Partida Rol por web

Recorréis el camino hasta el vuestra galera mirando todo con recogimiento casi religioso, dejando atrás la fortaleza. Al llegar al Turupanto, contempláis Hyarmentir por última vez, con el respeto de quienes imaginaban bien, por oficio, la tragedia que allí se había vivido. Un camino -pensáis- que quizás sólo sea de ida en esta ocasión, pues nunca había sido tan certera la muerte y quizás estuvierais a punto de llamar a la puerta de la Historia con aldaba de oro.

Tras la arenga de rigor del Príncipe Ondoher y la distribución del grupo de paladines de Tulkas entre las dos galeras capitanas, salís del fondeadero acompañando a las dos galeras de los paladines de Ulmo, formando un conjunto que los oficiales llaman división o agrupación naval.

Así, Gurandur y veinte paladines de Tulkas navegarían a bordo de Nuestra Señora Uinen, la galera comandada por el Príncipe Ondoher, y Galandur, con otros veinte paladines más navegaría en El Ulumúri, la galera comandada por el Duque de Ostara. Andunacil y Duran Barandor -el primero y segundo de los paladines que os acompañaron-, y que también han sido asignados a la misión, solicitan ir en vuestra galera -si no le importa al capitán Herion-, lo que les es concedido por parte del P´rincipe y del Mentor de su orden: nunca está de más reforzar un poco vuestra galera. El único cambio a tener en cuenta es que en esta ocasión sería Nuestra Señora Uinen la que enarbolaría la insignia de capitana, lo que os obligaba a navegar permanentemente por su aleta o por su popa. El Turupanto en último lugar ya que Herion era el oficial de menor rango de la división.

Una vez todo preparado, zarpáis ferro sin más incidentes -siguiendo a las dos flamantes galeras capitanas de los paladines de Ulmo, cuál pato que siguiera, orgulloso, a dos espléndidos y rutilantes cisnes-, tomando la vuelta del haradan para bordear rocaNegra hasta Numerös. La mitad del camino la hacéis con buen tiempo y la chusma regalada, pues el viento era próspero y apenas hubo boga. Fue aquella misma noche, tras haber virado en la Boca de Carcharoth -así se llamaba a la bocana de Nen Umbar, el estuario de Umbar-, cuando tuvisteis parla en el mogataz...

Las dos velas crujían en sus árboles, y galeotes, soldados y gente de cabo, excepto quienes estaban de guardia, dormían a pierna suelta sobre remiches, bancos y ballesteras con el habitual rumor de ronquidos, gruñidos y otros ruidos nocturnos que huelga describir.

El caso es que, bien por dolor de cabeza o bien por nervios -nunca habíais estado tan cerca del enemigo- no podíais conciliar el sueño; de modo que, os movéis pisando curianas por el corredor de la banda diestra hacia popa, con la esperanza de que la brisa marina os aliviara algo; y a la altura del banco del espalder dais con una silueta familiar, recortada en la claridad del fanal encendido en el coronamiento, que iluminaba un poco la espalda del Turupanto.

El mogataz estaba apoyado en la batayola, contemplando el mar oscuro y las estrellas que el cortinaje de las velas cubría y descubría con el balanceo de la nave. Parece que él tampoco podía dormir...

El descanso en tierra firme y la buena comida no me han venido mal y rezumo buen humor por los cuatro costados. Que dirían de mí en el norte al ver aun montaraz disfrutando de la brisa marina surcando peligrosas aguas a bordo de una galera de guerra gondoriana. Sonrío al pensar en lo que dirían y en el orgullo que sentirían los míos, sobre todo mi hermano menor. 

Miro al mogataz y le pregunto que tal la noche ya que parece no poder dormir:

- ¿Qué te cuentan las estrellas? - le pregunto a modo de romper el hielo.

Puede que vea los designios de los valar, cuentan en el norte que los marineros ven las desgracias escritas en la bóveda celestial.

Te cuenta que en realidad nunca había navegado antes de embarcarse con vosotros en Pelargir, todo le parecía nuevo y extraño, y cuando no iba al remo pasaba muchas noches así, los ojos bien abiertos. Milagro le parecía que algo tan grande, pesado y complejo pudiera moverse con seguridad por aquel mar en tinieblas.

-A ver si las estrellas me pueden desvelar lo que no he conseguido adivinar atento al movimiento de la galera -sonríe afablemente- pues muchas cosas son las que nos dicen las estrellas, pese a que no las oímos. O quizás sea que no las escuchamos. A mi sí me gusta observar y escuchar...

También te fijas que lleva una marca en la cara, una mitra de Eru tatuada en la mejilla, y recuerdas que su gente adoró a los valar en otro tiempo. A la usanza de Gondor. Antes de la llegada de los mornumedain.

