Partida Rol por web

Al ver, que el ser atrapo el arma de mi amigo, intento ayudarle sesgándole el brazo, para así suelte el bastón, aun a riesgo de recibir alguna estocada con ponzoñosa cuchillo. Suelta eso, mal nacido del vientre del innombrable espeto con severidad a la par que lanzo mi ataque contra ese vástago de melkor .

Erandil song:

Erandil inventa un buen tajo en el antebrazo del pegajoso individuo, rasgando tela y carne con un ruido seco. No una herida seria pero sí suficiente para que suelte su presa -el bastón- con un gutural quejido. Después, te giras presto para hundir tu daga en el costado de tu primer oponente, que aprovechando tu movimiento ya estaba encima tuyo. Y mientras retuerces tu daga en sus entrañas puedes oler su aliento y su hedor. Un hedor que hubieras preferido no conocer*.

Tu segundo adversario ha avanzado un poco más e intenta cogerte extendiendo sus sucias zarpas con un bhaaaa-baaaa-bahhhh tan desagradable que no puedes reprimir un rictus de repugnancia. Entonces escuchas a Atandil: -¡No se preocupe, maese Erandil, ya se ocupa un servidor de esta balhurria del Infierno!¡Atienda a los suyos, que no son pocos!

- Gracias compañero - dijo Aërengoll permitiéndose una sonrisa en medio de un caos tan siniestro. Y así, con la diestra y la siniestra, se empleó a fondo para tratar de acabar con sus dos atacantes. Fuese a bastonazos o sesgando vidas con una espada, ya no importaba. Debían de tratar de salir con vida de ahi.

Aërengoll song:

Aërengoll golpea al impío ser por osar tocar su sagrada arma, mas no puede precipitarlo contra el fondo de la estancia, pues es parado por más de esos seres, que ya tiene detrás, y aturdido uno, otro ocupa su lugar. No puedes evitar romper tu rictus de angustia para resoplar. Por qué así? por qué Ulmo te ha dejado este lúgubre final? o quizás es que es Morgoth, o mejor, las paganas deidades de estas criaturas las que que están ahí Arriba gobernándolo todo? O mejor, ahí abajo...

El olor invade mis fosas nasales, como si una horda de muertos vivientes en descomposición irrumpiera casi de golpe ahí dentro, tan hediondo es el olor que desprenden, que a duras penas si logro reponerme a tiempo, de que me ensarten atontado por la fragancia halitosa que casi con mi daga yo cortara… pues de lo sólida que parece no evita que un par de arcadas de mi boca escapasen, WAGGGHK WUUAAGGHK pero por los dioses, de que fosa séptica has salido tales seres que cuando abren las fauces exhalan un hedor que mata solo de estar cerca, tengan vuestras mercedes cuidado de no oler sus gargantas, pues puede que sea lo último que respiren, y no creo que sea un recuerdo agradable allá en las estancias de Manwe.

Con el apestoso hombre-pez sangrando todavía a borbollones, Erandil se encara a sus dos nuevos oponentes, que quedan en uno al incorporarse Atandil. El bardo, había asestado dos gráciles estocadas -todavía está relativamente fresco-, hiriendo a sus adversarios. Frunce el ceño, comprueba ángulos y trayectorias y finalmente opta por sacar la daga, para estorbar lo menos posible; tratando de cubriros colando su acero entre los huecos que dejáis.

Aún así los teníais encima, con cada vez menos espacio entre sus fétidos alientos y los brillos de sus dagas con la pared del fondo. Y desde más cerca tampoco era posible distinguir sus facciones, pero sus andares encogidos, arrastrando los pies, seguían resultando inquietantemente repelentes. Y con el aumento de éstos, los ruidos aumentaron hasta convertirse en un bestial babel de gruñidos, aullidos y alaridos, sin el menor indicio de lenguaje humano, y aunque con la entrada del bardo habíais podido mantenerlos a raya con mejor talante, el cansancio empezaba a hacer importante mella en vosotros. ¡El aire se estaba haciendo cada vez más irrespirable y los músculos empezaban a arder como las llamas de Arien!

