Partida Rol por web

Rhogar notó el calor del fuego a su espalda .- Elenezer!!! .- gritó con todas sus fuerzas para que esta contestara, estaban resistiendo bien a los envites de los haradrim, si seguian así conseguirian evitar que el Turupanto fuera totalmente abordado por ellos, pero tenían que hacer algo, la lucha así duraria demasiado tiempo.

El de Tolfalas miró su brazalete para comprobar que la chica seguía con normalidad y repartiendo dos estocadas más, retrocedió unos pasos para comprobar que alguien se estaba encargando del fuego .- Tarcil fuego! hay que sofocarlo o arderemos todos como esos malditos condenados de Numenor! Apagad ese fuego!! .- grito tan fuerte como pudo para llamar la atención sobre el.

- Fuego, a dicho fuego - pensaba para mis adentros, mientras me defenia de los jenizaros. Estos cotinuaban intentando entrar en el Turuanto, y yo habia decuidado mi mando en pos de la defensa, olvidandome de ua regla principal. El barco debia manenerse a salvo a toda costa, y para ello era tambien necesario ocuparse de lo que ocurria dentro.

- ¡¡Tatuajes, el fuego, apagdalo de inmediato!!- digo sin apenas mirar a siuacion del cómitre.

Mientras mis pensamientos debilitaban mi concentracion, y despues el grito de Rhogar, vuelvo a la carga, intentando golpear con mi filo el cuerpo de mi enemigo.

Alzo la espada para despues bajarla, intentando que la velocidad imprima potencia a la parte mas alejada e intentar herir al sarraceno. Mi espada vacila un poco. Mi estado de alerta, observando a mi alrededor, no auguran un gran golpe, pero al menos o quedare al descubierto.

- ¡¡Gorgos, ayudales a sofocar todo conato de llama que os encontreis!! - El Turupanto estaba parado, sin posibilidad inmediata de moverse, por lo que el piloto no tenia por que permanecer en su pesto. Seria de mas ayuda en la lucha.

Herion se alza por encima de sus hombres y participa en el muro que de momento frena a los haradrim.

Gorgos, más cerca del fuego que Tatuajes, y exigiendo la ayuda de uno de los timoneles y todos los grumetes disponibles, corren a encargarse del fuego, que se extiende como si el mismísimo Melkor soplara malicioso sobre él desde el Infierno.

Tarcil fuego! hay que sofocarlo o arderemos todos como esos malditos condenados de Numenor! Apagad ese fuego!!-gritaba Rhogar mientras reparte sendas estocadas en las piernas de sus adversarios. Después, carga con su enorme escudo contra el haradan más perjudicado, tirándolo contra la bancada sobre el cadáver de uno de vuestros galeotes.

No puedo perder más tiempo, tengo que acabar con el enemigo que tengo delante y ayudar a apagar el incendio. Si no arderemos todos y nuestros huesos morarán en las aguas de estos mares hasta el confín de los tiempos.

Le suelto una estocada con violencia intentando desestabilizarlo y esperando que caiga fuertemente herido. Así podré dedicarme a apagar el fuego ayudando al resto de los hombres del barco... 

-¡Que no pasen!¡Proteged a la chusma! ¡Gondor!¡Gondor!-se oye de fondo por todo el Turupanto, entre el crujir de maderas, violento tintineo de metal y gritos de infantes y jenízaros.

El arráez de la galeota haradrim entra por fin en el Turupanto, abriéndose paso con su alfanje a base de mandobles de carnicero, y seguido de un grupo fiel de jenízaros, haciendo retroceder o matando a vuestros infantes. Aprovechando la confusión, algunos haradrim que habían caído sobre los remos o al mar, empezaban a subir, apareciendo amenazadores sobre la regala del Turupanto.

Entonces, una nueva oleada de flechas llueve desde la galeota enemiga para cubrir el avance. ¡Aunque al menos, empezando a ocuparse del fuego!

Las flechas llueven como granizo sobre la cubierta del Turupanto. Incluso algunos jenízaros son víctimas del masivo ataque. Y eficiente, pues los arqueros, sumados al embiste dirigido gallardamente por el arráez heradrim, hacen retroceder el muro humano que habíais formado, y muchos caéis sobre las bancadas. Aunque los más despiertos suben a la crujía.

