Partida Rol por web

Justo al intentar salir hacía cubierta la puerta se abrió de par en par dejando entrar a 5 malditos haradrim, Rhogar miró a su alrededor, pero solo pudo comprobar que los heridos que había en el sollado estaban más del lado de mandos que no del suyo, solo estaba uno de los soldados de la guardia del padre de Elenezer, se podía confiar en ellos eran raudos, fuertes y valientes.

Elenezer corrió hacía a Rhogar a protegerse, era la mejor solución, ni los valar saben lo que harían a la pobre chica si estos malditos perros bastardos la apresan, pero esta ladrar ladraba, su voz suave anteriormente se había convertido en una voz imponente insultando a nuestros rivales.

Rhogar levantó su espada y su escudo, apreciando que ya había recuperado toda su fuerza .- Acabais de cavar vuestra tumba .- y se lanzó contra sus rivales con dos rápidos espadazos 

 Las flechas volaban, el Turupanto se hundia y el capitan acababa de perecer a manos del enemigo. Los escudos estaban arriba, como bien habia gritado un momento antes. Por suerte para mi, tres dardos se clavaron en mi escudo, sin llegar a rozarme ni uno de todos los lanzados. Despues, bajandolo de nuevo hasta su posicion de defensa, me preparo para un nuevo envite. Debiamos lelgar como fuese hasta el barco amigo. Desde el trinquete tan solo debiamos atravesar un mar enfurecido de filos, puños y malas intenciones. Solo teniamos esa salida, y la ibamos a tomar. 

- ¡¡Adelante!! ¡Avanzad!, ¡¡Por Gondor ADELANTEEEE!!

Por nuestro bien debiamos pasar. Los galeotes morian por doquier, mas su perdida era mejor que la nuestra, al fin y al cabo pagaban por sus maldades. El bueno de Tarcil no perdia su alegria, pese a las heridas que le habian inflingido. Nuestros hombres avanzaban, pero los haradrim nos cortaban el paso. Habia que repartir un poco de muerte, solo un poco mas.

Colocandome en primera linea de avance me lanzo a por el primer infeliz que se oponga a mi. Solo esperaba que me siguiesen, que ver a un oficial en la lucha les alentase, olvidando la muerte del capitan.

The song of Elenezer & Rhogar:

Elenezer se pone tan nerviosa ante la violenta irrupción del enemigo en la intimidad de su sollado que reacciona como una auténtica histérica. Estaba recogiendo sus enseres para la evacuación del Turupanto cuando de repente -y entre lamentos y maldiciones inconexas- corre hacia el cuenco con agua hirviendo que le habían preparado sus ayudantes y se lo arroja al haradrim que tiene más cerca, el cuál, emite unos espantosos alaridos*. Después proyecta sobre sí misma un sortilegio de protección**, y empezando a recuperar la calma, comienza a preparar el sortilegio Voz de Tulkas. Mientras, el haradrim que parece llevar la voz cantante en el grupo, contesta a Rhogar:

-¡Ya no asustáis ni a las cabras montesas que os tiráis en vuestras yermas tierras, tolfaliano!-gruñe, con su adûnaico plagado de silbantes. Iba adornado con oro y lapislázuli en abundancia: anillos, pendientes, gruesas ajorcas y cadenas y collares que daban varias vueltas al cuello, y un caftán de color púrpura ribeteada en oro. Para Rhogar era un sarraceno más, pero Elenezer -más despierta a estas sutilezas- conocía bien aquel tono oscuro y elegante de la nobleza, y sabía que no era imitación barata de cochinilla o de raíz de rubia, sino púrpura auténtica de múrice de Umbar. Amén del oro y del lapislázuli.

El combate era inminente.

-Ni se le ocurra hacer insensateces tan temerarios de nuevo, señorita -te increpa Kharasdil, sargento de los soldados asignados por tu padre al Turupanto- déjenos a nosotros a esta balhurria corsaria-termina rotundo, mientras desenfunda su espada. Vestía borceguíes de suela de esparto, polainas y túnica de lino bajo la coraza pavonada en negro de las milicias de Anor. Su mirada era fiera y lucía un enhiesto bigote de soldado viejo.

Esto iba a exigir mucha destreza, pues iba la piel de la inocente Elenezer en el naipe. Además el tiempo iba en su contra, cuanto más tiempo tardaran en acabar con el enemigo más posibilidades de que llegaran más habría.