La constante lucha, hace ya mella no sólo en el espíritu, pues si no también en el cuerpo que a cada estocada desfallece por momentos, la fricción con estas criaturas, y con las propias y oscuras  paredes que nos rodean,  su ponzoña nos trasmite, mi vista se nubla, será el asqueroso hedor que exhala de estos seres, o la propia debilidad que mi cuerpo grita con desespero, el que ya no aguantara por más, estos envites sin fin… ciego estoy casi, pues las infectas heridas que he sufrido, no haces as que recordarme  por cada momento en la situación que me encuentro sin dejarme tregua alguna al descanso y la curación. Mi vista se pierde más allá y al final del todo creo discernir una luz, será ese el sendero a seguir para m liberación, de este cuerpo y convertirme en espíritu por fin?, oh!, no, es o es la luz que tintinea de una de las antorchas de la pared, que me hace recobrar con lentitud, la cordura, que hace unos segundos perdí. Momentos que estas criaturas del sub-mundo, aprovechan con saña tal, sobre mi cuerpo para asestar una tras otra estocadas, y matarme al fin, pues esa es  su misión y así la desempeñan, con frialdad y alevosía, pues esta no parecen estar alteradas por el cansancio o las heridas sufridas, y aunque no son muy duchos en el arte de la esgrima su numero aumenta por segundos, son Legión, pues son muchos, son multitud.

Los continuos golpes del bastón eran lo máximo que el clérigo podía ofrecerle a sus compañeros. Preocupado como estaba por ellos y por el chico, continuaba su lucha a la vez que encomendaba su vida a los dioses. Pues estaba seguro de que, si alguien tenía que morir allí, haría lo posible por ser él antes que cualquiera de los que tan valientemente le habían acompañado.

Mas la edad no acompañaba a los pensamientos de Aërengoll, que a cada golpe que ejercía con éxito sentía los huesos del brazo quebrarse en mil pedazos. Sus defensas habían sido, por fin, transpasadas y ahora una pequeña gota rojiza manaba de una herida hecha en la pierna.

Levantando la vista a un lado, podía discernir como la cruenta batalla hacía que su compañero de Fe tuviera que esmerarse al máximo para no desfallecer, Atandil también esperaba su oportunidad para ofrecer su vida por defender a personas que casi no conocía,... Dos cosas tenía el viejo clérigo por seguras, si los Dioses querían llevarse sus almas, lo harían de personas que merecían la salvación; y en su camino, se llevarían a todos los paganos que pudieran al infierno.

Aërengoll descargó un nuevo golpe sobre una de aquestas criaturas, haciendo que escupiera el último aliento que le quedaba a la vez que recibía sobre su tez la madera. Entonces respiró dos segundos con los ojos cerrados, y se preparó con un rápido movimiento para la siguiente oleada de enemigos, esperando que el cansancio y el dolor que le inundaban, acabara de una u otra manera, pero con la mayor brevedad posible.

Los tipos seguían moviéndose con aire vacilante pero constante; parecía un desfile de despojos al que no se le alumbraba fin. Estabais resistiendo, pero aún así habíais ido retrocediendo poco a poco, y pronto las manos de las que os teníais que librar eran demasiadas...

Erandil se hallaba visiblemente exhausto. Al cansancio se unía lo opresivo de esta mazmorra. Rociones de sangre salpican cara y vestiduras convirtiendo la escena en más macabra, si cabe. Atandil lo nota, y tira del brazo del escudo del paladín para apartarlo de esa orgía de sangre, huesos y gruñidos sordos. Después, coge aire y empieza a soltar cuchilladas él mismo.

Erandil tiene que apoyarse en la pared para recuperar el resuello. Ha repartido cuchilladas con macabra generosidad, los músculos le arden y el aire le falta. Por un momento todo se le nubla y decenas de puntitos luminosos rodean brillantes su cabeza.

