Partida Rol por web

Respondo al saludo de Sav haciendo rápidamente el signo de la cruz a modo de saludo, dejando poco claro si le reconoce o no, mas atraido por las palabras de los demás

-olvidado, enterrado, poco importante, he de diferir, nunca mas he estado tan próximo a vislumbrar la divinidad. Aquellos maravillosos y terribles acontecimientos... la tierra desolada...- Bajo la cabeza murmurando en latin, aparentemente olvidando a los demás, entonces algo parece llamar mi atención

-¿quien? ah si, Aricia.- me giro de nuevo encarando a la lasombra con una media sonrisa -no, tu participación en aquello está olvidada. Pero tal vez quieras confesarte. Si es así puedo escucharte, será bueno para tu alma-

Sin embargo apenas acabo mi frase mi mirada empieza a vagar una vez mas siguiendo cosas que solo yo puedo ver

La otra figura gruñó.

-Ya. Si. Mucha casualidad.

pese al gruñido, se notaba que estaba animado. Costaba reconocerle: era el que más había aparentado cambiar con los años. Todos los demás venían de estratos fluidos y posicionados en los que no se tenía mucho que esconder, pero un barbudo pagano no era algo fácil de encajar en una ciudad, ni siquiera una tan ecléctica y cosmopolita como Roma.

-¿Has tomado los hábitos, Gianni? -preguntó animado. Al parecer incluso en una situación así ver a los antiguos compañeros le quitaba el recelo- ¿Y este, Sav? No recuerdo ahora mismo que hubiéramos acompañado a ningún egizio -dijo, utilizando un nombre aún habitual, aunque anticuado, para los gitanos. Uno que User podía tomarse como un insulto, pero que sabía que no había pensado en eso. Como si importase. Dio un paso adelante- Me cago en San Hostia bendita que como alguien haya venido aquí para eso le parto el alma. Aquí no hay tretas, Aricia... más vale. Parece más como que alguien nos ha llamado aquí a todos. No es la primera vez... pero parece que han decidido que esta vez no nos echaban a los perros, sino que han sido más sutiles.

Gruñó.

-Trampa o no, no nos separamos -dijo- ¿A qué habéis venido vosotros? Yo vivo aquí, pero ustedes, les hubiera olido.

Entre los escudos de armas logras reconocer por lo menos tres de ellos:

El águila plateada sobre un cielo azul en una de las escuderías, delataba el nombre de la conocida casa di Padule. Un aristocrático linaje del valle de Elsa, en la región de la toscana. Mientras que el león rojo con la bandana de conchas y el símbolo de los cien escudos blancos y azules pertenecían sin duda a otras dos casas nobles menores: Acciapaccio y Afrito, ambas del norte de Italia, el territorio que conocías bien.

Hay varias rutas de escape a tu alrededor, con simplemente echarte a correr calle arriba o abajo no debería ser difícil despistar a un posible perseguidor, especialmente con la niebla relamiendo los adoquines, y sin embargo los demás parecían indefensos. A priori no parecían presentar intención alguna de querer abalanzarse sobre ti, o ir detrás tuyo si decidías escapar. De hecho sus rostros hasta parecían estar tan sorprendidos como tu de verlos a ellos.

Al activar tu don sobrenatural, empiezas a percibir los colores pálidos y sin vida de cuantos te rodean, en cambio, los cocheros e invitados que no cesan de llegar parecen vibrar con luz propia y sus almas reflejan una cierta sensación de desprecio hacia la muchedumbre de baja alcurnia reunida delante de las puertas, es decir: tu y tus compañeros.

Entonces y por un instante ves con claridad unos destellos violáceos rodeandoos a ti y los demás vástagos, solo por unos segundos se hacen visibles aquellas auras que nunca antes habías atisbado y se vuelven a desvanecer entre la niebla como si nunca hubieran existido.

Pasan unos tensos minutos sin que el mundo que os rodea parezca prestaros atención alguna. Las puertas cerradas de la mansión siguen barrandoos el paso a la selecta fiesta que se sucede en su interior y los invitados pasean tranquilamente por los jardines, desconocedores de la increíble casualidad que ha llevado a vuestras seis almas errantes a encontrarse allí después de tantos años... siglos.

Entonces, la figura de un hombre bajo y delgado, con una librea negra llega para abrir las puertas. Sus movimientos son rutinarios y su etiqueta impecable cuando se dirige a vosotros:

 - Si quieren hacer el favor de acompañarme.

