Partida Rol por web

Escuchaba con una sonrisa las bravuconerías de Sav sin pensar en lo mucho que se parecía aquel hombre a la incontable cantidad de estúpidos que alguna vez me habían intentado intimidar.

Siempre sucedía así, los que se pensaban más sabios se volvían orgullosos y confiados de su supuesto “poder”, pero el “poder” no era más que una linda palabra que este tipo de estúpidos usaban para ocultar lo que verdaderamente sentían.

MIEDO.

El miedo, sin embargo nada significaba para aquellos que como yo habían nacido sin ningún recurso a este deplorable mundo. Ya que cuando te lo habían quitado todo durante cada día de tu vida, ¿a qué podías temer?.

A punto estaba de retrucarle cuando la mujer y el hombre comenzaron su discusión, por un momento incluso creí percibir algo pero aquello – lo que fuere – paso ante mis ojos de una sutil forma que no pude comprender.

Sin embargo, el suceso que ahora veía había atrapado mi atención de tal forma que quede absorto en no perder detalle alguno de lo que fuera que iba a pasar a continuación.

Ojala se mataran entre ellos, pensé, ojala se mataran entre TODOS ellos.

La Sombra.

Psst..!pssst!...!si, aquí, AQUÍ EN TU CABEZA BERNINI!, no, no mires hacia los lados imbécil, quédate así, quieto, ¡así buen chico!.

Escucha, escucha ahora, ese idiota de Sav, ¿le ves?, tan seguro de su poder, de su arte oscuro, tan insípido y aburrido.

Es un león amaestrado Bernini, un perro faldero ¡mírale por todo lo santo!, mírale allí sentadito y obediente…!soso!...!mátale Bernini!, ¡mátale y pinta las paredes con su sangre!.

El séquito del interpelado por la camarera se arremolina furioso sobre la chica y la detienen antes de que ésta pueda hacer nada.

Hay mucho barullo 

Rose forcejea atrapada entre los brazos de aquellos hombres mucho más fuertes que ella, y se oye como uno de ellos sisea:

- Bruja.

Charles, el posadero, se apresura a dirigirse al damnificado con varias servilletas para ayudar a secarle.

- ¿¿Se encuentra bien Dr. Hopkins?? mil disculpas, mil disculpas... eso ha sido... ha sido un agravio terrible.

La camarera por fin se rinde en sus intentos para tratar de soltarse, quedándole solo la opción de desafiar a Hopkins con una mirada ardiente de odio, las pupilas temblando y rebufando con fuerza por la nariz.

"Bruja", Sav se giró al escuchar aquella palabra... la situación no pintaba bien y aquel tal Hopkins parecía algún tipo de inquisidor, fuera quien fuese no cabía duda de que era alguien conocido y respetado en la ciudad y eso auguraba problemas... Sav miraba la escena intentando identificar algún vástago entre los presentes esperando que no repararan en su presencia y sobretodo que Bernini no cometiera ninguna estupidez...

Ahora…ponle en peligro…!haz algo bastardo energúmeno!...

Por algún desconocido motivo, Bernini aprovecha justo ese momento de caos para comenzar a subirse a una silla – cercana a donde se encuentra Sav -, y con deliberada lentitud mientras mira al otro vástago con picardía en el rostro.

Notas un olor algo familiar, como a duro pelaje animal. Dirías que es el olor del licantropo. Sin embargo, no identificas su procedencia, ni te parece ver a otro vástago en el establecimiento. 

No distinguís ningún otro vampiro en la sala.

Entonces, entre el barullo ocasionado Bernini se levanta y empieza a subirse a la silla de una forma muy teatral e inquietante. Los secuaces del dr. Hopkins se giran y lo miran extrañados, pero tienen otros asuntos más urgentes entre manos.

El mismo Hopkins clava la mirada en el lunático y Charles lo ve de reojo, pero no se atreve a prestarle atención directamente.