The song of Herion & Tarcil:

Organizar a los gondorianos sin el capitán y rodeados de corsarios no iba a ser tarea fácil. Ya no había apenas cantos, ni trompetas, las órdenes eran pocas y los alaridos muchos, y el canglor de metal contra metal había dejado paso a ruidos más ominosos. Tan sólo se oían ya las voces de unos desgañitados Herion y Tarcil -que ya había soltado a los último galeotes vivos y no sarracenos-. Ya no veíais a los paladines de Tulkas, enterrados entre una marabunta haradrim; apaciguados sus ¡Tulkas!¡Tulkas! bajo los desagradables alaridos de esos sarracenos, que parecían hormigas sobre el cadáver de un escarabajo.

Ah, qué hatajo de patéticos y magníficos compañeros con los que morir-pensó Gorgos mientras se desvanecía, arma en mano...

Herion, desesperado, golpeó al haradan que más cerca tenía, que se revolvió para hacerle frente. Pero en aquel caos que era la proa del Turupanto, el arráez de la segunda galeota había logrado abrirse paso entre la muchedumbre y llegando hasta Herion, le atacó por su flanco izquierdo. El arráez vestía un caftán turquesa y llevaba un sable atravesado en el fajín amarillo. Era un hombre corpulento y de mediana estatura, y llevaba un yelmo de electro con la efigie de un draco de arena de Harad en su cúspide. Tenía la barba rizada y teñida de rojo. Y debía de habérsela untado con algún tipo de grasa que la mantenía tan rígida como si estuviese esculpida en piedra.

-¡Inta ili, godoriano kafer!-te grita, por si su golpe no fuera suficiente para llamar tu atención.

Consigo un arma de los hombres caídos y me preparo para salir de allí como sea, protegeré a Herión y a los hombres que pueda por la promesa que un día hice. Salvar mil vidas a costa de la mía, estoy lejos de esa cifra pero espero que los dioses me agradezcan el intento con un poco de suerte o con valor para afrontar estos últimos momentos.

- Por Arnor y Gondor...por Eru y los Valar... - grito mientras empiezo a moverme 

Rhogar volvió a preparse para el ataque, tenía a sus adversarios como le gustaba, como una comida cocinada lentamente, sabía mucho mejor, sus primeros golpes habían aturdido a sus contrincantes

.- un buen regalo sería para la señorita toda esa perafernalia de bistuterías, pero estarán tan ensagrentadas cuando acabe contigo que nos las va a querer ni tu propia familia.- Rhogar se lanzó otra vez con fuerza para asestar el golpe definitivo a sus rivales, no tenían por que matarles, tenían que huir de esa tumba en que se había convertido el Turupanto lo antes posible.

El primer envite no salio como yo desaba, con la muerte del enemigo. Mi espada solo le produjo una incisava herida en el hombro, sangrante, pero irrelevante para mis planes. Su cimitarra no llego a golpearme, logrando asi sobrevivir un pequeño lapso de tiempo extra.

Sorprendido, note como un nuevo y pavoneado enemigo me lanzaba el filo de su alfanje, era el arraez de la segunda galeota a juzgar por sus pintas. Menos curvadoa que la cimitarra de su subordinado la espada del arraez tambien llego a darme, pero solo hubo una pequeña herida poco profunda que ni tan siquiera dejo caer el mas minimo hilo de sangre de mi cuerpo. Sus palabras, lejos de entenderlas, me parecieron una clara amenaza en un intento por captar mi atencion. Lo consiguio, pues retrocediendo un poco me coloco frente a el, intentando dejarle entre mi pirmer objetivo y yo.

Ya lo habia hecho antes. El otro arraez servia de comida para los peces, y este correria la misma suerte. Tal vez otra demostracion de nuestra fuerza ante sus hombres, llenara los corazones de valor y coraje entre nuestras filas, y llenara de temor las almas enemigas. Con ese pensamiento y la imagen de su yelmo y esa barba roja rodando por el suelo, me lanzo en pos de su muerte.

Alrededor la desesparanza nos rodea. Hasta los paladines de Tulkas estan es serio peligro. Nuestras filas se concentran bajo el trinquete y solo una salida nos separa de nuestra salvacion. Debemos atravesar un mar de jenizaros con ganas de matar. Con la mirada intento buscar otra escapatoria...

 He tirado percepcion para intentar ver otra escapatoria.

Quizas sea mas facil llegar a la nave enemiga que a NSU. deben de quedar pocos enemigos en casa si estan todos en la nuestra;)

Tus enemigos, una vez acostumbrados al hedor del sollado, se rehacen un poco. Aún así consigues mantenerlos a raya. ¡Qué se han pensado esos sarracenos! No en vano en el pueblo de Rhogar se iniciaban como adultos matando a otra persona a sangre fría. Y con Elenezer cerca parecía que las armas pesaran menos. El tal Kharasdil no se queda atrás. Se nota que es soldado veterano. Sólo os preocupa qué pueda estar haciendo el quinto corsario, que habéis perdido su pista.