¡Ahora además, empezaban a aparecer esos monstruosos pez-sapo! -como el que os habíais encontrado en el corredor-, y si ellos no acaban con vosotros, sin duda que lo haría la pérdida cordura. El nuevo aleteo y ruido de pasos era más monstruoso aún. Tanta iniquidad os hacia estremecer. Erandil, todavía apoyado en la pared, no pudo evitar vomitar.

WWUUUAAGGGGHH, vomito, a causa de la estresante situación, de las pestes que manan tanto de estas paredes, como de esos seres, la fatiga ha podido conmigo lo que no 100 de esos seres. O las estrellas, veo las estrellas,  que bonitas son, este es un premio a mi firmeza y los dioses me han permitido por ultima vez verlas aquí en esta tórrida cueva, será que es el fin y que este se aproxima a gran velocidad, como si 10 caballos tirara de una cuadriga, o será simplemente un halito de moral el que intentan inspirarme, a sabiendas de que estas imbuirán en mi el valor y la fuerza necesarias para salir vivo de esta contienda…

No cejaban en su empeño. Eran criaturas paganas y les daba igual caer una detrás de otra, si eso significaba su objetivo. Y ésta vez, su objetivo era simple, matar a tres sencillos humanos que habían llegado al lugar equivocado en el momento equivocado.

Aërengoll sentía que cada golpe que daba era más dificil, sentía que nunca acabaría aquello, y eso, significaba el tambaleo de todo en lo que siempre había creido. ¿Les habrían abandonado los dioses a su suerte?

Esperando que no fuese así, pero cada vez menos convencido de ello, Aërengoll efectuó dos nuevos golpes intentando acabar con las dos criaturas que se habían puesto a su alcance.

Atandil song:

El bardo resopla entre cuchillada y cuchillada, se le ve apurado. El aire asfixiante y opresivo, las titubeantes criaturas, el destino incierto. Inciertísimo. Atandil está más acostumbrado a tocar en las tabernas y batirse en duelos individuales que a estas encerronas. La zarpa del pez-sapo vuelve a rasgar tejido y carne. De sobra conoce esa sensación, de que unas garras infectas le laceren carne y ropa. Así, aprieta los dientes y ruega a Irmo que Erandil se pueda recuperar pronto.

Por su parte, Aërengoll los mantiene a relativamente a raya, pero sin conseguir hacerlos caer. ¡Y siguen entrando!

Como positivo... el muchacho parece haber despertado y se incorpora con dificultad...

...la neblina que cubría mi mente parece desaparecer a cada segundo que pasa, será esta una señal, una segunda oportunidad que me brindan nuestros dioses, pero ... sigo débil, entonces no lo es... o si, mas bien parece alguna prueba de Fe que debamos pasar para ser merecedores de estar en las estancias de Manwe, y de sus hermanos y hermanas.... si es así, mi valor no ha de flaquear en esta hora aciaga, en la que la oscuridad vuelve a asomar en el horizonte con turbios propósitos, que en este momento no nos han de ser revelados aun, pues su hora llegara y sólo nos queda estar lo mas preparados para cuando ese día llegue.....con fuerza agarro de nuevo la daga y el escudo, y dando un paso hacia adelante, me dispongo a tomar el relevo a Aerengoll, cuando mi vista se torna por unos instantes y veo desperezarse el zagal, una duda de preocupación es sustituida por renovadas fuerzas, para luchar contra las insidiosas criaturas que en el umbral nos acechan, queriendo de nosotros, no otra cosa que nuestras pieles, como si de animales fuéramos que cazamos por su valor en piel , para calentarnos o para lucir la alcurnia de algunos hombres o mujeres... eso es vil y cruel, y será castigado con la muerte ... Por Ulmo, verdadero señor de las profundidades...