Con un gesto os invita a pasar al interior, donde con la puerta abierta podéis observar que la mansión parece haber sido renovada hace poco. El terreno está inmaculado, y es posible ver pequeños setos ornamentales. Hay una fuente en forma de Cupido, con alas y flechas, burbujeando silenciosamente. El camino desde la puerta hasta la mansión está cubierto de grava, y el césped a ambos lados está lo bastante cuidado como para jugar al croquet o a los bocce.

Me relajo un poco, mientras miro a todos. ¿Acaso no se daban cuenta de que habia cometido uno de los grandes pecados del mundo cainita? ¿Que había roto una de las siete leyes de Caín? ¿Que tenía una caza de sangre encima mío?

Daba igual, poco podía hacer. Ya estaba en la boca del lobo, y todo se confirmó cuando apareció ese tipo extraño a recibirnos. Miro hacia el jardín, viendo todo el pomposerío y el los lujos, los detalles, lo fino de cada trazo.

Esto apesta a Hardestadt o a Rafael de Corazón... - comento. - Y, aunque luego me arrepienta, por mi honor como señora de la casa de Mytros a la que pertenezco que no voy a huir con el rabo entre las patas delante de mis iguales. 

Levanto la cabeza, el porte regio, como ya había ensañado en decenas de salones de corte. - Al menos yo le concederé el favor de acompañarle, lacayo. Espero que merezca la pena.

Miro a User y le digo con una sonrisa perversa..

- Vuelve a llamarme Brujah y te aseguro que averiguarás como se las gasta este Gangrel.

- Y en cuanto a tí. - prosigo mirando a Jäger. Te digo lo mismo que al Setita. - al mencionar el clan de User se puede notar un ligero desprecio pues las Serpientes no son de mi agrado, o por lo menos las conocidas hasta ahora.  Vuelve a usar esa palabra para referirte a mi y te arrancaré algo más que la lengua.

Al rato aparece un lacayo rimbombante invitándonos a pasar.

- Me pregunto que hará la casa de Caracciola tan lejos de Milán. - pienso mientras dejo pasar al resto del grupo cerrando de esta forma la comitiva.

Siempre estoy alerta en caso de que surjan problemas. A regañadientes sigo al resto del grupo al interior.

- Esto no me gusta nada. - pienso. Esto es lo opuesto a mi estilo de vida, cosa que no pasa desapercibida si alguien se fija detenidamente en mi. Odio las fiestas y más las de los nobles, mortales o no.

Mis disculpas ,no pretendía ofenderte simplemente es que hay veces que os confundo ya que sois igual de impetuosos .Respondo devolviendo la sonrisa y haciendo que la punta de la lengua asome entre los labios .No ha habido malicia en mis palabras y no se repetirá .Sigamos a la dama y veamos que nos tienen preparado .

Dejo que vayan entrando detrás del lacayo y Aricia  antes de preguntar al resto.Os suenan los Sanseverino ?.Me ha parecido ver su escudo .

- Sav, Sav, Sav... siempre tan... hosco. Mucho me temo que la palabra que Jäger ha usado "egizio", va por mí. El viejo estigma... a veces, si pasan años desde que nadie lo advierte, lo llego incluso a olvidar. Luego llega alguien que lo pone por delante como una bandeja de aperitivos y me digo... caramba, es cierto.

Pues para no haber ganas de convertir aquella serendipia todos procedían de forma agresiva y molesta. ¿Realmente doscientos años no son suficientes para olvidar?

- De cualquier modo, amigos...Aricia, Jäger... todos. Propongo encauzar la velada con precaución y sin estridencias. Tan perjudicial es abrir la brecha de la discordia antes de saber si tenemos intereses comunes como presumir que todos seamos amigos sin confirmar la existencia de diferencias más o menos irreconciliables.

Milos aligera el paso para ponerse al lado de la dama de Myrtos a la que toma delicadamente de la mano en gesto cómplice. Habla y se dirige a ella pero también a los demás.

- Así pues, coincidamos en que ni somos lobos ni tampoco corderos. La noche es joven, aún. 

- Pues que se exprese mejor. - digo a Milos encogiéndome de hombros.

Luego miro al Setita.

- Ahora mismo no recuerdo ese nombre. - le digo dando por "zanjado" el asunto de los Clanes. Aunque si que he reconocido el emblema de la casa Caracciola, conocidos duques milaneses. - añado señalando el carro donde está plasmado su escudo.

El Brujah resopló, con un ¡frfh!

-No conviertas esto en una pelea, Savio -dijo Jaeger, intentando no calentarse. No le unían los mismos lazos que con el resto- No calientes. ¿Cómo es que tu gizio... Milos, era? ¿Milos, tiene más cabeza que tú? No tengo por qué aguantar tus mierdas, ni soy una de tus putillas de caza para que me amilanes.  

