Partida Rol por web

El mogataz parece muy atento mirando por la amura de babor. Y Elenezer, distraida, mira al mogataz. Está apoyado en la regala de sotavento. Barba cana, tostado de piel, babuchas, gumía al cinto, y la cabeza rasurada excepto el pequeño mechón que algunos haradrim se dejaban para que, si un enemigo les cortaba la cabeza, no les metiera los dedos en la boca o los ojos. Eso sí, sustituyendo turbante, sandalias, aljuba y zaraguelles haradrim por calzones, camisa, bonete gondoriano y almilla negra con el árbol de Gondor: pintoresco.

Cuando nota que le observas te echa un vistazo con sus ojos negros y vivos, de pestañas tan aterciopeladas que parecen de mujer. En cualquier caso, aquellas pestañas son lo único delicado de su rostro moreno y curtido, donde la barba bermeja y puntiaguda acentúa una catadura feroz que te hiela la sangre.

De nuevo su atención es captada por algo en lontananza que lo tiene mosqueado desde hace unos minutos. Sin moverse de su posición te habla: -señora, creo que debería bajar a la corulla por su seguridad.

Tiradme una Percepción (VA) ME extremadamente difícil (-30).

Rhogar había estado deambulando por el barco para habituarse a lo que sería su hogar durante largos días, estaba habituado a los barcos y no era la primera vez que salía de "aventuras" en ellos, a él le gustaba llamarlo así, por que para él era algo realmente divertido y que le ayudaba a sentirse vivo, sobretodo cuando por algún despiste algún sarraceno lograba siquiera rozarlos con sus raras espadas de media luna.

Sabía perfectamente cual era su misión a bordo y sabía que tenía que ceñirse a las órdenes del capitán mientras estuviera en su barco, desde que embarcarón no había hablado con la niña de papa que tenía que cuidar solo se limitaba a seguirla a una cierta distancia para que no se sintiera intimidada con su presencia algo intimidatoria.

Miró divertido como el capitán y su segundo de abordo mientras passaban revista a sus tropas, si se podían llamar así, algunos de esos hombres parecían sacados directamente de granjas y puestos como monigotes encima del barco, no les auguraba un buen viaje, seguramente caerian en las primeras trifurcas, aun así, si pudo observar que también había hombre experimentados y que seguro serían de un gran apoyo si se encontraban en serios problemas.

Se mantuvo apartado de todos y algunos soldados y marineros le observaban preguntadose que hacía aquel soldado de Tolfalas, por sus vestimentas sabía que sería reconocido en cualquier rincón de la tierra media y sabía que le respetarían, pero sinó fuera así no dudaría en conseguirlo al instante.

La brisa empezaba a soplar con fuerza y el barco había conseguido una buena velocidad, mientras las señorita se encontraba mirando descaradamente a un joven sarraceno que no sabía muy bien como se atrevía a portar ese uniforme.

El chico miró alertado hacía los costados y Rhogar no dudó ni un instante y subió encima del borde del barco par otear el horizonte en busca de algún indicio de lo que estaba pasando.

-¡Unas velas, capitán!¡dirección sur sureste!
Una información de la que ya se había percatado el mogataz, aunque Elenezer, también atenta, no vea nada.

Pronto, todos podéis divisar una vela que barloventea en lontananza, delatándose corsaria, acercándose con descaro a un falucho mercante con bandera de Dor-en-Ernil. Cuando os ven abandonan la presa y aprovechan el sotavento para intentar evadirse.

Las órdenes del capitán suenan altas y claras:
-¡Largar a todo trapo e ir encima!

 Nadie me hace ni caso...hombres, que panda de...de...de seres más...¡¡Arrrggg!! Me niego a coger mis baules yo sola, así que me marcho a ver el horizonte.

Allí me encuentro con un sarraceno...¿qué hacía uno de ellos allí? ¿no se suponía que iban, precisamente, a matarlos? El hombre, por su parte me mira fijamente, hasta lograr ponerme roja y obligarme a carraspear y desviar la mirada. Luego retoma su posición y me habla. Han sido unos segundos apenas, pero ha logrado que no quiera volver a aparecer por allí en algún tiempo.

