Partida Rol por web

-Me ofende vuestra merced dudando de mi hidalgía. Simplemente, tengo algo que sería del interés de vuestras mercedes. En cuanto a mi hoja de servicios, créame que haría las delicias del más gallardo- dice recorriendo vuestro grupo con la mirada.

Entonces fija su mirada en ti, oscura e inmóvil como la de una serpiente: -Sólo espero que no quieran convertir mi proposición en un desaire.

Tiempos oscuros son estos. Justo es por tanto, que dude de las palabras de un desconocido en un puerto que no es el mio.

Dicho esto, me levanto de la mesa y añado.

Pero sea. Mal estaría por mi parte, no aprovechar la oportunidad de rendir un servicio a Gondor si tu información, es tan importante como dices.

Sin mas preámbulos, deposito sobre la mesa unas monedas para pagar lo consumido y espero a Tarcil.

Miro a Herión y decido a hablar:

- Si no le invita él, le invitaré yo...tengo ganas de cordero y si es tan bueno como usted dice puede que hasta nos haga el favor...

Me giro hacia el capitán y añado al ver que paga la cuenta:

- Veo que ya has decidido...vayamos pues a esa hostería...y espero que la información que nos cuente sea del interés de nuestro capitán porque no le gusta nada que le agríen los postres...

Dicho esto también me levanto y marcho al lado del capitán.

Sonríe complacido por vuestra sabia decisión, aunque añade:


-No deberían mezclar a tan distinguida señorita en este lance- dice señalando a la jovencísima Elenezer -Aunque allá vuacedes.

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La hostería de Haldarion  está en el Nuevo Puerto, cerca de la famosa mancebía El Ardor de Vána (desde el piso alto podían verse por detrás de la ropa blanca que las putas colgaban en la terraza para que Arien la secara, los mástiles y los gallardetes de las galeras amarradas en el Puerto Comercial). Seguís a Rondalph, que así dice llamarse el jaque, por las empedradas calles de Lond Ernil.

Ya en la hostería de Haldarion despacha el fulano con excelente apetito el cordero a la miel servido en vajilla de buena loza lebenniana antes de largar nada; pide una pipa de barro, tabaco de la Comarca, y entre volutas de humo se recuesta en su silla, desabrochando el coleto y el aire satisfecho. O al menos, mucho más tranquilo para soltar la lengua.

-En realidad traigo un mensaje de Zarono- hace una pequeña pausa para acabar la frase -... el Negro. Me hago cargo de que ya lo conocen y huelgan presentaciones- muy gallo parecía el jayán, aunque también uno de esos bravos legendarios que sólo llamaban majestad al rey de la baraja.

-Y como en la Bahía de Belfalas no hay holgura para tanto gallo, se le ocurrió a mi capitán solucionarlo por lo fácil en un callejón. Cinco bravos contra cinco bravos, en la Alameda que hay más allá de la calle de las Sierpes. Si así les place a ucedes y no se me disminuyen ante el osado lance.

Un combate en tierra en un perdido callejón. No es una forma noble de arreglar los asuntos pero sí una forma justa, aunque mis temores es si ellos cumplirán su palabra cosa que realmente dudo.

- Así que sirves a Zarono... - mascullo tranquilamente entre bocado y bocado sin darle importancia.

Sigo comiendo tranquilamente ya que el que debería de pronunciarse es mi capitán ya que le sirvo a él aunque seamos amigos en estos casos el tiene la voz de la experiencia y también el mando.

Puesto que yo ya habia cenado, me estaba deleitando tranquilamente con una copa de vino blanco similar al producido en Gobel, mi tierra, mientras el tipo este, nos cuenta no se que de un tal Zarono, de un callejon y de solucionar cierto asunto.

Termino mi copa paladeando el suave sabor de tan delicioso nectar y, a continuación, deposito la copa de cristal sobre la mesa.

Escucho entonces a Tarcil y, girándome en mi taburete, echo una mirada de arriba a abajo a nuestro interlocutor.

Bajando la voz para que solo los interesados en este asunto puedan oírme, digo.

