Partida Rol por web

ATAQUE NUESTRA SEÑORA UINEN.

ATAQUE DEL ULUMÚRI.

Rhogar tenía la mirada perdida, pero por un momento ante el tacto de las manos de Elenezer y sus suaves palabras, Rhogar volvió en si, un escalofrio recorría su espalda y su piel se había convertido en piel de naranja, las manos de Elenezer eran tan suaves que le cortaban la respiración. Pasaron unos segundos hasta que el de Tolfalas volvió a hablar, justo después de beber algo de agua, la cual recorrió su garganta lentamente, dajandole sentir otra vez la humedad en sus labios.

.- Estoy bien... nadie me ha herido, solo es que... .- Rhogar cortó sus palabras, no quería contarle a la muchacha lo que realmente estaba pasando en cubierta .- nada... que por un instante me he sentido cansado, pero he venido a ver como estabas  .- mintió, no podía dar más imagen de debilidad ante ella, por lo que se incorporó apoyándose en su espada .- gracias... te juro por lo que más quiero en el mundo que saldremos de esta .-

No sabía lo que le había pasado, no estaba acostumbrado a perder ni una sola refriega, por lo que el sentimiento era nuevo para él, menos cansado ahora y con un nuevo anhelo de esperanza, recogió su escudo y miró por última vez a su protegida, había demostrado que era valiente y estaba realizando un gran trabajo, no dejaría que le pasara nada, ya no solo por que era su trabajo, si no por que realmente valía la pena que nuestro mundo perdiera algo tan valioso.

Salió por la puerta, tenía que seguir luchando y hasta ahora nadie había podido con él, y así seguiría siendo.

De repente, un pivote del tamaño de un arpón para cazar krakens atraviesa a un par de desdichados haradrim, llevándose también a uno de vuestros galeotes, que se batía valerosamente. Bueno, que se batía como podía. Cuando levantáis la cabeza veis que algunas de las balistas de NSU apuntan hacia vosotros. ¡Os están defendiendo!

Inmediatamente contempláis un espectacular y desquiciante efecto. El combate ha llegado hasta la carroza de NSU, y por consiguiente hasta el valeroso Príncipe Ondoher. Y es asombroso espectáculo verlo combatir junto a sus más allegados paladines envueltos en un aura azulada -suponéis que algún tipo de sortilegio de protección de los paladines- contra una nube de jenízaros y númenóreanos -de relucientes yelmos en forma de nautilus y espadas de Oesternesse.

También aprovecháis para echar un vistazo al resto de fieros paladines de Ulmo, aliviando almas de su corrupta materia. Las de los enemigos y las suyas propias. Nunca hasta ahora habíais visto a nadie caer tan honrosamente. Muertos y heridos, sí, pero sin ceder un jodido centímetro. Y no menos gallardamente se baten los paladines de Tulkas, que pareciera que el mismísimo vala los estuviera observando y no pudieran permitirse el lujo de incurrir en menoscabo de la honra.

Con la ayuda de los paladines de NSU, un grupo de infantes liderados por el capitán del Turupanto -junto a Fiaras y Herion-, tratan de hacerse fuertes tras el árbol de trinquete, donde había muchas velas y rollos de cabo. A Fiaras todavía le quedaba humor y talento, pese a estar sangrando por un costado y por una herida en la cabeza -que lleva improvisadamente vendada-, y tener un par de heridas más, en cara y muslo.

    Vinieron los sarracenos
    y nos molieron a palos;
    porque Eru ayuda a los malos
    cuando son más que los buenos.

Dice a Herion -en un afortunado momento de descanso que tenéis entre envite y envite-, y no sabes si te ha guiñado un ojo o es que apenas puede abrirlo por la sangre acumulada en la ceja, y que se le desliza por la cara.

Así mismo, el Turupanto cada vez daba más sacudidas extrañas. La tablazón se estremecía y los costillares crujían en sinfonía, una especie de estertores de agonía que nada bueno presagiaban. ¡A veces parecían quejidos humanos! Y también cabeceaba según los hombres de cubierta se movían por la misma en orden de batalla.

De repente, la segunda galeota -alejada por momentos del Turupanto-, dispara una nueva carga de flechas contra el Turupanto*...

* En cuando Tarcil se recuperó un poco lo incorporé y abandoné unos segundos.