El escudo de Rhogar recibe hasta tres flechazos. Y dos el de Herion, mas una atraviesa más de la cuenta en lugar inoportuno hiriéndole en el brazo.

Pronto, el combate se contagia hasta los bancales de boga y la crujía. Parece que los primeros en clavar una daga en el palo mayor van a ser ellos. Si es que los sarracenos tienen esas bravas costumbres.

Tras los flechazos lanzados por los manchados haradrim recibimos el ataque frontal de sus hombres. Nuestros infantes no logran contener la furia mora sureña y debemos retroceder, algunos a la fuerza como yo que casi soy tirado al suelo por el empuje enemigo. Resisto a duras penas y logro permanecer en la bancada junto al resto de los galeotes donde espero presentar mejor batalla y tener algo más de suerte.

Animo a los hombres que están a mi lado para que luchen hasta su último aliento:

- Hombres...no os acobardéis...los dioses sonríen a los valientes...luchemos contra el enemigo con toda nuestra furia...¡FURIA!¡CORAJE!¡SANGRE!

Los hombres repiten está última palabra: ¡SANGRE!¡SANGRE!¡SANGRE!

- Tiñamos del rojo de la sangre enemiga el Turupanto... - digo mientras me lanzo de nuevo a luchar contra en enemigo

Una gran sombra sobre cernía sobre el Turupanto, Rhogar alzó la mirada y sus peores presagios se cumplían, estaban atacando con flechas, no les importaba la vida de los que ya había abordado el Turupanto, eran sacrificios a sus dioses y si no aguantabamos nosotros también lo seriamos, Rhogar cubrió su cuerpo con su escudo, tal y como había aprendido de sus superiores, sin dejar ni un rastro de piel fuera del escudo.

TAC, TAC, TAC!

Tres fuertes golpes sobre el escudo, pero gracias a Eru no había sufrido daño alguno.

Estaba, discúlpenme ustedes la palabra, acojonada. No se dónde escuché aquel vocablo, seguramente hubiese sido a alguien del Turupanto...Bueno, el caso era que el miedo me inundaba. No sabía por qué aun no habían llegado a mis manos los enfermos, todo el tiempo perdido eran segundos que los acercaban a la muerte y dificultaban mi trabajo.

Estaba poniéndome nerviosa, quería trabajar ya, una vez enfrascada en mis asuntos, todo se disipaba y no había tiempo para preocuparse por nada...

En mi cabeza escuché lso pasos de la batalla...¿Ya habían llegado los haradrim hasta aquí? Abrí los ojos como platos y caí al suelo, arrodillada.

- Eru, el Grande, el Único. Manwe, el Mayor, el preferido por Él. Ulmo, que nos dejas navegar en tus Aguas. Estë, compasiva, sanadora... Proteged todos a los hombres de este barco y los que vienen con nosotros, proteged al Turupanto, a Nuestra señora Uinen y al Ulumúri... Protegedlos y llenad el corazón de los que luchan por defenderlos, por defenderos...

El resto de mi oración la continué en silencio, con los ojos fuertemente cerrados. Escuchaba el fragor de la batalla sobre mi, a mi alrededor y por un momento pensé en la horrorosa escena que sería el que nos capturasen... Antes me haría pasar por el cuchillo que dejarme tocar por cualquiera de esos infieles...
Borre los funestos pensamientos de mi mente y seguí orando.

The song of Tarcil:

-¡Alautalá!¡Alautalá!-aulla un haradan, vibrándole el odio en la voz mientras se precipita contra ti. ¿de dónde carajo ha salido?

El sarraceno se te ha echado encima contra los bancos de boga y te agarra firmemente mientras intenta clavarte su gumía*. En la confusión de fondo oías a los galeotes haradrim del Turupanto gritar en su gutural idioma. No entendías lo que decían pero miraban a los atacantes con los ojos muy abiertos y con desesperación. Así mismo, los galeotes gondorianos y de otras razas del norte se tapaban la cabeza con los brazos como podían y aullaban ante los cuchillazos sueltos. Muchos habían caído también bajo la manta de muerte que siempre predicaban las flechas. Al mogataz no lo veías entre la confusa batalla, pero sin duda estaría repartiendo lo suyo, pues era hombre templado y de mucho cuajo. A Fiaras tampoco lo tenías localizado. Sólo esperabas que estuvieran a salvo mientras luchabas por tu vida...

