Partida Rol por web

.- Ya es tarde Tarcil... estamos en una ratonera.- Rhogar miró hacía los barcos enemigos y la costa.- nuestras embarcaciones en estas condiciones ya no pueden navegar y además si pudieran por mar no podriamos escapar, nos tienen acorralados... la única salvación es luchar y derrotarlos, por que todas las demás opciones que se me ocurren serían demasiado deshonrosas para el principe... se puede huir por tierra... pero no quieren huir, quieren ganar la batalla...

Os ponéis en pie, andáis por el corredor de la banda de babor entre la gente que ahí estaban tumbadas, y echando una pierna fuera y luego la otra os agarráis a un cabo suelto para pasar al Ulumúri*. Las naves enemigas se habían retirado a tiro de catapulta, mientras preparaban el siguiente asalto. Una de ellas, maltrecha del último abordaje, se veía con la borda a ras del agua, medio anegada, con mucho ir venir de gente en cubierta; y la galera númenóreana estaba desarbolada del trinquete. También los corsarios pagaban un precio alto este día.

Comprobáis que la situación a bordo del Ulumúri sólo es un poco mejor que a bordo de NSU. Los galeotes encadenados habían sufrido recia carnicería, y los paladines de Anduil, duque de Ostara, conde de Sarlond y Almirante de su Graciosa Majestad, estaban tiznados de sangre seca y con la mirada perdida en el vacío. Y también aprovechaban este nuevo respiro para descansar y rehacerse cuanto podían. Ninguno rompió su hosco silencio ni levantó la vista cuando pasasteis entre ellos, en dirección a la carroza. Y de ahí, bajasteis a la sala de consejo.

El suelo estaba cubierto de papeles pisoteados y ropa sucia,  y de pie en torno a una mesa, con una jarra de vino que pasaba de uno a otro, estaba Anduril con su primer oficial -herido en la cabeza y con un brazo en cabestrillo-, Ondoher -con gesto casi hierático, más propio de un gran rey que de una situación como esta-, Voramar, gesto serio, y el cómitre del Ulumúri. O tal parecía.

-Me dicen que Herion está en el sollado de NSU-os comenta Anduril; después sonríe levemente, como si en vez de saliva tuviera escarcha, y le costara- aún así está más muerto que vivo y vosotros tendréis que decidir como máxima autoridad del malogrado Turupanto.

Rhogar entró en la sala con semblante serio y observó la escena con mirada de hielo, los que estaban allí eran muy altos oficiales de la armada gondoriana y había que tratarlos con el máximo respeto.

Al posarse ante ellos saludo levemente y escuchó las palabras que allí se tenían que decir, quedándole el corazón petrificado al escuchar las palabras de Anduil, habían sacado a Herion del mar, y tenía posibilidades de sobrevivir.

Esa era una gran noticia en un día en que nadie podía alegrarse por la supervivencia de uno al haber muerto tantos, pero Rhogar no pudo contener una pequeña mueca convertida en sonrisa, se giró hacía su compañero, seguramente él se alegraría tanto y mucho más que él.

Herión estaba más muerto que vivo pero no muerto eso era algo que me alegra inmensamente. Aún había una posibilidad de salvarle la vida o de por lo menos intentarlo.

- Rhogar corre a llevar a Elenezer a donde yace el capitán, necesitamos de sus servicios ahora...puede que no sea tarde para Herión...

Miro a los mandos del Ulimuri y digo:

- Como oficial de mayor rango del Turupanto y a expensas de saber el destino de nuestro capitán Herión estoy a vuestro humilde servicio...cumpliremos las órdenes dadas...pero os ruego que permitáis que los heridos de nuestro navío puedan ser evacuados en la medida de lo posible...son buenos hombres y han sangrado por Gondor. Me gustaría que pudieran recuperarse para seguir luchando.

Tras esto permanezco en silencio mientras espero la respuesta del alto mando de esta pequeña flota.