Al poco vine con una infusión humeante, que había hecho con agua hervida y un nódulo de Rewk** y que trataba de no derramar pese al bamboleo del barco.

- Tómate esto, te hará bien... Dije con una sonrisa.

Mientras se la tomaba me dediqué en tomar hilo y aguja, y cerrar algunas laceraciones profundas***, con esmero y paciencia, habiéndolas limpiado antes primorosamente.

- Se que duele, pero bueno...ahí arriba supongo que estáis haciéndoos más daño. Le sonreí. Me alegra veros con vida, y espero que sigáis con ella cuando esto termine.

Un comentario inocente al no saber qué estaba ocurriendo allí arriba, ni cómo estaban los bandos, ni nada de nada...

Suspiré y coloqué algunos vendajes que ayudarían a sujetar los puntos. Cuanod se hubo terminado la infusión lo miré de nuevo.

- ¿Cómo os encontráis? El respiro es un buen amigo, en un par de minutos estaréis como nuevo...más o menos... Me encogí de hombros levemente y miré al resto de los heridos, por si alguno necesitaba algo. Si queréis, podéis salir de nuevo a batallar, por ahora no puedo hacer nada más.

Miré a Rhogar a los ojos...estaba cansado, se le notaba, y había algo más...por eso su mirada perdida, sus palabras entrecortadas. Sonreí para mis adentros, hasta los hombres enormes como él necesitaban un respiro, una mano amiga de vez en cuando...

El problema de los gondorianos es que eran demasiado hombres para pedirlos, y si se trataba de ayudarlos en estos campos peligrosos de la sensibilidad y el alma, había que ser muy sutil, pues podrían pensar que pones en evidencia su virilidad...que con las cantidades ingentes de ropa que llevaba este, en concreto, muy muy en evidencia no se podía poner...

Cuando iba a salir por la puerta lo detuve chillando.

- ¡¡¡Por Ëste bendita que corte tienes ahí!!! Dije señalando una zona de su espalda fuera de su alcance visual...Daba igual si había corte o no. Ni se os ocurra tocároslo, ¡¡que os lo llenáis de mugre!!

Comencé a coger cacharros y a montar alboroto.

- Venid aquí, yo no os puedo dejar salir ahí fuera con eso...¿y decís que no os duele? ¡Imposible! Si creo que te puedo ver parte del hueso... Lo miré mal. Si es que mira que sois burros, ¡gondoriano tenías que ser! cabezas duras, ¡¡eeeso es lo que sois!!

Se que no era una manera correcta, pero si no me ponía así, capaz era de irse. Tironeé de su brazo hasta sentarlo de espaldas a toda la muerte que había a nuestro alrededor, y pedí que preparasen más de lo mismo que había hecho antes.*

Con paciencia y parsimonia hacía que le limpiaba la herida, y luego con la aguja le daba pinchacitos, aunque no cosía nada...pues no había que coser. Mientras le hablaba, le preguntaba cómo iban las cosas, y le recordaba que en breve estaría de nuevo por la cubierta pegándoles gritos y, con poca suerte, vomitando al mar. Quería abstraerlo**, llevármelo de allí, quería que su mente por unos minutos se alejase de la batalla y de la sangre.

Cuento "terminé" en su espalda me coloqué enfrente de él.

- ¿Sabéis? He de agradeceros todo lo que habéis hecho por mi, por mi y por todos. No sois el típico hombre de armas, austero y bruto, se que dentro de vos hay mucho que sacar fuera, y se que podéis hacerlo, por los Valar, por Gondor, por tí y por partile la cabeza a esos infieles de ahí arriba. Sonreí de una manera que luego se me antojó demasiado poco femenina. A por ellos, y prométeme que cuando tumbes al siguiente sarraceno, grites tan alto el nombre de Gondor que aquí abajo podamos oirte retumbar. ¡Por Gondor!

Le di una palmadita en el brazo y lo azucé para que se fuese, para que de nuevo se liase a tortas con todos los de ahí arriba y protegiese el santo nombre de nuestra tierra.

Aturdido por las palabras de la pequeña Elenezer, Roghar se giró hacía ella mirandola con cara de extrañado, corte... pero si nadie me ha herido aun... el de Tolfalas intetó tocarse la herida estirando el brazo hacía atras, no tocaba nada, pero la curandera ya le había sentado de espaldas a los demás heridos.

