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El asedio de Hyarmentir: finales de la Segunda Edad. <modo historia on>

Hyarmentir siempre fue una de las fortalezas más asolada por los mornumedan y los haradrim. Situada en rocaNegra, la isla más meridional del cabo de Númerös, vigila los intereses de Gondor más allá de sus dominios. Por ello, El Señor Edhelion fundó allí la principal de las órdenes de Paladines de Tierra Media: la Orden de Tulkas, a finales de la SE. Los caballeros más gallardos -hasta límites fanáticos- y con más hígados de todo Endor. El Puño de Tulkas era su símbolo, y pese a su escaso número eran temidos por toda la balhurria de la región septentrional de la Bahía de Belfalas.

Grandes batallas presenciaron en silencio los robustos muros de la fortaleza de los paladines de Tulkas: Hyarmentir se llamaba como ya he dicho, en honor a la más alta montaña de las Pélori, allá en Aman, pues era reducto que emulaba la más alta de las defensas del reino de Gondor, y la más peligrosa. Y la gesta más recordada de entre todas era sin duda el asedio de rocaNegra de 3401 de la SE.

Los allí sitiados, con el maestre Gaerion Barinaga a la cabeza, Tutor de la Orden de los Paladines de Tulkas en aquellos días, vieron anegarse la fortaleza de Hyarmentir bajo una marea de 5000 haradrim, lanzados al postrer asalto contra los 200 paladines, caballeros y soldados, casi todos de Dor-en-Ernil, Belfalas, Anor e Ithilien, que maltrechos, llagados y heridos tras cinco semanas peleando noche y día, batidos por más de 20000 disparos de onagros y balistas, resistía entre sus escombros. De manera que finalmente, seis de ellos -un ithiliano, un belfaliano, un anoriano y tres de Dor-En-Ernil- abriéndose paso a cuchilladas entre la turba de enemigos, aún pudieron arrojarse al mar queriendo ganar a nado la costa, más fueron en el agua presos, y la colerá de Fuinur fue tanta -había perdido 6000 hombres sólo en Hyarmentir- que mandó crucificar en maderos los cadáveres de esos valientes paladines. Y luego compró todos los cautivos y los hizo degollar sobre las murallas. Bárbaro acto al que el gran maestre correspondió matando a los prisioneros haradrim y mornumedain, y lanzando sus cabezas con las catapultas al campo enemigo.

Un rayo de sol reverbera en el agua e ilumina la ciudad en sus terrazas de murallas blancas. Deslumbrado por el resplandor súbito, Herion de Tolfalas aparta los ojos. Está apoyado bajo los obenques de estribor y tiene una carta lacrada en las manos.

El Turupanto ya está en condiciones de volver a navegar, y se encuentra fondeado a poca distancia del espigón del muelle, aproado a un viento fuerte del sursudeste. Alandur se ha encargado de las cuentas y se haya en el camarote ultimando los detalles de la última singladura.

Al apartar la vista, Herion vuelve a mirar la carta: pergamino de la mejor calidad, sello de lacre del Príncipe de Lond Ernil, letra elegante y clara. Te cita* en la oficina de intendencia de la Real Armada para encomendaros una misión que ha surgido de imprevisto.

Una vez mas mis pasos resuenan sobre la cubierta de mi nave mientras inspecciono las reparaciones. Estoy satisfecho. Pronto podremos hacernos a la mar de nuevo.

En mi diestra, porto cierta misiva que me ha sido entregada. Y finalmente, ante la pasarela para desembarcar situada en el costado de estribor, me giro hacia Tarcil, pues se halla conmigo inspeccionando el Turupanto, y digo mostrando la carta.

Amigo mio, parece que vamos a tener que ocuparnos de algún deber especial. No todos los días se reciben misivas desde tan altas instancias.

Acerco la carta a Tarcil para que pueda distinguir el sello de los príncipes de Lond Ernil. Y una vez hecho esto, me encojo levemente de hombros y rompo el sello para leer la misiva en cuestión.

- Léela ya..no me tengas más en vilo Herión... - le digo mientras rompe el sello ya que parece demorarse un poco - ...a ver qué quieren que hagamos ahora...iré avisando a los hombres por si acaso que ya he visto a algún marinero holgazanear un poco...

Marahil arequain del Príncipe concept.

Tras leerla, enseño la carta a Tarcil y digo.

Ya ves. Algo especial han de tenernos preparado cuando nos reclaman de esta manera.

Dicho esto, me encamino hacia la pasarela y tras desembarcar en el muelle, me giro. Alzo la cabeza para observar una vez mas al Turupanto y asiento satisfecho. Por nuestra parte, estamos listos para hacernos a la mar.

No hemos de hacer esperar a quien nos ha citado. Que los que quieran venir, se decidan ya. Pues no es el momento de perder el tiempo.

Y dicho esto, doy media vuelta y encamino mis pasos, en dirección a la oficina de la Armada en Lond Ernil.