Zarono el Negro. Creo recordar. Un individuo mal encarado, algo bizco, con dientes salidos y amarillentos y que tiene la extraña costumbre de llegar tarde a cualquier combate que se produzca en alta mar. O, quizá, tiene la suerte de hallar siempre en su camino, el adecuado viento en contra.

Y sonrío. Como sonrío al ver como el tipo este, abre los ojos sorprendido y a continuación, los entrecierra a causa de la rabia.

Efectivamente.

Prosigo yo.

Creo conocer a tu capitán. ¿Zarono el cobarde miserable dices?. Y claro, no tiene otra manera de presentar este desafío que enviando al mas miserable de sus sicarios para transmitirlo. ¿Un callejón oscuro dices?.

Y mi sonrisa aumenta conforme sigo hablando.

Así que en la Alameda de mas allá de la calle de las Sierpes, se supone que nos espera para un adecuado combate. Claro claro.

Y de pronto, mi rostro cambia. Ahora son mis ojos los que se entrecierran. Mi diestra ya salta hacia la empuñadura de mi acero y mis piernas se tensan ansiando saltar sobre este pazguato.

Ahora escuchame tu a mi. Corre. Corre y ve a avisar a tu capitán de que acepto el duelo. Sera en cuanto mi compañero tenga a bien acabar con su cena. Esta, es la palabra de un Capitán de la armada de Gondor al servicio de Teluhmetar de la estirpe de Anarion. Ve ahora y comunica esto. 

Y puesto que ya no queda nada mas que añadir, todos en la hostería pueden ver, como si tal cosa, que ya voy descolgando mi escudo de mi hombro izquierdo y colocandolo en su lugar adecuado.

Rondalph encaja tranquilo el desaire mientras hablas, pero una mueca va dibujándose bajo su tupido mostacho, fúnebre como un presagio, carnicera como la de un lobo cansado que una vez más se dispone a matar. Sin pasión y sin hambre. Por oficio. Y también hecha mano a la cazoleta de su alfanje, llena de muescas y marcas de viejos combates.

-Vuestra merced puede tutearme muy a sus anchas- dice pasándose dos dedos por el mostacho. Después farfulla algo referente a que pareciera que quieres llamar la atención de toda la hostería para salvar así el pellejo, para acabar diciendo, más acalorado:

-¿y qué estirpe de Anarion es esa que permite que un bellaco sodomita como vuestra merced alcance el rango de capitán, y que ni es capaz de aceptar un reto en toda regla?

Miro para el capitán y digo:

- Entonces será mejor que no pidamos más vino... - digo mirando para la jarra - ...es un buen vino...pagarán caro que no me quede satisfecho...

Tengo pensado hacerles pagar su osadía, sobre todo porque a un dunadán del norte no se le debe molestar cuando está disfrutando de una buena comida.

- Entonces capitán...¿mando a un recadero avisar a un par de hombres para el duelo?

Mentalmente pienso en un par de buenos combatientes, el problema que tengo no es que no haya ninguno bueno es que hay demasiados. Pero una pelea sucia merece otro tipo de soldado, no uno que luche siguiendo las reglas. Aquí habrá puñales ocultos, lanzamientos de capa...Tengo que pensar bien a quién elegir, aunque puede que el capitán también lo esté pensando.

El silencionso Rhogar estaba pendiente de su cordero, aunque escuchando la conversación que tenian el capitan y el fulano que los había traído hacía aquí, al oir las palabras sobre peleas en callejones alzó la mirada observando las reaciones de los conversantes.

Los oficiales de nuestro ejercito parecía que habían aceptado, pero les faltaban hombres, posó su mano sobre su cadera comprobando de que tenía el arma a mano, miró al capitán.- señor yo estoy dispuesto a ayudar, siempre va bien desentumecer un poco los músculos.-

Yo tengo ganas de pegar mamporros!! me da igual la hora y contra quien! xd!! si hay una emboscada pues más tios a los que atizar!

Lo que ha dicho el necio que tengo delante sobre mi, me es por completo indiferente. Ahora bien, He aquí que se ha permitido hablar de los herederos de Elendil Voronda sin el grado adecuado de respeto en su voz. Por lo tanto, yo ya me estoy levantando de la mesa y tras echar un vistazo a la salida de la hostería, hago un gesto con la cabeza y digo.