Su dulce voz penetraba en su mente, llevándosela de esa terrible batalla, Rhogar notaba los pinchazos de la aguja y el ungüento por la espalda y empezaba a sentirse mejor, más lleno con más ganas y más fuerzas.

Rhogar cerró los ojos y se repitió a si mismo no esta todo perdido, podemos lograrlo, por Gondor y por nuestros valar.

Al abrir los ojos encontró la pequeña cabezita de Elenezer delante de su cara, y antes de que permitiera al soldado darle las gracias, empezó a hablar, su voz era fuerte y segura esta vez, cada una de sus palabras se clavaba en el interior de Rhogar, esta sonriendo, tiene fe en nosotros, tiene fe en mi, no puedo defraudarla, Por GONDOR!

Rhogar se levantó, agarró a Elenezer por los hombros con toda la suavidad que pudo y con una pequeña sonrisa en la cara .- gracias, así será .- no sabía que más decir, no sabía expresarlo, pero las palabras y los cuidados de aquella mujercita habían provocado un cambio en él, ahora se sentía más fuerte.

Salió por la puerta, el panorama en cubierta era asolador, nuestros soldados intentaban hacerse fuertes en el palo de mesana, por lo que Rhogar miró a su alrededor, el Turupanto estaba demasiado mal, tenían que salir de allí... por suerte el barco aun estaba enproado hacía Nuestra Señora Unien, pero había demasiados Haradrim por el camino, tenía que sacar de allí a Elenezer...

.- Capitán! hay que salir de aquí! .- intentó llamar la atención de este con un fuerte grito .- Herion! hay que reagruparse, tenemos que salir de aquí .- gritaba con fuerza para que el segundo de abordo lo oyera, ellos mandaban y ellos decidian.

Sigo liberando a los galeotes gondorianos y esperando reunirme con el capitán y los hombres que queden en pie en la nave. Entre todos nos haremos paso a través de las líneas enemigas.

- Venga galeotes...si salimos de esta y ayudáis a la corona de Gondor puede que la se abra un nuevo horizonte para vosotros...y si no por lo menos habréis acabado con los que quieren acabar con vuestras familias...

Intento hacerles que odien a los enemigos todavía más para ver si con ello logramos que luchen con uñas y dientes contra los enemigos de Gondor.

Los galeotes gondorianos -también hay algún hombre del norte y dunlendinos- buscan armas tiradas por cubierta una vez liberados, otros se tiran al mar presa del pánico, e incluso uno -aunque no lo veis- localiza a  uno de los sotacómitres del Turupanto y le apuñala torticeramente en los riñones mientras combatía. De todo hay. Aunque todo sea dicho que la mayoría lucha a colmillo de lobo por su vida. Y ese incremento en el número de combatientes gondorianos unido al apoyo logístico de NSU permite un respiro a los infantes del Turupanto, razón por la cual se hacen fuertes de nuevo en el palo de trinquete*.

Para cuando Rhogar sale del sollado el nivel de flotación del Turupanto ha descendido notablemente, escalofriantemente. Quizás debería evacuar a Elenezer y sus ayudantes, así como a los heridos que todavía se pudieran mantener en pie. Mas no hay tiempo para la reacción. Una nueva andanada de flechas cae sobre el Turupanto**.

No había tiempo que perder, el Turupanto se hundía y poco tiempo tenían para salir de esa tumba marina, tenía que actuar eficientemente y rápido, no quedaba más remedio.

Por suerte el mar seguía en demasiada calma y eso podía darles un poco más tiempo, Rhogar volvió a entrar en el sollado, todo estaba lleno de muertos y heridos graves, pero por suerte aun había alguno con suficiente fuerza para intentar sobrevivir.

Rhogar con dos largos pasos se puso al lado de Elenezer .- tenemos que salir de aquí... a fuera las noticias no son buenas .- no quería alarmarla informando de que el barco se hundía y de que había que atravesar toda la cubierta del Turupanto para intentar llegar a Nuestra Señora de Uninen.- iremos al barco del principe, allí tendremos oportunidad de hacernos fuertes y ganar la batalla .- Rhogar intentó dibujar una sonrisa en su cara, pero era muy dificil en estas condiciones .- confía en mi y todo saldrá bien, ahora manos a la obra.

Tenían que sacar todos los que mínimamente pudieran ayudar en la maniobra, como más fueran, más posibilidades de salir.

