Partida Rol por web

La Base Estelar 23, una de las tantas a lo largo del límite con la zona neutral romulana, gravitaba etéreamente en medio de la negra densidad del espacio sideral, a su alrededor las estrellas eran un manto luminoso que no hacía otra cosa que ensalzar su magnificencia. La base era una de las insignias de la Federación, siempre a la avanzada con su tecnología experimental en cuanto a seguridad y control sobre la Zona Neutral. Además, su equipo de ingenieros era uno de los más capaces y reconocidos, por lo que las naves solían acercarse para reparaciones complejas o reconstrucciones. Pero este no era el fin para el cual la USS Excalibur se encontraba allí, en este punto del espacio infinito no todo era investigación y desarrollo: en la Base 23 funciona un importante núcleo político y diplomático camuflado entre los motores warp y las expediciones al Cuadrante Beta, y la raison d'être de la presencia de la Excalibur era netamente política, por más que sus integrantes todavía no lo supieran.

Las luces de la Base Estelar 23 se hacían cada vez más nítidas a medida que la nave clase nova que llevaba al recientemente nombrado Capitán Jor-Tova’Daq a su nuevo destino: la USS Excalibur.
La vida del klingon-betazoide había cambiado mucho en los últimos tiempos. Cuando el capitán Jaxdain desapareció en acción en una misión en Alfa Centaury hacía ya tres años y asumió, como Primer Oficial al mando que era, la capitanía interina de la USS Faraday pensó que lograrían dar con su superior y todo volvería a la normalidad: Jaxdain no era de los que se rendían fácil, él haría lo posible (y lo imposible) para dar señales de vida o contactarse con la Federación; pero el tiempo pasó y al año de no saber nada de su persona la tripulación lo empezó a dar por muerto, aunque solo en los rumores de los pasillos: todos sabían que de ese tema no se hablaba delante de Tova’Daq  y nadie quería tener que lidiar con un klingon enojado, por más mitad betazoide que fuera.
Al poco tiempo, llegó Mertens. Al principio no se llevaron bien, el ocampa era contestador, altanero  y gustaba de rozar el límite de lo sano con sus bromas. Sin embargo, el capitán, buen observador y empático, terminó por comprender que esta forma de ser de su subordinado era más una postura que utilizaba para probar a la gente y a sí mismo. Comenzó a llevarlo en las misiones de campo y así, en el trabajo de investigación y en el día a día, conoció la verdadera personalidad del “enano mascachicle” y supo valorar al oficial intrépido, leal y brillante que era. Tanto lo valoró que al año de asumir su interinato lo nombró su primer oficial.
Luego, cuando le anunciaron su capitanía, pensó que quedaría al mando de la Faraday junto a la tripulación que conocía y con la que trabajaba desde hacía años. Pero la Federación lo designó a otra nave con otra tripulación, lo único que pudo negociar fue llevarse a Mertens consigo.
Y allí estaba, en el bar de la nave sentado frente a los ventanales que daban al exterior en silencio, meditabundo, saboreando una warnog*, casi a punto de llegar a la Base 23 cuya figura gris-azulada se recortaba y se agrandaba contra el negro sin fin, a un paso de encontrarse con su destino. Fue entonces cuando percibió una estela mental de pensamientos que le resultó conocida y supo que su primer oficial andaba cerca.