.- Si Tarcil de inmediato... .- Rhogar salió disparado como una flecha hacía Nuestra Señora de Unien y sin reparar en nadie y en nada fue directo al sollado donde sabía que estaba Elenezer.

.- Elenezer! .- grito a viva voz mientras entraba .- Herion! esta aun vivo... y necesita tu ayuda de inmediato .- dijo cuando vió a la joven acercarse hacía él .- no hay tiempo que perder, esta en el otro barco y muy mal herido .- dijo sin dejarla responder.

Y por la noche un merecido descanso. Pues cuando las cosas se calmaron mi trabajo siguió, convenciendo y tratando a los paladines, hasta no se qué momento, en el que esperando la venida de otro de ellos, sucumbí al agotamiento, físico y mental.

Mi sueño fue profundo, pesado, de hecho no me di cuenta siquiera del paso del tiempo, y cuando un golpe me sacó del camastro, tirándome al suelo, pensé que apenas si había dormido algunos segundos.

Me recompongo, con el brazo y la cadera del lado de la caída algo afectos, y frotándome allá donde la espalda pierde su casto nombre, y cuando vengo un poco en mi, y me quito las lagañas y el sopor, advierto que hay alguien durmiendo conmigo. Válgame el cielo estos marineros que nada saben de etiquetas...Dejar sola a una dama con un varón...con...Me fijo bien...

¡¡POR ERU QUE ES HERION!! ¡SIGUE VIVO! ¿Sigue vivo? me acerco a él y estiro mi mano hacia su boca, lo noto respirar, lento, apagado, pero respira.

Miro a mi alrededor y busco gente, busco ayuda, y mientras escucho de nuevo las embestidas de unas maderas y otras, trato de ayudar al maltrecho capitán del Turupanto*.

Poco a poco se me va llenando todo de heridos, al parecer, han mandado a luchar a la chusma, pues por su ropa y condición física no creo que sean paladines**.

Al final, y cuando de nuevo regresa levemente la calma, viene Rhogar gritando que Herion está vivo y en el otro barco. Le sonrío y señalo a nuestro lado, donde se encuentra el capitán, aun dormido.

- No griteis, Rhogar, por favor, que duerme y reposa, recuperándose poco a poco...

Me seco el sudor de la frente y miro a mi amigo y guardián.

- ¿Cómo está la cosa por allí arriba?

Rhogar miró con los ojos muy abiertos al ver a Herion allí tendido, había sido tal el shock que se había confundido de sollado, parecía estar bien, aunque su aspecto era blanco y enfermo, pero estaba allí, Rhogar bajó el tono de voz .- Por Eru que esto es una señal... no se como habrá llegado aquí, pero lo ha conseguido... .-

Luego miró a la joven, aun con el corazón acelerado por la entrada tan rápida del Tolfaliano .- Muy bien pequeña... sigue así y te convertiras en una gran mujer, allí arriba todo esta bien, ahora volvemos a estar parados, pero preparate... pronto empezaremos de nuevo .- no quería contarle toda la verdad, era mejor que ella estuviera bien, con suerte saldriamos de esta.-

.- Voy a regresar a darle la noticia a Tarcil .- dijo después de un pequeño silencio mirando a la joven.- cuidate, vale?

Sin más palabras Rhogar salió otra vez de NSU y fue corriendo entre muertos y malheridos, llegando al Ulumuri.

.- Tarcil... esta.... bien y Elenezer ya se esta encargando de él.-

-El Señor almirante opina que nos rindamos, o así-dijo Brago* a bocajarro, quebrando el parlamento, como solían los gondorianos de Anfalas. Lo miró a los ojos Andunil. Brago era cejijunto, pequeño, moreno de barba y blanco de tez, con una nariz grande y unas manos rudas de soldado, una de ellas en cabestrillo. Un hombre recio y con muchos redaños. Lo opuesto a la elegante y fina estampa del almirante, Andunil, que había palidecido al oír aquello, y que intervino antes de que Ondoher o los presentes pudieran ofenderse.