.- Elenezer... todos los heridos de gravedad tendrán que quedarse, los valar velarán por ellos, todos los que puedan caminar y luchar con espada, tendrán que salir con nosotros hacía fuera .-solo tendríamos una oportunidad .- ordena a tus ayudantes que recojan escudos y espadas, juntos los heridos que nos puedan servir y a mi orden salimos todos a cubierta hacía el palo del trinquete, desde allí correremos hasta proa, entendido? .- lo único que realmente preocupaba a Rhogar era Elenezer, pero todos tenían que tener la posibilidad de sobrevivir.- tu no te moveras de mi lado, por nada en el mundo, solo si muero o soy gravemente herido, en ese caso buscaras a Tarcil y te quedarás con él, yo te protegeré, una vez lleguemos al otro barco ayudarás a sus curanderos.

Rhogar esperó a que Elenezer y sus ayudantes se prepararan junto con los menos heridos, cogió su escudo y su espada y respiró hondo, no les quedaba más remedio que conseguirlo, si no estarían muertos.

Luego grito a todos los que estaban en el sollado, una vez estuvieron preparados.- A mi orden correremos todos hacía el palo del trinquete, si os atacan atacad, si no corred, una vez allí nos organizaremos y juntos iremos al otro barco.

Fue en ese momento cuando Herion y Tarcil ven morir al capitán. El vaivén del combate os había llevado junto a él, reunido junto al grupo de hombres que habían dado asalto a los haradrim de las arrumbadas. Ahora se hallaban sobre los bancos de corulla -donde ya no quedaban galeotes, pues los gondorianos habían sido soltados por Tarcil y caían bajo las cimitarras enemigas, y los haradrim yacían muertos sobre las bancadas-, y por el corredor de la banda diestra, que es por donde les estabais entrando reciamente, ganándoles parte de lo que os habían tomado, habiendo reunido vuestra última y heroica resistencia en torno al trinquete. Fue entonces cuando el capitán, que os alentaba mucho empujando a quienes flaqueaban, resultó herido de una saeta que le pasó las mejillas de lado a lado*; y mientras se la quería sacar, fue alcanzado en el pecho por otra flecha que lo hizo caer muerto en el acto. Con esa desgracia tornillean a algunos más de los vuestros y a punto estáis de perder lo ganado con tanto coraje y tanta sangre; pero alzáis el rostro al cielo acometiendo como fieras, resueltos a vengar al capitán o a dejar la piel en el espolón haradrim.

Un par de metros por debajo, aún no había terminado Rhogar de repartir sus apresuradas órdenes cuando un portazo hiela la sangre a todos los presentes -al menos a todos los que no la hubieran perdido ya-, y un tropel de haradrim irrumpe en el sollado entre escalofriantes alaridos de guerra**.

Las flechas que habían matado al capitán habían sido disparadas puntualmente por el diestro arráez de la galeota haradrim. Pero la bandada de crebain -como los dunlendinos y los tolfalnianos llamaban a las andanadas de flechas- vino después.

¡Escudos arriba, gondorianos!-se escuchó gritar a Herion.

El zumbido se convirtió en un repiqueteo sobre vuestras cabezas, como si decenas de pequeños martillos aporrearan a la vez a otros tantos yunques. Era un estrépito parecido al de un aguacero cayendo sobre cacerolas, pero más violento, y los tingggg sonaban más prolongados cuando las puntas de las flechas golpeaban los escudos, y venían acompañados de crujidos y de impactos más sordos cuando las saetas se clavaban en madera.

El mogataz esataba frente a un arshtika**, ataviado con túnica y tiara azul y protegido con un escudo amarillo en forma de ocho. Era un rival muy rápido. Se agachó y tiró una cuchillada a las piernas de Rustum, que logró detener el golpe, aunque desequilibrándose un poco. Aún así logró devolver el golpe a la altura del pecho. Notó algo metálico por debajo de la túnica del haradrim, pero aprovechando que el sarraceno había quedado momentáneamente aturdido, volvió a golpear, y esta vez pudo sentir como la punta de su alfanje vencía una breve resistencia y se hundía en carne blanda. Después removió el alfanje sobre su punta mientras el rostro del enemigo se desencajaba en un rictus de odio y dolor y su arma cayó inútil al suelo.