Después de investigar todos y cada uno de los sectores y de apabullar con sus preguntas capciosas a la mayoría de los oficiales de la USS Equinox, una clase nova que los transportaba a él y a su capitán hacia la Base 23, Mertens se puso en camino a la sala de motores warp para ver la estructura del núcleo de este modelo de nave, le habían comentado en Operaciones que era un diseño novedoso que habían instalado recientemente los de ingeniería y que podía alcanzar warp 13 durante 5 horas en situaciones críticas. Al ocampa se le hacía que los oficiales fanfarroneaban y que si la nave alcanzaba warp 8 se le empezarían a volar partes: a sus ojos aquella era una cafetera espacial que necesitaba más el pase de retiro que tecnología de punta.
Mientras transitaba por un pasillo en su camino hacia Ingeniería se puso a reflexionar sobre los logros en su carrera hasta ese momento: hacía pocos años no era más que un joven e inexperto ocampa extraviado en un mundo de gigantes (literalmente) y sin embargo había conseguido dejar atrás una a una las barreras que la sociedad, la cultura y el espacio le habían querido imponer. Primero se había graduado con honores y en tiempo récord en la Academia de la Flota, después había sido asignado a la Faraday en donde había conocido al Comandante Tova’Daq. Apenas hubo cruzado palabras con el capitán, en ese entonces interino, de la Faraday supo que era un hombre sagaz, astuto y dedicado al trabajo, un hombre del que podría aprender muchísimo sobre cómo servir a la Federación y, siguiendo un impulso, comenzó a ofrecerse para todas las misiones en las que el capitán estuviera presente y a observarlo en el trabajo de campo.
Pero claro, el oficial Mertens tenía unos procesos de validación rigurosos antes de aceptar a alguien en su círculo personal, ya fuera como amigo o como mentor. Así fue como testeó la paciencia, la inteligencia y el temple de su capitán en repetidas ocasiones e inclusive en una de ellas fue recluido en una celda por dos horas; el capitán Tova’Daq asentó el registro en su expediente muy a pesar suyo pero de esta forma Mertens supo que el mitad klingon era un superior de fiar, que no hacía deferencias entre sus subordinados, sino que cumplía con su deber y seguía su código de ética: ese día Jor-Tova’Daq se convirtió en su amigo, por más que el capitán no lo supiera.
Y ahora, después de tanto empeño y aprendizaje, le habían llegado el rango de comandante y el nombramiento como Primer Oficial. Horas atrás había recibido la holollamada de sus padres felicitándolo por sus logros y expresándole su orgullo, fue uno de los momentos más felices en la vida del ocampa y de mayor satisfacción personal.
A pesar de todos estos acontecimientos había detalles que no dejaban de rondarle por la cabeza al flamante comandante: aunque la designación a otra nave era una decisión bastante lógica las circunstancias en las que se había producido el interinato de su superior habían sido traumáticas tanto para él como para la tripulación de la Faraday y, sin embargo, la flota Estelar había optado por separarlo de su equipo. Eso, sumado a los rumores de armas y naves secretas que envolvían a la Base 23 y la antipatía que generaba el nombramiento de un klingon como capitán en ciertos sectores de la Federación, le hacía pensar que había mucho más en el fondo del barril para descubrir, y si había gato encerrado, él iba a abrirle la jaula.
Ya en un turbolift hacia el nivel de ingeniería, una extraña fluctuación empática lo impulsó a parar bruscamente el ascensor y salir al nivel del bar, si no estaba equivocado el capitán estaba por allí y al parecer tenía algunas dudas rondándole por la cabeza.

Todo había ocurrido demasiado rápido. Habían completado exitosamente la misión en el Cuadrante Beta y estaban de descanso en Calder II, habían sido unos días espléndidos en la base en los que habían podido compartir algunos momentos de camaradería y habían podido conocerse un poco más en situaciones de trabajo de campo e investigación. Todo parecía ir en orden y la tripulación parecía funcionar bien trabajando en equipo, lo cual era un logro: hacía apenas dos meses que habían sido asignados a la Excalibur, reuniéndose bajo su coraza desde los puntos más disímiles del espacio. Todos poseían un carácter fuerte, difícil de dominar, y eran destacados cada uno en su área de conocimientos, por lo que aquel tiempo había sido un período de prueba para ellos, de superación tanto laboral como personal.
Y luego vino la comunicación del Almirante Paris. Su capitán, Francis T. Johnson, había contraído una extraña enfermedad durante su estadía en el planeta y había sido puesto en cuarentena de emergencia, no les habían dado datos específicos sobre el tema pero al parecer el capitán no podría volver al mando en un largo tiempo.
A partir de ese momento les habían practicado controles para chequear que nadie más tuviera síntomas que evidenciaran contagio y, al estar todos sanos, les habían dado la noticia de que debían partir hacia el límite de la Zona Neutral romulana para recibir al nuevo capitán y a su primer oficial. La noticia no fue bien recibida, más por la oscuridad en torno a la enfermedad del capitán Johnson, al que todos le habían tomado un sincero cariño y respeto, y del proceder de la Flota que por la sensación de que les habían impuesto a otros superiores de los que apenas sabían nada. Eso sin contar la opinión que Kunaar tendría al respecto, ya que en ausencia del capitán ella quedó al mando de la Excalibur.
Llegados a la Base Estelar 23, la Dra. Kala Laren fue a recibirlos.