-Deberíamos contemplar rendirnos porque no podemos permitirnos el lujo de perder a su grandeza. Si el combate sigue puede acabar muerto. O pueden cabrearse lo suficiente  -sus pérdidas son cuantiosas- como para no dejar a ninguno de nosotros vivo, como ya ha sucedido otras veces. Ya sabe lo que opina esa balhurria de la soberbia de Gondor. Y ya sabe lo importante que es su grandeza para la supervivencia y arraigo del linaje de Gondor.

Un silencio tenso cayó como plomo sobre la estampa. Nadie se atrevió a argumentar a favor -podría interpretarse como traición a la corona, o cobardía- ni tampoco en contra -era cierto que la valiosa vida de Ondoher corría serio peligro-, hasta que por fin, Ondoher, con su gesto hierático, como si nada fuera con él, rompió el silencio.

-No es tan simple la cuestión, mi buen Brago-después se volvió a mirar a Andunil. De pronto parecía fatigado, muchísimo.

-Cuestión simple o Morgoth que la lleve -prosiguió el oficial del Ulumúri en tono neutro-, el señor almirante considera que nos hemos batido con mucha decencia y bandera arriada honrosa sería.

-Honrosa...-repitió el cómitre.

-O así.

-...con númenóreanos y haradrim...

-¡Con númenóreanos y haradrim!-continuaba terco el oficial de Anfalas.

-¿La gente del Turupanto opta por la prudente rendición?-preguntó finalmente el tal Brago alargando la jarra de vino a Tarcil. Realmente, calibrar la honra de rendirse después de tanto sacrificio tampoco era asunto vuestro, aunque los presentes os observaran con mucho interés. No os conocían, pero respetaban a todo gondoriano que hubiera sobrevivido a tal carnicería. Después miráis vosotros al oficial y al cómitre. Sus expresiones eran duras; incómodas, incluso.

Rhogar empezó a tener sentimientos contrapuestos escuchando las palabras de tan honorables caballeros de la corona Gondor, sus oidos no daban credito a las palabras que escuchaba, las posibilidades de salir airoso de esa encerronda luchando eran demasiado pocas, pero las había.

El de Tolfalas empezó a rumiar el asunto... Elenezer... ni Eru sabría que le pasaria a la joven si fuera capturada por los haradrim, violada, esclavizada... todos eran pensamientos demasiado negros como para aceptar la derrota, pero Rhogar se preguntaba cual sería el precio de la rendición, los oficiales seguramente serían devueltos a cambio de monedas o tierras, pero todos los demás? todos seríamos esclavizados y capturados y eso Rhogar no lo podía permitir, por otro lado, estaban las afrentas realizadas a sus compañeros, muchos habían muerto, quiza demasiados ya... el Turupano hundido... ese era el precio que habían pagado por las agallas del principe, pero no era de Gondorianos hecharse atrás...

.- Caballeros... si permiten mi humilde opinión, creo que debemos saber a que precio aceptaran nuestra rendición y si dejarán marcharnos, muchos de los que aquí han luchado valerosamente podrían ser capturados y mandados a remar .- Rhogar pensaba en Elenezer pero no la iba a mencionar.- o incluso algo peor, disculpen mi soberbia, pero creo que podemos vencerles! todos sabemos que tenemos pocas posibilidades, pero también sabemos todos que tenemos posibilidades, para mi no hay más honor que morir por Gondor, por nuestro Rey y por nuestro principe, para mi sería desnhoroso claudicar y dejar sin vengar todas las muertes que nos han causado .- sus palabras eran algo arriesgadas, pero Rhogar era impetuoso.

Su mirada se poso sobre Tarcil, era hombre acostumbrado a sufrir, pero su palabra en este asunto valía tanto o más que la del de Tolfalas.

- Rendirse no entra en mi idea de lo que es Gondor...pero debemos mirar por los heridos y personal no combatiente... - digo con voz grave - ...mi idea es que traslademos a los heridos y personal no combatiente con algunos marineros capaces de manejar el navío y permitir que se alejen del combate...luego los que quedemos aquí plantaremos cara e impediremos que esos sureños los alcancen...