Pisando suelo de Gondor, te atreves a decir esas palabras. Sea. Tu yo ya afuera. Y no te preocupes, no tardaran tus compañeros en reunirse contigo al otro lado de las puertas del amanecer.

Dicho esto, asiento levemente mirando a los mios que están presentes y añado.

¿Que os parece?. Al final, vamos a poder hacer un poco de ejercicio.

Sin prestar ya ninguna atención a pobre diablo que ha cometido la osadía de no mostrar el respeto adecuado a mi Rey, voy poniéndome en camino hacia la salida mientras me rasco la barba pensativo.

La alameda de la calle mas allá de las Sierpes. Posiblemente, sean un par de docenas de ratas leales a la sangre de Casthamir el usurpador. Siempre viene bien hacer algo de limpieza.

Y ya en el exterior de la hosteria, me giro y, tras comprobar que mi espada se desliza en su vaina perfectamente, me limito a esperar al primero de los cadáveres andantes que, al parecer, deambulan por las calles de Lond Ernil esta noche.

Pisar tierra se me hizo más incómodo de lo que pensaba en un principio. Resultó que ahora la quietud de lo sólido me mareaba.

Pasé los días con el capitán, con Tarcil, mi inseparable Rhogar, que cada vez se hacía más cercano a mi, y quien quiera que cruzásemos en algún momento. Al menos, en ciudad, podía respirar tranquila, sin tanto hombre alrededor, y con agua limpia a diario para poderme lavar como los Valar mandan. Si es que la vida de barco no está hecha para una señorita como yo. Se lo decía a Rhogar de vez en cuando, pero no se si me hacía mucho caso. Aunque claro...teniendo en cuenta los lugares que frecuentaban aquí mi capitan y los suyos...no se si el puerto era también recomendable...Mucha chica con escote había visto estos días y mucha fresca...Seguro que esas no eran de las que se casaban al final del cuento. En cierto modo me daba algo de apuro pensar que, por estar conmigo, por guardar las formas, aquellos hombres, sanos y en su apogeo, no...bueno, frecuentasen las casas donde...en fin, las necesidades de un hombre.

De pensar aquello me ponía roja. ¿Rhogar también tendría esas necesidades? No quería pensar en ello.

La noche de hoy habíamos ido, como de costumbre, a comer pulpo, unos, y camarera, otro, cuando un hombre, más alimaña que humano, vino a calentarle los morros a mi señor capitán y sus acompañantes. Por bien vino que comimos en un sitio semejante al nivel que acostumbraba en casa, el cordero estaba delicioso, y por lo menos, dejaba de comer pescado, que tanto olor a mar me revolvía ya hasta el alma. Cuando terminamos la cena, retaron a los hombres a duelo, y ellos, como aguerridos y feroces gondorianos que eran, con títulos y honores ganados a fuerza de espada, se dispusieron a responder.

Si yo fuese hombre, y fuerte como ellos, le hubiese dado una paliza en ese mismo instante, pero como jovencita de alta cuna y pudorosa como era, me limité a taparme la boca con un pañuelo y emitir grititos de espanto y emoción a partes iguales según se iban llevando a cabo los hechos. Parecían los valerosos soldados de mar de las novelas que compartíamos mis amigas y yo...si se lo cuento no me creen, ¡¡seguro!! ¡¡Se morirán de envidia cuando se lo diga!!

Ahora bien, si iban a partirse las bocas unos y otros...yo no pintaba mucho, no hasta que me viniesen y les tuviese que recomponer la cara amoratada. Eso si se me daba bien, pero ir por la noche a cualqueir sitio, y quedar expuesta mientras ellos demostraban quién tenía más virilidad, eso sería peligroso.

- No os preocupéis por mí... Dije, precisamente, para que se preocuparan por mí. Pero sería bueno que me quedase a buen recaudo...y no ir con vuestras mercedes... Tosí un poco...tratando de no romper la emoción del momento.