Fffzzzzuuu. Entonces, algo negro silbó en el aire y una fracción de segundo después el mogataz sintió algo en el pecho, retrocediendo con un gruñido de dolor mientras otro haradrim ocupaba el puesto de su compañero caído.

Ffzzuuuu, ffzzuuuu, ffzzuuuu. Las saetas volaban en horizontal. El hombre que estaba a la izquierda del mogataz soltó un grito y se llevó la mano a la cara. Al arrancarse la flecha que había penetrado por el visor del yelmo se sacó también el ojo, una bola blanca unida a un colgajo sanguinolento, y cayó de rodillas entre alaridos. Otra flecha hirió malamente a Gorgos -como si esta batalla no quiesiera testigos del Turupanto que pudieran contar cómo se hundió en las profundidades del Belegaer-. El piloto se palpó la herida, y notó que sangraba: estaba malherido. Con un último esfuerzo paró el golpe del enemigo y lo empujó para que trastabillara contra los bancos de boga, y después, con sus últimas energías trató de salir de la  maraña de combatientes...

Tienes una flecha clavada en el pecho-se dijo Rustum.
Si fuera grave, ya estarías muerto, se respondió a sí mismo el mogataz, y tiró de la flecha, que salió con facilidad. Había sangre en la punta, pero después de atravesar las capas de lino debía haber perdido fuerza y no había podido perforar la costilla. A su alrededor eran todo gritos de desánimo

En total habían penetrado cinco corsarios en el sollado. Uno se había escurrido por el fondo, no sabíais a ciencia cierta si para atacar a los ayudantes de Elenezer, para rematar a los heridos o en busca de posible botín antes de que se hundiera el barco. De los cuatro restantes, dos van contra Elenezer y Kharasdil -que así se llama el soldado- y los otros dos contra ti. La propia Elenezer se disponía a rogar a Rhogar que no se moviera demasiado o se reabrirían las heridas, mas deshechó la idea: no estaba el asunto como para demasiados fuegos artificiales. Ni aunque fuera Gandalf el artificiero.

Estaba limpiando y recogiendo un poco, preparándolo todo para las siguientes oleadas de heridos, reorganizando los instrumentales cuando Rhogar viene corriendo, gritando que nos pongamos en marcha. Abre los ojos como platos y comienzo a dar órdenes. Que recojan las cosas y la metan en una bolsa que estoy preparando, con los instrumentales más caros y necesarios. Meto el cofre de hierbas y me echó la bolsa, no más grande que un macuto, a la espalda.

Mis chicos miran qué heridos pueden salvarse, pero por desgracia están todos para el arrastre*. y nos disponíamos a marcharnos cuando cinco perros infieles entran en el sollado. Dos de ellos corren hacia mí, y chillando cojo una de las ollas llenas de agua hirviendo (para hervir trapos e instrumentales) y se la tiro a la cara, olla y contenido, a uno de ellos, antes de echar a correr hacia la protección de Rhogar.

Mi mente trabaja rápido, y busca las palabras, y cogiendo una de las sierras de amputaciones, como arma y una vez a cubierto, me giro hacia los dos infieles.

- Perros infieles que osáis entrar a este lugar de descanso y tranquilidad, ¡de respiro para los heridos!. Ni eso os enseñan vuestros profanos dioses a respetar ¡Perros! Miro a Rhogar ¡¡Por Tulkas!! ¡¡POR GONDOOR!!**

Y tomo la pose más cercana a la defensa que se me ocurre, cuchilla en mano, a la vez que vuelvo a pedirle fuerza al Valar para que nos proteja con su pecho, con su fuerza.***

El capitán ha caído, y nuestros hombres mueren cada segundo...es hora de emprender la retirada.

- Debemos abandonar el barco....Nuestra Señora es la nave más cercana...debemos refugiarnos en ella y salvar al mayor número de hombres... - le grito a Herión - Que Ulmo hunda esta nave con los sarracenos dentro, que nadie ose profanar el cadáver del capitán, que los Valar acaben con la vida del infiel que lo haga...que su alma viaje libre y que los pecados no pesen... - rezo para que el alma de nuestro capitán llegue a las estancias de Mandos 

Dicho esto me valgo de lo que puedo para ir haciéndome paso hasta el otro barco. Un par de flechas me alcanzan, algo más de daño que espero no me impida subir a bordo del Nuestra Señora.