Menudo asco de barco, no hay nada que hacer y además me echan de los sitios interesantes.

De repente empiezan a dar gritos de nuevo, Me giro hacia donde todos miran, agudizo mis ojos lo que puedo y finalmente lo veo. Hay un barco, y por los berridos de tan educados lores, supongo que no es amigo. Sonrío nerviosamente y decido que lo mejor será ponerme a cubierto, o al menos, quitarme del medio. Me acerco al castillo de popa y me quedo allí quietecita y sin hacer ruido. Desde mi posición miro mis pertenencias...ya verás que todavía alguien me las mancha de sangre...sería el colmo...

El contramaestre se da cuenta de tu situación y grita:

-¡Señora, baje al pañol por su seguridad!¡la cubierta de una galera no es el lugar más adecuado para una dama!¡Y vosotros dos, llevadle inmediatamente las pertenencias a su camarote!

Sobre la cubierta del puente del mando, me inclino para observar la cubierta principal y descubro que, a pesar de mis ordenes, el equipaje de la Dama no ha sido retirado. Lo cual, hace que me irrite bastante. Y además, he aquí a la Dama apoyada contra la borda de babor dedicada a unos quehaceres propios de la gente de tierra adentro. Meneo levemente la cabeza pero antes de que pueda ocuparme de ese asunto, resuena por toda la nave, el aviso del Vigía.

Con pasos rápidos me giro en la dirección indicada y, sobre la linea del horizonte alcanzo a distinguir, las velas de dos navíos. ¡Al fin una presa!

Girándome para que mi voz pueda ser escuchada por todo el Turupanto, digo.

¡Timonel!. ¡Vira en la dirección indicada!. ¡Aumentad el ritmo de los galeotes!. ¡Es hora de que se ganen su paga!.

Resuena desde las entrañas de madera de nuestro navío, un cadencioso ritmo que no tarda en acelerar. Los remos, muerden el agua con mayor fuerza y el Turupanto, de repente, da un bandazo pues su viraje es cerrado, demostrando su agilidad. Pero a nadie que conozca la nave, pilla por sorpresa. En mi puesto, con las piernas algo abiertas para no perder el equilibrio, no quito la vista de nuestro objetivo.

Rhogar observó todo el movimiento que se estaba iniciando en el barco, las cosas empezaban a ponerse interesante, se qutió de enmedio para no entorpezer a los marineros y observó a la muchacha sobre el castillo de popa, ese no era lugar para una dama, aunque aun no estuvieramos a tiro de arco, salí como un rayo hacía ella saltando entre marineros.

Cuando llegué a la altura de la señorita.- señorita sería mejor que me acompañara a su camarote... este puede ser un lugar muy peligroso para un dama y mi deber es el de protegerla y cuidar de que no le pase nada y juro por los valar que a si será... así que si me acompaña.-

Hice un movimiento con el brazo señalando hacía las escaleras de los camarotes, esperando la respuesta de la señorita y mirando al capitán .- capitán mi deber es cuidar de esta señorita y así será, aunque no dude que mi espada le acompañará cuando empiezen las hostilidades.-

Giro por un segundo la cabeza al escuchar que alguien me dirige la palabra. Y cuando descubro quien es mi interlocutor, respondo.

No lo dudo. Se perfectamente lo que se puede esperar de los hombres de nuestra tierra. Pero mientras llega ese momento, no pierdas de vista a tu señora. Pues antes de que se armara este jaleo, le he visto un tanto ocupada apoyada contra la borda.

Dicho esto, vuelvo a mirar en dirección a nuestra presa. Es posible, solo posible, que las distancias estan empezando a acortarse. Pero también es muy posible, que me traicione mi impaciencia.

Por tanto, me asomo sobre la cubierta principal del Turupanto y añado.

¡Mas brío en los remos!. ¡Y ceñid las velas!. ¡Hemos de aprovechar hasta el mas pequeño ápice de empuje que pueda darnos el viento.