Un soldado de Arnor no dará su brazo a torcer frente al enemigo, luchará siempre aunque sólo sea para que sus hombres puedan huir sanos y salvos.

- Podemos plantar cara a esos corsarios aunque las tácticas que hemos de utilizar sean más propias de esos bárbaros que de las tropas de Gondor...debemos infundir temor y hacerles abandonar su sed de sangre...

En mi cabeza imagino un barco en llamas navegando contra las barcazas corsarias. Brea y fuego, es una poderosa combinación. No sé de cuantas reservas disponemos pero creo que quedará suficiente para lograr nuestro objetivo.

- Por parte del Turupanto estamos dispuestos a luchar hasta el final aunque acataremos la decisión del mando de la flota...

Rhogar quiere combatir y yo también. Podemos sorprenderlos y lograr una victoria. 

Bebió Tarcil de la copa que le ofrecía Brago, tenía una sed de mil demonios, después se paso la mano por la boca para secarse y habló. Explicó lo que pensaba, que era además la opinión general de la tripulación del Turupanto.

Mas pronto, Andunil te explica que lo que dices es loable, mas No es factible. Desarbolados, con gran parte de los remos rotos y sin apenas galeotes -amén de que necesitabais hasta el último hombre- es impensable. A ver cómo mueves una galera tan grande sin galeotes, ya que además, los heridos tampoco están en condiciones de remar. Eso sin contar la facilidad que tendrían los corsarios para darle alcance y capturarla, pues tienen navíos de sobra, de remo y de vela.

Así que de nuevo se cierne una silencio sobre la improvisada reunión, un silencio tan espeso que hasta el mismísimo Ungoliant podría devorarlo.

-Han hecho más de lo que podían-Andunil se atrevió por fin a romper de nuevo el silencio, esta  vez dirigiéndose directamente a Ondoher. Tarcil, que ya había dejado la jarra sobre la mesa, observó con detenimiento al almirante. Te recordaba un poco a los nobles de la Corte de Fornost, allá en Arthedain, el pueblo más élfico de entre todos los humanos. La misma fina casta aristócrata dúnedain, aunque la situación poco airosa le templara un poco la arrogancia. Pese a todo, el almirante y mano derecha del Príncipe Ondoher conservaba gentil aspecto, incluso con la palidez de la pérdida de sangre. Recordaba a los Arequain Iaur de Arthedain, en efecto, aunque aquéllos jamás habrían pensado en rendirse. Las continuas escaramuzas contra el Rey Brujo de Angmar templaban mucho más a los Hombres, y los espíritus. Aunque también los ensombrecían. Pese a todo, Andunil había aguantado bastante bien. Mejor que otros de su clase y carácter, que ya habías conocidos a más de un noble escurrir el bulto cuando el hocico del huargo aparecía por la puerta. Pero hasta en las mejores casas el coraje se mellaba, y más en un hombre cansado, herido y cargado de tanta responsabilidad, pese a que la última palabra la tuviera el jovencísimo Príncipe heredero. Además de que tampoco era menester juzgar a un noble dúnedain que llevaba dos días batiéndose espada en mano, como todos.

Estoy seguro -dijo Andunil cogiendo la jarra- de que podría conseguir condiciones satisfactorias. Todos sabíais a qué condiciones se estaba refiriendo el almirante: un rescate razonable para él y para el príncipe Ondoher, que serían bien tratados en Umbar hasta que llegase el dinero de Gondor. Y quizás también rescataran a algún oficial, a Brago sin ir más lejos. El resto, soldados y marinos, quedaría al remo y cautivo para toda la vida. Como el hijo de la pobre Geltru. Mientras, Ondoher y Andunil acabarían volviendo a Dol Amroth, admirados por damas y felicitados por caballeros, a contar los pormenores de tan heroica resistencia en aguas enemigas.