La Dra. Kala fue a la sala de teletransportación con su uniforme de gala, pocas veces tenía el honor de suplantar al Almirante en sus funciones y no estaba dispuesta a decepcionarlo. Al ver a los recién llegados materializarse en la sala de teletransportación esperó unos segundos y adelantándose dijo –Tripulación de la Excalibur, soy la teniente comandate  Kala Laren, jefa del área de ciencias de esta base, y estoy aquí en representación del Almirante Paris; sean bienvenidos a la Base Estelar 23.

Encantada de conocerla, Teniente Comandante Kala Laren. 

Kunaar se apresuró a responder, entendiendo que ella, como oficial al mando, debía ser la primera en responder.

Soy la oficial científico Kunaar y creo que puedo hablar en el nombre de todos cuando digo que teníamos ganas de llegar a la Base Estelar 23.

El semblante de Kunaar era serio, y mientras miraba a su interlocutora, hablaba con una cadencia calculadamente uniforme y controlada. Los últimos días había tenido que hacer acopio de fuerzas para realizar algo para lo que, aunque pudiera parecer sencillo, no estaba preparada por su juventud y experiencia. Ser la persona responsable de la nave. Aún y así, dada la buena preparación de todo el personal y la eficiente organización de las naves de la Flota Estelar, había ido todo según lo previsto.

Girando su cabeza a el resto del equipo de la Excalibur, la vulcana continuó.

Le presento a nuestro jefe de seguridad el Teniente Comandante Eliott Ledger, el Comandante y Jefe de Ingeniería Mathew Eclecson, la oficial médico Koral Nerys y el oficial de operaciones Karl Lightman.

Kunaar fue señalando a cada uno de los presentes conforme los presentaba y se quedó esperando que ellos mismos dijeran algo. Este ritual de presentación tan establecido en los protocolos de la flota estelar, y de la sociedad humana en general, le parecía prescindible. Obviamente la Dra Kala habría estado revisando los archivos públicos donde se detallaba la información más relevante de los oficiales principales. En realidad, poco más de lo que ella misma sabía de sus compañeros dada su reciente incorporación a la nave y a la flota.

Las cosas estaban cambiando demasiado deprisa. En algunos casos era bueno, pero Eclecson dudaba de que en el actual lo fueran.
No bien se estaban adaptando a su capitán, y de repente lo tenían que sustituir. A él y al primer oficial. Las naves solían establecer unas rutinas para funcionar bien, lo único bueno era que la Excalibur todavía no se había adaptado del todo a la rutina. Aun así, un cambio de capitán siempre traía problemas al principio. Y a veces incluso despues.

Cuando llegaron a la Base 23 se le pidió a los altos cargos de la nave que bajaran a la misma para una recepción. La oficial al mando en funciones les fue presentando. Cuando le tocó a él saludó formalmente.

Señora. Un placer. La reputación de su estación en temas de ingeniería es de sobra conocida.

El USS Excalibur, la nueva frontera. ¿Que podrían esperar de aquella nueva nave, de su destino? Habían sido citados a la base Estelar 23, y aquel detalle podía ser muy revelador. Una base puntera, especializada en diplomacia, armamento y operaciones secretas. En realidad, darle el mando a un capitán klingon con un ocampa como primer oficial podía significar dos cosas: o una misión peligrosa, casi suicida, o un acto de fe por parte del almirantazgo. Esperaba que, realmente, hubiera una tercera opción. Y esto era lo que le intrigaba.

Pidió un café en la barra (no era día para andar bebiendo alcohol, al menos para él) y se acercó a la mesa donde estaba su capitán.

-El espacio nos hace sentir tan pequeños... -dijo, sin sentarse todavía- La primera vez que mi raza salió a explorarlo, se sintió abrumada. Pero, en realidad, todas las razas somos iguales ante la bastedad del espacio. Nuestras vidas, cortas o largas, quedan empequeñecidas por los ciclos que rigen la dinámica celeste. Creo que la única forma de que nuestras vidas resulten significativas en el basto espacio, es a través de la flota estelar. Eso, o convertirse en un señor de la guerra klingon.

Le sonrió un momento, y puso una mano sobre la silla que tenía al lado.

-Mi capitán... ¿Puedo sentarme?

Siempre ocurría lo mismo. Así que se organizaban unos días de descanso, tenía que ocurrir algo que lo desbarataba todo y no lo dejaban tranquilo.

Una vez que la Excalibur había atracado en la base estelar, se disponía a pasar unos días dedicado a su familia, pero no. El capitán tenía que enfermar y ya se había armado todo este revuelo. Encíma la cria vulcana esa se había hecho cargo de la nave, intentando mandar todo con la lógica vulcania, cuando era evidente que el cargo le venía grande. Y ahora estaban haciendo el paripé delante de esa representante del almirante, para endiñarles vete a saber que capitán recién salido de la Academia que seguro que lo único que habría mandado eran cartas a casa, diciéndo a sus papas lo emocionado que estaría al sentarse en el sillón del capitán de una nave estelar.