La presa, pronto se convierte en una vela furtiva y una popa que, poco a poco va aumentando el tamaño a medida que acortáis distancia. La caza por la popa suele ser larga: hasta más de dos días se puede correr tras la presa, pero pese a la mar incómoda, que a trechos estremece con sus golpes el frágil costillar de la galera, lográis acortar distancia como si el mismísimo Melkor fuera tras vosotros.

Con las dos velas arriba tensas como alfanjes, los remos trincados y los galeotes, la gente de mar y la de guerra resguardándose como pueden del viento y los rociones, el Turupanto había recorrido casi 20 leguas persiguiendo a la galeota haradrim hasta tenerla a tiro, y si no rompéis un palo, ya que literalmente voláis por la superficie que crean las crestas de las olas, será vuestra antes de las 12.

Convoco a los infantes en cubierta, es hora de que estén preparados. El abordaje suele tardar en llegar pero no quiero que nos coja desprevenidos.

- Infantes...estad listos...si tenemos suerte en breve tendremos la oportunidad de capturar un barco enemigo... - digo sonriendo ya que estos momentos me alegran el día.

Miro al barco enemigo y lo examino desde mi posición. Mi vista es aguda así que espero ver que tipo de barco es y sobre todo que cantidad de hombres contendrá. Quiero estar preparado para cuando llegue el momento igualar las fuerzas con una lluvia de flechas si es necesario. Quiero subir al barco con la certeza de que lo tomaremos y las bajas serán mínimas.

- Preparen los arcos... - ordeno a los hombres.

Asciendo hacia el castillo para hablar con el capitán que está tan animado como yo. Se que le encanta atacar al enemigo.

- Capitán los hombres están dispuestos y en breve listos para cumplir sus órdenes...

¡Excelente Tarcil excelente!.

Respondo yo a las palabras de mi segundo al mando.

Por supuesto que vamos a terminar este asunto con el estilo que tanto me gusta. Y ya sabes, que yo estaré en la primera linea del abordaje.

Mientras hablo, me inclino hacia delante para observar con mayor detenimiento el bajel enemigo. Sus velas ya destacan ante nosotros y no falta mucho para que se ponga a tiro de nuestra balista proel. Por tanto, mas rugiendo que gritando, añado.

Artilleros a vuestros puestos!. ¡Quiero que esa escoria de los mares baile al son que nos complazca marcarle!.

Y tras mis palabras, nuevamente parece saltar hacia delante el Turupanto. Como un tiburón ansioso por devorar a su presa, la proa de nuestra nave se abre paso a través del embravecido mar sin que ninguna ola sea capaz de detenerle.

Pareciera que el mismísimo Osse se deleitara en la contemplación de la cacería.

A proa, ya se preparan los artilleros cargando la balista y apuntandola, y sobre la cubierta, rugen de impaciencia los hombres ansiando el tan esperado momento de derramar la sangre de nuestros hermanos oscuros.

Herion casi no se había movido del sitio en las últimas 10 horas. La caza estaba resultando de una finura extrema. De manual. Entonces a la orden de Herion los artilelros disparan entre vítores de la tripulación. Mucho tendría que torcerse la cosa para para que se fuera la presa, teniéndola a mano y a sotavento.

-¡Está amainando!-voceó alguien.

La única vela de la galeota, un enorme triángulo de lona, flamea al viento mientras la recogen con rapidez, bajando la entena. Oscilante en la marejada, la embarcación haradrim muestra primero la aleta y después la banca zurda. Y por primera vez la podéis observar en detalle: es una media galera de 13 bancos, fina y larga, y le calculáis unos cien hombres a bordo, incluidos hombres de guerra, hombres de mar y galeotes, entre los que reconocéis paisanos de Gondor.

La grímpola flameante en lo alto del árbol mayor, indicando la dirección del viento, que ha rolado durante la caza, y se mantiene así, de momento. El corsario, sabiendo que la huida era imposible, y no queriendo rendirse, recurre a los remos para situarse proa al viento. Los remos le darán maniobra pese al viento adverso.

Y un tiro afortunado podría desarbolaros.