Aërengoll siente horrorizado que pese a la ira de su bastón y lo obstinado de su defensa, esos cerdos heréticos empiezan a agarrarle de la túnica... sus arrastrados borbojeos le agobian, su fétido aliento le mantiene al límite del vómito... Y uno de ellos, tras recibir un severo golpe, cae de rodillas al pie del clérigo, con tan mala suerte que logra agarrarse a su cintura, y aunque inofensivo, logra trabar al clérigo mientras innumerables manos membranosas le tapan la vista.

-¡Erandil!-intenta gritar el clérigo, mas su voz se quiebra por el desaliento.

Atandil forcejea con el correoso hombre-pez para librarse de sus garras, mas apenas sí consigue apartar su aliento, cuanto menos hacerle daño. Sus ojos saltones e inexpresivos parecen estar siempre ahí y ¡maldita sea si sabe lo que pasará por su primitivo cerebro!

Con la técnica de simplemente zafarse de la criatura, lanza su segundo ataque contra el otro individuo -que ya tenía encima-, haciéndole un tajo en el antebrazo, suficiente para que se eche un para atrás. Desgraciadamente, choca con otro de los habitantes de N´gurth y sigues teniéndolo delante, estorbándote.

Las manos que agarran al clérigo son cada vez más, de tal manera que se ve obligado a retroceder, trastabillando un par de metros más.

-¡Cuidado, a su derecha, su excelencia!-grita el muchacho, que casi ya toca contigo.

Por su parte, Atandil no puede contra sus enemigos, sobretodo a causa del pez-sapo, resbaladizo y correoso como su puta madre. Y dedica sus esfuerzos, desesperados, a parar los ataques más que a lanzarlos, en espera de que Erandil se incorpore. 

El paladín, en cuanto puede, se incorpora, con mirada triste, pues el asunto está demasiado feo. ¡ya podéis empezar a sacar cienes! ^^

A estas alturas me ardían todos los músculos. Todavía estaba sorprendido de mi aguante, cualquiera de mi edad hacía tiempo que hubiera hincado la rodilla en tierra. Mas la fe en los valar me mantenía fuerte. Pero, ¿qué hacíamos en este sumidero de alimañas dos hombres de fe?¿cómo habíamos acabado así?¿Cómo podía ser tan cruel el Señor de las Aguas para abandonarlos de esta manera?¡Y tan irresponsable la administración de Gondor!

Investigar unos fenómenos atmosféricos extraños... era algo asequible cuando leí el manuscrito que la Dama Aegwen me enviara a manos de un mensajero. Pero ¿esto?¿sabían lo que se cocía y aún así nos enviaron a nosotros?¿o no sabían nada en absoluto?

Demasiadas manos... demasiadas manos... y esas malditas membranas, ese maldito olor nauseabundo que todo lo inundaba...

Quite de ahí maese Aeregöll, pase atrás y reponga fuerzas, decía esto mientras entraba a la posición del clérigo interponiendo entre los seres y  mi compañero a queste escudo que embrazado llevaba, y de primeras una estocada con mi daga que certero fue tal, que el golpe hizo retorcerse de dolor a tamaña criatura, después mi mirada se poso en uno de los lugareños que por piel pellejo llevaba, y no era de su posesión, sino de la de algún pobre bastardo al que pillaron y desollaron por infectos motivos que no llego a encontrar....

Atandil no puede más. Aguantaba únicamente por la honra. Así, aprovecha la llegada del bravo paladín para caer hacia atrás, trastabillando por el cansancio. Al menos, había conseguido blocar a sus enemigos, y mantenerse fuera de sus infectas garras. Aunque las heridas causadas le escocían sobre manera. El muchacho corrió presto para ayudar al bardo.

Mientras, Erandil, hundió su daga hasta que tocó hueso en el muslo de tan abyecta criatura de las profundidades. Pero maldita sea si se apreció disgusto en la criatura, pues apenas un borbojeo sordo y un rápido retroceso fueron la respuesta del orondo pez-sapo.