- Sacadla de mi posada.

dice girándose hacia los hombres que agarran a la camarera

- Estás despedida. Ni se te ocurra volver por aquí.

El anciano en una mezcla de decepción y aplomo se queda viendo como los hombres forcejean con la chica y la arrastran hasta la puerta.

Una risa acompaña su salida, y Hopkins queda apaciguado.

La situación empeoraba por momentos y por un momento Sav parecío cambiar su tranquilo semblante, movía su nariz intentando catar un escurridizo olor que creyó haber olido. Sus ojos escrutaban a los visitantes cuando Bernini comenzó su espectáculo. Como si de un niño se tratara el desequilibrado comenzó a subir a su silla llamándonos atención del la gente por suerte los gritos de la mujer volvieron a desviar la atención.

Sav dio un tirón con fuerza al iniciado para devolverlo a su asienta mientras le susurró.

estate quietosi no quieres morir hoy

Sav hizo una señal al camarero para que le sirviera unosntragos disimulando así su presencia

Bernini parecía un puto crio. Miro a Sav desde las alturas mientras le ponía morritos de niño enfadado pero se bajo de la silla volviendo a sentarse.

¡Aburrido!, le susurro molesto mirándole de reojo, ¡me aburro Sav!, protesto nuevamente, me aburro y necesito hacer algo.

Señalo entonces con disimulo al anciano que había entrado.

¿Quién es el vejete ese?, pregunto interesado mientras levantaba la mano para llamar al mesero.

!ey,mesero!, le grito, !mueve tu culo hacia aquí!

Sav miraba con resignación a Bernini ¿Acaso piensas que esto es un juego? ya has visto lo que han hecho con esa bruja... ¿acaso crees que serían más simpáticos si supieran realmente quien eres? no se quien es pero desde luego es alguien con quien mejor no cruzar la mirada...

"-Hasta luego, señoritas"

Dije casi como un susurro después de que ambas muchachas cerraran la puerta. Miré a mis compañeros con unos ojos preocupados.

"-Hay que irse con cuidado cuando llegue la hora de volver hacia acá. Coincido contigo Giani, vamos a descansar a uno de los refugios propuestos por Violetta, pero antes, quisiera ir por Darla"

Quería descansar, a pesar de que en un principio no tuvimos respuestas a nuestras interrogantes, presentía que en la reunión de mañana podíamos saber algo mas.

Giani, Aricia y Jäger regresan a la posada del Palisandro a buscar a Darla. Llegáis justo en el momento en que unos hombres que visten de manera muy parecida los unos de los otros están echando del local a una mujer con delantal de camarera.

Veis como una lágrima resbala por la mejilla de la chica cuando tropieza tras el último empujón y cae de bruces frente la puerta de la posada.

En la sala principal del interior del establecimiento no veis a Darla por ningún lado; pero por sorpresa vuestra, reconocéis dos caras que no hace tanto tiempo dejasteis atrás.

Bernini, el comerciante romano y actual chiquillo de Giani se encuentra de pié sobre una silla discutiendo nada más y nada menos que con Sav, el gangrel de vuestra cuadrilla que creíais desaparecido.

También está Gaiman en una esquina, observando el panorama con el entrecejo cruzado.

Charles Robin, el posadero se acerca a Bernini

- ¿Si?

- ¿Y esos dos qué quieren? 

Apunta el dr. Hopkins atraído por el extraño comportamiento del malkavian italiano.

Cuando la situación parecía tensarse de nuevo todo cambio, la puerta de la posada se abrió y por ella aparecieron unas figuras bien conocidas.

Sav esbozo una sonrisa, al fin habían conseguido reagruparse después de las premuras y problemas del largo viaje. ¡Ya era hora! dijó Sav en un tono que dejaba ver algo de alivio y alegría con su presencia mientras pensaba para si que por fin otros aguantarían los desvaríos de Bernini...

Ver a Giani fue olvidar todo lo demás.