Aún así, esbozo una de mis mejores sonrisas mientras saludo a... a como se llame.

- Encantado.

Tal vez un poco escueto, pero tampoco tengo ganas de decir nada más. O al menos nada de lo que después pueda arrepentirme.

El Teniente Comandante Ledger observó las presentaciones de los demás miembros de la tripulación desde una respetuosa distancia. Desde que se reincorporara al servicio activo de la Flota Estelar se había sentido como si cada uno de los minutos en el puente o en su guardia fuesen una prueba de fuego frente a los superiores y a la tripulación. Luego estaba el tema del capitán, Jhonson quizá no era lo que él esperaba que debía ser un capitán pero era un hombre al que con tiempo esperaba pudiese llegar a respetar. Ahora todas las variables habían cambiado y no podía sentirse relajado con la sensación de que de nuevo un nuevo primer oficial y un nuevo capitán volverían a enarcar las cejas al ver su expediente. No podía hacer nada con ello así que se limitó a dejar hablar al resto, seguro que se les daba mejor que a él.

Se limitó a observar la escena casi como si fuera un simple espectador. La primera en hablar fue la vulcana, oficial científico y como todos los de su raza imposible saber lo que pensaban bajo el escudo de su aparente lógica, luego el otro comandante que a su ver parecía más un científico chiflado que un oficial y por último Lightman que parecía resentido desde el cambio de capitán y con el mundo. Ya que la doctora Nerys no se decidía a dar un paso adelante y presentarse decidió hacerlo él aunque solo fuera para abreviar el pesado ritual.

-Teniente Comandante- Saludó con una leve inclinación de cabeza antes de volver a sumirse en su estoicidad.

Por último se presentó la Tte. Comandante Koral Nerys, saludó a la Dra. Kala con formalidad para luego volver al mutismo que, se podía percibir, embargaba a casi toda la tripulación. Quizás habían sido muchos cambios repentinos como equipo que se habían sumado a otros sucesos que se venían gestando a nivel personal, quizás había más razones ocultas, latentes e invisibles, que en cualquier momento podían salir a la superficie como la lava de un volcán, la cuestión era en qué manera iba a suceder eso: si suave o violentamente. Más allá de eso de seguro iba a quemar.

Los recorrió con la mirada examinándolos mientras decía: -Por favor, síganme, los conduciré a la sala de conferencias de la base para que esperen allí al Almirante y a su nueva comandancia -sin esperar más salió por la puerta hacia el pasillo asumiendo que ustedes la seguían.

Después de recorrer un buen tramo en silencio se paró al costado de una puerta, que se abrió para darles paso a ustedes, y dijo: -Hagan el favor de esperar adentro, estarán más cómodos -luego agregó a manera de despedida -Ha sido un placer ser su guía hasta aquí, espero que nos crucemos en alguna investigación de campo -y esperó a que todos ingresaran para irse.

Kunaar sigue a la Dra Kala en silencio. Cuando esta les ofrece entrar en la sala, Kunaar pregunta antes de entrar.

Dra Kala, permítame que le pregunte. Creo que tanto yo como el resto de la tripulación estamos preocupados por el estado del Capitán Francis T. Johnson. No hemos recibido noticias del progreso de su tratamiento y recuperación. Nos gustaría saber si dispone de alguna información adicional al respecto que podamos conocer. El Capitán se había ganado nuestro respeto.

Kunaar intenta elegir bien sus palabras. Sabe que es un tema delicado, y tiene la sospecha que no les han contado toda la verdad. Evidentemente, si ha sido así es porque el protocolo de seguridad así lo aconseja y no sería conveniente insistir más pidiendo información adicional. En todo caso, espera a la respuesta de la Dra Kala antes de entrar en la sala de reuniones y tomar su asiento.

La bajorana te observó con esa misma mirada evaluadora que le habías visto antes, como si estuviera haciendo un experimento con ustedes y tomara notas mentales de sus acciones y palabras.
Cruzó las manos en la espalda y te contestó gentilmente -Lamentablemente no puedo darle ese tipo de información, es clasificada -te explica, luego se acerca a ti y agrega en voz baja -Pero sepan que en este momento mientras ustedes están aquí la Federación está confiscando bitácoras del capitán en la Excalibur, quiero suponer que es para investigar sobre su enfermedad, pero no puedo asegurarlo. Por favor, no comente que le he dicho esto, puede peligrar mi puesto -esto último te sonó casi a súplica, sin embargo seguía manteniendo la postura de autoridad.