Rhogar mira de reojo a Elenezer. Una dama de su clase seguro que está más cómoda en esos grandes edificios y alcázares al que sin duda han convocado a Herion. Está un poco dolorido, pero sólo un poco. Y acudirá donde vaya su capitán -si así lo desea éste- más allá de su misión ha cogido simpatía y respeto por Herion y Tarcil (y por Fiaras, of course).

Como sabéis, la oficina de Intendencia de la Real Armada se haya en un edificio de tres plantas en la calle de Tar-Meneldur en el barrio del Nuevo Puerto (zona CV3 en el módulo).

Esta vez os paráis a contemplar el edificio de intendencia de la Real Armada mirando los estandartes de los cisnes blancos y el ancla estrellada ondear sobre las almenas, o los que se deslizan por sus paredes. Y los imponentes soldados de la guardia con sus alabardas ante la puerta principal. Impasibles.

Al rato, un chambelán más estirado que la Torre Vigía de Lond Ernil y dos cisnes que lo escoltan os reciben. Ahora camináis a buen paso bajo los arcos del patio principal y conducidos por galerías hasta una gran puerta doble fastuosamente decorada: -Esperad aquí- os dice el chambelán mientras desaparece por la puerta. Pronto vuelve, invitándoos a entrar.

Ya en la estancia, la luz de una ventana alta y enrejada, medio cubierta con postigos de celosía, dibuja innumerables cuadritos de luz sobre la cabeza y los hombros de un hombre corpulento que proyecta una formidable catadura: de barba espesa recortada en el mentón y terrible mostacho que se espesa en la guías. Y atractivo, como la mayoría de dúnedain aristócratas. Y éste además era caballero, pues llevaba el traje de arequain* del Ejército de Belfalas. Nada que os sorprenda, pues la carta venía manuscrita por Marahil, arequain del Príncipe. Así que debe ser este fulano.

El tal Marahil, os espulga uno por uno, tomándose su tiempo. Tras lo cuál habla:

-Herion, de Tolfalas.

-Eso mismo, su excelencia-respondes.

-Capitán del Turupanto... -continúa con bastante desgana; debe de venir de oficio, no por falta de cortesía.

-En efecto, su excelencia- respondes de nuevo.

-Bonito nombre para una galera, por cierto, aunque le pegaría más a un bajel -comenta atusándose el bigote. Y tras una leve pausa añade- me han comunicado que eres soldado de hígados. De esos que son los primeros en saltar a la tamboreta enemiga y que se quedan roncos de gritar el nombre de Gondor- entonces alza la mirada para comprobar por él mismo si eso pudiera ser cierto o exagerado, sólo con mirarte.

Me permito la sombra de una sonrisa cuando veo la mirada de mi interlocutor y me limito a asentir ante su ultima cuestión. Y como parece que tan escueta respuesta no parece satisfacerle, añado.

No he de ser yo el que hable sobre mi manera de cumplir con el deber hacia la casa de Anarion y el país de Gondor. Que os baste saber, que no tengo por costumbre rehuir un combate. Esto es así, desde que era grumete en una goleta de pescadores de mi ciudad natal, Gobel. Fue entonces cuando empuñe acero por primera vez, y cuando derrame la sangre de un mornumadan.

Una vez dicho esto, abarco con un gesto de la mano a mis acompañantes y continuo.

No soy yo solo el que gana batallas en el reino de Ulmo para Gondor. Todos los aqui presentes, han demostrado sobradamente su valía.

Y aclarado este punto, termino diciendo.

¿Y bien?. ¿Somos aptos para la misión?.

El chambelán, escandalizado, o procurando parecerlo, se te acerca al oído para increparte que trates a Marahil de excelencia siempre que te dirijas a él, y con más respeto. Mas el Arequain del Príncipe no le hace mucho caso, simplemente te mira directamente a los ojos, para continuar:

-Es una misión sencilla, aunque no por ello exenta de peligro. Necesitamos un navío disponible para llevar unos despachos del Capitán Falathar -virrey de Amrûn- y a cuatro pasajeros importantes; paladines de la orden de Tulkas, que a su fortaleza se encaminan; en rocaNegra, la isla más meridional del cabo de Númerös. Una zona especialmente conflictiva por la beligerancia de las tribus autóctonas, como ya sabrás sin duda. También es nido de sierpes mornumedain.

-Nuestras naves están todas ocupadas. Últimamente hay mucho movimientos de tropas, y los corsarios están más activos y osados que nunca. Sobre todo ese escurridizo Zarono, que asola la costa oeste de Belfalas: desde el cabo de Metrast hasta los Acantilados de Salmar. El muy bastardo no se atreve a llegar hasta las inmediaciones de Lond Ernil. ¡Y voto a Eru que hace bien, el bellaco!

-Sólo falta su aprobación, capitán- finaliza, dando por hecho que valéis y que no te puedes negar. Y con un gesto breve, apenas consumado de su mano izquierda indica a un escribano que traiga un cartapacio con documentos. La orden de alguien acostumbrado a darlas sin necesidad de abrir la boca. Y el zalamero escribano, presto como orco escapando de la luz del día, lo trae dejándolo sobre su mesa entre reiteradas reverencias.