Después de todo, tenía que estar con cualquiera que dijera "mejor hacer piña y no empezar abriéndonos la cabeza, haya un confite o no", aunque luego se acabase haciendo exactamente lo contrario por desconfianza o estupidez. Él era perfectamente consciente del grandísimo pecado que había cometido contra la Estirpe: la misma estirpe de desagradecidos, maníacos y explotadores que les había torturado sin motivo y que les había usado descaradamente como trapos. No guardaba grande simpatía por ellos, y con el tiempo había llegado a otra comprensión del mundo: una comida era simplemente una comida. Sólo la consunción de otro cainita era horrible en tanto hacía sentirse uno amenazado como presa, y no ser el predador.

"ALGUIEN CON CEREBRO"

Dios. ¿Por qué se suponía que tenía que estar contra esta mujer, exactamente?

-Sí. Llévanos ante el amo.

-los habitos.. si, en cierta forma así ha sido- me extendería un poco mas sobre el tema pero estalla una discusión que hace que mi atención vuelva a vagar sin rumbo, de modo que no reacciono a la invitación del criado a que le acompañemos hasta que ya Aricia y otros se encaminan dentro

-ah si, conozcamos a quien nos ha llamado aquí. Y es una familia noble napolitana por cierto, de raices normandas creo-

Apresuro mis pasos tras el grupo, mirando una y otra vez a los lados

Se encogió un poco de hombros, con una mueca algo incómoda.

-Siempre viene bien una confesión, y si alguien te hace precio de amigo...

Dijo, mientras seguían caminando.

El mayordomo espera a que todos estéis dentro del recinto para cerrar las puertas a vuestras espaldas y dar un par de vueltas con la llave apropiada, luego os conduce en silencio al interior.

Unos anchos escalones conducen hasta las pesadas puertas delanteras de la mansión, cada una de las cuales tiene un pesado anillo de hierro. Las ventanas están cubiertas por cortinas, y pueden verse difusas siluetas moviéndose tras ellas, pero hay muy poca iluminación, y el piso superior está completamente a oscuras. Es como si los moradores de la mansión no necesitasen luz para ver, o prefiriesen la ceguera.

Al atravesar la puerta se os revela un interior ricamente amueblado, pero sin excesiva ostentación. La decoración muestra motivos clásicos que la mayoría podéis reconocer: abundan los jarrones griegos y las estatuas de kourós, y las pinturas que adornan las paredes representan todas escenas de la mitología adriática. En una pared, Lacocoonte se debate en los anillos de la serpiente; enfrente, Prometeo se retuerce mientras el águila devora su hígado. Los muebles son mesas bajas y divanes con gruesos cojines de seda grises y negros.

- Por favor, tomen asiento.

Os dice el hombre pequeño que os acompañaba justo antes de abandonar la sala.

Otro criado, vestido de la misma forma que el primero, está en el centro de la estancia con una bandeja de plata. Sobre la bandeja hay siete copas y una botella de exquisito cristal de bohemia. Parece el espacio perfecto para relajaros y poneros al día de vuestras andanzas o como ya habíais empezado a hacer algunos de vosotros: limar diferencias.

Al menos nuestro anfitrión tiene buen gusto para el arte .Digo examinando de cerca el cuadro de Laoconte.Alguno me puede explicar la leyenda de este cuadro  .Imagino que como siempre la serpiente encarnara el mal , los europeos tenéis muy enraizado eso, pero al menos aquí es un mal majestuoso .

- Si insistes ... - le digo al Setita manteniéndome de pié sin tomar asiento. A mi personalmente no me gusta.

Una vez dicho esto empiezo a moverme alrededor de la estancia sin acercarme en exceso a las paredes y sin tocar nada.

Camino por la casa interesado por los más mínimos detalles, acercandome a mirar cada obra de arte y cada rincón, aunque sin tocar nada

-en realidad no es el caso en esta ocasión- digo refiriendome al cuadro por le que pregunta User -Lacocoonte era un defensor de Troya, desconfio del regalo del los griegos, el caballo de Troya y dijo que había que quemarlo. No le hicieron caso por supuesto-

Llego hasta la mesa y tomo una de las copas examinando su delicada manufactura

-cuando entraron el caballo en la ciudad arrojo antorchas contra el. Dos serpientes surgieron de las aguas y devoraron a su familia, y luego a el-

Cojo a continuación la botella en la mesa y, destapandola, huelo su contenido -se supone que la serpiente representa aquí la ira de los dioses al rechazar un regalo-

Tras oler el contenido de la botella la dejo de nuevo en la mesa y sonrio en dirección a una silla vacia -cierto, se diría que los pobres Troyanos no tenían muchas opciones de victoria en este asunto-