-Lamentablemente no puedo darle ese tipo de información, es clasificada -contesta, luego ven que se acerca a Kunaar y le dice algunas palabras más en voz baja, su rostro refleja una sincera preocupación e intriga, mucha intriga.
Luego de unos momentos, mientras seguía intercambiando palabras con Kunaar, su comunicador se activó -Teniente comandante Kala preséntese en el laboratorio.
-Voy para allá teniente O'Brien -contestó al instante -Bueno, ha sido un placer -afirmó en voz alta despidiéndose y dando media vuelta se marchó.

Un poco con desgana sigo a la científica, junto al resto de mis compañeros, hasta la sala dónde tenemos que esperar al nuevo capitán. O capitana. A saber que nos mandarán estos jefecillos de la Federación. Una vez ingreso en la sala, tomo asiento y me fijo en cómo Kunaar hace un poco la pelota preguntando por el capitán Francis. Lo que ya no me acaba de gustar es que le musite algo en confidencia. ¿Vamos a ir con secretitos? Pero llaman a la científica y se larga. Apoyo el codo en la mesa y reposo mi mentón en la palma de la mano. Suelto un mústio bufido y observo a mis compañeros.

Eclecson entró en la sala y se sentó en uno de los asientos cercanos a la puerta. Suponía que les tendrían esperando un rato. No obstante cuando se iba a despedir de la científica, Kunaar le soprendió preguntando por el capitán Johnson. No esperaba que lo hicera, le parecia un sentimiento demasiado sentido para ser vulcana.
Despues no sabe qué le sorprendió más, si el que la teniente comandante Laren les dijera que esa información era clasificada o que despues le comentara algo a Kunaar al oido.

Eso le hizo recordar que este tipo de salas suele tener microfonos y camaras para grabar las reuniones, aunque en las de los diplomaticos lo normal era que los desconectaran. Pero el que ambas mujeres estuvieran cuchicheando alertó el nivel de paranoia de Mathew. Por lo que se puso a mirar disimuladamente por la sala por si veía algo.

La vulcana escucha la respuesta de la doctora, intentando mantener su semblante impasible al confirmar que la información es clasificada. Tras las palabras en voz baja, la vulcana agradece a la doctora con un leve gesto con la cabeza, y se queda un instante perdida en sus pensamientos mientras deja pasar al resto dentro de la sala de conferencias. Cuando han entrado todos, ella también toma su asiento en silencio.

Jajajaj, en eso estaba justo pensando Comandante Mertens.   ¿Otra vez leyéndome la mente sin mi permiso?  ¿Cual de las dos sería mejor opción?  jjaja...

A Jor le daba gusto que le hubieran permitido nombrar al ocampa como su primer oficial en la nueva nave a la que lo asignaban, el Excalibur.  Es cierto que no con muchos había platicado sobre su tiempo en la flota de guerra klingon (¿no lo son todas?) aunque estaba registrado en su expediente y cualquiera de los oficiales lo pudiera ver.  Él le había dado confianza.  La cantidad de momentos raros ahí experimentados por Jor era fuente de varias bromas entre ellos... 

-siéntese si, porfavor.  -recargó los brazos sobre la mesa que los separaba y le dijo en seriedad y propósito:  ¿Porqué cree que nos están asignando a esta zona?  ¿Están esperando problemas con los Romulanos?  ¿Porqué nos cambiaron de nave, si estábamos destinados a la exploración?

¿Ha oído -o sentido- algo de los otros oficiales? 

Menuda tarea tendrán nuestro nuevo equipo de mando y tripulación.  Racialmente no somos a lo que están acostumbrados, aunque mi madre me decía que si había una metacivilización racialmente tolerante en la galaxia esa era la Federación.  

Bueno, ellos y los Borg, ja, ellos no ponen peros a absorber a nadie... 

¿Querrán mandar con esto algún mensaje sutil a Romulus?  ¿O estoy leyendo demasiado en pocas líneas jajjajaj? -su risa a veces era muy klingon... y el ocampa podía captar en sus sentimientos la lucha entre el deseo que la sola mención de batalla le provocaba y la mesura que sentir las consecuencias humanitarias de una guerra le generaba...