De repente, la voz de la pequeña Elenezer es poseída por el Trueno, y con cada hálito surge una amenaza metálica y cavernosa de una pureza y una majestuosidad que hiela la sangre. Como si los mismísimos valar, ofendidos por el perjuicio que os están causando los haradrim, se hubiesen manifestado en el sollado del Turupanto para castigar la ofensa a una de sus más frágiles sirvientes. Incluso Kharasdil y Rhogar se ven sobrecogidos por las palabras de la curandera. Mas los haradrim -temerosos de los dioses-, dejan de combatir por un momento, ojipláticos, mientras un sudor frío aparece en sus frentes.

La espada de Roghar me defiende mientras preparo el hechizo que habré de lanzar.

Una voz imponente sale de mi garganta y hace que los hombres comiencen a asustarse de mi, del Valar que habla por mi garganta. Comencé a soltar todo el cansancio y el pánico que tenía en forma de ragañina, de esas a las que ya tenía acostumbrados a todos en el barco, pero que, debido a mi voz unida a la del mismísimo Tulkas, sonaba tan imponente que incluso a mi me daba qué pensar.

Respiraba agitada tras la primera retahila, pero no descansaba, no, comenzaba a pensar en qué decirles ahora, en qué soltar mientras ellos estaban mirándome*.

- Se creen estos hijos de Valarauko** que pueden venir a una zona de paz a esparcir más sangre. Se creen que Tulkas va a dejar pasar tamaña ofensa. ¡¡SALID DE AQUÍ AHORA!! ¡¡ID A LLORARLE A LAS RAMERAS QUE OS PARIERON!! ¡¡O TIRAROS POR LA BORDA DEL BARCO, PUES PARA POCO MÁS SERVÍS!!

Di un paso al frente, con el ceño fruncido, señale con la mano vacía la puerta por la que había venido.

- SALID DE AQUÍ EN NOMBRE DE TULKAS, ¡¡¡O VENDRÁ EL EN PERSONA Y OS ABRIRÁ LOS INTESTINOS!!! ¡¡¡JURO POR LOS VALAR QUE LO HARÁ!!!

Sinceramente, no se si era por el miedo, por la voz, o por qué, pero me estaba sorprendiendo el escucharme decir tal cantidad de improperios...aunque eso era mejor que ser siquiera tocada por cualquiera de esos animales.
Me di cuenta de que hablaba de puntillas...inconscientemente trataba de hacerme más alta e imponente.

- ¡¡¡MARCHAOS DE AQUÍ Y DECIDLES A TODOS EL DESTINO ACIAGO QUE OS ESPERA AL LUCHAR CONTRA LOS MISMOS VALAR!!!

Los haradrim echan a correr escaleras arriba y salen del sollado. Uno incluso ha tirado su cimitarra y su escudo. Para entonces, tus ayudantes ya han acabado de recoger tus principales posesiones y utensilios, y esperan expectantes vuestra decisión. Mientras, empezáis a oír el lamento de los heridos, que no son tontos.

-¡Por el amor de Estë!-claman unos.
-¡No, no podéis dejarnos aquí!-murmuran otros.
Uno, cercano a Elenezer, le agarra de la manga, tirando de ella: -¡Piedad!¡Piedad! ¡Misericordioso Eru!

Herion reparte órdenes, pero escapar de ahí es tarea imposible. ¡Os tienen rodeados! Además de que la proa del Turupanto está impracticable, y moverse por ahí es imposible -entre las bancadas, los cadáveres y tanto enemigo-. Al menos mantienes a raya al arráez enemigo, mas no sabes por cuanto tiempo, pues empiezas a combatir con tus últimas reservas de sangre.

 Estabamos rodeados, solo nos quedaba luchar y parecia que no lograbamos hilar un ataque en condiciones. Fuere como fuese, teniamos que llegar hasta el Nuestra Señora de Uinen, era nuestra unica salida. No habia mas remedio, solo esperaba que si lograba acabar con el arraez sus hombres en lugar de intentar vengarle, huyeran asustados por el poder de Gondor.

Asi pues procurando mantenerme en pie, esquivando cadaveres, cabos sueltos y otros aparejos. Intentando no resvalar con la sangre que se acumulaba en cubierta y aprovechando el leve golpe en el pecho que ya le habia propinado, lanzo una nueva estocada hacia el mismisimo corazon del arraez.

- ¡¡Resisitid!! ¡¡Por Gondor!! ¡¡Muerte!! - Gritaba segun mi espada se acercaba al jefe de los sarracenos