-Suena a palabras mágicas -añade, señalando hacia su derecha y sin perder la sonrisa-, como ensalmo u oración, lo que cada media hora canturreaba la voz monótona del marinero que, de guardia junto al escandelar donde estaba la aguja, daba vuelta a la ampolleta de arena.

Buena es la que va,
mejor la que viene.
La guarda es tomada,
la ampolleta muele.
buen viaje haremos
si Ulmo quiere

- Dicen que los valar dieron a los hombres la capacidad de escuchar y de ver para que pudiéramos percibir la belleza de las creaciones que ellos nos dieron...como las estrellas que iluminan los cielos y los inmensos bosques del norte...

Suspiro al recordar los inmensos bosques de mi tierra. Observo las estrellas y veo que parecen lágrimas a las que la luz de luna les otorga fulgor.

- En mi tierra tenemos muchas leyendas sobre las estrellas...una de las que más me gusta es la que durante los años oscuros, cuando en la tierra no había ningún tipo de luz sólo los elfos, enanos y hombres más valientes lograban guiar a sus pueblos...cuando estos líderes morían sus almas ascendían a los cielos y los Valar les otorgaban la capacidad de resplandecer para poder iluminar eternamente a los suyos y guiarlos por el camino de la rectitud...es una historia muy bonita y si es cierto espero que algún día mi alma brille en el cielo como la del resto aunque sea poco luminosa... -  le comento al mogataz

-Es una historia muy bonita, y ten por seguro que además es cierta. En mi lengua, estrella se dice elkhadar, y estrella y destino son la misma cosa, por eso usamos la misma palabra -te contesta el haradan mogataz sin dejar de mirar a las estrellas- mas no conozco mucho de los valar, vas a tener que perdonarme...

- Tranquilo...yo de los Valar tampoco se mucho, solo las cosas que me contaron mientras me educaban y que los compañeros de batalla me han comentado...para conocerlos bien hay que dedicarles una vida entera y la mía es menos espiritual... -  le muestro mi mano y se la presento - mi nombre es Tarcil...¿cuál es el tuyo? - le pregunto al Mogataz 

-Mi nombre es Rustam Sidir -te dice estrechándote la mano- aunque todos me llaman mogataz -finaliza, encogiendo los hombros con cara de resignación.

- Pues yo creo que te llamaré Rustim si no te importa...prefiero llamarte por el nombre ya que por algo tus padres te lo pusieron... - digo estrechándole la mano - ...y tranquilo...seguramente conocerán tu nombre tarde o temprano todos en la nave...

Luego miro al mar y a las estrellas de nuevo.

- Noche clara...espero que la mar en calma y la noche clara traiga buenos presagios...

Rhogar no podía dormir tampoco, la noche anterior había dormido a pierna suelta sin tener que preocuparse por Elenezer, a sabiendas que dentro de un castillo con castos Paladines de los Valar poco le podía ocurrir a la muchacha, así que por una vez en mucho tiempo se abandonó completamente a sus sueños, por eso aquella noche él se encontraba perfectamente mirando al horizonte con la brisa peinando sus cabellos con un pie sobre la amura de estribor.

El de Tolfalas vió como Tarcil estaba charlando con el Mogataz, por lo que se acercó a ellos a paso lento .- Buenas noches caballeros, demasiado bonita esta la noche como para que no aparezca alguno de nuestros enemigos para estropearla, habeis visto esas galeras de los Paladines? Parece que su casco pudiera atravesar el hielo de Angmar con solo rozarlo suavemente. Tendremos que confiar en ellos, no? o mejor confiar solo en nosotros mismos? .- Rhogar sonrió y se sentó sobre uno de los cabos que aguantaban las velas a modo de hamaca.

Por supuesto, a popa del Turupanto, junto al timonel, me hallo atento a los menesteres de la singladura. Pero a parte del crujir del maderamen de la nave, mecida por el suave oleaje, hasta mi llegan los sonidos de la conversacion que mantienen algunos de los mios.

Sonrío levemente pues una noche como esta, en la que parece que de las aguas emane el calor que han absorbido a lo largo del día, no es precisamente, de las que invitan a conciliar el sueño. Permanezco en silencio en mi puesto limitandome a escuchar. Hasta que oigo las palabras de Rhogar.

Desde mi lugar, sin alzar demasiado la voz pues en la quietud puedo ser perfectamente escuchado, intervengo.

Si el combate se acaba por producir, y así espero que sea. Tendremos que estar atentos a las ordenes que nos den desde la nave Capitana a través de sus serviolas. No obstante, puesto que somos la nave mas ligera de la escuadra, quiza podamos aprovechar nuestra mayor maniobrabilidad para ir ablandando cualquier posible objetivo con nuestras Ballistas antes de entrar al abordaje.