¡Uhis! ¡Cortes y gente con títulos! ¡¡Con muchos títulos!! Eso no me lo iba a perder yo, ¡¡Ni hablar!! cuanto menos si la alternativa es estar sola en el barco, aprendiendo a marearme, de nuevo, o en una habitación con ventanas minúsculas tratando de hacer algo para matar el tiempo.

- Si pudiera ser posible mi Señor Capitán...

Dije con una sonrisa, apuntándome a la tan divertida excursión que se estaba montando.

Una vez en la zona de encuentro, mis ojos se deshacían en brillos, emocionados, al ver tanto lujo y pompa. ¡Si es que hasta el bigote de su excelencia Marahil era ostentoso!

Me puse roja cuando el capitán no habló con los respetos debidos, pero traté de ser discreta y esconderme, pues yo tampoco debía dejar en evidencia a aquel que me había acogido en su navío. Un desliz lo tiene cualquiera. Seguí la conversación, apartada en un discreto segundo plano y atenta a todo lo que decían los varones a mi alrededor.

Dando un paso al frente, me limito a contestar.

¿Mi aprobacion?. Por supuesto. Es un servicio a Gondor. Y ante una propuesta así, ni se duda ni se piensa demasiado. Sencillamente, se lleva a cabo.

Nuevamente me permito la sombra de una sonrisa antes de continuar.

Y quizá los Valar nos sean propicios y nos encontremos con la nave de ese Zarono. Si así fuera, no desperdiciaría la oportunidad de mandarlo al fondo.

Dicho esto, frunzo el ceño mientras hago unos cálculos mentales.

Nuestro destino sera el archipiélago Ulagaer. 650 millas desde mi ciudad rumbo suroeste. Podremos estar allí en unos tres días de navegacion desde el momento en que alcancemos las grandes aguas.

Callo entonces y miro a mis compañeros en esta reunión por si alguno quisiera añadir algo. Pues para mi, las ordenes y nuestro objetivo, están claros como el agua.

Marahil tuerce el gesto-el cabo de Númerös no tiene nada que ver con Tol Uialgaer -te corrije- Es la isla más septentrional del pequeño archipiélago . Infórmese bien. Y ya me informará a su regreso, o cuando sus labores se lo permitan. Confío en vuaced. Ahora, podéis retiraros.

Inmediatamente, el chambelán os acompaña a la salida, y os conduce a otra estancia, opulentamente decorada. Las paredes lucen tapices de reyes dúnedain e individuos ilustres gondorianos*. En el centro de la estancia esperan de pie cuatro caballeros, que no puedes ser otros que ser los paladines de Tulkas. Un par están mirando hacia vosotros, los otros dos hablan entre ellos pausadamente.

Armados de punta en blanco, con el rojo puño de Tulkas sobre las elegantes sobrevestes de tafetán blanco que se ponían para entrar en combate; ridículos de puro lindos, de no saberlos todo Endor tan temibles guerreros. Tarcil resopla enarcando las cejas al ver el Mandoble del que parece llevar la voz cantante. Él mismo no podría esgrimir tamaño espadón -forjado en Oesternesse- decentemente.

-Tulkas guarde la tierra de la piedra, caballeros- os dice el que efectivamente parece tener la voz cantante, afirmando levemente en forma de saludo, y emulando el gesto el resto de paladines, que no parecen en absoluto menos hidalgos ni menos bizarras sus armas a dos manos.

Me acerco presto a la mesa del Marahil, y le acerco amablemente a Herion el mapa que ofrece el arequain.

Y bueno, Rhogar no tiene ni idea de quiénes son los ilustres dúnedain que aparecen en los cuadros, o al menos, no los reconoce.

Escucho a Marahil quién nos indica el lugar al cual navegaremos. Rhogar le entrega el mapa a Herión y podremos echarle un vistazo rápido. Una zona difícil por lo que veo, demasiado cerca de la sombra de Umbar, infestada de corsarios y buques de velas negras...

- No es un paseo agradable... - murmuro entre dientes 

Será un viaje difícil. Nuestros hombres deberán estar muy atentos ya que entraremos seguramente en combate.

Tras cruzar unas palabras con los paladines -la verdad es que no son muy locuaces-, el chambelán os acompaña hasta la puerta. Así que os hallais de nuevo en la calle de Tar-Meneldur, y el Turupanto está listo para partir. Los despachos del Capitán Falathar los guarda Herion en un cartapacio, junto a otros documentos. Y los paladines, absolutamente fuera de su ambiente natural, esperan de pie que les indiques cómo se va a proceder.

Entretenida como estaba mirando toda la habitación, no pude sino fijarme muy atentamente en aquel cuadro. ¿Quienes eran tan ilustres señores que tenían tamaña pintura para su honor y regocijo?