Me descolgué de aquella silla donde me había subido ignorando al mesero y su molesta voz. ¿Yo le había llamado?, bueno, ahora no importaba.

¡Giani!.

Ahora todo sería revelado. Todas las dudas apartadas y el conocimiento ansiado seria mío.

¡Mio!.

Porque Giani era poderoso y sabio y apuesto y…y…y…tan…Giani…que nadie, ¡nadie en el mundo! podría ser más Giani, que Giani mismo.

Corrí, con los brazos abiertos, eufórico, alocado, juvenilmente corrí y una vez que le tuve enfrente le abrace con fuerzas, ¡mucha!, pues no pensaba separarme nunca más de su lado.

Mi maestro…maestro…le susurraba al oído…

Camino pensativo por las calles de esta ciudad desconocida hasta la posada, donde, aunque reconozco dos caras familiares de inmediato, mi atención se centra en las sombras bajo las mesas, que se agitan inquietas sabiendo algo que yo no se

Mi concentración se ve forzosamente rota por el abrazo de Bernini al que no me resisto

-Buenas noches Bernini, te hacía en Suiza- le saludo neutro

-Aricia, tal vez Gaiman sepa donde está Darla- le indico antes de finalmente dirigirme a Sav -me alegro de verte, temimos lo peor-

Lo último que esperaba era encontrar a aquellos dos y una espina de culpabilidad se clavó en mi corazón al volver a encontrarme con Sav.

Aunque mi orgullo no me permitía demostrar aquello más de la cuenta, me acerco a mi compañero gangrel y le agarro por el hombro para asegurarme que no es ningún espejismo.

- Volví a buscarte y ya solo quedaba tu caballo. Imaginé que habías caído igual que User.

Mis palabras son asperas y sencillas como es habitual, pero en el fondo hay una cierta emoción que no se muy bien como expresar.

Mi mente es un hervidero de preguntas pero entiendo que ahora no es el momento para hacerlas pues hay oídos indiscretos en las cercanías.

Sin embargo me mantengo al lado de mi “MAESTRO” y aun paso por detrás como si fuera su guardaespaldas – una costumbre de una vida ahora pasada -.

Prestando mucha atención al entorno, intento memorizar hasta el último de talle relacionado a Giani pues en lo pequeño se encuentra la grandeza.

¿Era así el dicho?, no lo recuerdo.

Solo sé que estoy esperando a que pase algo…¿Qué era?, ¡Giani!, ¡SI!, ¡tiene que enseñarme a ser un DIOSCURO!.

Pero el muy maldito ni siquiera me sonríe, ¿acaso no me ha extrañado?, ¡SOY SU PUTO PUPILO!, ¡EL UNICO!, ¿o tiene otros?, ¡maldito me engaña SEGURO!.

Tranquilidad Bernini, tienes que ser sutil, ¡respira Bernini!, ¡tranquilo!, no es el momento de molestar al MAESTRO.

Se amable, sociable, se educado, me digo a mí mismo.

Maestro…le susurró al oído entonces para que solo el escuche y mientras tiro de la manga de su camisa…dime los secretos de los DIOSCUROS, le suplico como quien pide a su padre una moneda para comprar dulces.

El dr. Hopkins se da la vuelta al ver que el grupito al final se pone a charlar de sus cosas haciendo caso omiso de su presencia. Sus hombres y él se sientan alrededor de una de las mesas grandes del comedor. 

Charles, el posadero se apresura a tomarles nota y empieza a buscar más jarras y vino, pero con los nervios y las prisas éis que se está haciendo un lío.

El ambiente en la taberna parece recuperar la normalidad y entonces la exclamación de Bernini sobre "los secretos de los DIOSCUROS" hace que Hopkins vuelva a estirar el cuello y os observe intrigado des de su esquina de la mesa. El hombre se muestra curioso ante la pregunta, y silenciosamente espera a oír cuál va a ser la respuesta por parte de Giani.