Ondoher había estado en silencio, y ahora miraba los pergaminos y las ropas pisados bajo sus botas, manchadas de sangre seca. Por fin, salió de su sopor para pronunciarse.

-No.

-¿Perdón, su grandeza?-inquirió Andunil.

Ondoher ya no lo miraba a él, sino a vosotros, a Tarcil y a Rhogar. Esto no era cosa de nobles, si no de soldados.

-Ya habéis oído que la gente del Turupanto no acepta rendirse.

Hubo otro silencio largo. Sólo se oía tras los mamparos gemir a los heridos.

-Habría que preguntárselo, su grandeza.

Ya lo ha hecho, dijo mirando a Tarcil y Rhogar. Vuestro aspecto era cansado y pobre, pero había quedado claro que estabais ahora al mando del Turupanto. Una sonrisa disimulada asomó en el rostro del cómitre del Ulumúri, mientras Andunil hacía un mohín de disgusto.

-Muchos han sido los días de matar para el noble y orgulloso pueblo de los dúnedain... Quizás hoy sea día de morir-dijo por fin Ondoher. Y por rabillo del ojo veis como el cómitre, e incluso Brago asentían aprobadores.

Entonces, Andunil se llevó la jarra de vino a los labios, que al llegar a la boca le temblaba un poco la mano. Por fin, el aire resignado, deja la jarra en la mesa con el aspecto de haber bebido vinagre. Ningún almirante, por bien mirado que estuviese en la Corte y por mucho que se preocupara realmente del heredero al trono de Gondor, podía rendirse sin el acuerdo del propio Príncipe, por joven que éste fuese. Y sin el acuerdo de los oficiales. Eso costaba la reputación, y a veces, la cabeza.

-Tenemos muerta a más de la mitad de la gente, su grandeza-dijo por fin.

-Entonces-rubricó finalmente Ondoher-venguémosla con la otra mitad.

BSO Paladines de Ulmo final fight.

Rhogar estaba apunto de hablar para pedir clemencia para la joven Elenezer al terminar el discurso los oficiales del principe, almenos que ella pueda ser rescata y devuelta a los brazos de su padre, poco le importaba a Rhogar su vida si la suya era salvada, pero en ese instante el principe callado hasta ese momento habló, dejando a sus oficiales cobardes con la saliva a medio tragar y con cara de pocos amigos.

De esta Rhogar el almirante y los otros no van hacer la vida imposible, si Eru quiere que salgamos de aquí.- pensaba Rhogar mientras se hacía el silencio en la sala, habría guerra y la venganza caeria sobre el pueblo de harad.

Rhogar apretó fuerte el puño y miró al principe a los ojos, agradeciendole sus palabras y su valentía sin mediar palabra.

El asalto que os dieron por la tarde fue el colmo. Una de las galeotas corsarias se había anegado por completo*, pero vinieron el resto de embarcaciones, remando contra la brisa de poniente, la galera númenóreana la primera, buscando dar abordaje todas a un tiempo; lo que suponía meteros dentro númenóreanos y haradrim en proporción de cuatro a uno. Y de este modo, tras asestaros de camino su artillería, os entraron a fondo, crujiendo la palamenta rota en el choque, buscando abriros brecha con sus espolones en las bandas, para hundiros si podían. A algunas pudisteis rechazarlas a estocadas y con las balistas -y con algún ocasional sortilegio de paladín que brillaba en azul para vuestro ánimo-, mas otras os arrojaron rezones y se trabaron con vosotros. Y tal era su empuje que, mientras en el Ulumúri los paladines peleaban tan mezclados con los corsarios que imposible disparar el arco con seguridad de acertar a unos y no a otros, en lNSU os ganaron la arrumbada zurda, el árbol trinquete y llegaron hasta el pie del árbol maestreo y el bastión del esquife, haciéndose con media nave.

Los alaridos, los de siempre: -¡Ha idiku el bahri! ¡Sa te7rahnna fi nar, kofar! ¡Sawfa tamatu fi ismi lahhhh!