Pues estoy convencido, de que cuando toque batirse sobre la cubierta, nuestros hombres sabrán marcar la diferencia contra cualquiera que ose ponerse al alcance de sus aceros.

-Los haradrim son un pueblo fiero y orgulloso, tendremos que tener cuidado. No creo que estos sean corsarios indisciplinados sino milicias al servicio de Umbar-dice el mogataz mirando hacia Herion, que acaba de incorporarse a la conversación, mientras de fondo, el proel de guardia y el timonero intercambian voces de rutina. Habían perdido de vista momentáneamente el fanal de popa de El Ulumúri. Pero parece que ya volvían a avistarlo.

Tras escuchar la replica de nuestro Mogataz, un suspiro se me escapa.

Creeme. Eso es algo que no necesita demostración alguna. Y es a causa del valor que demuestran los tuyos que mis hermanos oscuros siempre han buscado el poder sobre tus gentes. Demasiado a menudo se han visto arrastrados los haradrim a la vorágine de la guerra, impulsados por la influencia de los poderes oscuros.

Y sobre esos poderes, nosotros sabemos demasiado. Solo espero que la gran inundación que llamamos Akallabeth, sirva de ejemplo a los demás pueblos para que no olviden que significa realmente prestar oídos a ciertas influencias.

Escucho entonces las voces de los hombres de mi tripulación y miro al frente yo también. Y tras fruncir el ceño levemente, añado.

Acortemos distancias y aseguremonos de que ese fanal es realmente el que creemos. Bastara con distinguir la silueta del casco.

Perdimos de vista a uno de los barcos amigos pero al parecer nuestros vigías ya lo han localizado de nuevo. Me fijo de nuevo en la mejilla del mogataz y veo la cruz de Eru tatuada.

- Rustam, veo que llevas la cruz de Eru tatuada, creo que ese tatuaje tiene una larga historia ¿no?

Hago una pausa y recuerdo que en el Norte contaban una leyenda sobre los Haradrim que se negaron a obedecer al Señor Oscuro, esa leyenda es útil escucharla ahora para que la gente entienda como un Haradrim está sirviendo en Gondor.

- Creo recordar que tenéis una leyenda que ha llegado al Norte, donde está mi verdadero hogar, no todos los Haradrim sirvieron al señor oscuro...mucho de ellos se negaron a seguir sus maléficas ordenanzas...me gustaría escuchar esa historia de nuevo si me haces el favor de contárnosla...

Rustam no parecía saber demasiado de esas historias. Mas era verdad que su padre y su abuelo le habían hablado de que su tribu, los azuagos de Pezarsan, era diferente a las otras, pues nunca había llegado a convertirse a la fe de los númenóreanos. Luego de mucho guerrear en las montañas perdieron casi todas sus costumbres en torno a los valar, quedando como gente si dios ni patria. Por eso los otros haradrim siempre desconfiaron de ellos. Pezarsan significa sin patria. Hijos de extranjeros.

-Lo de la cruz tampoco estoy seguro. Mi padre decía que era señal de cuando Edhelion, para distinguirnos de otras tribus paganas.

Una cruz para distinguir a los fieles de los no fieles. Seguramente es un signo de fe y eso siempre habla a favor de su portador.

- Rustam, ¿por qué sirves en Gondor? Podrías vivir en paz y tranquilidad y pones tu vida en peligro al enrolarte en una galera de la armada gondoriana... - le pregunto al mogataz ya que es algo que me gustaría saber.

El mogataz se removió un poco en el contraluz suave del fanal de popa. Parecía incómodo con la pregunta.

-Suerte -dijo al fin- un hombre debe caminar mientras pueda. Ir a lugares que estén lejos y volverse sabio... Quizás así comprenda mejor.

Me apoyé en un filarete, realmente interesado: -¿Qué es lo que debes comprender?

-De donde vengo. Pero no hablo de las montañas donde nací-hizo una prolongada pausa, y al ver vuestras caras de duda continuó:

-Saber de dónde vienes ayuda a morir.
Hubo otro silencio, roto sólo por el crujido de las entenas y el rumor del agua bajo la galera.
-Como bien sabes pasamos la vida al filo de la muerte, pero mucha gente no lo sabe. Sólo los assen, los hombres sabios, lo saben.

-Yo por supuesto no soy sabio. Sólo un Pezarsan -su voz sonaba serena, sin reticencias- por eso necesito otros hombres que me señalen el camino, como esa aguja mágica que tenéis ahí-Hizo un movimiento hacia la popa, sin duda para señalar el escandelar, donde en la penumbra se adivinaba el rostro del marinero de guardia iluminado desde abajo por la caja de marear.

-Ya veo... Ésa es la razón de que eligieras al capitán Herion para hacer tu viaje.