEII!!

La horrible brusquedad y el destemplado alarido del anciano os retumba en los oídos. Sus ojos, que habían dejado de mirarte para contemplar el maloliente mar, verdaderamente se le salían de las órbitas; y su cara era una máscara de terror digna de una celada naugrim. Volveis la cabeza para mirar lo que él había vislumbrado, mas nada veis. Sólo la marea ascendente y quizás una serie de ondas más restringidas que la larga y furibunda fila de olas grandes. Pero como el ocaso se había echado encima ya y estaba empezando a anochcer, no se apreciaba bien. Entonces, el viejo empieza a retroceder atemorizado, tomando aliento para aullar sus últimas palabras, verdaderamente fuera sí...

-¡Fuera d´aquí!¡Vállanse de aquí! Nos an bizto... ¡Vállanse d´aquí como si le fuera la vida en ello! Como bien dijo, esto está por encima de nuestras posibilidades... lla lo saven... Hulla de priesa... sarga de esta siudá... -entonces, se precipita desaforadamente tierra adentro, haciendo eses hacia las calles del pueblo.

Aërengoll cerró el puño cuando el anciano salió corriendo.

- ¡Pardiez! - No maldijo porque era un hombre con una Fe demasiado profunda. - No sé qué es lo que habrá pensado, o visto. Pero desde luego no me gusta su reacción. ¡Y no ha contestado mis preguntas!

Por un momento pensó si perseguirle o no. Después miró a sus compañeros.

- Ahora más que nunca no debemos irnos. Vayamos a la casa de Obed a buscar ese maldito artefacto. Deberíamos de saber cúando está y cuándo no, y en función de eso, aprovecharnos y entrar en el momento oportuno. ¿No creen vuesas mercedes?

-Es algo por lo que empezar, ¡Voto a Ulmo! Y como lo que sana camina pero lo que mata vuela, este hijo de su madre también opta por salir de aquí cuanto antes, no sea que tengamos un mal encuentro. Entonces, ¿vamos directamente a la casa de ese tal Obed, o de sus supuestos descendientes? -Erandil hace una pausa. Después parece darse cuenta de algo y continúa -, pero, ¿sabes exactamente dónde se ubica?

- La casa de Obed sí. Nos los dijo aquel chico. Y por lo que sabemos, el objeto podría estar ahi. Aunque quizás lo saque con él cuando sale. Pero sería buena idea buscar libros o algo que nos diese algúna pista más sobre todo esto. - dijo Aërengoll convencido.

A Atandil se le iluminan los ojos cuando mencionas el objeto. Y asiente repetitivamente con la cabeza.

-No será fácil colarse en un lugar cuyas defensas y número de enemigos no conocemos, pero qué carajo, qué sería esta vida sin temerarios retos. Además, hace tiempo que no uso mi laúd para doblegar almas, ni mi estoque para liberarlas de su corrupta materia -ríe el bardo. Pero su risa, entre pegadiza y repelente, se corta en seco- y sí, me parece prudente salir de aquí cuanto antes, ¿no lo notáis? hay demasiado silencio-murmura finalmente Atandil con la mirada puesta en el Arrecife de Ossë.

- Movámonos pues. Vayamos al pueblo y tratemos de no meternos en más problemas de los necesarios. Vamos a ser el centro de atención, y mucho más ahora. Hay que andarse con cuidado. Tengan vuesas mercedes sus cinco sentidos alerta.

El clérigo nunca se había enfrentado a nada parecido, pero consideraba que podrían salir adelante. Tenía experiencia con otras cosas. También había un par de cosas que quería preguntarle a otras "personas" pero eso tendría que esperar.

Avanzaron de nuevo hacia N´Gruth. Sabían a dónde iban, pues el zagal les había dicho donde se encontraba la morada de Obed unas horas antes. Tenían objetivo y tenían meta. Se detuvieron delante de la puerta y se miraron. Esperarían un rato a ver si había alguien dentro o no, y si salía de la misma Obed cuando se hiciese de noche.

Cada vez había menos luz. Las calles de N´gurth estaban fastidiosamente oscuras, pese a que ya no llovía no se veía ninguna estrella -sin duda cubierto el cielo de espesas y negras nubes que nada bueno auguraban-.

Pronto empezáis a ver hombres morenos, desaliñados, de rostro malhumorado y aspecto más bien juvenil saliendo de algunos pórticos de las casas, arrastrando los pies torpemente y echando a andar en silencio, casi de manera furtiva. Casi todos tenían los mismo rasgos faciales y hacían los mismo gestos. De repente, los estridentes tañidos de la campana cascada del templo os hacen dar un respingo. Vosotros estáis unas callejuelas más acá, sin embargo no podéis evitar mirar en la dirección de la que proviene el tañido. La puerta del sótano de la iglesia está abierta, dejando al descubierto un rectángulo de oscuridad. Y cuando miráis, algo cruzó o pareció cruzar aquel rectángulo oscuro.