The song of Rhogar:

El lance se estaba volviendo cada vez más bellaco. Gracias a tu portentoso tamaño y tu enorme escudo logras placar la avalancha de flechas y de jenízaros, y sigues manteniéndote en el tabladillo de la galera, al lado de la carroza de popa. A la vez que estampas tu escudo contra un haradan que pretendía acuchillar a Gorgos por la espalda -sonido seco de huesos rotos-, mientras éste intentaba sofocar el fuego. El piloto, te mira agradecido, golpeándote afablemente en el hombro: -¡gracias, amigo!

Después, te preparas para lo peor: que esta barahúnda de salvajes no acabe bajando al sollado donde se haya la indefensa Elenezer sería un milagro, mayor aún que la hazaña de Isildur cuando arrancara el Anillo Único de la mano de Sauron.

Y mientras todas estas ideas cruzan por tu cabeza, ves aparecer por entre el humo y los cadáveres a un variag negro y erizado como un jabalí, provisto de bonete de cuero, rodancho y un enorme alfanje*. Y por como grita a los haradrim que tiene cerca parece ser algún tipo de oficial de los jenízaros. Después te mira, y sonríe toscamente. Y mas que sonrisa parece una mueca macabra, diezmado de dientes. Casi puedes oler su aliento: a sangre y muerte. A su diestra viene otro exaltado haradan, y los dos se te echan encima...

The song of Elenezer:

La curandera se mantenía rezando en el sollado, casi tan nerviosa como sus ayudantes. Uno de ellos aspirante a galeno y el resto pajes y grumetes. Siempre se ponía nerviosa ante la inminente batalla, mas esta vez había algo diferente: nunca antes había sentido tan cerca el fragor de la lucha. Pareciera como si todos los caballos de las cuadras de su padre estuvieran desbocados por la cubierta del Turupanto. Tintineo de metal que traspasaba sus oídos, griterío en una lengua ajena y lejana. Aullidos de dolor y miedo perdidos en el aire... como si Manwë condujera todo ese ruido directamente a sus oídos, para atormentarla. Incluso el Turupanto se quejaba. A veces se estremecía entre crujidos, o cabeceaba o se balanceaba repentinamente. Solo esperaba que eso que empezaba a oler no fuera a maderamen quemado. Y en esas se andaba, manoseando su amuleto de Estë, cuando de repente, la trampilla del sollado se abrió de forma violenta: ¡PLAM!¡PLAM!...

Al fin un enemigo digno de mi espada Rhogar lo miró desafiante, sabía que si conseguía cortarle la cabeza muchos de los haradrim se lo pensarian antes de intentar poseer el Turupanto, estaba ante una gran lucha y una gran oportunidad para el desenlace final de esta batalla, pero el muy perro no venía solo, tenía que quitarme su esbirro para poder acabar con Variag, había oido hablar de ellos pero nunca se había enfrentado a ninguno, esta era una gran oportunidad.

Con una sonrisa Rhogar se plantó escudo y espada en mano .- Por Eru y por Tolfalas que bañare tus ojos en sangre! .- gruño el de tolfalas entre dientes.

The song of Rhogar:

Bloqueas sin dificultad el ataque del fiero variag. Y te echas a un lado para eludir al otro jenízaro mientras te agachas para golpear con certera estocada, que atraviesa cuero y tripas. Entonces miras de reojo -sientes movimiento por el lado del segundo contrincante-, y con la velocidad de Tulkas sacas el arma de entre las tripas -con sanguinolenta estela y borbotones- mientras el oficial corsario te mira incrédulo mientras digiere la estocada. Y sin rectificar golpeas a un lado, con tal suerte, que logras desarmar al haradan, que también se queda estupefacto, demasiado confiado por ir junto a un oficial. Así, los dos te miran ahora conmocionados, con cara de esto no nos puede estar pasando a nosotros, esperando ya tu golpe de gracia, que no hace esperar...